martes, 25 de agosto de 2015

ETAPA 2: CASTELO BRANCO - MARVAO

La segunda etapa comenzaba con algunos problemas mecánicos en la transmisión de David, antes de salir de las calles de Castelo Branco, que fueron rápidamente solventados.

Los primeros kilómetros hasta Lentiscais fueron exactamente iguales que la jornada anterior, pero en sentido opuesto. Por tanto, disfrutamos de una placida bajada por asfalto, primero. Para acometer una segunda parte por caminos con alguna subida hasta llegar a dicho pueblo.



A continuación otra cómoda bajada nos dejaría sobre el puente del embarcadero del Parque Natural del Tajo Internacional. Ahora sí, volvíamos a rodar sobre trayecto desconocido.
El asfalto de la M1266 nos ayudaría a remontar cotas antes de tomar el camino que nos llevaría directos a la ermita de Nossa Senhora dos Remedios de la cercana población de Alfrivida.
Remontando el cauce del río Ponsul
El terreno portugués nos estaba dando su tarjeta de presentación. Terreno quebrado, con cotas muy bajas. Cerros y más cerros, sin ningún ascenso largo ni continuo. Barrancos. Es decir, un auténtico rompepiernas.

Para más inri, la presencia de algún pequeño pinar y extensos olivares, nos hacían transportarnos practicamente a las tierras de nuestras cercanas localidades de Carpio y Mesegar.
Caminos que nos recuerdan nuestra comarca.
Con esa tónica llegamos a Monte Fidalgo, separada a penas 10 km en línea recta con la española localidad de Cedillo. De nuevo, esa extraña sensación de estar tan cerca pero a la vez tan lejos.

Una pequeña parada en una fuente para rellenar bidones me sirvió para observar esas diferencias entre ambas culturas a pesar de la cercanía.

Pero había que seguir y el camino quiso hacer un guiño a la temática principal de la ruta. Desde lo alto de un cerro, a la izquierda, se divisaba a la perfección las aguas represadas del río Tajo, delimitando con gran definición ambos países. Eras las aguas que habíamos surcado en la jornada anterior. El embalse de Cedillo. A la izquierda Portugal, a la derecha España.
Río Tajo, frontera natural.
Desde este punto, el Tajo se adentraría definitivamente en terreno portugués, abandonando ya esa faceta fronteriza hasta su muerte en Lisboa.

El camino continuaba, ahora con el paso de un nuevo barranco antes de llegar a la localidad de Perais. Descenso rápido y pedregoso con un desvío traicionero que casi hace perderse a algún componente del grupo.
Tónica de la jornada de hoy.
En esta localidad, tomamos levemente la M355 para descender y volver a tomar un nuevo camino que nos adentraba a una zona de eucaliptos a modo de laberinto en la que Valentín avisó de su complicado trazado. Barrancos con caminos que compartían función de cortafuegos, grandes porcentajes de desnivel. El GPS se hacía imprescincible para este tramo hasta que llegó lo inevitable.

- "¡El camino lo marca el GPS por aquí!"
- "Sí, pero hay una valla"
- "Ya, pero el camino va por detrás de esa valla"
- "¡Pues saltemos la valla!"
Siguiendo el track del GPS
Y así encontramos otra tarjeta de presentación para las jornadas posteriores, donde en más de una ocasión debimos realizar estos pasos.

Mientras se arreglaba un nuevo pinchazo, un grupo de avanzadilla marchó en busca de una salida de esta finca privada. Siempre fieles al track, llegamos, ahora sí a una puerta, pero cerrada con candado, por lo que tuvimos que repetir la maniobra en menos de un kilómetro.

Ahora ya, de nuevo en terreno público, y tras acometer un par de repechos. Nos dirigirnos por un extenso olivar con pedregoso camino y terreno rojizo, que bien podía resultar ser el piedemonte de nuestros conocidos Montes de Toledo, a la localidad de Porto do Tejo.
Camino de Porto do Tejo.
Aquí fue donde se confirmó que uno de nuestros objetivos ocultos era la revitalización de la economía de las localidades de paso, puesto que bar donde parábamos, bar que terminaba con el mostrador vacío de refrescos y dulces.

Tras el merecido descanso, continuamos en busca del río Tajo para acompañarlo durante algunos kilómetros por su orilla derecha, no sin antes disfrutar de la bonita postal que nos dejaba el Monumento Natural de las Portas de Rodao, el cual nos recordaba al Salto del Gitano en nuestro Parque Nacional de Monfragüe. Mismo río, mismo clima, misma vegetación, diferente ubicación.
Monumento Natural de Porta de Rodao
El Sol se iba situando poco a poco en su cénit a la vez que nos adentrábamos en un bonito tramo, paralelo al río. Cómodo en sus primeros kilómetros, con suaves ondulaciones junto a su orilla, pero duro en su tramo final donde en dos ocasiones debimos salvar sendos regueros que portaban sus aguas al cauce principal.
Bonito tramo paralelo al Tajo
El Sol parecía estar a penas a un metro de nuestro cogote. Un calor apabullante nos tostaba sin una sola brisa que lo amainase. La jara que custodiaba nuestro paso, no hacía sombra suficiente para aliviarnos. Duro tramo, muy duro el que transitamos para salir definitivamente de su vaguada. Solo la clemencia de las nubes antes de llegar al siguiente pueblo de destino, evitó males mayores.

Así, agotados, sin agua en los bidones, sudorosos y desencajados llegamos a la localidad de Salavessa donde un presto y amable paisano nos abrió las puertas de sus casa. Agua a raudales, bidones para acá y para allá. Cabezas bajo el grifo del patio de este hombre, que apareció como causa divina.
Reponiendo agua en Salavessa
Ahora refrescados y con la reposición de líquidos, aún nos quedaba por afrontar "El Barranco". Así nos avisaba Valentín de lo que teníamos por delante. Como si los anteriores pasos hubiesen sido poca cosa.

Salimos de la población para volver a adentrarnos en las "montañas rusas" que son los campo lusos. Una nueva zona, tristemente arrasada por el fuego. Sube, baja, izquierda, derecha. Una locura para la orientación hasta darnos de bruces con "El Barranco".
"El Barranco"
Ojipláticos todos ante el camino/cortafuegos que se nos presentaba ante nuestros ojos. La sensatez obligaba a echar pie a tierra y mentalizarse de empujar la bici durante algunos minutos. Todos menos algún insensato que osó retar a las leyes de la gravedad y que casi consigue su absurda victoria.
Empujando la bici en el paso de El Barranco
Una vez superado este peculiar tramo, continuamos la marcha. El piso se vuelve polvoriento, llegando en ocasiones incluso a levantarse tal polvareda que dificulta la visión del camino. Esta circunstancia provocaría la caída sin consecuencias de algún compañero a modo del televisivo programa "Lluvia de estrellas".

Salimos brevemente a la carretera M1005 que no fue suficiente para desconectar del subeybaja al que teníamos que volver.

El camino comenzaba a hacerse largo y la localidad de Povoas de Meadas, donde estaba concertada la comida, parecía haberse borrado del mapa.

Un nuevo barranco y salida a una nueva carretera, la N359. Aquí sonaron algunas alarmas y se intentó realizar el trayecto restante por asfalto, pero tras el análisis de la ruta, resultaba imposible. Así que volvimos a los caminos para afrontar el definitivo trazado hasta la localidad donde comeríamos.
Tierras pobres, en busca de Povoa de Meadas.

Ahora por un terreno más llano y con las nubes tapando por completo el Sol, parecía como si los dioses se hubiesen hecho eco de nuestras súplicas. Así transitamos por unas tierras pobres, un auténtico erial donde a penas se asomaba vida sobre ellas. Un poco de ganado y unas despistadas cabritillas fue lo único de lo que pudimos disfrutar antes de llegar al invisible pueblo de Meadas.

Y llegamos, vaya si llegamos. Haciendo buen acto de presencia en un rústico bar de la localidad. Rebozados en polvo, sucios, sedientos... Las cervezas y los refrescos corrían de un lado para otro. Refrescos incluso desconocidos para nosotros. Daba igual.
Buena degustación de carnes
Tras saciar la sed, dimos buena cuenta de la degustación de carnes que nos pusieron sobre la mesa, así como de sus dulces típicos para el postre.

En la sobremesa, decisiones muy claras. Café en mano y banda de música por la calle. Había que llegar al final de etapa por carretera. Nos habíamos retrasado mucho en nuestro horario.
Sobremesa en la terraza del bar.
El autobús vino en busca de algún compañero al que el calor y los continuos repechos le habían pasado factura. Y con el autobús, su conductor, explicándonos la calidad del hotel donde nos hospedábamos esa noche. Si teníamos claro de ir por carretera para ganar tiempo, ahora, mucho más.

Dos grupos de nuevo. Carretera M525 en busca de la bonita localidad de Castelo Vide. Nos estábamos adentrando en el Parque Natural de la Sierra de San Mamede. El verde volvía a hacerse presente para adornar los campos. Elevaciones con cierta presencia nos controlaban desde la lejanía. Y hacia ellas nos dirigíamos. Parada técnica para lavar las bicis polvorientas en una fuente cercana a esta localidad de la que solo disfrutaremos de pasada.
Fuente y Castelo Vide al fondo.
Ya habíamos tomado la N246-1 cuando nos quisimos dar cuenta de que estábamos dentro de este grupo de sierras que forman el Parque de San Mamede.

El asfalto cunde, y las piernas agradecieron la continuidad de sus leves pendientes. Así sin darnos casi cuenta y solo una hora y media después de la comida, ya estábamos en Portagem, a los pies de la bella ciudad de Marvao.
Llegando a Portagem, Marvao al fondo.
La orografía había cambiado por completo. Lo que nos indicaba que mañana no sería un día fácil para atravesar toda la sierra que hoy dejábamos a las puertas.

Pero eso sería mañana. Hoy tocaba disfrutar del recomendable Hotel Server, sus vistas, su piscina natural y su paseo por la ribera para tomar unas Sagres y relajar las piernas antes de la lujosa cena que nos habíamos ganado tras la jornada de hoy.
Chiringuito en el rio Server.



No hay comentarios:

Publicar un comentario