Para ello, salimos del hotel por el Paseo de José Martí (o Paseo del Prado) hasta llegar al Capitolio, previo paso por el imponente edificio del Teatro Nacional.
Al llegar al Parque de la fraternidad, cruzamos el arco que nos situaba dentro del Barrio Chino, junto al edificio de telecomunicaciones ETECSA.
Habana Centro |
En la larga avenida de Simón Bolivar, que cruza sin titubeos toda la Habana Centro, pudimos observar locales comerciales, barberías, tiendas, escuelas primarias, bares, hospitales...
Gente local tomando una cerveza, cortándose el pelo, con una radiografía en la mano, haciendo su compra diaria. Todo ello facilitado por una galería de soportales que nos resguardan de los rayos de sol.
Pero la verdadera Habana Centro se encuentra en las calles que cruzan perpendiculares a esta ancha y principal avenida. Una pequeña inmersión en cualquiera de sus manzanas merecerá la pena para sentirse teletransportado medio siglo atrás, donde kilómetros de tendido eléctrico colgado sobre fachadas que demuestran que hubo un pasado próspero.
Puestos de bananas |
Continuaremos nuestro viacrucis por la misma avenida, que ahora pasa a llamarse de Salvador Allende (o Carlos III). Mucho más amplia, que nos dirige hasta la Quinta de Los Molinos, lugar de residencia de los Capitanes Generales españoles y actual Jardín Botánico de la ciudad.
Carteles revolucionarios |
Allí, en fea y anodina explanada encontraremos el monumento a José Martí, un monolito de casi 130 m que controla la ciudad desde sus alturas. También encontraremos el mural del Che Guevara sobre el edificio del Ministerio de Interior, así como el de Camilo Cienfuegos. Ambos presidiendo este punto emblemático de la ciudad.
Efigie del Che en el edificio del Ministerio de Interior |
De camino a la plaza, también pudimos disfrutar de un partido del deporte nacional, el béisbol, en una cancha próxima a este gran edificio.
Como las negociaciones con los Cocotaxis no proliferaron, obviamos visitar el Cementerio de Colón, el que dicen es la segunda necrópolis más grande del mundo, en beneficio de volver por las espaldas del Castillo del Príncipe hacia las puertas del Hospital Calixto García, en busca de la Universisad de La Habana. Ya adentrándonos en la zona de El Vedado.
Monumento a José Martí |
El hotel Habana Libre, servirá como referencia para continuar nuestro camino hacia el afamado Parque Coppelia para tomar uno de los helados más sabrosos de la isla.
Curiosas las bulliciosas colas de cubanos para poder disfrutar de sus sabores, y la inexistente para los turistas. El pago en CUC o CUP tienen la culpa. Nos aprovechamos de ello, pero no nos gustó esa situación.
Helado en Coppelia |
En lo alto podemos acceder al restaurante o simplemente a tomar una cerveza en su bar La Torre, situado en el piso 32 y desde el que se tiene una panorámica completa de toda la ciudad. El malecón, sus estructuradas avenidas, el Hotel Nacional, la reinaugurada embajada estadounidense... Un momento de embobamiento con cerveza Bucanero en la mano que merecerá la pena disfrutar.
Vistas desde el edificio Focsa |
Afri relamiéndose ;) |
Tomando la Calle 10 de octubre, nos adentraremos de nuevo en la ciudad. La silueta de la iglesia del Carmen nos servirá de guía para llegar hasta el cruce con el Parque de los Mártires Universitarios y dirigirnos al extravagante Callejón de Hamel, donde artistas callejeros exponen sus obras y tiendas de herbolarios recetan pócimas medicinales.
Callejón de Hamel |
La ducha, la habitación fresquita y la piscina del hotel nos llamaba con fuerza.
Los Cocotaxis, otra manera de desplazarse por La Habana |
Después a cenar en la Piña de Plata, muy próximo a La Floridita. Con muy buena relación calidad/cantidad/precio. Leve paseo por las calles de noche y preparados para el siguiente día
Neones de los 50 en la noche habanera. |
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