martes, 10 de julio de 2012

Castillos del sur de Toledo

Estamos en Castilla. Topónimo que nos recuerda que es tierra poblada de castillos. Unos defensivos; robustos, fuertes, en posiciones estratégicas. Otros señoriales; ornamentados, pequeños y ubicados en lugares de fácil acceso. Almonacid y Peñas Negras (Mora) se definirían como los primeros. Mascaraque, Manzaneque y Orgaz hacen buen ejemplo de los segundos. Todos ellos unidos en esta ruta. La ruta de los castillos del sur de Toledo.

Pincha aquí para ver la ruta.



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Juan Carlos, Lorenzo, Luis, Jacinto, Alfonso, Manolo, Alberto, Tomás y yo. Nueve Alonsos Quijanos, rodando en busca de aventuras al borde de la locura, como al borde de La Mancha está ubicada esta narración. Justo donde los Montes de Toledo mueren para dar paso a la amplia llanura manchega.

La hoja de ruta estaba clara: Almonacid-Villaminaya-Orgaz-Manzaneque-Peñas Negras-Mora-Mascaraque-Almonacid. La duda era dejar Almonacid para el principio o el final. El debate era subir con las piernas frías pero descansadas, o dejarlo para el final con las piernas calientes pero cansadas. Siete a dos, decidieron la segunda opción. Y así se hizo.

Así pues a las 9:15 de la mañana tomamos nuestros Rocinantes rodadores en busca de los cinco castillos propuestos. Salimos hacia el suroeste por la ermita de Sta. Bárbara, destino Villaminaya. Buenas y anchas pistas rodadoras permiten que nuestras piernas vayan cogiendo calor y poniéndose a punto para el resto de la ruta.

Atrás dejábamos el cerro Buenvecino, que sustenta en lo alto al imponente castillo de Almonacid. Por la derecha el parque eólico de la sierra de la Oliva, donde a sus pies se encuentra una gran cantera de (). Al fondo, en el horizonte, un skyline con las últimas estribaciones de los Montes de Toledo. Y a nuestra izquierda un camuflado castillo de Peñas Negras entre los riscos de la sierra sobre la que se levanta.
Primeras pedaladas.
Con este paisaje por delante, llegamos a Villaminaya. Pequeño pueblo sin ningún atractivo aparente, que cruzamos en busca de la señorial villa de Orgaz.

Los campos cerealistas comienzan a dar paso a tímidos olivares, siempre dentro de una gran monótona llanura. Llanura que por momentos es quebrada por pequeñas canteras de cal y sus correspondientes boquetes blancos acompañados de embalses de agua a sus pies.

Desde la salida de la ruta hasta la mitad del camino que une Villaminaya con Orgaz, se realiza un leve ascenso de cotas, apenas imperceptible si no es por la gráfica altimétrica del GPS. Desde este punto, que coincide prácticamente con los pequeños terrenos de olivares, hasta el punto más al sur de la ruta, la tendencia es a disminuir, con la misma discreción, estas pequeñas cotas.

En Orgaz nos adentramos por sus bonitas y empedradas calles hasta la Plaza Mayor, que nos recibe con la espectacular esbeltez de su iglesia de Sto. Tomás. Rodeada por los típicos soportales de las plazas castellanas, que dan un ambiente rústico y señorial a la vez.
Iglesia de Sto. Tomás, Orgaz.
La villa tiene dos puertas o arcos de entrada. Uno al norte, el Arco de Belén, que da salida hacia la capital provincial. Otro al sur, el de San José, que permite continuar la ruta hacia Los Yébenes y Ciudad Real.

Nosotros nos dirigimos al norte para atravesar el primero de los arcos descritos y rodear el bien definido casco antiguo de la localidad para llegar hasta el primer objetivo de la mañana, el Castillo de los Condes de Orgaz.

Tras las pertinentes fotos y alguna que otra actitud "vandálica", salimos de nuevo cruzando la población de oeste a este para enfilar el camino a Manzaneque.
Castillo de Orgaz.
Preciosa localidad que bien merece una visita mucho más pausada de la que nosotros, en esta ocasión, la hemos podido realizar.

Salimos por el camino de Peñalancha donde se ubica la depuradora de aguas. De nuevo por camino ancho y bien adecentado marcado por algunos hitos que nos informan que rodamos por uno de los infinitos ramales de la Ruta del Quijote.

Circulamos ahora en sentido este. El imperceptible arroyo Riánsares, que nos acompaña a nuestra derecha, establece una curiosa  frontera. Y es que, desde su curso hacia sur las tierras se vuelven rojizos y con infinitas piedras y cantos entre sus suelos. Esto nos recuerda que rodamos muy próximos a los Montes de Toledo, los cuales tienen esta orografía característica.

Al levantar la vista hacia el sur, se confirma lo que sospechábamos. Estábamos llegando al piedemonte de estas suaves y vetustas elevaciones.

De frente, al este, ahora podíamos distinguir con más facilidad la silueta del Castillo de Peñas Negras, jugando al escondite entre los riscos donde se levanta.

A nuestra derecha, al sur, podemos divisar sobre las lomas, los molinos de viento que nos confirman que es la Sierra de Los Yébenes lo que se alza ante nosotros.

Algún valiente propone ampliar nuestra ruta de hoy hasta ellos. Interesante propuesta si no fuese porque "el sol no para" y el calor tampoco... Pero queda pendiente, queridos Alberto y Tomás.

Entramos en Manzaneque, tras cruzar la vía del AVE. Pueblo tranquilo, levantado alrededor de su señorial y reconstruido castillo.

Aquí coincidimos con dos ciclistas de Sonseca que amablemente nos tomaron una nueva foto para la posteridad.
Castillo de Manzaneque.
Sin prisa, pero sin pausa. Porque "el sol no para" continuamos en busca de nuestro nuevo objetivo. Este ahora más serio que los dos anteriores.

Tomamos el camino de la Veredilla que nos saca a la poco transitada carretera vecinal TO-2231, la cual nos  dirige al punto más al sur de la ruta, a los pies de la Serrezuela de Manzaneque. Punto en el que debemos cruzar la autovía CM-42 y que además inicia la primera subida seria de la jornada, rumbo a la sierra de la Rabera, hacia el norte.

Y aquí sí comienza lo interesante. La subida nos sumerge entre las últimas estribaciones de los Montes de Toledo. Con su peculiar orografía de tierras rojizas y empedradas, por un mar de olivos que nos traslada por momentos aires jiennenses. Estamos adentrándonos entre una serie de desgastadas y milenarias sierras que cambian por completo el aspecto de la ruta de hoy.

Pronto el camino empedrado deja paso a un cómodo carreterín olvidado (TO-2031) que agradecemos momentáneamente para continuar el ascenso en busca del Puerto de la Jara. Puerto que no llegaremos a coronar para desviarnos por la Cañada de Mora, que ahora desciende por un denso olivar hasta la carretera CM-410b.

Esta Cañada de Mora transita por la espina dorsal de estas sierras. La de Rabera y El Castillo al oeste, y la de San Juan (con sus antenas de telecomunicaciones) y del Buey, al este.

Nuemerosos caminos y carreterines cruzan transversalemente esta cañada y por consiguiente las sierras mencionadas, con inumerables puertos y pasos interesantes que en esta ocasión obviaremos, como son el mencionado Puerto de la Jara, del Risco Mellado, Puerto de la Sima, de la Viña, del Puerto Encaramado o el Puerto del Castillo que será el que tomemos nosotros.

[Ruta en wikiloc para subir todos estos puertos la misma jornada, excepto el Puerto Encaramado]

Al llegar a la carretera CM-410b, giraremos hacia la izquierda para comenzar el ataque al castillo de Peñas Negras. Empieza de nuevo el ascenso, ya ininterrumpido hasta el final. La primera parte se realiza por la carretera asfaltada que nos deja en el Puerto del Castillo, desde el que sale la pista que serpentea hasta llegar a la base de la fortificación.
Subida al Castillo de Peñas Negras, Mora.
Bonita y corta subida que nos permite divisar desde los más alto un mar de olivos hacia el este y una perfecta llanura cerealista hacia el oeste. Si miramos hacia el norte, podemos divisar el final de ruta con el castillo de Almonacid, aparentemente lejos. Más cerca, la localidad de Mora con su impresionante almazara y algo más cerca, la Sierra del Morejon con su molino de viento derruido y la ermita de Ntra Señora de la Antigua, al otro lado de la sierra.

Arriba, nos juntamos con senderistas, parapentistas y algunos escaladores insconscientes de su estado de embriaguez...
Castillo de Almonacid, al fondo. Más cerca, Sierra del Morejón.
Accedimos al castillo, con patio y base estrecha y alargada adecuandose al risco sobre el que se encarama.

Alfonso propone descender por un sendero excesivamente técnico que obviamos debido a su peligrosidad para volver por la misma pista por la que subimos que nos deja de nuevo en el Puerto del Castillo.

Aquí está la opción de visitar la ermita de Ntra Señora de la Antigua por uno de los dos interesantes senderos que faldean el pie de la Sierra del Morejón, a una y otra vertiente. En esta ocasión decidimos nos realizarlo por varios factores por lo que descendimos hasta Mora por el camino de la almazara. Que a su vez coincide con el Camino de Santiago de Levante y con la Ruta del Quijote. Ambos GR de los que ya no nos separaremos hasta nuestro final de ruta.

En Mora, las vieiras de Santiago (que nos marcan el camino aparentemente al revés de lo que la intuición nos indica) nos conducen hasta la plaza de la Constitución. Donde se levanta el Ayuntamiento con su característica torre morisca, al fondo, la Iglesia de Ntra Señora de la Altagracia.
Ayuntamiento de Mora y su iglesia Ntra. Sra. Altagracia.
Buscamos una fuente y cuando la encontramos, no tiene agua. Vamos directos al bar más cercano para comprar 3 botellas grandes de agua fresca que invita Tomás. Cuando ya hemos rellenado nuestros bidones y nos disponemos a salir de la localidad, nos cruzamos con tres hermosos caños de los que corre una aparente fresca agua... ya lo sabemos para la próxima chicos...

La salida por la Calle de Toledo nos hace ver que rodamos sobre la población más importante del recorrido de hoy. Densidad de casas, calles y tráfico que no habíamos encontrado ni encontraremos el resto de la jornada.

Salimos siguiendo lo hitos verdes de la Ruta del Quijote y algunas balizas azules de Camino de Santiago de Levante. Así volvemos de nuevo a la orografía llana, pero en leve ascenso, que habíamos abandonado hacía ya unas horas. De nuevo, vistas a los campos de cultivo, recién segados. Todo un "secarral" en esta época del año.

Cruzamos la nueva variante de Mora-Mascaraque y cruzamos la vía del AVE. Para llegar sin problemas hasta Mascaraque.

Directos al Castillo, de nuevo reconstruido y bien cuidado. Señorial como los de Orgaz y Manzaneque.
Castillo de Mascaraque.
Sin pausa, salimos de esta pequeña población por el Paseo del Camino del Cementerio, hacia el último objetivo del día. El impetuoso castillo de Almonacid. Que vigilaba nuestro movimientos desde el inicio del recorrido y al que nos volvíamos a acercar, entre tímidos olivares.
En busca del Castillo de Almonacid.
Antes de llegar a la carretera CM-400, tomamos un sendero escondido entre piedras para llegar hasta los pies del castillo. Amenazante desde su altura. Entramos de nuevo a la localidad de Almonacid, desde la que iniciamos su ataque con una primera rampa dura, que linda con un antiguo cementerio. Pronto el camino suaviza para empezar a zigzaguear por su loma.

A penas un kilómetro de subida, que ya con las piernas cansadas y el calor sofocante, hace que se endurezca más de lo que realmente es.

El esfuerzo de la subida merece la pena. La muralla esconde un precioso torreón en el interior del patio de armas. La fortificación de encuentra en evidente estado de semiabandono, y poblado por gran cantidad de palomas que revolotean al notar nuestra presencia, regalándonos una instantánea espectacular.
Torre del homenaje en el centro del patio de armas.
Todos anduvimos por el castillo, todos menos uno. Alberto, ya estaba maquinando algo... "Obsesión por las antenas". Justo al lado del castillo se levanta otra loma, un poco más pequeña, habitada por unas antenas de telecomunicaciones y un vértice geodésico.

Era como si fuese necesidad vital ir hasta ese lugar. Alberto primero, yo después, y Tomás detrás. Nos lanzamos a este último ataque. Ataque que mereció la pena pues ganamos la mejor instantánea del castillo recién tomado.
Vistas del Castillo de Almonacid, desde el vértice geodésico.
Con las mismas, descendimos hasta el pueblo por el mismo camino que habíamos tomado en ascenso para completar la ruta de la mejor manera...

Nevera de playa por un lado, barras de pan por otro, lomo y jamón a diestro, tinto de verano a siniestro... Tabla y cuchillo jamonero prestaban alevosía y premeditación. Cocacolas. Y una escueta sombra de metro y medio para acoger estos 9 bikers y terminar la jornada de la mejor manera posible. Recuperando líquidos y energías para la vuelta a Torrijos, dentro de un gran ambiente de satisfacción.
Lo mejor, la postruta.
De nuevo chicos..GRACIAS por compartir estas rutas. Sin vosotros, esto no sería lo mismo.

Fotos de Manolo, de nuevo, gracias tío.

2 comentarios:

  1. Qué bien os lo montáis!!! Gracias por tus crónicas y rutas... (aunque de momento tendré que esperar, que no aguanto mucho más de 20kms, jeje)

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  2. David. Gracias por contrstar. La verdad que si disfrutamos mucho, con y sin la bici como habras visto...
    Pues cuando ruedes un poco más, ya sabes donde estamos...
    Un saludo!!!

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