Ruta de senderismo realizada por la ladera norte de la Sierra del Valle desde la Casa Rural El Barranco, en Navaluenga (Ávila). 10km, 500m d+. 2h30´.
La crónica, en esta ocasión, está resumida en imágenes porque considero que es la forma más eficiente de describir la ruta y de animaros a realizarla.
Se inicia con una cómoda subida por una bonita pista en los primeros metros en la que podemos cruzarnos con algunos vehículos que van o vienen de las fincas más próximas a la población.
Pronto nos encontramos con la bifurcación que nos indica las dos opciones para subir hasta lo alto de la Pasada del Horco. A la izquierda, y en sentido horario, iniciaremos el ascenso por la garganta de Muñogrande y el descenso por la garganta de Lanchamala. Si tomamos el camino de la derecha, el camino se realiza de forma inversa. Nosotros tomamos la primera opción.
La pista comienza a estrecharse y ya desaparece el poco tráfico de vehiculos ganaderos que podríamos encontrarnos en la primera parte de la ruta.
Nos aproximamos a un pequeño puente que nos facilita el paso sobre el arroyo de la Lanchamala, a la vez el bosque comienza a cerrarse.
Las hojas de este otoño ya avanzado, yacen en el suelo tapando por momentos completamente el piso sobre el que andamos.
Una señal de este PR-5 que estamos siguiendo, nos desvía definitivamente del camino forestal para introducirnos de lleno en un estrecho sendero, exclusivo para marchas a pie.
La pendiente comienza a elevarse haciéndonos sudar por primera vez en lo que llevamos de recorrido. El tapete que forman las hojas nos asombra por momentos.
El camino está muy bien señalizado, no dando lugar a duda, con visibles marcas que se unen al paisaje de forma respetuosa con el entorno.
En un momento del ascenso, un pequeño rellano nos da un respiro. El bosque se abre y permite unas vistas algo más despejadas. El camino sigue estando marcado, ahora por hitos de piedras realizado por los propios senderistas.
De nuevo en ascenso, la ruta nos obliga a bordear una extensa majada. Construcción ya completamente derruida, pero que nos llama la atención su imponente presencia.
Poco antes de llegar al arroyo de Muñogrande, debemos transitar por un precioso robledal ya deshojado pero que también mantiene su belleza otoñal.
El puente sobre el arroyo Muñogrande es poco estable y decidimos pasarlo de uno en uno. No obstante nos ofrece una bonita estampa este tranquilo rincón de la Sierra del Valle.
Tras este vadeo, el camino se transforma en un estrecho sendero que comienza a zigzaguear para tomar altura con intensidad.
Este ascenso nos permite obtener por primera vez, vistas panorámicas del valle del Alberche, con Navaluenga en el centro de éste.
Antes de llegar a cruzar la garganta del Horno, oímos y divisamos entre los troncos una pequeña caída de agua del arroyo que lleva el mismo nombre.
Acabábamos de llegar a lo más alto de la ruta. Comenzaba ahora un tramo de llaneo por la falfa y por el que llegaremos a cruzar hasta cuatro regatos de arroyos recién nacidos.
Seguimos siempre el trazado del PR-5. En un punto una señal nos ofrece la opción de desviarnos para seguir ascendiendo hasta el puerto de Navaluenga para acceder a la vertiente sur y llegar a Piedralaves.
En las cotas más altas de la ruta, podíamos sentir el frío que nos confirmaba la nieve muy cercana a las cotas por las que transitábamos.
Un verde y tupido prado, donde pudimos ver un derruido chozo, nos indicaba el fin del faldeo y que nos inciaría el descenso definitivo.
La bajada por el robledal se hace de manera rápida y disfrutando de esa fusión verde del suelo con el marrón de las hojas muertas.
En la bajada, aún debimos vadear el arroyo del Risquillo. Cada vez quedaba menos para salir del denso robledal. Pero antes de ello, un último regalo para nuestros ojos. El bosque se despedía a lo grande con una bella estampa que no deja indiferente a nadie.
A la salida de la densidad del bosque nos encotramos con una pista pedregosa incómoda de pisar. Al fondo podemos divisar el valle con las montañas de la Paramera al otro lado del Alberche.
Un nuevo vadeo del arroyo Risquillo nos permite observar una curiosa estampa donde camino y cauce coinciden en un amplio lanchar que permite un paso curioso sobre las aguas.
El camino va mejorando, estamos llegando ya a la zona baja del valle pero aún no hay rastro de humanidad. Tan solo una vetusta y abandonada construcción a la derecha de nuestra marcha.
Un último arroyo, en esta ocasión el de la Lanchamala, nos obliga a parar y volver la vista atrás para observar desde la lejanía, la nieve y el collado desde el que venimos bajando hace unos kilómetros.
A penas nos quedaría un kilómetro y medio por una adecentada pista hasta llegar de nuevo a la casa rural, previo paso por la bifurcación que en el inicio de ruta nos había obligado a decidir un sentido u otro de la marcha.
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