lunes, 29 de julio de 2013

Camino de Santiago Francés

INTRODUCCIÓN

- "More, quiero hacer este verano el Camino de Santiago"- me comentó Guille una de esas frías e incómodas salidas durante la temporada invernal.
Todo vale para indicar el Camino.
Aún quedaba mucho tiempo. Pero él sabía que era una persona que contaba con la experiencia de otros tres Caminos a mis espaldas y, además, alguien que dispone de mucho tiempo libre durante los meses de julio y agosto.

- "Hacemos el camino que tú quieras, eso sí, habría que organizarlo bien."- me especificaba en aquellos momentos.

"Organizarlo bien", para que nos entendamos, significaba dormir en hoteles; nada de albergues. Y también, en contratar a una empresa que nos llevase las maletas; nada de alforjas. Un Camino de Santiago "pijo".

Pero todo quedó ahí. En un comentario sin más, y con mucho meses por delante hasta que llegase la época estival.
Prados gallegos junto al Camino.
Con el paso de las fechas, mi cabeza casi había olvidado aquella propuesta realizada a principios de año, pero la suya no.

Un día en una salida rutinaria veraniega, Guille me recordó la conversación respecto a este proyecto, que además había adquirido un carácter altamente sentimental para él en los últimos meses. Disponía de una semana de vacaciones.

Alberto se enteró casi casualmente de la intención de Guille. Él también estaba interesado en hacer el Camino, pero nunca había podido cuadrar fechas debido a las responsabilidades de un padre de familia. Parecía que este año, iba a ser el indicado.
Gran experiencia y mejor compañía.
Todo ocurrió muy deprisa. En cuestión de dos días, todo estaba preparado. Un café con Alberto y su mujer, Yoli, bastó para que se animase a hacer su peculiar "penitencia" acompañándonos en el viaje. Ella se encargaría de transportar nuestras maletas de un hotel a otro. Además, sus dos pequeños se nos unirían en unas vacaciones "diferentes" para ellos.

Una segunda reunión al día siguiente en nuestro cuartel general del bar de Félix sirvió, portátil en mano, para decidir el lugar de inicio de la ruta, editar etapas y seleccionar los hoteles donde haríamos noche.

Guille consiguió un parking para dejar uno de los coches durante nuestro camino; el otro automóvil, el de Alberto, sería el que hiciese las veces de "coche de apoyo" durante los días de ruta.

El lunes, 15 de julio a las 8 de la mañana estaba prevista la salida hacia Burgos. Con dos horas de retraso salimos de Torrijos debido a misteriosos problemas mecánicos con uno de los coches. Pero no teníamos prisa. A las 13:00 estábamos en Burgos descargando las bicis del coche y cambiando maletas de uno a otro con las ropas para toda la semana.

A las 14:00 estábamos montados en la bici de camino al centro de Burgos, donde iniciaríamos nuestro particular Camino de Santiago Francés.

ETAPA 1: BURGOS-CARRIÓN DE LOS CONDES



La primera etapa, tuvo un pequeño prólogo de unos 7 kilómetros para llegar desde el lugar de aparcamiento hasta la catedral de Burgos. Y este prólogo, bien debía estar separado del inicio real de la primera etapa con unas fresquitas cervezas en plena plaza de la catedral. Cervezas que sirvieron para sellar por primera vez nuestra credencial peregrina, así como para dar por iniciado oficialmente nuestro particular Camino de Santiago.
Quedaba inaugurada la ruta.
Tras ver la catedral por fuera y hacernos las pertinentes fotos, observamos a un viandante que parecía haber venido desde nuestra localidad para desearnos un "Buen camino" pero, nada más lejos de la realidad, el peatón se diluyó entre la multitud mientras bromeábamos con la graciosa casualidad.

Salimos ya sobre nuestras monturas por la bella puerta de Santa María para tomar el paseo paralelo al río Arlanzón, que nos guiará de su mano hasta las afueras de la ciudad.

Bonito cauce con un interesante paseo bien compartido entre transeúntes, ciclistas y vehículos a motor.

El trazado en los primeros kilómetros, hasta la localidad de Tarbajos, es muy cómodo con un ligero descenso de cotas, a penas imperceptible para los ojos, pero muy gratificante para las piernas.

El camino serpentea intentando esquivar la cantidad de carreteras que siempre rodean a toda capital provincial.

Saliendo de este primer pueblo de paso, nos separamos definitivamente del cinturón urbano de Burgos para adentrarnos en los extensos campos de cereales de esta meseta norte.

En Rabé de las Calzadas establecemos nuestra primera y obligatoria parada al observar una descontextualizada puerta en medio del camino que nos llamó mucho la atención y nos sirvió para inaugurar el bagaje de anécdotas graciosas del camino.
Guille esperando el ascensor para subir al cielo.
Las risas pronto se transformaron en silencio, puesto que la pista por la que rodábamos se encajonó entre dos lomas para elevarnos hasta lo alto de la primera de las mesas que tendríamos que ascender a lo largo de esta jornada.
El ancho campo, comenzaba a encajonarse entre lomas.
A penas 90m de desnivel en unos cómodos 4 kilómetros, que nos avisaban de que el calentamiento ya había concluído.

En lo alto de la mesa, en esta mini llanura elevada, podíamos divisar la infinidad de campos eólicos tan explotados por estas latitudes. Esto nos hizo pensar que el viento era un agente atmosférico a tener en cuenta por estos campos. Algo que dejó de preocuparme en el momento en el que Alberto me comentó que había visto la previsión meteorológica y el viento soplaría siempre a nuestro favor durante estos días.

Tocaba ahora descender hasta el río Hormazuela, en la localidad de Hornillos del Camino. Una larga y rápida bajada que nos dejaría de nuevo rodeado de estas características mesas a nuestro alrededor.
Cuesta Catamulos, hacia Hornillos del Camino.
Pasando por esta localidad observamos en primera instancia el gran ambiente que allí residía. Un pequeño pueblo con grupos de jóvenes, principalmente extranjeros, ambientando las plazas y calles. Era primera hora de la tarde y los peregrinos a pie ya había hecho su jornada. Ahora descansaban charlando por las calles de estos pequeños pueblos castellanos.

A la salida, un nuevo ascenso para abandonar de este minivalle por una de las laderas de la mesas que rodeaban este peculiar enclave.

4km para salvar 110m de desnivel y situarnos el el punto más elevado de la etapa de hoy con 927m.

De nuevo se repetía la imagen del anterior ascenso, casi calcado a esta segunda subida. Pero había algo que la hacía diferente. Un cúmulo de piedras sobre un muro a la izquierda de nuestra marcha formaban interesantes figuras. Los peregrinos iban acumulando piedras creando formas que nos llamaron la atención a nuestro paso.
Curiosas figuras creada por el paso de los peregrinos.
Tras el corto llaneo, iniciamos un leve descenso hasta el cauce del arroyo San Bol donde existe una desvío a la izquierda para visitar un albergue de peregrinos. Nosotros continuamos nuestro trayecto volviendo a ascender, ahora mucho más corto para llegar a divisar la primera cruz de Santiago de nuestro viaje.

Parecía absurdo, pero el ver esa imagen en medio de los extensos y solitarios campos de cultivo, nos daba una sensación tranquilizadora, como si nos salvaguardase de cualquier imprevisto.
Cruz de Santiago, velando por los peregrinos.
Continuamos rodando, cómodo, con el viento a favor hasta que nos encontramos con un rápido y súbito descenso hacia el pueblo de Hontanás. Antes de llegar a él, repusimos agua fresca en su camuflada fuente con forma de roca, la cual fue difícil de encontrar por uno de los componentes de la expedición. Antes habíamos parado a observar una minicapilla que quedaba al otro lado del camino.
Fuente camuflada.
Una vez en el pequeño pueblo, observamos el bonito ambiente que los peregrinos dan a estas aldeas. Nos resultó curioso advertir que todos los servicios ofrecidos en este tipo de localidades, se situaban en la entrada del pueblo, en el sentido de la marcha del Camino. Bares, tiendas, hostales. Ninguno de ellos se situaba en las salidas. Aunque en este lugar sí encontraríamos una refrescante piscina municipal que nos hizo girar la cabeza a los tres. El calor apretaba a media tarde y la imagen de los peregrinos dentro del agua nos hizo un poco de daño psicológico.

Daño que aumentó al salir de la localidad y encontrarnos frente a nosotros un camino que se elevaba indiferente hacia lo alto de una respetuosa mesa.

Ya mentalizados para iniciar lo que se presuponía un duro ascenso, observamos que las flechas del camino nos cambiaban de dirección para seguir descendiendo por un bonito sendero paralelo al arroyo de Garbanzuelo.

- "¡¡¡Gracias Santiago!!!"- conseguí oír a uno de mis dos compañeros.
Bonito sendero a orillas del arroyo Garbanzuelo.
Este bonito tramo muere en una pequeña carretera local para seguir el cauce de este arroyo. Carretera que nos aproxima al monumental y peculiar convento de San Antón. Característico porque permite el paso de la propia carretera bajo sus arcos. Es aquí donde aparece en segunda ocasión, esa sensación de protección y amparo por parte del Camino hacia los peregrinos.
Convento de San Antón.
Tras este interesante paso, el asfalto nos dirige con decisión hacia Castrojeriz. Pueblo con estructura lineal, a los pies de un monte isla en medio de la llanura, y con un soberbio castillo ubicado en lo más alto del promontorio. Abajo la bella colegiata de Ntra. Sra. del Manzano, nos recibe orgullosa de su belleza.
Llegando a Castrojeriz
Unas obras que adecentaban el paso por la localidad nos complican nuestras andanzas. Se nota que el Camino deja dinero en estas poblaciones que intentan invertir en sus calles para el tránsito de los peregrinos.

Una nueva anécdota nos surge en esta travesía. En esta ocasión el protagonista es Alberto en una dura lucha contra un pequeño can que le insiste en acompañar durante unos cuantos metros con su molesto ladrar. El incómodo momento es bien resuelto mediante un chorro de agua salida del bidón directo al hocico del perro, que desconcertado con la situación, deja de perseguirlo y se aparta de nuestro camino.

Esto hizo que las risas de Guille y mías, acompañadas de otros peregrinos que asistieron a cómico momento, nos juntasen en una situación de auténtica camaradería. Y esto es también el camino; el valor humano que une entre los participantes.

Entre risas, comentando lo sucedido, salimos del pueblo para cruzar el río Odra por su bonito y peculiar puente de Bárcenas. Pero pronto las risas francas y sinceras se transformaron en risas frías y nerviosas.

Se presentaba ante nosotros el ascenso más duro de la jornada y esta vez Santiago no iba a hacer milagros.
Páramo de san Gerónimo a la vista.
Un duro ascenso de tan solo un kilómetro para elevarnos cien metros sobre el cauce del río y alcanzar el Páramo de san Gerónimo.

Un cartel antes de iniciar la subida, aconseja a los ciclistas a desviarse hacia la localidad de Castrillo para evitar la subida y bordear este accidente geográfico a cambio de aumentar los kilómetros del recorrido.

Cabezones como nosotros mismos, obviamos esta recomendación e iniciamos el ascenso.

Desde abajo decidimos subir cada uno a nuestro ritmo y esperarnos en lo alto. Pronto pasamos una peregrina que había decidido echar pie a tierra. Un poco más adelante, dos bicigrinos parecían pasarlo mal y conseguimos adelantarlos antes de concluir el ascenso. Son padre e hijo, valencianos, con los que más tarde charlaríamos en lo alto.

En ningún momento levanté la mirada diez metros más allá de la rueda. Pero una vez acabado el tramo, giré la cabeza y observé una bella estampa que justificaba el esfuerzo. Junto con esta imagen, observé también el color del cielo que comenzaba a ennegrecerse amenazando con una incómoda tormenta de verano.
Dureza y belleza, van de la mano.
Arriba charlamos con un italiano que esperaba a su mujer(la que habíamos adelantado al inicio de la subida), y con el padre y el hijo que intentaban justificar su desvenecimiento físico por el exceso de kilómetros.

El color que tomaba el cielo nos hizo apresurarnos en el descanso e iniciar el prolongado descenso hasta la cota más baja de nuestra jornada (775m), la cual coincidía con el paso sobre el río Pisuerga que por aquí se establecía de frontera natural entre Burgos y Palencia.
Río Pisuerga, frontera natural ente Burgos y Palencia.
El padre e hijo, que nos habían adelantado en el largo descenso, se quedaron observando el puente mientras que nosotros continuamos veloces por miedo a la tormenta que nos perseguía a nuestras espaldas.

Ya en campos palentinos, llegamos a Ítero de la Vega e iniciamos un liviano ascenso hacia los Cerros de los Oteros para después descender hasta Boadilla del Camino.

En este tramo observamos los aún espigados campos de cereales que todavía no han sido recolectados en estas avanzadas fechas de julio. El calendario agrícola, en estas latitudes, lleva un retraso de un mes respecto a lo que estamos acostumbrados en nuestra meseta sur, donde los campos ya están segados.

En Boadilla paramos para sellar nuestra credencial en bonito albergue privado de esta localidad. Aprovechamos la ocasión para tomar unos refrescos, pero el viento comenzaba a agitarse violentamente. Esto nos indicaba que la tormenta nos había dado caza.
Albergue privado en Boadilla
Sabíamos que nos quedaban aún unos 20km para llegar al destino, pero el viento era muy fuerte y favorable. Asi que nos aprovechamos de ello para hacer el último tramo con medias de velocidad por encima de los 30km/h.

Salimos en busca de la siguiente localidad, Frómista, paralelos al cauce del Canal de Castilla. Se me vinieron a la cabeza la historia de este macro proyecto de comunicación fluvial mientras apretábamos los dientes para ganar la partida a la tormenta.
Pedaleando junto al Canal de Castilla.
Llegamos a Frómista y nos despedimos del Canal por unas bonitas esclusas que evidencian la magnitud de este inmemorial proyecto.
Esclusas del Canal de Castilla.
Desde aquí, 17km hasta Carrión de los Condes por el asfalto de la carretera P-980 que cruza toda la comarca palentina de Tierra de Campos. Transitamos por localidades como Población de Campos, Revenga de Campos, Villarmentero de Campos y Villalcazar de Sirga. Todas ellas sin pena ni gloria, por una aburrida llanura y sin más motivación que dar alcance a un tractor que marchaba a lo lejos.

Camino de Santiago balizado a la derecha del asfalto. Infinito hasta el horizonte y paralelo a la carretera. Menos mal que marchábamos en bicicleta, porque este tramo andando se nos hubiese hecho infinito mentalemente.

El leve ascenso de cotas, a penas se percibía debido al fuerte viento que entraba de culo y que nos permitió volar por encima de la treintena de kilómetros por hora. Estábamos dejando atrás a la tormenta, pero eso no nos impidió que unas tímidas gotas cayesen sobre nuestros cuerpos.

Habíamos llegado a nuestro primer objetivo. Alli nos esperaba Yoli, junto con Unai y Asier. En el Hotel Monasterio de San Zoilo, todo un lujo.

Ducha, paseo, cervezas, cena, risas, niños... Cansancio.

ETAPA 2: CARRIÓN DE LOS CONDES-LEÓN (pincha aquí)



Amanece en Carrión. El fantasmagórico, pero confortable hotel, ha permitido descansar nuestros fatigados cuerpos de la estresante jornada anterior.

Desayunamos, rellenamos los bidones y dejamos cargadas las maletas en el coche de Alberto. Todo estaba preparado para iniciar la siguiente etapa, continuando la travesía por la lineal e infinita Tierra de Campos.

Salimos de Carrión por un deslucido pavimento durante los primeros cinco kilómetros. Hoy ya sí, vemos peregrinos realizando el camino. El trazado es ancho y podemos esquivarlos sin problemas y con previo aviso del timbre instalado en la bici para la ocasión.
Saliendo de Carrión
El asfalto desaparece, dejando paso a una perfecta pista muy bien adecentada y con la misma anchura y dirección que el tramo anterior.

El trazado lineal y casi desmotivador, tiene una leve tendencia de ascenso de cotas que es imperceptible para nuestro esfuerzo debido a la ayuda del viento. El silencio está muy presente en estos primeros kilómetros; nos costó mucho espabilarnos esta segunda jornada.

En medio del tedioso camino, Alberto advirtió un cartel que nos informaba que estábamos cruzando perpendicularmente la Cañada Real Leonesa. La misma que transita por nuestra cercana Sierra del Piélago, unos 500km más hacia el sur.

De nuevo en la monótona marcha, volvemos a encontrarnos al padre e hijo valencianos del día anterior. Tenían problemas mecánicos, pero no precisaron nuestra ayuda. Un poco más adelante lo mismo ocurrió con un grupo de brasileños.

Tras 17 largos kilómetros, mentalmente hablando, llegamos al primer lugar de paso. Calzadilla de la Cueza. Breve parada para sellar y continuar con nuestro objetivo.

El camino transcurre ahora paralelo a la N-120, pegado a la propia carretera., pero tras cruzar el arroyo Cueza, decidimos pasarnos al arcén de la carretera para no molestar a los peregrinos que marchaban por el camino.
Camino paralelo a la carretera.
De esta manera llegaríamos a los 901m de altura, que sería el techo de la jornada, antes de descender hasta Lérigos.

A la salida de esta localidad, un peregrino francés acompañado de su perro, se dirige a nosotros para preguntarnos una duda. Y es que en ese mismo punto existían dos indicaciones que daban lugar a la duda. Una marcando al frente, por un camino y otra hacia la derecha, por la carretera. Nuestro GPS indicaba a la derecha. Observamos la guía que llevaba el peregrino y también le indicaba hacia la derecha.

No obstante, preguntamos a un oriundo del lugar. Este nos indicó que por ambos caminos se llegaba al siguiente pueblo, Terradillos de los Templarios.

El peregrino nos comentaba que ya se había confundido en otro lugar y que no quería seguir hasta estar bien seguro de lo que hacía.

Todos decidimos seguir el trazado de la carretera.

Terradillos era un nombre que me sonaba y no recordaba bien de qué. Intenté hacer memoria mientras llegábamos y conseguí recordar que era la población donde Tomás, un año antes, había hecho su primera parada desde Burgos.

Hicimos una foto a su albergue para enviársela y hacerle partícipe de nuestro camino.
Albergue de Terradillos.
El camino se separa de la carretera para serpentear entre los campos de cultivo. De nuevo una pista muy bien adecentada nos hace elevar una pequeña cota hasta llegar a Moratinos. Un leve paso por una carretera comarcal hizo que Guille recordase esta imagen del camino:

- "Este tramo lo vi publicado en alguna guía del Camino antes de venir", nos comentó sorprendido por su memoria fotográfica.
Campos cerca de Moratinos.
Antes de entrar a San Nicolás del Real Camino, transitamos por bonitos y llamativos campos de girasoles. Tan llamativos que un grupo de osados peregrinos extranjeros decidieron arrancar algunos de ellos para decorar sus ya pesadas mochilas. Detalle que debo reconocer me molestó lanzando un pensamiento en voz alta:

- "¿Y si a todos los peregrinos que pasan por aquí, les da por arrancar un girasol?". Pues pobre agricultor.

Los siete siguientes kilómetros los rodamos veloces de nuevo por el arcén de la N-120. Primero con una pequeña subida hasta el puente de acceso a la autovía del Camino de Santiago (A-231), que además hace de límite provincial entre Palencia y León. Y después, en un cómodo descenso hasta llegar a Sahagún.
Por el arcén de la N-120
Población estratégicamente situada en un discreto alto entre los paralelos y próximos cursos de los ríos Cea y Valderaduey. Callejeando nos detenemos para fotografiar su arco de San Benito y charlar con otros dos cicloperegrinos que también se han detenido ante este emblema de la ciudad. Comemos alguna barrita y descansamos el trasero durante unos minutos, ya que éste empezaba a dar guerra después de los kilómetros acumulados.
Arco de San Benito, Sahagún (León)
La salida por el puente Canto, de un bonito estilo románico con sus característicos ojos de medio punto, nos da paso sobre el cauce del río Cea. El viaducto nos deja en un largo paseo de álamos que nos permite escaparnos de la localidad.
Puente Canto, sobre el río Cea.
De nuevo el camino se une paralelamente al trazado de la N-120 hasta llegar al desvío de Calzada del Coto. Aquí nos surgen las dudas del trazado a tomar. El GPS nos indica desviarnos hacia esta localidad, sin embargo, las flechas amarillas nos obligan seguir de frente. Tras un pequeño debate a tres bandas, decidimos hacer caso omiso del GPS. Nuestra decisión quedó confirmada cuando observamos la cantidad de peregrinos que marchaban en la misma dirección que la elegida.
Los kilómetros iban cayendo.
Rodando ahora por una muy buena carretera local y poco transitada. Ganábamos kilómetros a los extensos campos de cultivo. A la izquierda continuaba el camino con unos árboles convenientemente colocados para dar sombra a este nuevo tramo lineal y monótono.

Unos hitos blancos que acompañaban el trazado me llamaron la atención, más aún si cabe cuando conseguí descifrar algunas letras grabadas en ellas. ADIF.

Una obras, que intuíamos podían ser del futuro AVE Madrid-Galicia, desestabilizaban este rectilíneo tramo antes de llegar a Bercianos del Real Camino. Población con los servicios básico que pasamos sin más detenimiento.

Con una idéntica tónica paisajística llegamos a El Burgo Ranero. Aunque en esta ocasión, algunas pinceladas salpicaban de interés este monótono tramo. Un incomprensible arco modernista de metal sobre el camino, una cruz en memoria de un peregrino fallecido o la pequeña laguna de Bercianos con algunas aves zancudas en su interior.
Detalles dentro del monótono camino.
Esta lucha mental nos obligó a detenernos en esta población de El Burgo, después de haber adelantado al algunos bicigrinos kilómetros antes.

Los 17 kilómetros en falso llano ascendente desde Sahagún, con invariables paisajes nos había consumido la paciencia. Por mi mente pensaba lo tedioso que se les podía llegar a hacer estos recorridos a todos aquellos peregrinos que avanzaban a una velocidad un cuarto más lenta que la nuestra.

Un buen bocadillo de jamón junto con una buen refresco azucarado y un leve descanso nos permitió reponer las fuerzas necesarias para continuar.
Descanso en El Burgo Ranero.
Además esta parada nos permitió volver a cruzarnos con los dos bicigrinos con los que coincidimos en Sahagún. Una breve charla con un peregrino y su hijo que venían desde Madrid y su anécdota de haber buscado una oficina de correos para enviar a casa objetos que no estaban usando durante la peregrinación y poder así ahorrarse peso. También nos contaba que venía junto con un holandés que había iniciado su camino hacía unos meses desde su país.

En medio de todo esto una peregrina alemana nos preguntaba cual era el mejor firme para continuar con su bicicleta de paseo y sus finas ruedas. Miraba y tocaba nuestras ruedas gordas con extrañeza. Nos decía, mejor dicho, le decía a Guille (que es el que controlaba el inglés) que estaba haciendo su peregrinación en honor a su 75 cumpleaños. Ole.
Buscando información; mientras, esperan los bocatas.
Los 13 siguientes kilómetros hasta Reliego resultaron ser un calco del tramo realizado desde Sahagún, pero ahora mentalmente descansado y con un falso llano en descenso que hacía muy cómodo el camino.

El único imprevisto fue el viento que comenzó a jugar al despiste, apareciendo y desapareciendo a su antojo y variando por momentos su sentido. No me quería hacer a la idea de lo que podría llegar a cambiar el viaje si al viento le diese por soplar de cara.

Pasamos la autovia A-231 por debajo observando un interesante graffitti que venía a decir algo así como "Hay algo más bonito que matar, dejar vivir". Nos llamó la atención a todos.

Pasamo Reliego y continuamos hacia Mansilla de las Mulas. En los seis rectilíneos kilómetros que separan estas localidades el viento decidió, como nos temíamos, soplar de cara.
Repetida imagen del camino de hoy.
Modo competición ON. A la cabeza, cortando el aire a mis compañeros, apretamos la marcha para llegar lo antes posible al cobijo de las calles de la siguiente localidad.

Localidad que nos recibió con un elevado puente sobre la N-601, que nos dio la puntilla física mientras observábamos atónitos a un hombre mayor con bici de paseo hacer un recorte por lo bajo y evitar el ascenso de este paso.

- "¡¡¡Usted es de aquí!!! ¿¿¿Verdad??? Anda que nos avisa...- le gritamos jocosamente.

Bonita localidad esta de Mansilla situada en la vega del río Esla. Río que tuvimos que cruzar a la salida para continuar nuestro camino hasta León. Era esta la cota mínima de la jornada (796m)

Paralelos a la N-601, cruzamos un extenso campo de cultivos de regadío sitiado entre los ríos Esla y Porma. La humedad se hacía notable en la cantidad de charcos que se acumulaban en este chapoteado tramo.

Esta circunstancia fue usada para divertirnos cual críos cuando llueve, evitando los charcos e intentando mojar a los compañeros en alguna que otra ocasión. Si bien, era un tramo llano y sin mucho que observar, con esta actitud conseguimos disuadir nuestra mente del esfuerzo físico y mental. Así rodamos durante una decena de kilómetros hasta Puente Villarente, que nos recibe con un cartel anunciador de Alberto Contador y su enorme piscina.

A la salida de esta localidad, nos separamos del asfalto evitando el denso tráfico que nos indicaba que estábamos llegando a León.

Camino cómodo pero con unas cortas y duras rampas para llegar al siguiente pueblo, Arcahueja. Antes de iniciar la subida, una zona de descanso con una fuente nos indicaba que estábamos a 307km de Santiago. No paramos.
Fuente en una zona de descanso, antes de Arcahueja.
Éramos conscientes de que quedaba poco para terminar y para pasarlo de manera más amena intenté emular la ortopédica forma de atacar que tiene Froome. Eso desgastó mis piernas, pero no me importaba, León está al otro lado.

Un pequeño descanso en esta localidad para afrontar otro duro y corto ascenso en Valdelafuente. Misma actitud. Esta subida era ya casi definitiva defándonos en un polígono industrial de extrarradio leonés.
Duras y cortas subidas llegando a León,.
Un  último ascenso para bordear la rotonda de acceso a León, me dejó con las piernas tiritando, pero ya sí que sí, era todo para abajo. Estábamos de nuevo rozando cota máxima de la jornada (900m)

En la alambrera que separba el tránsito rodado del camino, unas cruces entrelazadas por los peregrinos dan un ámbito religioso al trazado ya casi urbano.
Espontaneidad de los peregrinos.
Una pasarela sobre la autovía LE-30 inicia el descenso hasta el río Torío en la capital provincial.

Un par de vistazos al GPS para ubicar el waypoint del hotel fueron suficientes para llegar sin problemas.

Yoli y los peques estaban dando una vuelta por la capital provincial. Nuestras maletas ya estaban en las habitaciones. GRACIAS YOLI.

Paseo para comer una buena hambuerguesa, un poco de juego con los "terroristas" en el parque infantil y a recuperar fuerzas para descubrir esta fantástica ciudad.

A la caída de la noche, un paseo por el casco fue suficiente para enamorarme de su ambiente y sus calles. Su sorprendente catedral y su bonita plaza mayor.

Mención a parte tienen la Cecina y el Prieto Picudo. No sin desmerecer a los creepes y la vorágine de calorias del "semental". Volveré a León.
Prieto picudo y cecina de León.

ETAPA 3: LEÓN-PONFERRADA (pincha aquí)




Un buen desayuno, con cecina incluida, nos llenó los depósitos de energía para afrontar esta terecera etapa que ya comenzaría a tener "chicha".

Un breve paseo por León siguiendo las flechas amarillas nos llevaba a ver la Casa de los Botines de Gaudí, la impetuosa catedral, la discreta colegiata de San Isidoro o el bonito edificio del Parador Nacional de San Marcos.
Catedral de León.
Nos despedimos de la ciudad cruzando el río Bernesga por el, también denominado, puente de San Marcos.

Para salir debemos cruzar el barrio del Paraíso para llegar hasta Trobajo del Camino, siempre siguiendo la larga, urbanizada y transitada avenida del párroco Pablo Díez.

El tramo por esta avenida acaba al desviarnos bruscamente hacia la derecha para enseñarnos unas peculiares cuevas a modo de casas antes de llegar a la espalda de un feo polígono industrial.

El trazado nos vuelve a sacar a la N-120 para dirigirnos al núcleo de población de La Virgen del Camino. Por aquí la circulación es peligrosa y densa; pero pronto el camino se vuelve a desviar para seguir fuera del asfalto.

El tramo se ondula debido al paso por varios arroyos, secos en esta época. Un paso bajo la autovía A-66 nos deja de frente a unas antenas y a un depósito de agua con una forma que nos recordaba al edificio President del juego de mesa Hotel.
Depósito con forma de "Hotel" y anteta.
Nuevamente volvemos al trazado con la nacional. El camino discurre paralelo a la carretera pero decidimos salir al asfalto para no molestar a los peregrinos por el camino. La transitada vía nos obliga a esperar varios minutos en la travesía de Valverde de la Virgen hasta que vemos un hueco seguro para echarnos a la carretera y continuar nuestra marcha.

En San Miguel del Camino, el perfil de la etapa nos indica que la ascensión inicial y las ondulaciones posteriores, han concluido para dar paso a un falso llano en ligero descenso. Además, como bien informó Alberto en la primera jornada, el viento seguiría soplando a nuestro favor.

Se nos ponía ante nosotros una infinita recta con estos dos gratificantes factores. Casi una veintena de kilómetros por los que rodamos en modo competición ON por el arcén y pequeños relevos.

Así pasamos por Villadangos del Páramo y su enorme polígono industrial. Aquí nos desviamos para callejear brevemente por sus calles y encontrarnos este cartel informativo.

Volvimos al arcén de la carretera y continuamos con nuestro viaje, pasando por San Miguel del Camino. Estábamos transitando por campos de cultivo de regadío pertenecientes a la vega del río Órbigo. El camino y los peregrinos transitaban siempre a la derecha del asfalto por un estrecho sendero.

Repentinamente el camino se separa de la carretera y decidimos seguir su trazado original. Este nos adentra hacia la población de Hospital de Órbigo.
Depósito de aguas de Hospital de Órbigo.
Su peculiar depósito nos da la bienvenida mientras observamos la infinidad de canalizaciones realizadas para llevar las aguas hasta el último rincón de esta extensa vega
Grandes canalizaciones por la vega del Órbigo.
Una vez dentro de la población, paramos para sellar nuestra credencial y aprovechamos para escribir en un libro de visitas y dejar parte de nuestra presencia en el camino. El lugar es acogedor con sofás que te invitan a descansar y te ofrece gratuitamente guías e información del camino, ambientado con una relajante música bajo una extensa sombra y junto a un refrescante césped.

Pero debemos continuar para divisar el asombroso puente sobre el río Orbigo, mientras aprovechamos para llevarnos algo a la boca y reponer energías.
Extenso puente sobre el río Órbigo.
Transitando por sus calles, percibo un consejo que un oriundo impartía a un peregrino extranjero: -"Aquí mucho calor, pero por la noche mucho frío". La humedad de los campos supongo que sería la responsable de estos cambios de temperatura.

A la salida, una nueva bifurcación nos da las opciones de llegar a Astorga; por la carretera o camino.
Tomamos la primera que también tenía un tramo que nos introducía en estos extensos campos de regadío.
Saliendo de Hospital de Órbigo.
Al levantar la mirada de mi GPS observo un peregrino con rasgos asiáticos que marchaba descalzo. - "Eso sí que es penitencia y no lo que estamos haciendo nosotros"- pensé para mis adentros. Un camino ancho, lleno de piedras y este hombre sin una sola protección en sus pies. -"¿Y cuando llegue al asfalto?". No me lo podía creer.

El hombre obsevaba como los aspersores distrbuían uniformemente el agua de un lado para otro con su caracteristica onomatopeya "tac, tac, tac..."

El peregrino, giró su cabeza, me miró, colocó sus brazos como si entre ellos hubiese un rifle, y riéndose me dijo -"Ta, ta, ta...."

Le devolví la sonrisa, me subí sobre la bici y le dediqué un "Buen Camino".
Peregrino descalzo.
De nuevo en el arcén, pero ahora en ascenso, tomamos rumbo a Astorga. El camino se desvíaba a nuestra derecha pero decidimos seguir por el asfalto pensando que más adelante se volvería a unir. Error. Cada vez nos alejábamos más del trazado original.

Mirando el GPS en marcha, observamos que había un carreterín que nos unía con el camino, pero debíamos marchar hacia a tras. Así lo realizamos, gracias a Dios, porque de no haber sido así nos hubiésemos saltado el crucero y una de las anécdotas mayores de nuestro viaje.
Crucero antes de llegar a Astorga.
Dicen que una imagen vale más que mil palabras. Pues un vídeo, valdrá un millón de ellas. Así que me las ahorraré. Aquí os presento al que se hacía llamar como  Jesús Evangelista, que amenizaba la llegada de los "pelegrinos" a Astorga e informaba entre sus versos de lo que nos quedaba de camino hasta Ponferrada.



Seguidamente un súbito descenso hasta enlazar nuevamente con la N-120 nor permitió llegar a la población de San Justo de la Vega, cruzar el puente sobre el río Tuerto y desviarnos paralelos al asfalto para llegar a una caótica y peligrosa entrada a Astorga entre vías de tren, pasarelas, arroyos y rotondas.

Disfrutamos de su plaza romana, su bonito edificio del ayuntamiento, el palacio episcopal de Gaudí y su Catedral de Santa Maria. Hermosos edificios.
Palacio episcopal y catedral, Astorga.
No pudimos disfrutar de su famoso cocido maragato y nos tuvimos que conformar con un rápido bocadillo de calamares en la terraza de cualquier bar.

Sabíamos que hasta aquí habíamos rodado por los llanos, monótonos y lineales campos de Castilla. Alberto siempre había amenizado estos kilómetros intentando sacar símiles con los caminos de nuestra comarca torrijeña, y muchas veces acertaba cuando decía: -"Mirad, vamos de camino a La Mata" o -"Parece que estamos rodando por la Cañada Real". Todo eso cambiaría de ahora en adelante. Pues nos adentrábamos en zonas montañosas. Es decir en los ondulados, divertidos y sinuosos caminos del Bierzo y de Galicia.
Por la carretera comarcal LE-192
Tras cuatro kilómetros por la carretera comarcal LE-142 llegamos a Murias de Rechivaldo donde abandonamos este irregular asfalto para introducirnos en un lineal camino con una decisiva tendencia al ascenso.

Cruzamos de nuevo esta carretera, abandonamos el camino y tomamos un nuevo tramo con deslucido asfalto y la misma tónica que el camino anterior.
Entrando a Santa Catalina de Somoza.
Así llegamos hasta los pequeños pueblos de Santa Catalina de Somoza y El Ganso. En este segundo pueblo nos detenemos a la espalda de su iglesia para rellenar los bidones de cara al duro ascenso hasta la Cruz de Ferro. También encontramos un peculiar bicigrino con pantalones de vestir y zapatos.
En El Ganso.
Vamos controlando nuestro GPS donde confirmamos que la carretera a vistas nuestra parece llana, pero el altímetro niega nuestras sensaciones confirmándonos que cada kilómetro que pasa va aumentando la altura hasta pasar los mil metros.

Un breve descanso para llegar hasta el río Rabanal nos da el oxígeno necesario para afrontar casi definitivamente el ascenso de la jornada.

Una vez cruzado el río, la carretera se inclina irremediablemente. Un breve paso por la población de Rabanal del Camino nos confirma que el ascenso hacia el techo del camino había comenzado.
Tras cruzar el río Rabanal.
Muchos peregrinos descansaban en la plaza de esta localidad, otros iniciaban la marcha; nosotros saludamos a todos ellos e iniciamos el duro ascenso, de nuevo por la carretera comarcal LE-142.

Seis kilómetros hasta Foncebadón, donde tendríamos un leve descanso para hacer el ascenso final a la Cruz de Ferro.

Hasta entonces, Guille marchó por delante mientras que Alberto y yo manteníamos nuestro tranquilo ritmo con el "Albert mode on".
Subiendo hacia la Cruz de Ferro.
Sufrimos, pero las vistas que nos regalaban estos montes de León nos hacía evadirnos del esfuerzo. Nuestros ojos ya echaban de menos las verdes y extensas ondulaciones montañosas.

Fueron seis kilómetros muy tendidos y regulares los que nos llevaron hasta las puertas de Foncebadón.
Llegando a Foncebadón.
Aquí dispondríamos de un leve descanso antes de afrontar los porcentajes de desnivel más altos del ascenso que nos situaría en el Alto de las Eras.

Guille había bajado a buscarnos y yo decidí bromear de nuevo con los bruscos ataques "Fromistas". Sabíamos que quedaba poco y el Camino es para vivirlo.
Adiós definitivo a los lineales paisajes.
Un leve descenso nos permitía ver el camino de los peregrinos a pie un poco más abajo, a la izquierda de la carretera.

De nuevo un leve ascenso y ya divisábamos la cruz a lo lejos. Habíamos llegado la los 1500m de altitud, la cota más alta del camino francés.

Las piedras de penitencia que se acostumbra dejar en este lugar ha pasado a ser casi un estercolero debido a las prendas y demás objetos depositado en este característico lugar. Alberto a modo irónico dejó el plástico de una barrita energética que luego retiró.

Habíamos llegado al Monte Irago o Cerro de Corbos, y había que documentarlo. Infinidad de peregrinos y turistas se acumulaban en este punto. Un autobús de turistas-peregrinos alemanes recogía a estos visistantes para descenderlos hasta Ponferrada.

Cruz de Ferro
Tras las fotos iniciamos el descenso hasta el peculiar albergue de Manjarín para después ascender un par de kilómetros e iniciar una espectacular, rápida y empinada bajada hasta Molinaseca.
Albergue de Manjarín.
En este largo descenso compartimos recorrido con los peregrinos. Se notaba la desigualdad de velocidades entre ambos peregrinajes. Pasamos por las localidades de El Acebo de San Migue (donde el autobús alemán se quedó encaonado) y Riego de Ambrós. Zona esta de antiguas minas de oro.
Compartiendo camino.
Al llegar al valle del río Meruelo, la carretera se encajona entre las laderas ofreciendo un sinuoso y retorcido trazado para descender hasta la bonita localidad de Molinaseca.

Esta población cuenta con unas frescas piscinas naturales que nos hacen perder el juicio cuando las atravesamos por lo alto de su puente.

Sabemos que estamos llegando a Ponferrada, pero un leve repecho a la salida Molinaseca, hace que nuestras piernas se resienten después del largo descenso.

El puente sobre el río Boezo(543m) cota más baja de la etapa de hoy, nos deja a penas a dos kilómetros de la llegada. Los pedales se daban ahora con la mente y no con los músculos.
Valle del río Meruelo.
En la puerta del hotel nos esperaban Yoli, Unai y Asier. El más pequeño de todos recibió a su padre con la interesante pregunta: -"¿Cómo has quedado hoy papá?". -"El primero, campeón, el primero"- le respondí ante la sonrisa que ponía en su boca.

Comida, siesta y paseo por la templaria Ponferrada. Amigos, grandes amigos. Locos, pero grandes personas. Reca y Moli no me dejaron volver a casa. -"¡Tú para casa no vas!, mañana subes Cebreiro en el coche de la mujer de tu amigo..." Son grandes... El mítico Bombardier, pajitas-sifón, y sobre todo "Mucha intensidad". La noche nos confunde, pero no era la ocasión. Volveré para darlo todo sin bici. ¡¡¡Gracias hermanos del Bierzo!!!
Con Moli y Reca. Volveré.
ETAPA 4: PONFERRADA-SARRIA (haz click aquí)



A las 6:30 suena el despertador. Tres horas de sueño no fueron suficientes para descansar y afrontar la etapa con los desniveles más duros de todo el camino. La noche había merecido la pena. Pero tendría sus consecuencias.

Callejeamos por Ponferrada, partiendo desde el monumental castillo templario, cruzando el puente sobre el río Sil y por una larga avenida con rotondas en honor la las pimenteras y los donantes de sangre. Este circuito urbano nos llevó hasta el museo de la energía y el modernista puente del centenario.
Castillo templario de Ponferrada.
Así pues, llegamos a la pedanía de Compostilla (también denominado Poblado Endesa), allí un cuidado campo de fútbol me llamó la atención, después de haber pasado bajo un edificio que nos dejó de cara a la iglesia parroquial de este núcleo urbano.
Marcas del camino en Compostilla.
Todo ello lo realizamos con un leve, pero martirioso, ascenso para mi. Ahora el camino se allanaba para cruzar las tranquilas y residenciales pedanías de Columbrianos y Fuentes Nuevas. Ambas unidas por adecentadas pistas de asfalto y escoltados por pequeños huertos y tierras de labranza.
Iglesia de San Esteban. Columbarios.
El frescor de la mañana intentaba espabilar mi cuerpo aún sumido en el cansancio. Deseaba evadirme de mi mal estado, pero era imposible. La rueda de Alberto me resultaba cómoda y ahí me mantuve durante los primeros kilómetros. Ningún comentario, ninguna respuesta a sus conversaciones; era como si mis compañeros viajasen con un fantasma a rueda.

Llegamos a la primera localidad de paso, Camponaraya. Una lineal población en torno a una larga avenida, primitivo trazado de la N-VI.

A la salida de esta localidad nos encontramos un área recreativa a nuestra izquierda y poco más adelante un puente sobre el actual trazado de la autovía A-6, que nos aleja definitivamente del cinturón urbano de Ponferrada y del valle del Sil. Abandonando definitivamente el asfalto.
Extensos viñedos bercianos.
Es curioso, como de repente los campos se llenan de cepas. Viñedos a uno y otro lado del camino que dan un aspecto completamente diferente al camino.

Una parada de emergencia urinaria, nos hace detenernos sobre el paso del río Magaz. Una zona sombreada debido a la vegetación de ribera y y una tranquilidad que se detuvo repentinamente cuando al girar nuestras cabezas observamos a Alberto con un palo urgando entre la tierra. -"¡¡¡Un topo, he visto un topillo!!!- gritaba risueño.
Saliendo de la vega del río Magaz.
Reanudamos la marcha, ya adentrados de lleno por extensivos viñedos bercianos. Cruzamos la carretera que nos acompañó por la travesía de Camponaraya para ir en busca de la bonita localidad de Cacabelos.

Gran población con infinidad de servicios que no utilizamos y por el que sí merece la pena levantar la mirada y observar como su calle principal por la que transita el camino esta llena de ambiente peregrino. Detalles en las casas y en los establecimientos públicos. Es una localidad referencia para el camino y así lo demuestra.

Cruzamos sobre el puente del río Cúe para llegar hasta su bonito santuario y despedirnos de esta bella localidad.
Santuario de Cacabelos.
Salimos en ascenso durante tres kilómetros por el trazado de la carretera que venimos siguiendo desde la salida de Ponferrada.

Este tramo es duro, se me hace interminable. Me voy quedando de rueda de mis dos compañeros, que los veo poco a poco alejarse en la distancia.

Alberto se percata de la situación y se preocupa al preguntarme: -"¿More, vas ahí porque te estás quedando o porque nos estás dejando marchar?". Mi ausencia de respuesta fue suficiente para responder a su duda.

El en lo alto del repecho, el camino se desvía a la derecha para adentrarnos en un nuevo paraje muy ondulado que nos avisa de que la montaña empieza a aproximarse.
La montaña de nuevo se hace presente.
De nuevo, sumidos en un mar de viñedos, llegamos a Valtuille de arriba. Una pequeña y peculiar pedanía de Villafanca del Bierzo escondida en un encajonado valle del río que lleva su mismo nombre, por la que parecía que el tiempo se había estancado en sus calles y casas.
Valtuille de Arriba.
Los cuatro kilómetros que lo separan de Villafranca del Bierzo fueron un sinuoso camino con cortos pero duros repechos que consiguieron sacarme de punto. Hasta cuatro arroyos cruzamos con sus correspondientes inclinaciones haciendo caso omiso de las curvas de nivel. De nuevo extensos y ordenados viñedos flanqueaban nuestro paso.

Los paisajes que nos permitía divisar el camino cuando estábamos en lo alto de las lomas merecían la pena y hacían de opio para el esfuerzo requerido.
De camino a Villafranca del Bierzo
Una última bajada nos dejó a las puerta de Villafranca del Bierzo, bonita localidad con un espectacular castillo y una monumental iglesia. Además con un gran ambiente por sus calles. Una pequeña parada para comer y reponer fuerzas de cara al ascenso de la jornada. De nuevo volvimos a ver al autobús de los alemanes recogiendo a estos turistas.

El puente sobre el río Burbia nos indicaba el inicio del ascenso hasta O Cebreiro. Éste está bien dividido en dos partes; una primera de aproximación por el antiguo trazado de la N-VI con pendientes muy leves pero mantenidas, y otra segunda parte desde Las Herrerías por caminos vecinales asfaltados y con porcentajes de desnivel muy elevados.
Villafranca del Bierzo. Puente sobre el río Burbia.
Salimos de Villafranca por el asfalto que nos dirigió directamente al trazado de a antigua N-VI. Siempre por lo más profundo del valle del río Valcarce y serpenteando a un lado y otro de su ladera trenzándonos infinidad de veces con su cauce y el nuevo trazado de la A-6.

Este tramo es compartido con los peregrinos a pie, los cuales tienen habilitado un paso a la izquierda del asfalto.
Tramo sobre la antigua N-VI.
Si levantábamos la mirada podíamos observar la inclinación de las laderas de estas montañas pertenecientes ya al Parque Natural de los Ancares. Además divisábamos la espectacular obra de ingeniería con los kilométricos viaductos que permitían el transito de vehículos por el nuevo trazado de la A-6.

Tras cinco kilómetros, llegamos a Pereje, en la entrada al pueblo vimos un grupo de cicloperegrinos descansando entre los que se encontraba el hombre holandés con el que coincidimos el segundo día en nuestra parada en El Burgo Ranero.

Continuamos la marcha, con ascenso muy leve pero tendido. De nuevo mis piernas no reaccionaban. La noche anterior seguía pasándome factura cada vez que nos topábamos con una subida constante. Se alejaban Guille por delante y Alberto, también, algo más cercano a mi. No todo iba a ser un camino de flores.

Otros cinco kilómetros, con la misma rutina hasta Trabadelo, dejaron en evidencia mi sufrimiento. Intentaba buscar algo que me distrajese la mente. Mientras observaba hacía las alturas en busca del trazado elevado de la autovía, volví a ver el autobús de los alemanes marchando hacía Pedrafita. Ya era la cuarta ocasión en la que coincidíamos y me resultó graciosa la coincidencia. Pero no tenía fuerzas para compartir este detalle con mis compañeros, que marchaban ya unos cuantos metros más adelante.
Viaductos de la A-6 sobre el valle de Valcarce.
Llegamos a Portela de Valcarce y, por despiste, no cogimos el desvío que indicaba el camino a la izquierda descendiendo casi hasta la orilla del río. Continuamos por el tramo de la nacional, paralelo al trazado original.

Así pasamos por Ambamestas y Vega de Valcarce, desde las alturas pero con contacto visual, dejándo estas poblaciones a nuestra izquierda. Levantando un poco la mirada pudimos ver el peculiar enclave del castillo de Serracín, también a la izquierda de nuestra marcha.

Un poco más adelante, en una rotonda nos obligaría a elegir el camino correcto si no queríamos adentrarnos en lo más profundo de estos montes.
Señales de camino por la antigua N-IV
Un rápido descenso hasta Ruitelán nos ubicaba de nuevo en el trayecto correcto a nivel del río Valcarce y con el resto de los peregrinos.

Habían sido 17 tortuosos, y no muy bellos kilómetros, los que habían compuesto la primera mitad del ascenso.

Una pequeña duda a la salida de esta pequeña pedanía nos obliga a parar nuestra marcha. Todos los peregrinos a pie se desviaron a la izquierda en busca de la población de Las Herrerías, pero mucho peregrinos en bici continuaban por este trazado en mejor estado hacia Pedrafita.

Si bien es cierto que algunos de los que nos adelantaban por este lugar, más tarde volvían hacia atrás rectificando y tomando el camino hacia Las Herrerías.
Vega en Las Herrerías.
Tras estudiar el GPS llegamos a la conclusión de que ambos trazados llegaban a O Cebreiro. Por Pedrafira, más largo; por Las Herrerías, más corto. Esto nos hacía pensar que el primero era más liviano y el segundo más duro.

Una peregrina en bici que bajaba de su intento hacia Pedrafita, al vernos dubitativos, se acercó a nosotros para explicarnos que una lugareña le había comentado que el ascenso por Las Herrerías era mucho más bonito que por la otra opción, pero también más duro.

Pues dicho y hecho, Rectificamos nuestro camino para dejar definitivamente el trazado de la N-VI y adentrarnos en la bonita población de Las Herrerías. A sufrir y disfrutar. ¡Qué contradicción!

En el camino hacia La Faba, nos encontramos con una recomendación para los cicloperegrinos. Esta nos indica que prosigamos por el tranquilo asfalto para evitar los caminos rotos y empedrados.

Hubo unidad en la decisión de tomar la recomendación a pesar de poder perdernos bonitos rincones. El camino original transcurre por lo profundo del valle para elevarse repentinamente en su tramo final, mientras que el asfalto empezaba a elevarse poco a poco desde el primer momento con rampas sostenidas desde el inicio.

Guille se puso los cascos buscando motivación y rendimiento. Alberto y yo nos quedamos atrás. -"Piano, piano".

Así conseguimos adelantar a los dos peregrinos que nos informaron de este trazado cuando estuvimos dudosos antes de empezar. Ellos con alforjas lo estaban pasando realmente mal.
Inicio del ascenso a O Cebreiro.
Dos kilómetros más adelante el camino se bifurca, Guille baja hasta nosotros para preguntar o confirmar que trazado debemos tomar. Nos avisa que el de la derecha es una lobada de las buenas... Miramos el GPS... Y evidentemente debíamos tomar el de la derecha.

Además, al llegar a este cruce, una buena indicación en el asfalto con una bicicleta amarilla y una flecha del mismo color nos indican el ascenso innegociable.

De nuevo Guille tomaba la delantera. Las dos curvas en zig-zag nos dejaban una recta de otro par de kilómetros a modo de pared. El camino original marchaba a la izquierda, al otro lado de la loma.
El ascenso no daba descansos.
Se me ocurrió amenizar el ascenso poniendo la radio en el móvil para escuchar música en este tranquilo trazado e intentar utilizar la vista y el oído para persuadirme del esfuerzo físico.

Lo conseguí. A mi ritmo iba disfrutando de los paisajes ya que poco a poco nos ibamos elevando del profundo valle. La música acompañaba. Motivado por el momento me di cuenta de que Alberto no seguía mi rueda. Adelanté a dos nuevos peregrinos sobre la bici, una pareja que hacía zig-zag sobre el lineal ascenso para hacerlo menos duro.

Decidí parar y echar la mirada hacia atrás. Espectacular. Increíble. Si lo que tenía por delante era bello, lo que estaba dejando detrás no tenía descripción. Y además, una leve brisa azotaba mi cara. Oído, vista y olfato. Tres sentido abiertos de par en par. Esto también es el Camino.
Vista atrás en el camino.
Llegó Alberto y continuamos la marcha, Guille por delante, bajó a por nosotros quejándose de una sucia incidencia con un coche y nos informó de lo que nos quedaba. Mi cuerpo acababa de experimentar un punto de inflexión.

 Es increíble como la mente puede vencer en casos puntuales al físico. Ese parón de un par de minutos disfrutando solo la tranquilidad del valle me había cambiado el cuerpo por completo. Gracias Santiago.
Llegando a La Laguna, último pueblo de León.
Un giro brusco de casi 180 grados nos dejaba de frente las vistas que traíamos a nuestras espaldas. Quedaba poco para enlazar de nuevo con el trayecto original. Esto nos indicaba de que estábamos a punto de llegar a la pedanía de La Laguna, último núcleo urbano de León.

Aquí nos detuvimos a tomar una refrescante Coca-Cola y una empanda y un buen pincho de tortilla a sabiendas de que aún quedaba rematar el ascenso.
En el bar de La Laguna.
Puestos en marcha, nos dispusimos a afrontar el último tramo con desniveles más duros pero que nos permitiría cambiar de comunidad autónoma por primera vez en nuestro viaje.
Últimos kilómetros de ascenso
De nuevo, el trazado del camino y nuestra pista marchaban paralelos en busca de un mismo fin. La bella localidad de O Cebreiro. Los paisajes eran evidentemente enamoradizos y justificaban por completo el sufrimiento requerido hasta llegar aquí.
El camino paralelo bajo nuestros pies.
Ya en tierras gallegas iniciamos un tramo por la carretera LE-633 que en principio nos nos permitirá descender mucho desnivel. Seguimos transitando por el paraje de Los Ancares, ahora por las características y onduladas cotas gallegas, ya no tan abruptas como las leonesas. Los paisajes, no obstantes siguen siendo emotivos.
Cota más alta de la jornada.
En este ondulado tramo de unos 20 kilómetros sin bajar de los 1200m, pasamos por localidades como Liñares, Hospital y Padornelo. Y entre ellas dos leves cotas como las del Alto de San Roque (1269m) y el alto do Poio (1335m) y cota más alta de la jornada de hoy.

Es en este último ascenso, donde queda confirmada mi recuperación. Las vistas y el aire fresco consiguieron que mi ritmo avanzase casi sin darme cuenta. Dejé a Alberto para los "lobos" (perdón) y vi a Guille unos metros por delante. Quería probar las nuevas sensaciones. Le tomé rueda y lo dejé (perdón). Llegue al alto con una sensación de limpieza interior... Había destilado todo el alcohol que había tomado la noche anterior. ¿O sería que la tierra de mis antecesores me había recibido con especia cariño? Sera lo que fuere. Volvía a ser yo.
Parajes gallegos.
Una parada para esperar a los compañeros, comprar agua y sellar nuestra credencial fue suficiente para iniciar el largo descenso.

Unos bicigrinos en tandem nos habían preguntado en el alto de San Roque si conocíamos el descenso por el camino. Al vernos sin alforjas pensaron que éramos de la zona. Nuestra respuesta fue unísona por los tres -"No lo sabemos, pero nosotros vamos a bajar por carretera"

Y así hicimos. Un larguísimo, cómodo y disfrutón descenso de casi 17 kilómetros hasta Triacastela. El Camino marcha por nuestra derecha paralelo en el inicio del tramo hasta Fonfría donde se separa del trazado de la carretera para descender por O Biduelo y Fillobal.

Estamos seguros de que merecería la pena dedicar tiempo en el descenso por el camino original. Pero el tiempo se nos echaba encima. Debíamos estar a la hora de comer en Sarria y no era ético dejar a la mujer de Alberto esperando más de lo previsto.
Rápido descenso hasta Triacastela.
Ya en lo más bajo de las montañas llegamos a Pasante y a Triacastela. Estoy seguro que el camino por las zonas bajas deben estar llenas de corredoiras y túneles vegetales que en esta ocasión nos estamos perdiendo, pero también sabía que iba a ser una tónica continua en la jornada del día siguiente.

Una breve parada en Triacastela para charlar con un cicloperegrino que se nos unió en el descenso sirvió para tomar las fuerzas necesarias y realizar el último tramo hasta Sarria, ya por la zona baja del valle y con continuas ondulaciones, típicas de la orografía gallega. Paralelos al rio Oribio.

El paso por la bella y encajonada localidad de Samos nos permitió disfrutar de su precioso monasterio Benedictino.
Monasterio de Samos
Ahora, por la misma carretera y con las mismas ondulaciones, tras 10 kilómetros y paralelos ahora al cauce del río Sarria, llegamos a nuestro destino. Sarria.

Comida viendo como Froome machacaba el Tour, chapuzón en la gran piscina municipal y siesta... La noche con un leve paseo por las empinadas cuestas de Sarria y un regalo a modo de guía por parte de Alberto. Poco más.

ETAPA 5: SARRIA-ARZÚA (pincha aquí)



Sarria se sitúa a unos 110km de Santiago. Este es un dato importante, ya que el requisito indispensable para conseguir la Compostela para los peregrinos a pie, es la de realizar un mínimo de 100km.

Un dato que conocíamos, pero que no le dimos la importancia que podía llegar a tener a la hora de organizar el viaje en bicicleta. Y es que, a lo largo de la jornada nos dimos cuenta del desproporcionado aumento de densidad de peregrinos por los ya estrechos caminos de los frondosos bosques gallegos. Densidad que nos condicionó en demasía nuestro avance sobre las dos ruedas.
Escalinata de Sarria (Panoramio)
La salida desde el modesto hotel OCA Villa de Sarria nos dirigió rápidamente a la Escalinata de Sarria que evitamos haciendo un rodeo adaptado para cicloperegrinos. Esto no nos permitió evitar su ascenso para situarnos en la iglesia de Sta Marina.
Callejeando por Sarria a primera hora de la mañana.
El camino nos ubicaba en su ambientada Rúa Maior, donde muchos peregrinos se echaban a la calle para iniciar la etapa de hoy, para muchos de ellos, su primera etapa.

La Iglesia de San Salvador y el Convento de la Magdalena son dos pasos obligados en lo más alto de esta localidad antes de abandonarla por una corta pero empinada bajada, junto al cementerio.

La mañana se había levantado con la típica nieblina gallega para dar más misticismo al camino. Nieblina que se mantendría en toda la jornada en las zona bajas y húmedas del camino.

La salida definitiva de Sarria se realiza por un bello puente romano que nos introduce de lleno en el camino, por una frondosa vega.
Puente romano a la salida de Sarria
Muchos son los peregrinos que marchan por este bonito paraje, aún salpicado por destellos de civilización mediante las vías férreas del paso a nivel y el viaducto de la carretera LU-546.

Tras este doble cruce, el bosque parece comerse literalmente el camino. Infinidad de tonos verdes rodean nuestro viaje por auténticos túneles vegetales. Y cantidad de arroyos que recorrían los bosques de un la do para otro. Esto sí era ya Galicia, esto es el auténtico camino.
Cruzando un arroyo antes de iniciar el ascenso a Vilei
Un pequeño repecho nos sacó del frondoso bosque para situarnos en las praderas de pastos de la localidad de Vilei.

Esta subida nos obligó a despojarnos de los chubasqueros que erróneamente nos habíamos puesto a la salida del hotel al ver bruma matinal.

En este tramo intercambiamos unas sonrisas y palabras de ánimo con una mujer extranjera y sus dos hijas que también sufrieron con este bonito pero exigente ascenso.
Neblina gallega, en las zonas bajas.
La simbiosis total con el entorno se produjo en estos 20 primeros kilómetros hasta Portomarín, por un entramado de caminos asfaltados, pistas adecentadas, pasos empedrados, corredoiras, puentes y senderos.

Las vacas nos miraban parsimoniosas a nuestro paso. Alberto, que se queja de la inquietud de su hijo pero que él es peor que el chaval, se detuvo para saludar y acariciar dando de comer a una de estas voluminosas reses.

Momentos únicos en el camino.
Poco a poco íbamos ganando altura, esto se notaba porque casi sin darnos cuenta pudimos ir disfrutando de los bellos horizontes ondulados de estas tierras. La bruma quedaba en las zonas bajas. Era como si estuviésemos en un día completamente diferente.
Espectaculares paisajes gallegos
Cruzamos con cuidado la carretera C-535 y continuamos disfrutando de estos bellos paisajes. Ahora ya en lo alto rodábamos por leves ondulaciones y con bonitos pasos por corredoiras que evitaban mojar nuestras piernas al paso de los infinitos arroyos que surcan estas onduladas lomas.
Típicas corredoiras de agua
A Pena, Peruscallo, A Brea... Todos ellos, pequeñas pedanías entrelazadas por senderos y caminos repletos de peregrinos con un mismo objetivo. Disfrutar del camino con todos sus sentidos. Y con imágenes como esta, es muy fácil disfrutarlo.
Vacas pastando en el camino
Caminos empedrados para evitar la erosión del agua. Una mezcla cromática que conseguía mantener un estado de relax que a nosotros nos nos conseguía conquistar completamente.

Y es que por un lado estábamos disfrutando del camino, olvidándonos del tiempo. Pero por otro lado, la cantidad de peregrinos que se acumulaban en ciertos tramos nos devolvía a la vida estresante de las prisas.
Aglomeración de peregrinos.
Estaba siendo el día más bello de todos. En Morgade pasamos por el hito kilométrico 100. Esto tuvo su repercusión a la hora de pensar que llevábamos más de una hora para hacer tan solo 11km. Bellos pero lentos kilómetros.

Nos habíamos introducido de lleno en la imnosis del camino. Pero este detalle nos devolvió a la realidad. Debíamos acelerar el paso si queríamos llegar a nuestro objetivo de hoy.

Es aquí cuando entró en acción el timbre de la bicicleta, pidiendo paso a peregrinos por el camino. Situación que me resultaba incómoda por el hecho de molestarlos aunque ellos amáblemente nos cediesen el paso.

Camino empedrado para evitar erosiones.
Ferreiros, Mirallos, A Pena y As Rozas... Preciosos caseríos por los que transita el camino. Nos desviamos del trazado original para tomar una pista asfaltada y hacer el descenso con más rapidez y avanzar un poco los kilómetros y el tiempo. Esta bajada nos volvería a introducir en la zona baja de la jornada apareciendo de nuevo la niebla a nuestro alrededor.
Descendiendo por carreterines
Unos kilómetros más adelante, a la altura de Moimentos, el asfalto se uniría con el trazado real de nuevo para transitar, ya por este cómodo piso por las pedanías de Moutras, A Parrocha y Vilacha.

Pequeños y olvidados pueblos que gracias al camino, se han mantenido vivos en el paso de la historia. Alguno de ello con peculiares cementerios con nichos de cara al propio camino. Casas reformadas con paredes de piedra y tejados de pizarra.


Bonitos pueblos antes de llegar a Portomarin
Quedaba poco para llegar a Portomarín. El camino nos saca de nuevo a una pista que desciende bruscamente al cauce del caudaloso río Miño. El bosque se abre, el camino toca asfalto urbanizado y nos topamos de lleno con las aguas represadas en el Embalse de Belesar. Justo en la orilla opuesta de la localización de Portomarín.
Río Miño, Portomarín.
Cruzamos el largo puente sobre sus aguas para llegar a puertas de este otro importante núcleo en el camino.
Sin entrar en esta localidad pasamos bajo su puerta a modo de escalinata para iniciar un nuevo ascenso.
Entrada a Portomarín
Nos desviamos de la carretera para ascender por un bonito bosque de hayas donde nos encontramos con un bicicgino con el que compartimos algunos kilómetros.
Densos bosques de hayas.
Venía desde Segovia y coincidía con nosotros de lo pesados que son los campos de castilla para recorrer en bici. Él llevaba alforjas y por tanto su ritmo era más lento que el nuestro. Nos despedimos con un amigable "¡¡¡Buen camino!!!"
Bicigrino de Segovia.
Este bonito tramo por las laderas del monte de San Antonio, nos permite tomar de nuevo altura y nos saca directos a la carretera C-535 donde el camino comparte su trayecto con el asfalto.

Paralelos a la carretera circulan los peregrinos por un camino adecentado para ellos que nosotros obviamos, rodando por el arcén de la carretera.

De nuevo la bruma desaparece mientras que ascendemos y pasamos pueblos como Gonzar o Castromaior.
Tramos de carretera. Gonzar.
A la altura de O Hospital, donde se encuentra el cruce con la N-540, llegamos a la cota más alta de la jornada (726m). Un cartel obliga a usar el asfalto solo para peregrinos evitando el tránsito rodado por esta carretera que ha pasado a ser exclusividad del peregrino, aunque con las excepciones de residente y camiones de reparto.

En Ventas de Narón paramos para hacer el descanso de media mañana. Una cerveza y un buen bocadillo son más que suficientes. Aquí también aprovechamos a sellar mientras que una furgoneta de Jacotrans (empresa que se encarga de llevar las mochilas de peregrinos "pijos" como nosotros) recoge los macutos de otros peregrinos.
Descanso en Ventas de Narón.
Los diez siguientes kilómetros son en descenso por asfalto restringido y regulado a los automóviles con preferencia para los peregrinos. Aquí un camión de reparto, con más velocidad de la indicada marcha delante de nosotros. Alguna leve ondulación de subida es respondida por una bajada aún más larga.

Un tramo divertido por las pedanías de Lameiros, Airexe, Portos, Lestedo... que desembocará en la N-547 para dirigirnos a la población de Palas de Rei.

Aquí vemos de nuevo a nuestro compañero de Segovia que se ha detenido para descansar. Pero nosotros continuamos nuestro camino por la nacional para avanzar en esta lenta jornada de hoy.

A la altura de O Carballo, el camino se separa de la nacional para adentrarse en un espectacular tramo de corredorias, túneles vegetales y estrechos caminos. Todo ello en descenso, lo que hace un mayor disfrute del camino con unas sensaciones a flor de piel.

Nos mirábamos unos a otros y los tres sabíamos perfectamente lo que pensábamos "Esto es increíble"

Auténticos túneles vegetales.
En San Xulián, hacemos una breve parada. Yo aprovecho para observar un perfecto y cuidado hórreo gallego mientras que Alberto, preocupado por la hora llama a Yoli con la que no consigue contactar.

Es desde este momento, cuando Alberto desaparece del grupo preocupado por los suyos, y de alguna manera nos implica a los demás en esa preocupación.
Hórreo en San Xulián.
El camino continua durante unos cinco kilómetros por estos bonitos parajes con alguna subida que nos hace sufrir sobre la bicicleta para pasar una rota, pero seca, corredoira en ascenso; buscando un trazado para no echar pie a tierra.

Pronto nos vuelve a sacar a la carretera N-547 a la altura de O Coto. La preocupación de Alberto sigue en aumento, pero un poco antes de llegar a la siguiente población, recibe una llamada.

Paramos junto a la salida de un parque empresarial para que coja la llamada. Es Yoli, la cara de Alberto cambia por completo. Parece otro. Su boca esboza una leve sonrisa.

- "¡¡¡Vamos chicos!!"- gritó con ánimo.

Pronto llegamos a Melide. La entrada a esta población y toda su travesía es en largo ascenso. Alberto agachó su espalda, arrimó sus brazos al manillar y como tomado por un espíritú comenzó a tirar de los tres.

Le seguía a rueda, Guille detrás. Buscaba la mirada de Guille el cual no daba crédito a la actitud de Alberto. Yo tampoco sabía el por qué de esta reacción.

Costaba seguirle la rueda e incluso Guille comenzó a quedarse de rueda. Estábamos en población y la densidad de coches aumentaba ademas por as peligrosas bocacalles. Un leve grito de precaución hacia Alberto por un posible coche que saliera de una calle le hizo desconcentarse y romper el ritmo, para bien de nosotros dos.

Se acababa de crear el espíritu de Melide....

Los 15 kilómetros siguientes hasta Arzúa los realizamos por carretera. Obviando el camino real, no queríamos molestar más a los peregrinos ni que ellos nos ralentizaran nuestra marcha. El tiempo se nos echaba encima. Yoli esperaba en Arzúa y Alberto no quería hacerla esperar más. Tampoco nosotros.

Perdíamos la belleza del camino, pero la solución menos mala para terminar la jornada de hoy. Recompensada con unas ricas cervezas en la gasolinera de la entrada de Arzúa y una buena limpieza de bicis en su pistola de agua a presión.

Unos cómodos y no muy largos repechos más tarde nos ubicaron en el final de esta etapa. Con menos kilómetros de los previstos. Pero a solo 40 de nuestro objetivo final. Santiago de Compostela.

Cena con un espectacular pulpo, breve paseo con interesante mitin de BNG y una espectacular noche en el caro pero espectacular Pazo de Sta María.

ETAPA 6: ARZÚA-SANTIAGO DE COMPOSTELA (pincha aquí)



Un nublado día nos recibió nuestra última jornada. No nos quisimos complicar y utilizamos el trazado de la N-547 para llegar hasta la entrada a Santiago durante los 27 primeros kilómetros. Asfalto húmedo y campos de eucaliptos que refrescaban el ambiente.
Rodando por la N-547
Chubasquero y por el arcén con el continuo sube y baja que caracteriza las tierras gallegas. Una parada en Pedrouzo para sellar y continuar.
Entrando al término municipal de Santiago.
A la altura del aeropuerto volvimos a coincidir con los peregrinos de nuevo por caminos hasta llegar a Villamior y ascender a lo alto del Monte do Gozo.
En busca del Monte do Gozo.
Fue una etapa de transición. Con la mente el terminar y todo el camino de vuelta. A penas dos horas para hacer los 40 kilómetros.
Homenaje a Juan Pablo II. Monte do Gozo.
Entrar en la plaza del Obradoiro siempre emociona, a pesar de ser mi cuarto camino. Dar gracias a todos por todo. Recoger la Compostela, buscar el lugar para recoger el coche de alquiler que nos llevase a Burgos de nuevo y contactar con una agencia de transportes para que nos llevase las bicis de vuelta a casa.
Catedral de Santiago.

GRACIAS A ALBERTO, GUILLE, YOLI, UNAI Y ASIER... GRACIAS.

2 comentarios:

  1. More, sin una palabra más que añadir. sólo agradeceros a tu ya Guille la oportunidad que se me brindó para hacer el camino ( espina que por fin me quité). Vuestra compañía en estos días quedará en los recuerdos de toda la vida.

    y a la empresa de transporte ( Yoli y mis niños Asier y Unai). sin ellos no habría sido posible de realizar esta aventura. MUCHAS GRACIAS. Os quiero un güevo.

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  2. ... GRACIAS por compartirlo. Es bonita la sensación de leerte y pensar que eres tú la que va rodando. Pero más bonito es que te hagan recordar momentos y lugares por los que tu también has pasado. Esta experiencia hay que vivirla al menos una vez en la vida, tú ya llevas unas cuantas. Y las que quedan. ERES GRANDE. Un abrazo.

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