martes, 14 de junio de 2011

Sierra de San Vicente

Domingo 12 de Junio. 7:30h. Plaza de España. Torrijos. 19 componentes del C.C. Torrijeño habíamos quedado para trasladarnos hasta Cardiel de los Montes, prácticamente a orillas del río Alberche, muy próximo a su desembocadura en el Tajo pocos kilómetros más abajo.
Semanas antes, un pequeño grupo había estado en la zona inspeccionando el lugar para concretar la ruta que hoy nos disponíamos a realizar.

Para ver la ruta PINCHA AQUÍ

Nos plantamos en Cardiel en apenas media hora, y un poco más tarde de las 8:30 iniciamos el recorrido. Salimos hacia el norte, cruzando el arroyo del Saucedoso; tras el cual se empina el camino en un tramo corto que nos pilla con las piernas aún frías y nos advierte de que la zona en la que estamos no son las llanuras onduladas que rodean la comarca de Torrijos. Las piernas frías... y la cadena de la bici despistada, porque al subir rápidamente los piñones, se queda cruzada y tengo que bajarme de ella para solucionarlo. No habíamos rodado apenas 2 kilómetros y ya había tenido que echar pie a tierra.

Suerte que tras esta pequeña subida, el camino llanea con muy leves ondulaciones hasta Garciotum, por tanto no me cuesta coger la rueda del grupo, y disfruto de la vista del numeroso pelotón desde atrás.

Al llegar a esta localidad, viramos hacia el Oeste, callejeando por el pueblo con un bonito descenso y un repentino ascenso entre las estrechas calles, para volver a bajar, esta vez afrontando la salida hacia Castillo de Bayuela, coincidiendo con el GR-63 "Senda de Viriato", que iremos transitando durante muchos tramos de este recorrido.

El camino sale del pueblo ancho en buen estado, pero al llegar a unas casas, se toma un sendero, muy técnico en descenso hasta el puente de los molinos que salva de nuevo el arroyo de Saucedoso; rodeado de varios molinos de agua. Bonito puente digno de fotografiar. Paramos para reagrupar el grupo y salimos empujando la bicicleta debido a la elevada pendiente y el estrecho paso que un grupo de zarzas impide transitar montado sobre la bici.

Tras este tramo, de escasos metros, subimos de nuevo a la bici hasta llegar a Castillo de Bayuela, que nos recibe con un corto tramo hormigonado de fuerte pendiente.

El sol, a pesar de la hora tan temprana, empieza a hacerse notar. Esperamos al resto de los compañeros en la sobra de una tapia y continuamos con el camino. Esta vez salimos de Castillo de Bayuela por la carretera de San Román de los Montes, en bajada por el carril bici y separándonos nuevamente del GR-63. Tomamos un desvío a nuestra derecha poco después de salir de la población, para tomar la Cañada de las Merinas, que rápidamente abandonaremos, tomando rumbo hacia Hinojosa de San Vicente. Por este tramo cruzamos el arroyo de Guadamora. Desde aquí podemos decir que técnicamente comienza la subida al Piélago, puesto que no habrá un descenso de cotas durante los próximos 10km.

Este tramo es divertido y entretenido, vamos paralelo a la caida de las aguas del arroyo en ligero ascenso entre vegetación variada y a veces densa. De repente nos separamos del arroyo y el camino empieza a zigzaguear por un tramo de piedras graníticas que sobresalen del suelo y hacen imposible, junto con con la pendiente, ciclar el camino. Bajados de la bici, salvamos este tramo y volvemos a montarala en el momento que el hormigón nos permite que la tracción de la rueda sea lo suficentemente eficaz para continuar el ascenso, no sin descender aún el porcentaje de subida.

Al poco, el camino reduce su dureza, pero sin un solo metro de respiro, nos plantamos en Hinojosa de San Vicente. Un pilón nos recibe a la entrada del pueblo, que usamos para refrescarnos ante la verdadera ascensión del día. Ahora sí, estábamos a los pies de la tradicional subida al Piélago.

Saludamos a los pocos vecinos que nos encontrábamos a estas horas en la localidad, y todos respondían "¡vamos, que no os queda nada, suerte!", será la forma irónica-típica de saludo a los ingenuos bikers que por allí pasamos.

Seis kilometros, seis. Era lo que nos quedaba hasta llegar a la cima. Marcados estos, cruelmente sobre el hormigón con spray blanco. Vimos el primero y el segundo con un ligero y entusiasta pedaleo, pero cuando pensábamos que el tercero se habría borrado del camino por el tiempo que llevábamos sin ver una marca, apareció jocoso sobre el suelo, recordándonos la lenta velocidad a la que avanzábamos.

El ascenso va alternando tramos más leves con otros más fuertes, incluso deja un pequeño respiro antes de llegar a la mitad del recorrido. Este primer tramo coincide de nuevo con el GR-63, del cual se separa a mitad de ascenso hacia el pantano del Piélago, hacia la izquierda de la subida. Esta parte de la subida es nueva para mi y es a apartir de aquí cuando esos pequeños tramos que aumentaban la pendiente, cominzan a hacer daño. Pasamos la marca del km 4 y las piernas ya no van tan sueltas. Debo bajar algún piñón para alternar el pedaleo sentado y levantado. En el km 5 mi desarrollo llega a su tope (26x36), y es con eso con lo que tengo que subir. Delante va un grupo de unos 7 compañeros más fuertes; Santiago y yo subimos juntos desde el segundo kilómetro, César nos ha cogido rueda y nos acompaña un tramo hasta que decide subir algo más rápido; y detrás el resto, cada uno con su propio ritmo, todos sufriendo nuestro particular calvario.

Agradecí enormemente la companía de Santiago; los dos teníamos un buen y contínuo ritmo, además me iba avisando de los tramos de la segunda parte de la ascensión que no conocía y eso me ayudó bastante; hasta que después de decirme que el ascenso eran 5km y a punto de llegar a este, me dice:
- ¡Ya solo queda el último km!
- ¡No me jodas Santiago, que me has dicho que son 5!
- ¡Sí, cinco y pico...!
- ¡Su pu.... madre!

El pico... con unas revueltas finales que al menos nos permitía ver al grupo de cabeza, y qué sera esto de la bici, que cuando no puedes más, la cabeza entra en acción. Permitiéndome llegar a la cima a pesar del sufrido esfuerzo. Gracias Santiago, a pesar del "pico".

Estábamos a 1190 m de altura, Cardiel, unas horas antes eran 400 m. Esperamos a los demás compañeros. Ya había pasado lo peor de la etapa. 20 kilómetros de ascenso contínuo de cotas. Ahora un leve descenso hasta el convento del Píélago para tomar la carretera y ascender por asfalto hasta el collado de San Vicente (1223m). Ya no subiríamos más alto.

La bajada hasta El Real de San Vicente sería íntegra por carretera. Vertiginoso, divertido y relajante descenso. 5 kilómetros espectacularmente opuestos a los anteriores que nos dejó al pie de una fuente en la parte alta o norte de El Real. Rellenamos nuestros bidones de una espectacular, rica y fresca agua que sabía a gloria. Continuamos el descenso y al poco de encontrar las primeras casas de El Real nos desviamos a la izquierda para ascender unas empinadas calles que nos sacan de la población hacia el este en busca de La Dehesa de San Vicente, flanqueando el cerro del Oso, que queda a la izquierda.

Tramo, este de la salida, bonito por sus empinadas cuestas y pequeño sendero que nos dirige hacia una entretenida y técnica bajada. De nuevo, coincidiendo con el GR-63. El camino desciende por pista de hormigón, dirigiéndonos hacia la zona conocida como La Dehesa, sitiado por el Cerro Judío y Las Cogotillas. El camino de hormigón gira 180º a la izquierda, pero nosotros seguiremos de frente, ya por tierra, siempre en contínuo y cómodo descenso. Pasamos un tramo donde zarzales de casi 2 metros de altura flanquean el camino, bonito pero temeroso; ya he tenido más de una experiencia negativa con este tipo de vegetación.

Así llegamos hasta la Cañada de las Merinas donde de nuevo tomamos rumbo al noreste. Tramo muy entretenido, tranquilo, con un ascenso casi imperceptible, debido al pequeño pocentaje y al disfrute del sentido de la vista, que nos hace evadirnos del esfuerzo físico. Iremos paralelos al arroyo de la Fresneda, subiendo sus aguas a nuestra izquierda, encajonándose por momentos.
 
Llegamos a un cruce de caminos; de frente llegariamos a Pelahustán, pero nuestro objetivo es Nuño Gómez.  Asi pues dejamos el GR y tomamos el camino de nuestra derecha, hacia el sur. Este tramo comienza con algunas ondulaciones iniciales, mientras que faldeamos la peña de los Castizos, pero una vez alejados de ella, aparece el tramo de bajada más divertido de toda la mañana. Largo, rápido; regueros, arena, cemento, zarzas... Comienzo a disfrutar de verdad los 140mm de recorrido de la bicicleta. Ahora sí, pero con cabeza, eres un novato. El grupo por delante se va, pero por detrás aún hay gente. Disfruto, me centro en mí, en el trazado, en la bici. Todo uno. Concentración. Otra forma, más deportiva de disfrutar la bicicleta. No hay tiempo para observar lo que hay alrededor. Llegando a la localidad la pista se convierte en hormigón, pendiente más pronunciada que acaba con una curva a izquierdas. Espectacular. Impresionante.
 
Esperamos para reagrupar. Estamos en Nuño Gómez y tenemos que salir en busca de nuevo del GR en el tramo de la dehesa en las casas de Don Eusebio. Preparamos los capotes para los posibles toros mansos que nos podemos encontrar en esta bonita dehesa, pero metros antes de entrar por el paso canadiense, una moto de cross ha cruzado nuestro camino y posiblemente haya espantado a las reses. Así es, ni una  sola en el camino. Pasamos rápido el tramo en leve ascenso, por las prisas por terminar o por miedo a tener que torear algún rumiante.

Salimos del cercado, el GR gira a la derecha pero nosotros seguimos rumbo sur en busca del Alberche, paralelos al arroyo de San Benito que nos lleva hasta el Vado de San Benito invitándonos a refrescarnos en las aguas del Alberche. Opción a tener en cuenta, pero las piernas quieren llegar ya al destino, saben que está cerca y omiten la información del refrescante baño.
 
Aún quedan 5 kilómetros que se pensaban llanos siguiendo el cauce del Alberche, pero el camino se separa bruscamente hacia el norte para girar hacia el oeste haciendo una U. La teoría de la neurona de Adolfo hay que ampliarla; no solo el hombre aprieta en las subidas para sufrir más, si no que también aprieta cuando queda poco para terminar a pesar de tener las piernas agotadas...
 
Así, apretando, sin saber por qué, llegamos a Cardiel, tras algunos sube-baja y comentarios sobre cierta bebida isotónica típica, que a partir de ahora, propongo, deberiamos prohibir pronunciar hasta la llegada. ¡¡¡Jarra congelada de cerveza con limón!!! (¿A que sí David?)
 
Como siempre, una gran jornada, en muy buena companía, con un espectacular día.
Espectacular combinación de deporte y naturaleza.
¡Este deporte engancha!

2 comentarios:

  1. Muchas gracias Alberto... Es lo que tiene el tiempo libre, que te permite escribir estos "ladrillazos" jeje.

    Un saludo!

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