miércoles, 21 de noviembre de 2018

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miércoles, 11 de julio de 2018

XXXVI Marmotte Alpes

Era el objetivo final al tríptico de las cicloturistas europeas. La Quebrantahuesos representaba La Vuelta, y ya tenía tres participaciones (2013, 2014 y 2018); marcha con más solera de la cordillera pirenaca. La Maratona representaba El Giro, con una participación en el 2015, es la marcha con más carácter que rueda por los Dolomitas, la más bella región de los alpes italianos. Solo quedaba esta, La Marmotte, la marcha de las marchas europeas, la más tradicional de todas ellas, la representante del Tour a nivel cicloturista. Y aquí las tengo. Aquí están las tres, juntas. Ya no se escapan, aunque no fue fácil. Os cuento.

Desde octubre, todo estaba planificado, todo estaba atado. Todo gracias a las gestiones con CicloRed que nos reservaría los apartamentos, nos facilitaría la inscripción sin sorteos y nos trasladaría las bicis desde Madrid, amén del transfer entre Lyon y Bourg d´Oisans. No teníamos marcha atrás. Nueve meses por delante en busca de un único objetivo.

Durante este tiempo hubo meses de descanso y preparación, con una recta final en busca del pico de forma que aunaba Bedelalsa, Lagos y Quebranta; o lo que es lo mismo Covatilla, Covadonga y Portalet; amén de infinitas visitas a Gredos, Sierra de Madrid, Piélago y Montes de Toledo.

Todo estaba en orden para que el 8 de julio nada saliese mal. A excepción de una inesperada gastrointeritis que me tuvo contra las cuerdas una semana antes de la cita.

Viernes, 6 de julio.

Pero llegó el día, el viernes cogíamos el avión a Lyon (cuyo vuelo estaba reservado desde noviembre). Las bicis, con una pequeña mochila y los atos ciclistas, las habíamos dejado el miércoles previo para que nos lo trasladasen los chicos de Ciclored.

Y así nos vimos Samu, Mario, Ángel y el que escribe en la T4 del aeropuerto Madrid-Barajas con unas ilusiones infinitas. Nervios y mucha motivación volaban con nosotros en busca de nuestro cuartel general en Bourg d´Oisans. Allí, en Lyon, los chicos de CicloRed nos esperaban para trasladarnos a los apartamentos de Le Grand Renaud donde llegamos a medio día.

Saludos con viejos conocidos y presentaciones de nuevas amistados. Tiempo para acomodarnos en los humildes apartamentos, comer y hacer la compra de cara al fin de semana.

El sol se estaba desperezando a medida que avanzaba el día y eso animó a enfundarnos los ropajes ciclistas y dar una vuelta para ascender al desconocido y completo Col de Solude.


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Un imprevisto en el freno de Samu nos obligó a retrasar la salida. No importaba, el ambiente que se vivía en este pueblo nos recordaba mucho a Luz St Suveur. La tienda de bicis no daba a basto para atender a tal volumen de ciclistas. Pero el problema se resuelvió a la vez que Francia comenzba a fraguar su pase a semifinales del mundial.

Iniciamos la ruta que sale directamente desde la localidad. Una carretera que corta literalmente la falda de este valle glaciar en U, y que se hace hueco entre túneles (no iluminados) y cortes impresionantes en la roca.

El valle va quedando abajo, en frente, al otro lado del valle, se yergue otra pared blanca donde se puede observar un cortado horizontal que ralla la roca. Se trata de la carretera de los balcones de Oisans (tal vez posible trayecto para el día siguiente).

Embobados en esta impresionante carretera, no nos damos cuenta de que el porcentaje no baja de los dos dígitos. Las ganas y la frescura de las patas nos evitan el sufrimiento.

El puerto llega a un punto en el que comienza a zigzaguear adentrándose en un denso bosque que nos impide disfrutar de las vistas que traíamos en los primeros kms. Pero pronto nos recompensa con un giro brusco donde se nos presenta una imponente cascada que sale directa de un glaciar al cauce en lo profundo del valle. Excusa perfecta para hacer un descanso que la carretera no nos permitía.

Tras disfrutar de este místico momento, continuamos hasta la localidad de Villar Notre Dame, donde un niño nos confirma la victoria de La France contra Uruguay. Aquí acaba el ascenso oficial, pero como estamos hipermotivados continuamos subiendo a pesar de la pérdida de calidad del asfalto.

Dos kilómetros más allá del pueblo, cuando el GPS marcaba 12 de ascenso, el puerto llega a un prado que nos regala unas vistas únicas del valle de Oisans. A su vez, la pista se transforma en tierra durante los últimos tres km.

Los dos primeros en liviano descenso y un último, en ascenso. Completamente practicable para la bici de carretera siempre y cuando las cubiertas sean nuevas o de calidad.

Iremos alternando nuestra mirada al suelo para evitar las pocas piedras conflictivas, con la imagen del Alpe d´Huez que se levanta en la vertiente opuesta del valle. Impresionante.

Hollamos la cima a 1637 m de altura. Unos bancos estrategicamente situados nos invitan a descansar de cara a disfrutar las vistas que desde allí podemos divisar.

Tocaba descender, dejando Villard Reymond de lado, disfrutando de un nuevo valle que nada tiene que envidiar a su vecino de Oisans. Una carretera agrietada en su inicio y con curvas muy traicioneras en su segunda mitad, nos obligan a bajar con ligera precaución. Nadie quería perderse la cita principal del domingo.

Llegamos a la carretera del valle que nos invita a visitar el Col de Ornon. Pero lo obviamos para volver al punto de salida, no sin antes ascender un leve repecho, tras el cual solo quedaría dejarse llevar hasta las puertas de nuestro cuartel general.

Tras la ducha, volvíamos al pueblo a cenar, dar un paseo y descansar de este largo pero interesante día de bienvenida.

Sábado, 7 de julio.

Amanecía el segundo día con un sol brillante. El desayuno en la terraza nos llenaría de fuerzas necesarias, tal vez demasiadas, para rodar por la mañana y así aprovechar al máximo los días previos por estas bellas tierras.

La decisión final fue la de realizar la ruta por la carretera de los balcones de Oisans para después hacer el ascenso al Col de Sarenne y llegar al Alpe d´Huez por su vertiente trasera de cara a la recogida de dorsales.


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La ruta comenzaba realizando la parte inicial y más dura del ascenso al Alpe d´Huez. Sus primeras 5 curvas hasta La Garge d´Oisans. Allí nos desviaríamos del afamado ascenso para tomar un carreterín que asciende duro hasta la población de Armentier. Desde allí, la carretera se asoma de nuevo al imponente valle de Oisans. Al fondo, al otro lado del valle, se divisaba la carretera que habíamos tomado el día anterior para ascender al Col de Solude.

Todo era un espectáculo para la vista que nos hacía olvidar el ligero ascenso al que nos sometía ahora la carretera. Encaramada esta a las verticales laderas de este bonito valle.

Justo cuando nos despedimos del valle, la carretera comienza un descenso, ligero en su inicio y fuerte en su parte final, en busca de la carretera principal en lo más profundo del valle, ahora estrecho y denominado Garganta del Infierno.

En Le Freney, tomamos la carretera principal para ascender hasta el Embalse de Chambón, donde nos desviamos de nuevo hacia Mizoen, en unas duras rampas iniciales que doblan los dígitos en el porcentaje del GPS.

Tras la localidad, un ligero descenso nos sitúa en el ascenso definitivo al Col de Sarenne con 10 km por delante que nos sacará desde lo más profundo del valle hasta la parte trasera del Alpe d´Huez.

Un ascenso constante, con una parte media de ligero descanso, pero tras el cual, se mantendrá firme en sus 7 kms finales, siendo los últimos los más duros que tensa nuestras piernas para conseguir llegar al collado de la Sarenne.

Solo podíamos disfrutar de las vistas y guardar el mayor número de fuerzas, siempre pensando en el día principal.

Se nos fue un poco de las manos, las piernas notaron esa tensión en sus kms finales. Solo esperábamos que no nos pasara factura de cara al día decisivo. Pero es que, ya que estábamos allí, ¿Cómo nos íbamos a quedar en el apartamento?

La cima la conseguimos a 1999 metros. El asfalto castigado por las quitanieves y las inclemencias del invierno, no nos permite un descenso cómodo. Al que además se le une un par de repechos de esos que duelen antes de llegar a la estación de esquí de Alpe d´Huez.

Los prados que por allí se hayan, resultan demoledores. Fresco, paz, tranquilidad. Todo queda contrastado en cuanto rebasamos la última cota y ante nuestros ojos aparecen las grúas y la urbanización imponente de Huez.

Allí paramos para recoger los dorsales y dar un breve paseo por la feria ciclista. Unos bidones de recovery para recuperar las piernas. Se nos había ido de las manos con 2.000 m de desnivel el día antes de la Marmotte.

Con la bolsa del corredor a la espalda nos lanzamos Alpe d´Huez abajo para llegar a Bourg d´Oisans, hacer una pequeña compra. Preparar la comida y realizar una merecida siesta.

Una visita a la tienda del pueblo para que Mario se entienda con el mecánico y solventar sus problemas de la bici y vuelta al cuartel general para atender a la reunión de información sobre lo que nos esperaba al día siguiente.

Unas cervezas, una buena cena a cargo de Angelote. Unas risas que no faltaban nunca y a descansar que a las 6:00 tocaba diana.

Domigo, 8 de julio.

Había llegado el día decisivo. Ya había realizado una Marmotte particular, pero no tenía nada que ver con lo que vivíríamos durante las horas siguientes . Nuestro cajón tenía la hora de salida a las 7:50. Media hora antes estábamos situados disfrutando de un ambiente que nos resultaba familiar pero en un entorno que no tenía comparación.

7.500 ciclistas salíamos en varias tandas horarias, nosotros seríamos los últimos. Pero no teníamos prisa, o sí.

Tras dar un rodeo a la localidad de Bourg d´Oisans, pasamos bajo el arco de salida para afrontar los 10 primeros kms llanos hasta la base del Glandón. Samu, arrancó inquieto y cogió la rueda de un gigantesco ciclista que iba pasando grupos y grupos. Yo miraba para detrás a Ángel y Mario que asentían con la cabeza.

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Así llegamos a Allemond, para tensar las piernas con sus primeras rampas que salvaban el desnivel del dique de la presa.

Un pequeño llaneo para bordear este lago artificial sería el último descanso para afrontar los 26 km de ascenso que se nos presentaba por delante.

El bosque se cerraba, la temperatura ya no era tan fresca. Y las rampas se endurecían, con un silencio sepulcral solo roto por los españoles. Cinco kms duros hasta llegar a Le Rivier d´Allemod donde se nos brinda un descanso y un corto descenso algo rápido.

Si somos capaces de levantar la mirada en la bajada, observaremos como al cruzar al otro lado de la vertiente, la cosa se inclina y te frena cual campo magnético. El valle es encajonado y el viento apenas se deja notar.

Tocaba pues otro tramo de ascenso hasta ganar la orilla de una nueva presa, donde de nuevo tendremos un leve descanso seguido de otro descenso que nos dejaría unas impresionantes vistas de un valle que se abre y despliega unos extensos prados dignos de disfrutar.

Al fondo ya se divisaba el refugio donde la carretera se bifurca hacia la cima del Glandon o la opción de la Croix de Fer.

En la cima, un multitudinario avituallamiento sólido y líquido. Todos habíamos subido con respeto, cada uno por sus circunstancias particulares, pero Samu seguía manteniendo ese carácter agitador con el que había iniciado la ruta.

Tocaba ahora descender con mucha precaución (la organización corta el cronometraje) por una carretera tan botosa como bonita. Merecía la pena, tras varias curvas, arriesgarse y girar la cabeza para buscar el paso que acabábamos de ganar.

El resto, con precaución y descanso de cara al falso llano del valle de Maurienne, donde el viento siempre pega de cara.

El objetivo era claro, gastar la menor fuerzas posibles en estos 20km de rodaje al 1-2%. Pero no, ahí estaba Samu, saltando de grupo en grupo, disfrutando como un crío. Y allí estábamos los demás, donde el corazón nos pedía seguirle y la cabeza dejarle. Pero, ¿cómo le íbamos a dejar? Así que Ángel se fue con él; y Mario y yo saltamos del grupo donde nos habíamos quedado a la caza de nuestros compañeros que nos buscaban con la mirada.

En uno de esos grupos me llevé el susto de la mañana, donde me comí un boquete en el asfalto que a la postre definiría el destino de la jornada.

Tras parar en el avituallamiento líquido en la base del Col de Telegraph, iniciamos el ascenso de sus 12 km por una carretera en perfecto estado, con sombras gracias a su denso bosque y con unos porcentajes mantenidos que no bajaban del 8%.

La subida fue dinámica, tal vez porque fuese la menos dura de todas. Levantamos las cartas, y subimos a un ritmo ligero. Samu en plan "martillito" y yo a su rueda como buenamente podía. Por detrás, a muy poca distancia llegaron Ángel y Mario. Buen ascenso que nos situaba en el ecuador de la ruta.

De nuevo, avituallamiento líquido, foto de rigor; no se nos olvide que somos cicloturistas; y a descender cuatro kms en busca de Valloire.

Allí se daba por oficializado la subida más respetuosa de la jornada, el Galibier, que con 18km nos ascendería hasta los casi 2.700 metros de altura.

Una parada en el avituallamiento para recuperar líquidos y echarse algo a la boca que no fuesen barritas o geles. El reloj marcaba el medio día y el estómago se resentía. Un par de pulguitas de queso camembert y unos vasos de coca-cola fueron suficientes.

Tras retomar las bicis, afrontamos lo que sería el reto más duro de la jornada. Pero en ese momento no me imaginaba hasta que punto iba a sufrir.

Al poco de coger la bici, siento que la rueda trasera me bota. Paro y veo un huevo en la cubierta. Tal vez el boquete que me comí en el valle de Maurienne, unido al calor del tiempo en el avituallamiento fueran los causantes. Dudo en quitar presión, pero no lo hago. A los dos km de ascenso, reventón.

Mario intenta parar a todo coche que nos pasaba (el 80% de la marcha estaba abierta al trafico en el mismo sentido de la carrera), pero sus esfuerzos eran en vano. Un motorista de "seguridad" me ingnora por completo. Llamadas a Luis que nos esperaba con la furgo de apoyo en lo alto de Galibier, pero no tenía cobertura.

Decisión, que sigan mis compañeros hacia la cima para avisar de lo sucedido, mientras me vuelvo hacia el pueblo con la rueda en llanta en busca de alguna solución.

Es domingo, y a pesar de que están pasando 7.500 bicis por Valloire, todas las tiendas están cerradas.
Hablo con un gendarme y un componente de la organización que de primeras no me hacen caso, pero mi insistencia les hace buscar alguna solución.

Sacan una cubierta reventada de una de las maleta de un motorista, cortan un parche y me lo ponen bajo mi cubierta reventada a modo de parche, incluso me montan y desmontan la rueda ellos mismos.

Me habían solucionado el problema que estuvo a punto de dejarme sin mi deseada Marmotte.

Asciendo Galibier con rabia, sin superar mis posibilidades, pero tampoco en plan amarrategui. Conocía el ascenso de la visita hacía dos años y sabía de la linealidad de los primeros kms junto al río. No disfruté de las vistas. Pero estaba enrabietado.

Pasando a multitud de ciclistas, cogí aliento en Plan Lanchat de cara a los últimos 8 km, los más duros del ascenso.

Los zigzag iban a cambiar de valle y me iban a permitir divisar por primera vez el paso del Galibier. Obviando el homenaje a Pantani, con los ojos puestos en el horizonte, daba pedales mientras calculaba dónde podrían estar mis compañeros y cómo habrían subido este coloso puerto de montaña.

Este esfuerzo podría costarme un sufirmiento en el último puerto, pero la bajada de casi 50km sería suficiente para descansar de cara a los kms finales.

Los mojones con coronilla amarilla que indicaban la distancia a la cima, pasaban poco a poco hasta llegar a la altura del túnel, el último km de ascenso. Y allí estaba Luis con el puesto de apoyo.

Mis compañeros habían salido hacía un rato, me informó. Sé que estuvieron dudando si esperar o seguir, pero la falta de cobertura y mi intención de no condicionarles su Marmotte, hizo que no volviesemos a tener comunicación más allá de unos whatsaap para indicarles que había solucionado el problema de la rueda.

Luis me esperaba, a sabiendas de mi problema gracias a mis compañeros, pero cuál fue mi sorpresa al informarme que acababa de cambiar las dos ruedas que tenia de repuesto a un compañero que había reventado sus ruedas de carbono. Flipando por la situación, no podía seguir. Sería cavar mi propia tumba si bajaba Galibier con la cubierta como la llevaba, hecha un ocho.

En una mezcla de sensaciones entre defraudado, enfadado y desilusionado por la situación. Propuse quitar la cubierta de la rueda que acababa de cambiar para ponerla en la mía. Ya al terminar hablaría con el dueño para explicarle los motivos.

Así pues, continué el último km, duro, para llegar al avituallamiento y disfrutar de las dos vertientes de la montaña. Todo un espectáculo visual. Rellenar los bidones y lanzarme hacia abajo con tanta precaución como diligencia.

Las vistas obligaban a levantar la mirada, pero no demasiado, puesto que el rugoso asfalto no permitía el más mínimo despiste.

En el Col de Lautaret la carretera mejora y es donde pude soltarme de manos para quitar el chubasquero que protegía del aire en el descenso.

En los casi 50 km de bajada, hubo de todo. Empezando por un incómodo viento de cara y terminando por un pequeño repecho al final. Entre medias, túneles y más túneles; algún que otro pueblo y el embalse de Chambón. Y comer, y beber.

Rodaba a mi ritmo, bajando sin parar de mover las piernar, acompañando el pedaleo. Pasando grupos sin tener en cuenta el pequeño esfuerzo que estaba haciendo sin querer. Pero iba cómodo, no me importaba.

Tras cruzar el barranco del infierno, la carretera llega al fondo del valle de Oisans, 5km de llaneo hasta la base del Alpe d´Huez que pasaron volando. Era un cómodo rodar.

Parada obligatoria en la base del Alpe d´Huez para reponer los bidones y oxigenar las piernas de cara a los últimos 12 km de ruta.

Los primeros kms de ascenso son los más duras hasta La Garde. Luego se relaja, pasando del 10% inicial al 8% de media. Y así curva tras curva, dos avituallamientos líquidos para combatir los 36 grados que marcaba el GPS en la base a las 17:30 de la tarde.

Todo un rosario de ciclistas y "en cada curva una tertulia". El 32 metido desde abajo, y es que los 4000 metros desnivel acumulados que llevas en las piernas condiciona mucho el ascenso.

Poco a poco el calor empieza a desaparecer con la altura y el paso de los minutos. Levantando la vista aparece un muro vegetal con un zigzag dibujado sobre su ladera. Cabeza gacha para no desmotivarse.

Llegaba al pueblo de Huez y las vistas se hacen más largas, las carretera más abierta y solo 4 km para llegar a la cima.

Intercalando el ir de pie y sentado, ya uno no sabía ni como acomodarse. Solo pensando en llegar.
 Dos km y esto estaba hecho, aunque fuese a pata. Momento emotivo, ya lo tenía en mis manos a pesar de unas sensaciones de náuseas provocadas por la cantidad de sales, geles y barritas consumidas.

Estábamos en el Alpe d´Huez. Un corto callejeo y la meta. Conseguido.

Allí en la zona de meta, en una mezcla de emocion y cansancio extremo, oí gritos que me avisaban. Estaban mis compañeros. Angel por delante y luego Samu y Mario con su particular calvario también. 20 minutos de diferencia. Medalla al cuello. Comida de la pasta y para abajo. A disfrutar de Alpe d´Huez sin dar ahora una sola pedalada.

Llegamos a nuestro cuartel general. Felicitaciones. Invitación a cenar y a la cama. El sueño había concluido. Solo quedaba volver en avión y hacer planes para traer al resto de la grupetta para disfrutar todos juntos. GRACIAS CHAVALES.









domingo, 4 de marzo de 2018

Garganta de Sta María

En esta ocasión nos desplazamos hasta Candeleda para realizar una completa ruta de senderismo que nos adentra en las entrañas de la Sierra de Gredos de la mano de una de las múltiples gargantas de su ladera sur, la Garganta de Sta María.
Cauce de la garganta de Sta María
Un recorrido de 15 km que acompaña el cauce por ambas vertientes, lo que permite dividir el trazado en dos sectores bien diferenciados. El primero de ida, siguiendo los primeros compases del PR-AV 46 del "Camino del Pto de Candeleda" y un segundo de vuelta por el sendero local "Camino de Pescadores".

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La salida la realizamos desde el mismo Puente Viejo que salva el mencionado cauce dentro del mismo núcleo urbano de Candeleda. Paralelos a su orilla,vamos dejando la garganta a nuestra izquierda. Tras un breve callejeo, abandonaremos la localidad por el Convento de las Hermanas Concepcionistas, donde se inicia camino del Puerto de Candeleda.
Carteles de inicio de ruta a la salida del pueblo.
Los primeros metros se presentan duros, con una subida constante de unos 3 km por una pista que nos hará entrar en calor. En este tramo no disfrutaremos de otra cosa que no sean las vistas que surgen a nuestra espalda, en alguna parada para recuperar el aliento, y ver donde va quedando la localidad y la silueta del embalse del Rosarito, al fondo.

Una vez realizado este primer y principal esfuerzo del día, nos despedimos de la aburrida pista que gira bruscamente a derechas siguiendo el GR-180 del Valle del Tiétar. Nosotros nos desviaremos de frente, por el PR-AV 46 de la Trocha Real al Pto de Candeleda.
Trocha Real del Pto de Candeleda
Ahora sí podemos decir que comienza la parte interesante y bonita de la ruta. Donde, aún en altura, el paso ancho de la subida anterior se transforma en un bonito sendero que serpentea por la ladera inmerso en un bello robledal.

El silencio de la montaña queda roto por el sonido del cauce de la garganta bajo nuestros pies, aunque la densidad del bosque nos impide tener contacto visual de momento con él.

Al fondo, en algunos claros del bosque, sí que podremos divisar la línea que divide la sierra con el límpido azul del cielo, donde aún quedan algunos restos nevados de este duro invierno.

Al cuarto kilómetro de ruta el sendero comienza su descenso al fondo de la garganta. Una bajada leve en su inicio seguido de un tramo de varias zetas termina con el trazado en la misma orilla de la garganta.

Llevaremos poco más de 5 kms cuando, ahora sí, disfrutaremos de estrechos y verdes pasos junto al río, acompañando aguas arriba el trazado de este bonito lugar.
Junto a la orilla del río
Unas piedras salteadas en un pequeño prado donde el agua parece ponerse de acuerdo con un pequeño salto, nos invitan a hacer una breve parada para tomar un pequeño refrigerio y recuperar energías.

Una vez recompuestas las fuerzas y el alma, por este bonito lugar e instante que nos regala la montaña, proseguimos el camino hasta llegar al séptimo kilómetro donde nos aguarda una bella sorpresa.
"La Puente" romana de Candeleda
Un bello puente romano rehabilitado nos ayuda a salvar el cauce y trasladarnos al otro lado de la orilla. Estaremos en un lugar completamente estratégico donde los dos cauces de la garganta unen sus aguas para seguir su camino río a bajo.

Pero además es el lugar donde nos despediremos del PR-AV 46 que continúa su camino hasta lo alto del puerto con una violenta subida que nosotros obviaremos, dejándolo a nuestra derecha, para seguir el cartel del "Camino de Pescadores" hacia la izquierda que nos retornará al punto de salida.  Podemos decir que prácticamente estamos en el ecuador de la ruta
Desvío de caminos
Tocará ahora salvar el segundo de los cauces de este estratégico lugar, pero el puente no presentará tanta historia, esbeltez y estilismo como el que acabamos de dejar unas centenas de metros atrás.

Todo ello lo suplirá con una chispa de aventura, que servirá como tarjeta de visita para este segundo y "divertido" sector del camino.
Punte de inicio de la Senda de pescadores
(Si no os diese la suficiente confianza, siempre podréis visualizar un paso entra las piedras de la garganta en este estrecho vadeo)

Ya de vuelta, el sendero se torna juguetón, las marcas verdes y blancas del sendero local nos guiarán sin duda por un trazado que acompaña ya aguas abajo por la orilla opuesta a la que traíamos hasta el momento.
Senda de Pescadores
Un sendero estrecho que transita por una tranquila y llana vega que en ocasiones desaparece, obligando a transitar puntualmente por la abrupta ladera con algunos pasos que pondrán a prueba nuestro equilibrio, haciendo las delicias de los más pequeños del grupo (y de los no tan pequeños también).

En algunos de estos puntos, una cuerda nos facilitará el paso por lugares donde el piso puede estar húmedo y hacernos resbalar entre las amplias lanchas de granito que emergen bajo la tierra.
Cuerda para ayuda el paso
Aproximadamente sobre el km 10 hacemos la parada oficial en un pequeño rincón con vistas al agua, sentados en el fresco prado verde y al solisombra de algunos árboles.
Hora del pic-nic
Poco después de reanudar la marcha, la aventura nos vuelve a sonreír. Un regato baja ladera a bajo para verter sus aguas al cauce de la garganta y para salvarlo debemos cruzar por un divertido puente de cuerdas que pondrá a prueba nuestra agilidad y habilidad.

(Al igual que en el puente anterior, podemos visualizar algún paso sobre las piedras del regato para cruzar a la otra orilla sin necesidad de usar este divertido paso)
Puente de cuerdas
El trazado comienza poco a poco a despedirse del agua tomando altura por la ladera para salir a una pista que asciende hasta el refugio Albarea.

Pero antes, el denso pinar hace acto de presencia y en un recodo de la garganta podemos disfrutar de una preciosa panorámica de todo el valle que estamos dejando atrás.

Una vez en la pista podemos seguirla hasta llegar a Candeleda sin problema de pérdida. Pero si queremos evitar este paso cómodo pero feo, podemos desviarnos en una de sus curvas en busca de un camino donde un cartel nos informa de estar cortado. No le haremos caso y seguiremos hasta toparnos con una puerta de una finca donde justo a su derecha aparece escondido un sendero que nos llevará de nuevo en busca del cauce.
Tramo final
Terminaremos así esta jornada por este escondido y bonito tramo que ya nos presenta a Candeleda al fondo y sus piscinas naturales bajo nuestros pies.

Terminará justo en ellas donde en verano suelen estar a rebosar de gente. Perfecto para el refresco de nuestro pies.

Solo queda ya callejear por Candeleda para volver al punto de partida que lo marcaba el Puente Viejo, y tomar unas buenas jarras de cerveza en la plaza comentando todas las anécdotas de la jornada.

miércoles, 21 de febrero de 2018

Pico Escusa

Llevaba años queriendo afrontar este reto. Desde que en mis inicios de la mtb visitase el archiconocido Castañar de El Tiemblo y posteriormente siguiese rodando por esta parte oriental de Gredos, siempre tuve la curiosidad de coronar su cota más alta. El pico Escusa.

Informaciones por internet aseguraban de la existencia de puertas dentro de este paraje natural del Valle de Iruelas, opción que me echaba para atrás. Pero tal era la atracción que un día me decidí a realzarlo con la compañía de un humilde compañero de batallas. Samu.

 Allí nos presentamos una fresca tarde de agosto para afrontar los 18 km de ascenso y otros tantos de descenso. Una pista muy bien adecentada con pocos descansos que van minando las fuerzas hasta llegar a la recta de la muerte. Si de la muerte, un tramo recto, expuesto, con porcentaje considerable y piso muy suelto.

En un par de ocasiones nos encontrábamos con esta característica, ya en las partes superiores. Pero no podíamos echarnos para atrás. Así que continuamos hasta encontrar el desvío a derechas que nos dirigía rectos al vértice geodésico que debíamos coronar. Un tramo impracticable de apenas 200 m daban paso al ascenso final. Conseguido.

Pero no estaba todo dicho. La bajada es muy peligrosa en sus primeros compases con muchisima piedra suelta. Ojo pues en el primer tercio del descenso podemos dar con nuestros huesos en el suelo y no es plato de buen gusto que ocurra en aquellos inhóspitos lares.

Poco a poco según va apareciendo el pinar, el suelo mejora y ya podremos soltar los frenos. No sin antes dar alguna pedalada en un tramito a media bajada que nos obliga a esforzarnos antes de dejar caer definitivamente nuestra bici hasta el pantano del Burguillo

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martes, 20 de febrero de 2018

Pateando por San Pablo

Una ruta sencilla para pasear por la ladera norte de la Sierra de San Pablo. Asciende desde el pueblo hasta sus antenas para, después de crestear un tramo, volver a descender al mismo punto.

El trazado se sale de la rutas oficiales establecidas por el Ayuntamiento, aunque en algún caso coincidiremos con la ruta roja local. Seguiremos senderos que en muchos casos son trazados por huellas de motos de cross, que tanta afición desata en esta bella localidad.

Es por ello que este camino que aquí se presenta puede resultar un tanto difícil de seguir si no disponemos de GPS para nuestra orientación.
Sendero junto al Arroyo de los Molinos
Dejamos el coche junto al bar-restaurante "Arroyo de los Molinos" que a la vuelta hará las delicias de nuestro paladar. Situado al inicio del puerto del Robledillo y a las afueras de la localidad.

Iniciamos la marcha y pronto salimos de la zona urbana para adentrarnos en un bonito sendero que transcurre paralelo al arroyo de los molinos.


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Este bucólico tramo muere en la pista hormigonada que da acceso al Parque de Aventuras Baños del Sagrario. Sería una idea perfecta también el reservar una de sus actividades para realizar a la vuelta de la ruta, ya que en este lugarbel camino se bifurca para volver al mismo punto varios kilómetros más tarde.
Algunos tramos coinciden con el sendero rojo local
Pasamos por la puerta de acceso de la finca a la vez que nos desviarnos del camino rojo oficial y tomamos un escondido trazado que nos introduce en un bello robledal. Aquí es donde debemos estar pendientes del GPS puesto que ya ninguna marca indicará los desvíos.
Camino sin indicaciones, huellas de moto cross
Dentro del silencio del bosque oiremos el caer de una fuente de agua. El camino parece seguir de frente, dejando la fuente a la derecha, pero nosotros nos desviamos para ascender por detrás de este humilde manantial; la fuente de Casillas.

Dicha bifurcación nos hace dudar, pero "todos los caminos llegan a Roma" así que decidimos esta segunda opción en busca de un desnivel que se hace patente a medida que nos adentramos en un incómodo canchal.

Inmersos en el ascenso nos toparemos con un curioso detalle. Un coche "dos caballos" abandonado en medio del bosque del que nadie es capaz de explicar su presencia.
El dos caballos
Desde este punto, continuaremos ascendemos por el brusco pedregal dejándonos en la carretera que da acceso al puerto del Robledillo.

Una vez en el asfalto (que los tobillos nos lo agradecerán) giramos a la izquierda, en leve descenso hasta una de las curvas donde encontraremos el sendero que abandonamos en la fuente de Casillas Este cruza la carretera y continúa el ascenso.

Primero por un tramo empedrado pero bien marcado, y después por un sendero erosionado en exceso por las ruedas de las motos, será el trazado que nos acompañara hasta el final de nuestro ascenso.
Llegando a la cuerda de la sierra
A los tres kilómetros habremos llegado a la cuerda de la sierra. Saldremos del cobijo del bosque y las vistas que encontraremos al otro lado serán imponentes. Toca ahora girar a la derecha en busca de las antenas por una ancha y cómoda pista. 

Al abrigo de un risco próximo a las antenas recuperamos energías, retomamos el aliento y charlamos mientras disfrutamos de la extensa raña que asoma hacia el sur. Tras la breve parada nos disponemos a realizar el descenso por la misma pista que nos conduce directos al puerto del Robledillo.
Cazados en busca de nuevas cimas
Cruzando el asfalto perpendicularmente seguiremos inmediatamente por la pista que sale a la derecha. Cómoda y en ligero descenso. Las vistas ahora se vuelven de nuevo hacia San Pablo y la inmensa llanura de toda la cuenca del Tajo. La sierra de Gredos se levanta al frente en el horizonte, engalanada con los mantos blancos de las recientes nevadas.

Un giro brusco a derechas, nos saca de la pista para introducirnos en un sendero algo pedregoso al principio. El bosque vuelve a cerrar la mirada y nos adentra en un bello paraje que empieza a compaginar robles con pinos. El descenso se hace ligeramente pronunciado en sus inicios, para suavizar en el momento que nos adentramos en el pinar.
Iniciando el descenso
Estaremos llegando al Parque de Aventuras que había marcado el desvío al inicio de la jornada. Lo atravesamos con su granja de animales a un lado y su parque de aventuras al otro. Así llegaremos al camino de acceso a esta finca. Punto donde nos separamos esta mañana.
Regresando al punto de partida.
Desde aquí volveremos a tomar el mismo camino que tomamos al principio del día, el "chikiflow", que nos dejará un buen sabor de boca para acabar esta jornada en las puertas del bar-restaurante donde las cervezas y el venao al romero nos permitirá recuperar las energías utilizadas durante esta bonita mañana.