lunes, 17 de abril de 2017

Camino de Santiago Francés

El Camino es El Camino. No se puede describir con palabras ni imágenes. Una combinación de momentos, lugares y personas que se mezclan para obtener una experiencia personal inexplicable. Que te permite crecer como ser humano y mejora tu espíritu independientemente de ser creyente o no.

Existen muchos tipos de caminos que cada uno elige en función de sus objetivos, motivaciones y circunstancias. Aquí os presento nuestro camino, tarea ardua con el que intentaré transmitir y compartir la realidad del camino.
Hito km 100
Afri siempre tuvo un espíritu aventurero y entre sus inquietudes existía El Camino. Por mi parte ya lo había realizado en varias ocasiones anteriores, pero con un carácter más turístico/deportivo; ahora quería realizar el verdadero Camino. Kenya vendría con nosotros sí o sí. Una auténtica "perregrina" que tan solo nos condicionaría los lugares de pernoctación por el hecho de asegurarnos el asilo para animales.


Powered by Wikiloc

Todo fue decidido a una semana vista, donde Merche se uniría a falta de un par de días para iniciar nuestro viaje. Desde casa tan solo quedaba organizado el servicio de traslado del coche desde Sarria a Santiago, y los albergues privados donde confirmaran la recepción de Kenya sin problema alguno. Todo lo demás estaba por escribir.
David, Merche y Afri
En nuestras mochilas, una combinación de elementos para aunar la ligereza con la practicidad. En ellas incluiríamos todo lo que necesitásemos durante cinco días, teniendo en cuenta que cargaría sobre nuestras espaldas.

La distancia necesaria para conseguir la Compostela son 100km. La localidad de Sarria está separada por 116km de Santiago, es por ello que es el lugar indicado para iniciar el camino. Por esta razón es el trayecto más turístico, transitado y sobrexplotado de todos; tanto, que casi ha llegado a perder su espíritu originario, su verdadero valor. No obstante, es el más indicado si quieres realizarlo por vez primera.
El Camino
ETAPA 1: SARRIA - PORTOMARÍN (22Km)
Tras seis horas de conducción nocturna, llegamos a Sarria a las 7:00 de la mañana. Un breve desayuno es suficiente para inaugurar la Credencial (especie de pasaporte para acreditar el paso por el camino). Mochilas a la espalda y tupper de tortilla en mano (primera de aprendices). Tras cruzar el río Sarria y toda la población iniciamos nuestro camino con tanta alegría y motivación, como respeto e incertidumbre. Impresionados por la cantidad de peregrinos que se echan a la calle para continuar o iniciar su camino.

La nieblina matinal crea un áurea mística que da un aspecto especial al paisaje. Paisaje que unido a los tonos verdes hacen de este inicio de camino un lugar singular.
Primeros pasos
Un reguero de personas va alternándose con el típico saludo de "Buen Camino", pero es un grupo de tres jóvenes andaluces el que altera este tranquilo inicio al adelantarnos y dar a Kenya su primer saludo en el camino.

-"Yo tengo un perro igual, Kirion se llama"-nos comentaba con especial ilusión.

El camino se abre paso entre un entramado de pistas, senderos y corredoiras. Cruzando pequeñas pedanías. Todas ellas dedicadas al cultivo y el ganado, pero que el camino les ofrece una nueva alternativa, la del sector servicios. Un gran contraste es el que se percibe en estos minúsculos y dispersados núcleos urbanos.
Cruzando una corredoira
Sumidos en nuestros pensamientos fuimos irrumpidos por la voz de un amable oriundo que nos ofrecía buñuelos caseros para recuperar fuerzas. Agradecimos el gesto, pero era aún pronto para ello. 

Vilei, Rente, Peruscallo, A Brea, Ferreiros... Paso a paso íbamos construyendo el camino. El "hombre canoso", la "señora con zapatos de cuña", la "mujer de los pantalones vaqueros"... Saludos, personas, todos con un mismo objetivo. Imagino que Kenya definiría nuestro grupo, "los del perrito".

En Mirallos, muy cerca del mojón del km 100, detuvimos nuestra marcha para descansar, comer la tortilla de la mami y darnos cuenta del caudal de gente que se encontraba haciendo el camino.
Parada del día
Los chicos andaluces nos volvían a pasar mientras descansábamos, al igual que muchas otras personas con las que habíamos intercambiado saludos.

Retomando el camino, el tiempo quiso que en esta segunda mitad pudiésemos conocer la otra Galicia. La niebla desapareció poco a poco, regalándonos bellas imágenes donde el azul del cielo recortaba el bello horizonte verde ondulado de estos enigmáticos campos gallegos.
Sale el sol de camino a Portomarín
Así, con las miradas buscando imágenes más allá del camino, encontramos Portomarín. Situado al otro lado de una vega que nos obligaba a descender bruscamente del Monte Laxe.

Moimentos, A Parrocha y Vilachá guiaban nuestros pasos hacia el descenso entre extensos campos de eno. Poco a poco se nos fue presentando ante nuestros ojos el imponente embalse de Bedeselar que retiene las aguas del Miño.

Solo quedaba entrar a la localidad que nos daría cobijo en el día de hoy por sus empinadas escalinatas y buscar el lugar donde pernoctaríamos. El albergue Folgueira nos recibió con los brazos abiertos y un trato exquisito.
Llegando a Portomarín
Allí casualmente ya se encontraban los chicos andaluces: 

- "No sé, coincidimos anoche en Sarria con dos chicos y nos dijeron que dormirían en el Albergue Ultreira, y creíamos que era este (Folgueira)"- nos explicaban.

Todo esto, claro, después de dirigirme a un peregrino por error que esperaba en la puerta a ser atendido.

Tras la comida del bocadillo, que aún teníamos de casa, buscamos un lugar fresco para descansar. Unos tercios en el césped con vistas al embalse fueron suficientes para que nuestros cuerpos se relajasen tras esta primera etapa del camino.
Momento relax
Más avanzada la tarde, decidimos pasear por el pueblo. Allí coincidimos de nuevo con los andaluces que nos invitaron a tomar una cerveza juntos. Kenya seguía siendo el centro de atención "el catalán de las patillas" se hizo un selfie con ella mientras nos preguntaba sobre su particular peregrinación perruna.

Cambio de lugar y ahora sí, una nueva coincidencia en el paseo nos hace tomar asiento todos juntos; el grupo de toledanos con los andaluces. Allí, también se unen los del albergue Ultreira. Todos nos presentamos, hablamos, reímos... estaba germinando El Camino.

Una cena de pasta comprada en el súper y cocinada en el albergue nos obliga a compartir, a ayudarnos. Los andaluces, ya no son los andaluces; son César, Aarón y Dani. 
Tarde en Portomarín
Por allí andaban también los valencianos a los que confundí con el mesonero, las chicas catalanas y algún extranjero con horarios diferentes a los nuestros. Saludos coordiales entre todos. Mañana tocaba continuar.

ETAPA 2: PORTOMARÍN - PALAS DE REI (24Km)
La primera noche había sido tranquila, el cansancio del desplazamiento nocturno y el esfuerzo de la primera etapa tenían mucho que ver. De momento pocas molestias físicas en el grupo.

La diana había tocado a las 7:00. El desayuno en el mismo albergue nos permite conversar con el mesonero que dice conocer la zona de Toledo, donde suele llevar leche a la vecina localidad de Noblejas. Dani aprovecha para comer la pasta que nos había sobrado la noche anterior. Las conversaciones son agradables y distendidas, pero el camino debe continuar.
De camino a Gontar
Los amigos cordobeses salen por delante, al igual que los valencianos. Nosotros marchamos al ritmo que marca Kenya y no queremos condicionar a la gente. Mientras nos terminamos de preparar en la puerta del albergue, observamos densa procesión de peregrinos que inician su jornada a la hora clave de las 8 de la mañana.

La salida de Portomarín nos recuerda al de Sarria. Una pendiente dura por un bonito camino cerrado que nos quita la sensación de destemple de primera hora. Tramo incómodo por la cantidad de peregrinos acumulados en estas fechas señaladas. Kenya es objeto de comentarios entre algunos compañeros que se interesan por su alojamiento y su preparación.

Es la culpable del inicio de largas conversaciones con otros peregrinos que derivan en otras breves charlas que nos van uniendo con unos y otros.
Los hórreos muy presentes en el camino
Sin darnos cuenta, desembocamos en un tramo paralelo a la carretera, la cual es cruzada en un par de ocasiones hasta llegar a la pequeña localidad de Gonzar.

Tramo este que, si bien no es interesante estéticamente hablando, queda compensado por las conversaciones establecidas. La mañana había amanecido nublada y plomiza como el día anterior. Los primeros chiringuitos se presentan pronto, casi a los 7km de la salida, lo que permitía que se dispersase el denso peregrinaje.

Poco más adelante disfrutamos de la presencia de una base con tiendas de campaña donde habían pernoctado los únicos peregrinos a caballo que vimos en todo nuestro viaje. Preciosos se erguían estos imponentes animales amarrados a la madera de la valla que rodeaba este modesto área de descanso.

Ante nuestros pies se nos presentaba Castromaior y con él, la subida más dura que nos dejaría en techo de nuestro viaje (con el permiso de la Cruz de Ferro). Lugar donde de nuevo, desaparecerían las nieblas, conquistadas por un sol radiante que parecía querer acompañarnos en nuestros andares.
Llegando al castro de Castromaior
Concentrados en nuestro esfuerzo, hicimos cumbre, donde una parada para reponer líquidos nos permitió que un par de chicas con las que habíamos ido alternando nuestro camino desde el primer día, nos pasasen de nuevo. Un breve saludo fue suficiente para compartir este momento de esfuerzo.

Éramos como una familia en desplazamiento, empezábamos a conocernos por el simple hecho de compartir sacrificios y salvar los problemas que trazado nos ponía de por medio. El Camino nos estaba uniendo.
Con la casa a cuestas
Como si de una metáfora se tratase, las oscuras siluetas de peregrinos iban saliendo de las nieblas al llegar al alto de Castromaior transformándose en personas completamente visibles y reconocibles. El Camino nos mandaba un mensaje.

Una vez recuperado el aliento, continuamos en busca del ecuador de la jornada. Ahora con un sol espléndido que llenaba de color todo lo que nos rodeaba.
El sol se hace presente.
Un entramado de caminos asfaltados no nos abandonaría ya hasta el final de la jornada. En Ventas de Narón volvimos a coincidir con nuestros amigos cordobeses, con los cuales no nos detuvimos en busca de nuestro ecuador de la jornada. Tan cómodos íbamos que no nos dimos cuenta que éste era km elegido para nuestro descanso.

Unos refrescos, unos bocadillos y airear un poco los pies. Pero es aquí donde percibo una pequeña molestia en mi pie derecho. Una ampolla. Mis botas que durante casi una década no me habían fallado, lo hacían en este momento. No lo podía creer. Explicación, nunca jamás había hecho rutas con 10kg a las espaldas. Unos breves cuidados y a seguir con el camino. Sabíamos a donde veníamos. Esto no nos iba a detener.
La mochila, fiel compañera
En Ligonde un grupo de jóvenes ofrecían servicios limpios, comida y agua para los peregrinos. Y en Airexe a Afri le pedían que le regalase a Kenya a cambio imagino de algunos de sus quesos que asomaban sobre sus ventanas.

Un trazado largo y lineal por asfalto y desprovistos de sombra alguna nos conducía hacia Portos, Lestedo y Os Valos. Donde una hormigas gigantescas representaban uno de los símbolos del camino. Paso a paso, poquito a poquito, se va haciendo el camino.
Kenya asustada por las pausadas vacas.
Unas vacas mugiendo, unos perritos territoriales y alguna cuesteciña de última hora nos deja en A Brea, a las puertas de Palas de Rei, poco antes de adelantar de nuevo a la pareja valenciana.

Esta segunda mitad de la jornada fue personal, individual. La ampolla me estaba pasando una mala pasada y no me dejó disfrutar de las gentes. Fue una lucha interna dentro de mí. Sentidos contrariados cuando el cuerpo me pedía ir más despacio, pero la mente más deprisa.
Llegando a Palas
En el albergue de Benito, nos esperaban los amigos Cordobeses. Más tarde llegaron una pareja de madrileños, las chicas catalanas, y un nuevo grupo de Madrid...

Tras las pertinentes duchas y cervezas, compartimos mesa por primera vez. Esto solo acababa de empezar...

El paseo posterior para estirar piernas mientras buscábamos un lugar para tomar café fue definitivo para que se desatase la fuerza del camino.

Un grupo de peregrinos salían del súper con un carro hasta los topes de bebida y comida.

- "Es el cumpleaños de tres colegas que están haciendo el camino. Coged algo y veniros a nuestro albergue. A las 18:00 empieza la fiesta"- nos invitaban con completa decisión.
Kenya como una más
Mientras, nuestro café sirvió para intimar y conocer más cosas sobre cada uno de nosotros. La copita de después desató por completo las formalidades y la conversación se distendió cual grupo de amigos.

De camino al albergue del cumpleaños, con el botellón ya en mano, nos encontramos con los otros dos chicos con los que compartimos tarde en Portomarín. Uno de ellos con los pies cosidos (literal) por las ampollas. Compartían terraza con otras dos personas más.

-  "Allí nos vemos, quillo"- se animaron los cuatro.
Terraza del Albergue San Marcos
En la terraza del Albergue San Marcos, junto a la iglesia del pueblo, se formó una gran fiesta. Felicitaciones a personas no conocidas, conversaciones con otra pareja perruna y furgonetra, el grupo del atletista que compartía la transmisión del partido de champions contra el Leicester, regalo de cascos perdidos... Un lugar donde se intercambiaron miles de conversaciones. Y fotos...

- "Esa foto la quiero yo, me la puedes pasar por favor?"- me pedían algunos partícipes del guateque.

Teléfonos, facebooks, emails, instagrames... Todo fluía...

La gente iba poco a poco desapareciendo del lugar hasta el punto que nos tuvimos que trasladar... a la puerta de la iglesia para continuar con el buen rollo. "Los de Portomarín", tras dejarnos boquiabiertos con el móvil pegado sobre el granito para hacer una de las múltiples fotos del día, se transformaron en Isidro y Javi. Por allí también compartían fiesta Gloria y Blanca, dos grandes peregrinas que venían desde León.
"Yo quiero esa foto, ¿me la pasas por favor?"
Pero llegaba el momento de inflexión y había que usar la cabeza. Al día siguiente tocaba la jornada reina y necesitaríamos fuerzas para completarla.

Los pies doloridos de la mañana habían desaparecido por raros efectos anestésicos. La cena a base de pizzas congeladas dio pie a lo que esperábamos fuese una noche de descanso... Pero no. Es lo bueno o malo que tiene dormir en comuna, que haces piña con la gente, que compartes todo... incluso los ronquidos y los chasquidos de las literas.
La Merche, toda una campeona
ETAPA 3: PALAS DE REI - ARZÚA (30Km)
La etapa maratón exigía un adelanto en la hora de salida. En el desayuno, algunas caras largas simbolizaban el mal descanso nocturno.  Algún indignado tuvo que salir a dormir al pasillo y luchar con el sensor de movimiento para no encender la luz. Hasta este tipo de imprevistos unían a los peregrinos.

Las mochilas sobre los hombros y el sol comenzaba a asomar por el horizonte. Ahora sí, toledanos y cordobeses, iniciábamos la tercera jornada. Juntos, pero cada uno con sus pensamientos.
El sol comenzaba a asomar
Como si de un mensaje se tratase, el frescor de la mañana cambió de manera brusca en un leve ascenso que nos llamó a todos la atención. Nos miramos, nos reímos; comentamos.

- "¿Lo habéis sentido?"- nos preguntamos recíprocamente.

Estábamos en O Carballal y fue aquí donde se iniciaron largas conversaciones. En mi caso futbolísticas, con Dani, donde todo parecía pasar a un segundo plano. Inmersos en nuestro diálogo apareció ante nosotros la silueta de un peregrino parsimonioso, sin mochila y con bolsa del súper en la mano.

- "¡Coño, es Javi! ¿Como irá?"- nos preguntamos.

Al aproximarnos a el, todos nos interesamos por sus pies. Se había visto obligado a mandar la mochila por correo al final de etapa y se le notaba disgustado por ello. Pero por contra, con una voluntad de acero.
El grupo conversando
- "Yo llego; no sé cuando ni como, pero lo haré"- nos contaba convencido.

El gran Isidro, que vestía orgulloso su camiseta del "Cai" por las tierras gallegas, avanzaba poco más adelante al mismo son que su compañero. Disfrutando de la tranquilidad que da el andar a un ritmo lento.

En un momento habíamos montado un corro hablando entre todos, sin avanzar; taponando literalmente el camino.

- "Chicos, nos vemos en Melide para comer el pulpito..."- nos despedimos con ganas de volver a vernos.

Continuamos cada uno nuestra marcha con el claro objetivo de Melide. Hasta llegar allí, el ondulado terreno gallego nos recompensa con bonitas vistas. Nuevos saludos entre peregrinos con los que ya habíamos coincidido en las etapas anteriores. Concursos de fotografías... Y nuevas ampollas, en esta ocasión en el pie izquierdo.
Bonitas instantáneas del camino
El cambio de provincia nos permitía sentir que nuestro esfuerzo no estaba siendo en vano. Que estábamos avanzando. Un cartel que anunciaba el Concello de Melide nos permitía poner pie por primera vez en la provincia coruñesa.
En tierras coruñesas ya
Leboreiro daba paso a un amplio polígono industrial que avisaba de la proximidad de Melide. Pero aún quedaría una bella sorpresa antes de llegar a tan marcado hito del camino.

El puente de Furelos, custodiado por una simpática pareja de Guardias Civiles, nos acortaba el sufrimiento. Un lugar acogedor, con el agua límpida y un césped tentador. Un par de terrazas nos invitan a quedarnos y disfrutar de este apacible lugar. Pero en nuestra mente solo había lugar para el pulpo y el vino "sucio".
Puente de Furelos
A las puertas de Melide una familia se interesa por Kenya y nos comenta el mal trago de haber vivido una escena bochornosa de unos dueños con su mascota. La pendiente que debemos salvar, tras cruzar el río Furelos nos separa de esta enésima conversación.

Ahora sí, nos encontrábamos en la travesía principal de Melide. La afamada pulpería Ezequiel nos esperaba para darnos cobijo en el ecuador de esta ruta. Raciones de pulpo, cervezas y vino blanco de la casa, lo que allí llaman sucio por los posos que tiene.

Un brindis, dos... Qué rico está el pulpo... Se hace el silencio. Nadie habla. Todos disfrutan del merecido manjar.
Degustando pulpo en Melide
Los pies al aire desvelan lo que mis sensaciones temían. Ampolla. Soluciones propuestas por unos y otros con el único objetivo de ayudar.

Y ahí aparece, entre la muchedumbre del local, la camisa amarilla del Cai. Ese pedazo de Isidro que toma asiento con nosotros para compartir comida y bebida. Poco después el gran Javi, con sus pies cosidos. Charlas, conversaciones, risas y anécdotas. El ambiente invita a quedarse y tomar un vino más. Pero hay que continuar. En este momento llegan Blanca y Gloria, también con su particular viacrucis.

Será por el vino, o porque nos habíamos acostumbrado al campo, pero la salida de Melide fue la más confusa de todo el camino. Despistados cruzamos la transitada travesía principal para volver al camino tras un pequeño paseo por el casco antiguo de Melide.
Haciendo camino
Una conchita para Kenya que se la estaba ganando a pulso como auténtica peregrina. Una breve parada que sirvió para confirmar que la jornada se alargaría bajo el sol.

Una bifurcación en el camino nos dirige hacia otro de los lugares con áurea especial del camino. El vadeo sobre el Ponte de Penas. Allí una joven se mecía en su hamaca, mientras tocaba suavemente la flauta. Sitiada por un burro y una bicicleta, ofrecía bisutería artesana y frutos a cambio de la voluntad. El sello no podía faltar. Un lugar tan místico que invitaba a quedarse, de hecho alguna credencial decidió por sí misma disfrutar de aquel lugar de ensueño.
Lugar bucólico
Dani se había retrasado en el grupo y tomo una opción opuesta en una bifurcación previa. Pocos kilómetros más adelante, ambos caminos se unieron para proseguir juntos el resto de la jornada.

El camino que se nos presentaba a continuación era un continuo sube-y-baja, con rampas duras, pero cortas, que unidas al calor que empezaba a azotar, nos sacaban los sudores de nuestra frente.

Es aquí, en una de estas subidas, donde de nuevo nos cruzamos con la chicas que coincidimos ascendiendo en Castromaior. Dicen ser de Badajoz y que tienen una compañera que va por delante. Juntos realizamos este último trazado que se estaba alargando en la mañana de hoy.
El Camino
Algún merendero bien situado nos incitaba a parar. Mientras la carretera zigzagueaba para salvar estas onduladas tierras. El Camino seguía recto, indiferente a las curvas de desnivel.

La última de las vaguadas antes de llegar al final de etapa, tenía nombre propio Ribadixo. Allí un puente salvaba el cauce del río con el mismo nombre y un albergue se erigía en un antiguo hospital de peregrinos. Allí mismo paramos, para recomponer nuestros pies con sus frescas aguas a la par que nos encontrábamos con el grupo de los cumpleañeros del día anterior que habían decidido realizar su pernoctación es este bello enclave.
Puente de Ribadixo
Kenya disfrutó de lo lindo. Fue librada de su correa para el desahogo propio y de su dueña , que ya dudaba de sus fuerzas. Pero no, la mascota del grupo se atrevió a cruzar a nado el río y a volverse loca jugando ella sola con el asombro de todos los que estábamos allí.

Una vez recompuestos todos, continuamos para salvar el último y definitivo desnivel antes de llegar a Arzúa, donde la recta interminable paralela a la carretera se hubiese hecho eterna de no haber detenido la marcha en el bucólico enclave de Ribadixo.

En Arzúa buscamos The Way Hostel, estrenado esta misma semana, en el centro de la localidad. El resto de compañeros se acomodan en un albergue de la entrada.
Zona ondulada
Duchas, acomodaciones... y a comer.

A comer... tomar cafés... las consiguientes copas... e incluso cenar... Todo en el mismo lugar. Juntos, ahora ya toledanos, cordobeses y pacenses.

Durante la tarde, observamos la entrada del resto de peregrinos. Entre ellos la de Javi, Isidro y Blanca... Gloria pasó antes de todos ellos y nos contó su particular jornada causada por su lesión. El resto de compañeros del camino llegaban también exhaustos de esta larga jornada.

Alba, Sara y Alba aumentaron la reunión de la tarde. Tarde de conversaciones, risas, anécdotas e intimidades que unieron más si cabe al grupo.

Pero de nuevo, habría que cortar el buen ambiente para seguir la mañana siguiente.
Toledanos, cordobeses y pacenses juntos
ETAPA 4: ARZÚA - O PEDROUZO (21Km)
La mañana amanecía cerrada y gris, más que en días anteriores. Los fantasmas de la lluvia, la cual esperábamos por las previsiones, amenazaban sobre nuestras cabezas. Un buen, pero lento desayuno, nos recargaba las energías para la jornada de hoy.
Desayuno deluxe
Un agradable descenso en nuestros primeros pasos nos situaban en una encrucijada. Las neuronas aún no parecían activadas y nuestra intuición nos invita a seguir a los peregrinos que marchan por delante tomando el camino de la izquierda.

Daní había retrasado su salida respecto del grupo. Por esta razón nos preocupamos por confirmar si habíamos cogido el camino adecuado. Echamos mano por vez primera al GPS que siempre me acompaña. Este no hacía otra cosa que confirmar que habíamos escogido la opción más larga. Un pequeño rodeo compensado por la belleza de su trazado. No volveríamos a ver a Dani en toda la jornada.
Salida de Arzúa
En un par de intersecciones no marcadas, la gente dudaba. De nuevo, mano a las tecnologías para confirmar el camino adecuado. Este uso de aparatos tecnológicos fue compensado con una flecha en el suelo creada a base de ramas para guiar a los peregrinos que pasasen tras nuestros pasos.

Poco más adelante los caminos vuelven a unirse. Ahora por un altiplano que nos regalaba bellas imágenes de los campos de eno. Un carruaje pide paso entre la clásica muchedumbre de los primeros kms de la jornada. Un murete repleto de mensajes. Venta ambulante. Señores repartiendo octavillas de hostales. No sé, un ambiente diferente. Menos místico.

Curiscada, A Calzada, Outeiro... Todas la pequeñas aldeas ofrecían "oasis" para los peregrinos. Llegando a Boavista detuvimos nuestros pasos. Por detrás marchaban Merche, Alba y Sara. Un contacto por teléfono es suficiente para reagrupar mientras descansamos en una posada recién rehabilitada, donde en su bonito patio interior, aguardaban la pareja de peregrinos valencianos. El camino nos volvía a unir.

Unas fotos con Santiago, una empanada, unos mejillones... y aparece el grupo del atletista con el que compartí el partido de champions en Palas. Sensación de unidad es la que transmite este viaje.

Parecía que chispeaba, y fue la excusa perfecta para tomar una segunda Estrella de Galicia. La cual pareció tocarnos a todos el alma, pues salimos de aquella bodega con un punto diferente. Alegre, despreocupados, ilusionados.

Continuando con nuestra empresa, solo dos kms más tarde. decidimos seguir regando nuestro estómago. El efecto "estrella" parecía estar desapareciendo...

- "Mira un bar... Aquí mismo"- indicaba Afri.
- "Pero si esto son los bajos de una casa... Seguimos hasta otra tasca..."- recriminé al ver el aspecto exterior.
- "Que más da, es simplemente para coger unos botes y seguir la marcha con ellos"- insistió Afri.

Todos teníamos en mente, la llegada de Isidro y Blanca el día anterior. Alegres, contentos, divertidos. Otra manera de afrontar el camino.

Allí dentro que fuimos Aaron y yo. Camisetas colgadas del techo, ¡y sujetadores! Paredes firmadas con dedicatorias. Un grupo con guitarra con acordes melódicos al fondo. Brindis.

- "¿Nos pone 5 latas de Estrella? ¿A cuanto son?!"- preguntamos a la regente del local.
- "Un euro cada uno"- nos respondió con con cercanía.

Aarón y yo nos miramos. Fue suficiente para contestar a la vez...

- "¡Pues pon 10, por favor!"

Salí a buscar a los compañeros que esperaban fuera para que disfrutasen del mágico ambiente que se vivía dentro.

"Más allá del mar habrá un lugar, donde el sol cada mañana brille masss... Es ligero equipaje, para tan largo viaje..." Entonaba el grupo del rincón con la guitarra que animaba al resto a participar.

Sellamos la credencial. El árbol verde. Sitio mágico donde los haya. Pero debíamos continuar. Pudimos con la tentación.

Con las estrellas en la mano, y repuestos en la mochila de Aarón, iniciamos el paso. Paso que pocos metros más adelante detuvimos.


Javi, Isidro, Blanca y Gloria descansaban en un coqueto porche con bancos y una mesa repleta de botellas de licor café. Isidro salía del bar anexo con una nueva en la mano dispuesto a invitar al grupo.

Merche y yo nos quedamos charlando con ellos mientras nuestro grupo continuaba sus pasos.

Les recomendamos el lugar, que doscientos metros detrás habíamos conocido.

-"¿Me vas a hacer retroceder el camino?"- se indignaba Blanca.
- " A veces hay que coger impulso hacia atrás, para seguir adelante"- contesté con firmeza ayudado por la estrella.

Proseguimos la marcha con la incertidumbre de si la recomendación habría sido acertada. Pero antes debíamos realizar una nueva reposición en Empalme.

Bosques de eucaliptos infinitos guardaban nuestro paso. Una vista a lo alto y parecían no terminar. El olor característico permitía devolvernos al misticismo del viaje, pero ya era tarde.


El paso por el alto de Sta Irene nos obligaba a desviarnos para que Merche se retratase con la iglesia y el albergue que llevaba el nombre de su peque.

Un conejito que Irene le dio a su Madre para que le acompañase durante la experiencia y así no la olvidase.

Poco más adelante, retomamos el contacto con el grupo. Justo cuando apareció el peregrino vasco con el que compartimos el albergue la noche anterior que también caminaba con acompañante perruno.

Tras cruzar la carretera, la gente obvia el camino original para seguir por el arcén hasta O Pedrouzo que ya asoma sus casas. Nosotros decidimos seguir por el camino original, lo que nos permite soltar a Kenya y a su nueva amiga. Disfrutar, no; lo siguiente. Como locas correteaban sin molestar a nadie y sin peligro aparente en los alrededores. No sé si disfrutó más la perrita o la dueña.

Así llegamos a O Pedrouzo. Lugar donde solo habíamos conseguido pensión para poder pernoctar con Kenya. Separados del resto del grupo. No fue problema. Un par de ubicaciones de watsap fueron necesarias para reunificarnos tras las acomodaciones y las respectivas duchas relajantes.

La pizzería sería el lugar de reunión donde comimos y tomamos el café y las primeras copas. Un calco de lo que había sido la tarde anterior. Justo situados en la entrada del pueblo. Un reguero de peregrinos continuaba llegando. Todos compañeros de fatigas con los que de un u otro modo estábamos compartiendo todas estas intensas jornadas.

En este momento de comunidad, percibí en el mandil de la camarera un nombre familiar, cercano. "Albariño". No. "Torre de Moreira". ¡Coñó, si tengo una bodega en Galcia!

El teléfono nos comunicaba con Isidro y Blanca, teníamos el remordimiento de que hubiesen encotrado el lugar aconsejado y que les hubiese gustado. Un par de fotos con Isidro ofreciendo su camiseta, y tcando el timbal nos confirmaban que habían acertado de pleno.

Gloria y Javi, llegaron con adelanto. Unos jabatos estas dos personas que supieron sufrir para seguir el camino. Peregrinos de verdad.

A punto de anochecer llegaron los que mejor supieron interpretar el camino de hoy, no sin antes haberse perdido del camino.

Tocaba cambiarse de lugar, el ambiente festivo nos embriagaba. En la esquina de la terraza de un bar colindante continuamos nuestro particular maratón. Allí se unieron Alberto, el roncador de Palas con las dos hermanas, otra pareja de amigos de Madrid con los que también coincidimos en Palas. Los dos valencianos; Raúl y Chimo, que explicaban con orgullo el por qué de las fallas. Elia, y algunos de sus amigos catalanes.

El camarero parecía querer unirse a la fiesta. Simpático donde los haya nos puso tapas, donde nuca antes habíamos visto por estas latitudes. Recomendando discotecas por si quisiésemos alargar la velada. Y la alargamos.

Vaya si la alargamos. En chándal, chanclas y calcetines... Éramos peregrinos y todo valía. Nunca jamás estuve, ni volveré a estar de esta guisa en una discoteca. Y que más daba... Estábamos disfrutando. Solo quedaba un día para llegar. Mientras Keny descansaba en la habitación de la pensión.

ETAPA 5: O PEDROUZO - SANTIAGO (19Km)
La última etapa y la más corta. Pero nunca sin subestimar el camino. Un dolor intenso en el talón izquierdo me sorprende por la mañana. Tal vez debido a una mala posición del pie al plantar para evitar el dolor de las ampollas; que dicho sea de paso,  habían remitido.

De nuevo un día muy cerrado con una densa niebla. Los compañeros cordobeses y pacenses, que habían dormido en el albergue O Triskel, nos esperan para desayunar.

Caras serias en el desayuno. De cansancio, concentración, sueño... o simplemente, ganas de llegar. Sentimientos encontrados de alegría por ver cerca el objetivo, y de tristeza porque se aproximaba el adiós.

Un plácido camino en los primeros compases entre bosques de eucalipto sirve para ir despejando nuestros aletargados cuerpos. El sol asoma al final del frondoso túnel que forma la vegetación. El grupo anda unido.
En O Amenal, a escasos 4 km de nuestro inicio aparecen los primeros servicios para los caminantes. Coincide con un paso bajo la carretera nacional y el inicio de un fuerte ascenso hasta llegar a las proximidades del aeropuerto de Santiago.

La subida nos obliga a sudar, además de romper el grupo. Infinidad de agrupaciones organizadas comparten la jornada con nosotros. Muchos de ellos niños. ¿Tal vez grupos escolares?

Una vez arriba, el sonido atronador de las aeronaves toman un protagonismo importante. Ojo, un aterrizaje cada 5 minutos contabilizamos en la media hora que tardamos en rodear parte de su perímetro para salvar la pista de aterrizaje.

Foto con el mehir de Santiago y a descender por una senda que disimula a la perfección el lugar por el que transitamos del cual no daríamos cuenta si no fuese por el sonido de los aviones.

En San Paio una parada obligatoria. Simplemente para sellar la credencial. Un agradable ambiente peregrino aguardaba en este lugar. Tal vez con demasiada muchedumbre. Reagrupamos y continuamos. Objetivo, Monte do Gozo.

Tras cruzar alguna pedanía con explotaciones ganaderas en la misma puerta del camino, un zig-zag en el trazado nos deja a las puertas de la iglesia de A Lavacolla. Pocos metros más adelante, la vega de un reguero inicia oficialmente el popular ascenso con unas rampas duras que hacen descabalgar a algún ciclista.

De nuevo el grupo se rompe. Pocas conversaciones. Tenemos ganas de llegar. Tramos asfaltados que nos dirigen a su antojo. Casas de las que cortan el hipo. Centros de televisión. Campings. Empresas. Espera... "Ahí pone mi apellido, ¿no?" Maderas Ramos Moreira. ¡¡Joder, otra empresa a mi nombre y yo sin saberlo...!!

El afamado Monte do Gozo se hacía esperar. Un par de amagos. Otros tantos quiebros de caminos. Un par de sube-y-baja y ya estábamos allí. Lugar homenaje a la visita del Papa. Lugar donde antaño se podía divisar por primera vez las torres de la Catedral.

Mientras se tomaban las pertinentes fotos se realizaba la reagrupación. No se iba a parar. César compartía comida con Afri. Todo ayudaban a todos.

Quedaba descender, a penas una hora de camino para concluir. Un paso sobre las autovías nos introducen en la parte moderna de la ciudad. Ya estábamos pero aún quedaba bastante. César sufría de sus ampollas. Nosotros paramos a darle a Kenya su regalo a modo de comida blanda, tan apetitosa para los perros. Una larga avenida parece querer impedir nuestra llegada. Pero pronto estamos en la puerta de entrada al casco antiguo.

El bullicio es apabullante. Las calles abarrotadas. No llegaríamos por poco a la misa del peregrino, pero nos daba igual. Solo quedaba callejear y cruzar el arco que no situaba definitivamente en la plaza del Obradoiro.

Abrazos, emociones, besos, miradas. Complicidad. Lo habíamos conseguido. Minutos de meditación observando la Catedral, que no esperaba oculta tras unos horrorosos andamios.

La búsqueda de las oficinas para la credencial se hizo larga. En tres lugares diferentes he obtenido la Compostela, desde que en el año 2008 inicié mi primer camino.

Allí estaban Gloria y Blanca con su Compostela en la mano. Bien merecida sin duda alguna. Olé por ellas. En especial por Blanca, la cual necesitó tres años para concluir el camino completo. Una auténtica peregrina, de las de verdad. Y Gloria, una mente de acero, sobreponiéndose a todas las adversidades. Enhorabuena.

Había hambre, y no nos complicamos la vida. Un menú del peregrino en la misma puerta de las oficinas sació a nuestro cuerpo. Solo quedaba, buscar nuestros respectivos hostales para seguir disfrutando de lo poco que quedaba de viaje.

A media tarde ya estábamos en el Dakar tomando unos Albariños. El watsap echaba humo con el único objetivo de reagrupar a todos los componentes de esta Torre de Babel (como bien definiría Blanca en su facebook personal).

El Gato Negro, El Retablo. Una queimada para iniciar la tarde a la vez que las procesiones pasan por la puerta del bar. Las gaitas sonando entre los instrumentos cotidianos de las comitivas.

Cena de hermandad, donde las formalidades se desataron por completo entre los componentes de este heterogéneo grupo. Cena no peregrina. Cena turística, pero "que nos quiten lo bailao". El grupo cumpleañero de Palas coincidía con nosotros a última hora en el pub para las copas. El bar petado de peregrinos.

Isi cogiendo el ritmo, lo mismo le daba una banqueta que una caja de cartón. Se nos venía arriba y ahí que nos soltaba unos ritmitos de lujo. Qué arte hermano.

Alba empeñada en promocionar el vino en su camiseta. Un brindis con licor-café. Las calles con ambiente; lo poníamos nosotros. Bueno, lo ponía Isidro, y nosotros le seguíamos.

Los amigos perrunos de Palas, también estaba allí. Y con su perrito asustado pero cuidado por sus dueños en un rinconcito. Algo nos estaba juntando.

La noche avanzaba. Era obligatorio el cambio de pub. Discoteca. Y más peregrinos; mi amigo atletico. E incluso el camarero enrollado de O Pedrouzo apareció de entre las oscuridades discotequeras. Juntos como amigos de toda la vida. Como si hubiésemos vivido en el mismo barrio. Sensaciones excepcionales.

Pero como siempre... mañana tendríamos que seguir nuestro camino. Teníamos que volver a casa... Vuelta a la pensión. Despedidas. Casi lágrimas. Abrazos. Risas entrecortadas. Miradas atrás. ¿Volveremos a vernos? Aquí acaba el Camino... No. aquí acababa de empezar El Camino.

Una lección de la vida. Del esfuerzo y superación personal. Pero también, una lección de humanidad. De ayuda, compañerismo.

En definitiva una lección de "amar al prójimo como a ti mismo" según rezan los creyentes. O lo que el lo mismo simple y llanamente "empatía".

Esto es El Camino. Una metáfora, una parábola, de lo que es la vida. Seguir, avanzar, salvar los problemas solo o con ayuda. Ayudar y ser ayudado. Crecer como persona para ayudar a crecer a la humanidad.

Aaron, César, Dani, Alba, Alba, Sara, Javi, Isidro, Gloria, Blanca. Los valencianos. Los madrileños. Elia y los del cumple de Palas. El roncador. La familia con la mujer de vaqueros. El atletista y su grupo. Los mejicanos. Las chicas catalanas. Todos con los que nos cruzamos en el camino. A todos los que no nos cruzamos... Merche, Kenya y Afri.  GRACIAS.

Espero volver a coincidir con todos vosotros, juntos o separados. En Toledo tenéis casa cuando la necesitéis.

¡¡¡BUEN CAMINO!!!

Pdt: Nos vemos por whatsap ;p

3 comentarios: