martes, 23 de agosto de 2016

Ruta del hermanamiento: Torrijos - Aspe

1.- PRÓLOGO
En 1998, D. Juan Pedro Asencio Calatayud (aspense catedrático de historia) llegó al colegio San Gil de Torrijos en búsqueda de D. Julio Longobardo Carrillo (torrijeño licenciado en historia)
Llevaba consigo un documento hallado en Alicante y llamado "Carta Puebla de Aspe" (con fecha 2 de mayo del año 1611)
En el manuscrito se podía leer que D. Jorge de Cárdenas (Duque de Maqueda y dueño de ambas villas) había enviado decenas de familias torrijeñas a su otro pueblo, Aspe, con el objetivo de trabajar las tierras que habían sido abandonadas por los moriscos, obligados a salir de España.
Carta Puebla de Aspe
Nadie podía pensar hasta qué punto podía llegar a influenciar en la vida de ambas localidades tal descubrimiento.
Apoyados por los alcaldes Miguel Iborra (Aspe) y Mercedes Giner (Torrijos), sellaron el hermanamiento entre ambos pueblos un 29 de septiembre de 2001.

En documento de hermanamiento se puede leer:

"[...]mantener coordiales vínculos y relaciones de amistad, unión y fraterna hermandad para el progreso, desarrollo, buen gobierno y bienestar de dichos pueblos [...] Colaborar para el general progreso haciendo fuertes sus vínculos, con común deseo de paz, amistad y prosperidad [...] Desarrollando ámbitos sociales, culturales, deportivos y turísticos [...] Con colaboración e intercambio entre ambas dos villas [...] De duración ilimitada en tiempo y plazo[...]"

Ruta Torrijos-Aspe

Y es por ello que se ha llevado a cabo esta bonita aventura de 4 días, 450km, 2600 m de desnivel y 21 hermanos. Unidos, en esta ocasión, también por la bicicleta.

Tras varios meses de organización, gestión y coordinación entre torrijeños y aspenses que, como buenos hermanos, repartimos nuestras obligaciones para la planificación del viaje; llegó el día. Inquietud, incertidumbre, nervios.

Estos fueron los valientes que se aventuraron a realizar esta primera ruta de hermanamiento entre Torrijos y Aspe:

Pedro, Antonio, Ángel, Marciano, Manuel, Julián, Paco, Ernesto, César, Esteban, Jorge, Joaquin, Tito, Alberto, Mario, Juanjo, Jose, Manuel, Nicolás, David. Más la incorporación de Lolo y la ayuda moral del Carlos.






RECEPCIÓN

Era un 10 de agosto de 2016 cuando la expedición de 11 ciclistas aspenses, acompañados de otros tantos voluntarios de transporte y responsables de avituallamiento, llegaron a su pueblo hermano.

Nada más tocar suelo torrijeño, frente al pabellón municipal donde pernoctarían, y tras los correspondientes saludos y presentaciones; su primera petición fue "¿Damos un paseo, nos enseñáis el pueblo, y tomamos una cerveza?" 

Perfecto. Íbamos a llevarnos bien...
Recepción de la expedición aspense en Torrijos
El paseo, ese día, se resumió a la visita del aledaño parque de Aspe. Visita que les resultó emotiva. En sus caras se percibía entusiasmo al saber que tenían su parque en nuestro pueblo; más aún cuando se toparon con la placa que homenajeaba a D. Miguel Iborra, alcalde aspense que llevó a cabo el hermanamiento, y maestro de muchos de ellos en su época escolar.
Aspenses y torrijeños en el Parque de Aspe, en Torrijos.

Tras las pertinentes fotos, continuamos el paseo hasta una terraza donde nos sentamos para disfrutar del atardecer torrijeño. Fue aquí donde comenzamos a intercambiar las primeras impresiones y las primeras diferencias mientras el calor seco se hacía presente en sus rostros. 

- "¡Bienvenidos al centro peninsular!"
Tomando una cerveza en una terraza torrijeña
Pronto, debíamos abandonar esta cómoda situación, puesto que en la piscina esperaba la cena de recibimiento oficial por parte del Ayuntamiento.

Tortillas, ensaladas de pasta y conejo al ajillo compusieron el menú. El hermanamiento seguía buenos pasos. Pero las fuerzas iban menguando. Poco a poco, y con la mente puesta en el día siguiente, nos fuimos despidiendo de nuestro hermanos. A las 5:30 tocaría "diana".
Cena oficial en la piscina municipal

DÍA 1. TORRIJOS - QUINTANAR DE LA ORDEN.



Poco más tarde de las seis de la madrugada me acerqué a visitar a la corporación aspense. Ellos ya estaban levantados y casi preparados para partir hacia el centro del pueblo. 
Mientras, los torrijeños esperaban para desayunar al resto de la expedición. Puntuales, compartimos desayuno mientras que se organizaban los últimos flecos de la ruta de hoy.
Desayuno en Torrijos
A las 7:00 llegaba a la Plaza de España la televisión regional para cubrir la noticia. Esto lo aprovecharíamos para mostrar, entre otras cosas La Colegiata y el Palacio de Pedro I, ya no solo a toda nuestra región, si no también a nuestros hermanos aspenses. 
Casi una hora más tarde, después de recorrer las calles torrijeñas, realizamos la salida definitiva. Una partida simbólica en el propio Parque de Aspe para partir busca de los caminos que enlazarían ambas localidades tras más de 400km.
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El tranquilo paso por las tierras de Rielves, serviría para compartir conversaciones e inquietudes de aspenses sobre la vida torrijeña, y viceversa. Costumbres del día a día, festividades, economía... Nuestra cercanía a la capital, o su proximidad a la costa... Diferencias climáticas y agrícolas...
Un continuo intercambio de sensaciones, también a nivel deportivo, respecto a las bicicletas y orografías del terreno. 
En definitiva, un constante flujo de informaciones, conocimientos y vivencias que se entrelazaban dentro del grupo creando un áurea especial. Un rodaje sobre la bici completamente enriquecedor a nivel personal, cultural y deportivo.
Los torrijeños mostrábamos orgullosos las características de nuestras tierras, así como ellos harían de las suyas tres días más tarde, en la llegada a Aspe.
- Estos son campos de cebada... Mirad, un poco más adelante veréis el cauce del río Tajo...  Cruzaremos el río por el Pte. de S. Martín... Y cruzaremos los cigarrales, son unas fincas...
Nuestros hermanos alicantinos mantenían la atención a todas las explicaciones que le íbamos dando.
- ¿¿¿Y esto has dicho que se llama la Puerta del "Cabrón"???
Habíamos llegado a Toledo por los campos de regadío que acompañaban al río Tajo en su despedida de la Ciudad Imperial. Las fincas de Canillas daban paso a las de Estiviel y Bergonza.

Estábamos desandado el Camino de Santiago de Levante. Camino que compartiríamos durante muchos kms de manera intermitente hasta llegar a tierras alicantinas.
Puerta del Cambrón, Toledo
En la entrada por las graveras, se asombraban con el bello horizonte recortado por las puntas del Alcázar y la Catedral. El abundante caudal del río nos daba la bienvenida. Estábamos rodando por la bonita senda ecológica, a las espaldas de la Fábrica de Armas. 
Senda ecológica del Tajo, Toledo
No nos adentraríamos por las laberínticas calles del casco. Pero sí haríamos un paso de refilón por la Puerta del Cambrón y el paso sobre el Pte de San Martín. Desde allí una mirada para atrás antes de tomar dirección al valle y salir por el camino de la Pozuela, rodeado de impresionantes cigarrales, en búsqueda de Cobisa.
Pte. de San Martín.
La subida hasta Cobisa resultó ser la más larga de todo el conjunto del viaje, lo que dice mucho del carácter lineal del recorrido.
Una vez arriba solo quedaba enlazar un par de caminos para llegar hasta Burguillos de Toledo. 43kms más allá de Torrijos. Lugar donde Joaquín y Tito nos esperaba con el primer avituallamiento.
Tito al servicio de los ciclistas. Gracias.
Reposición de líquidos, y recargas de energías. Toda una ambulancia cedida por la Cruz Roja de Aspe para facilitar nuestra aventura.
Ya entonces percibimos el retraso sobre el horario establecido. Así que, con premura, reiniciamos el camino. 
Olivares comenzaban a aparecer.
Tocaba ahora divisar en el horizonte la Sierras de Nambroca y de la Oliva, con el epílogo del monte de Almonacid. 
Los olivos comenzaban a ganar la partida a los campos de cereales, y la presencia del parque eólico en lo alto de una de las sierras nos hacía presagiar lo peor para un ciclista; el viento.
Viento que en la jornada de hoy soplaba de cara, a modo de leve brisa que refrescaba nuestro cuerpo. 
Casi sin darnos cuenta pasábamos junto a la ermita de la Virgen de la Oliva, a las puertas de la localidad de Almonacid de Toledo.
Ermita de la Virgen de la Oliva, Almonacid de Toledo
Localidad que arrancó ciertos comentarios entre los aspenses, haciéndonos ver la diferencia arquitectónica entre los castillos de su zona y la nuestra.
Castillo de Almonacid
Las canteras de áridos nos despedían de esta bonita localidad para dar paso a extensos campos de olivares que flanquearían nuestro camino en los kms siguientes. Mascaraque quedaría cerca de nuestro paso, un poco más al sur.

Mientras debíamos cruzar la linea de AVE Madrid-Sevilla a la vez que incitábamos a nuestros hermanos a buscar el camaleónico castillo de Peñas Negras en el horizonte. Mora también quedaba a pocos kms de la ruta establecida, la columna de humo constante de su almazara así nos lo indicaba.
A medida que dejábamos atrás los extensos olivares, nos íbamos adentrado en una zona ondulada, divertida. Amenizada por el paso por la abandonada ermita de San Marcos de Yegros y su arco desafiante al paso del tiempo. Así como por los abandonados molinos de agua a orillas de un río Algodor que bajaba seco en estos meses de verano.
Disfrutando ya más de un ámbito ciclista, las conversaciones habían dado paso a la concentración que requería esta parte de la jornada. Así, llegábamos a Villanueva de Bogas. Una breve parada para recuperar líquidos desde el propio riego del parque fue suficiente para continuar la marcha.
Villanueva de Bogas
Catorce kms nos separaban del segundo y último avituallamiento, ubicado en Tembleque, a 92km del punto de salida.
El camino se tornó rectilíneo, soso y aburrido. Una pista ancha sin ningún otro objetivo a la vista que el campanario de esta noble villa. 
Un trabajo en equipo en contra de un viento que parecía querer jugar con nosotros. El grupo a bloque, rodando concentrado con el único objetivo de alcanzar un campanario al que parecía que nunca llegaríamos.
Pero, sí. Llegamos. Estábamos en Tembleque. Tarjeta de presentación de La Mancha. De nuevo, allí nos encontramos con el furgón de apoyo. Fruta fresca, líquidos, sólidos y un trato exquisito por parte de nuestro dos guardianes. Tito y Joaquín.
Reanudamos la marcha, ya definitiva hasta Quintanar de la Orden, 40km más allá. Pero antes, sería pecado si no callejeamos para llegar hasta la bonita plaza mayor de esta localidad.
Plaza mayor de Tembleque
Por delante, a lo lejos, se mostraba desafiante el parque eólico de la Sierra de El Romeral. Paso obligado para llegar hasta la nueva localidad, Villacañas.
Sierra, que abordaríamos por su ladera sur y que estipularía la cota más alta de la etapa de hoy con casi 800 m de altitud.
Hasta llegar a ella, un intercambio de tierras de labor. Cereales ya segados y olivares por varear alternaban estas tierras que poco a poco iban tomando una cariz serio a medida que nos aproximábamos a su ladera.
Antes de llegar a estos nuevos molinos de viento, otros, los de prensa, los del Quijote, ya nos habían dado la bienvenida a estas sus tierras.
Molinos de viento en tierras de Tembleque
Tocaba ahora sufrir, cual Quijotes, para alcanzar el punto más elevado de la jornada. El piso, de piedra suelta en ocasiones, no ayudaba en nuestra empresa. Pero con tenacidad, paciencia y buen hacer. Allí nos presentamos. Todos. En el collado que nos brindaba una larga y relajada bajada hasta Villacañas. Localidad rodeada de su industria de puertas venida a bajo por la burbuja inmobiliaria.
Esta se encontraba en fiestas. Por ella pasamos con mas pena que gloria. Su Laguna Larga, dentro de los humedales de La Mancha, quedaba al sur de nuestro paso. Paso que tuvimos que inventar para salvar la vía del tren por una pasarela que nos sacaba de la ciudad de camino a nuestro objetivo.
Paso elevado sobre la vía del tren, Villacañas.
Ahora ya sí La Mancha se hacía presente irremediablemente. Extensas llanuras invadidas de tupidos viñedos tomaron posesión de los campos. Campos donde olivos y cereales desaparecerian definitivamente.
La ermita de San Gregorio. en la vega del río Riánsares, fue el único lugar con sombra que pudimos encontrar para esperar al resto de la expedición que se había retrasado debido a un problema mecánico en la rueda de Julián.

El sol comenzaba a pedir protagonismo en la jornada, y las zonas de sombras no es que escasearan, es que apenas existían.
Camino hacia Puebla de Almoradiel
El paso por la Villa de Don Fadrique nos permitió resguardarnos entre sus calles, pero las ganas de concluir la jornada se veían enfrentadas con las fuerzas que comenzaban a pasar factura.

La salida de esta localidad es una copia del tramo anterior. Rectilílneo y acompañado de extensos viñedos. La cabeza solo se levantaba para buscar el campanario de La Puebla de Almoradiel. Este aparecía lejos, en el horizonte. Un campanario que parecía estar en el infinito.

Una pequeña vega, con sombra. Una zona húmeda con algo de frescor, a pocos kms de dicha localidad, sirvió de punto de reunificación del grupo. Estábamos en el cauce del río Cigüela, junto a la ermita de San Isidro. A las puertas de La Puebla

El transito por esta localidad, fue tan fugaz como testimonial. El grupo comenzaba a disiparse. El cansancio se hacia más que evidente. Y los siete kms que separaban esta última localidad del destino final, se presagiaban terroríficos.

Pero no fue así, la mente humana saca fuerzas de flaqueza donde nadie sabe dónde tenemos escondidas. La característica torre cuadrangular de la iglesia parroquial Santiago Apostol guiaba de manera inequívoca el camino.

Estábamos llegando al destino, y los "peregrinos" animados por sus ansias de descanso, elevaron la velocidad; ignorantes ellos, de la propina existente en el camino.


Comiendo en la piscina de Quintanar
Un paso ligero por las calles de Quintanar nos sacaron de camino al recinto polideportivo Fred Galiana, 4 kms más allá del nucleo urbano. En lo alto de un cerro llano donde se encontraba el pabellón donde pernoctaríamos y la piscina donde refirgerarnos, pasar las horas de descanso de cara a la siguiente jornada.
El grupo en la piscina de Quintar
Una recepción muy correcta por parte del concejal de deportes de la localidad donde nos cedieron desinteresadamente sus instalaciones. No así por parte del regente del restaurante de la piscina, que hizo el agosto (nunca mejor dicho) con toda nuestra expedición.

A las cuatro de la tarde estábamos comiendo, para posteriormente disfrutar de la piscina y relajar las piernas, estirar y alguno que otro "ganar medallas" a lo Mirella Belmonte.
Descansando en la piscina
Unas risas, un poco de hermanamiento, cervezas y contacto con los familiares para contar nuestra primera etapa.

Una visita especial, de mi amigo universitario Valen, que me hizo una ilusión especial. Y todo pendientes de la TV para ver nuestro reportaje en "Ancha es Castilla La Mancha".

Pocas fuerzas quedaban ya sobre las 23:00, donde después de ver un partido de futbito en el pabellón, lo tomamos con nuestras camas hinchables para pasar una noche tormentosa y violenta.
¡Hasta mañana!
Las risas estaban aseguradas. Era como volver a tener 10 años y estar de campamento. Pero las 5:20 llegaban pronto, antes de lo esperado. Gracias Mario.

DÍA 2: QUINTANAR DE LA ORDEN - LA GINETA


La noche resultó más ajetreada de lo previsto. Una tormenta azotó el sin compasión pabellón de madrugada. Hecho que nos hizo dudar sobre la posibilidad de continuar la ruta a la mañana siguiente.

De madrugada, cuando el sol aún no se había despertado, los 18 "peregrinos" ya estaban en pie y con todo preparado para partir.
Esperando para partir
La concejalía de deportes de Quintanar nos había dejado la noche anterior termos con café, leche, pastas y polvos de cacao hechos en la localidad. Este gran detalle nos permitió ser raudos en nuestro desayuno y permitir la salida de manera puntual.
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Fuera del del pabellón el ambiente era más que fresco de lo esperado, y al doblar la esquina que nos protegía del viento, nos dimos de bruces con los últimos coletazos de la tormenta de la noche. El viento golpeaba con fuerza ya desde primeras horas de la mañana, y justo desde el sentido de nuestra marcha durante toda la jornada de hoy.
Salida de Quintanar
Así pues, lo que se presuponía una etapa de mero trámite, se iba a convertir en una batalla abierta contra el viento.

El sol aún se escondía tras el horizonte cuando ya estábamos de camino a la primera localidad de paso de hoy. Un frescor incómodo se colaba en nuestros cuerpos. El aire era combatido en estos primeros momentos del día con un descenso de cotas entre viñedos que nos dirigían hacia otra localidad con interés turístico. El Toboso.
El Toboso, con D. Quijote y Dulcinea
Un leve paseo por sus calles. Una foto con El Quijote y su amada Dulcinea. Y ya estaba todo listo para salir del núcleo urbano y encontrarnos al deseado sol cogiendo fuerzas en la distancia.

Unas balizas verdes nos recordaban que nuestros pasos coincidía también con la Ruta del Quijote. Los tupidos viñedos que nos rodeaban a ambos lados del camino, extendiéndose hasta donde nuestra mirada llegaba, confirmaba que La Mancha había llegado para quedarse.
Rodeado de viñedos
Lo que no sabían los componentes de la expedición es que, a la altura del km 16 de la ruta de hoy, y en menos de un km de distancia, habían pasado por las provincias de Toledo, Ciudad Real y Cuenca, en este mismo orden. El Toboso, Pedro Muñoz y Mota del Cuervo establecían los límites provinciales junto a las Casas de la Horma.
Posible hito territorial
El complejo entrelazado de caminos de la zona nos mantenía en alerta para no coger el equivocado. Así llegamos hasta la ermita de Ntra. Sra. de Manjavacas. Lugar que nos daba paso a un tramo lineal de carretera hasta llegar a la localidad de Las Mesas.

Un tramo muy expuesto al viento, pesado y aburrido. Pero amenizado por la ideas de Capu sobre otras propuestas para esta ruta de hermanamiento.

También el tramo tiene su interés natural puesto que discurre por la Reserva Natural del Complejo Lagunar de Manjavacas. Unas aguas que emergen del subsuelo y que permiten la observación de diferentes tipos de aves en el corazón de una desconocida Mancha húmeda.
Rodando por el Complejo Lagunar de Manjavacas
El hecho de la variación permanente de la extensión de estas lagunas, que incluso pueden llegar a desaparecer temporalmente, obligó a trazar la ruta por asfalto para la seguridad de la continuidad del trazado.

Así pues llegamos a Las Mesas localidad donde pudimos observar la arquitectura típica y popular de las casas manchegas.

A la salida, una parada de emergencia general, antes de reaundar la marcha hacia la primera parada del avituallamiento.

El leve giro en la ruta hacia el este, nos topó de lleno con el viento. El grupo se reunificó haciéndose parecer un único bloque. En fila de dos, a ritmo. Era una lucha sin cuartel contra el dios Eolo. Los fuertes delante, dándose relevos y refugiando al resto del grupo detrás.
El grupo en bloque. Hermanamiento deporivo.
El hermanamiento se hacía patente también en el ámbito deportivo, luchando todos juntos contra este elemento. Ayudándonos. Protegiéndonos. Animándonos.
Pero la Mancha nos tenía preparados más sorpresas. A lo lejos, en medio de nuestro camino, una especie de tupido bosque parecía cerrar nuestro camino. ¿Sería una ilusión, un espejismo?

No. Era uno de esas decenas de pinares que se abren hueco dentro de esta llanura conquistada por cepas. Pinar que nos ofrecería una agradable sombra durante su leve paso y que de alguna manera nos resguardaría también del viento durante algunos kilómetros
Pinar de camino a El Provencio
 A la salida de este breve "oasis manchego" ya pudimos vislumbrar la silueta de las casas que forman la localidad de El Provencio. Allí, 50kms más allá del inicio de ruta, nos esperarían nuestro ángeles de la guardia con todo preparado para reponer energías.

Estábamos charlando y comentando la jornada de hoy cuando un grupo de ciclistas de la zona se acercaron para interesarse sobre nosotros. Eran socuellaminos y estaban realizando su salida diaria. Ellos preguntaron por nuestra procedencia y se sorprendieron al conocer los lugares, pues aparentemente no encontraban relación entre nuestras localidades. 

Una breve explicación por parte de Miralles, junto con un concreto comentario de Mario sobre nuestro hermanamiento fue suficiente para que comprendiesen el objetivo y les llamase la atención. 

Pero teníamos que proseguir, previo paso a la cafetería del pueblo para reponer los niveles de cafeína de algunos componentes.

La salida estuvo algo controvertida para salvar el paso del río Záncara (junto al Cigüela, los dos afluentes más importantes del Guadiana). Rápido encontramos la ruta correcta para ponernos rumbo a Minaya.

Si antes habíamos rodado por tres provincias en menos de un km. Ahora lo haríamos por la misma linde territorial entre Albacete y Cuenca, durante casi diez kms.

Tramo este con alguna trampa a modo de banco de arena que hizo que más de un componente del grupo tocase con sus huesos el suelo, sin más importancia que la risas de los compañeros a ver el rebozo al que había sido sometido entre sudores, cremas y arena.

A nuestra izquierda, a modo de guía, nos acampañaría hasta el final de la etapa de hoy el trazado de la N-301, la vetusta carretera de alicante que compartía objetivo con nosotros.

El nivel freático de la zona debe estar muy próximo a la superficie. Es por ello que poco a poco comenzamos a observar pivots de regadío para el cultivo extensivo. A medida que nos aproximamos a ellos, incluso pasamos por debajo, los caminos comienzan a dibujar circunferencias compuestas unas con otras.

Este hecho nos hace despistarnos puesto que los caminos rectilíneos originales han sido modificados para facilitar el riego circular de estos campos por los que transitamos.

Así pues, tras varios zigzag llegamos a las Casas de Roldán. Pequeña población agrícola que cruzamos sin más demora.

Poco más adelante nos esperaba Minaya, localidad que juega al despiste entre Cuenca y Albacete, y donde nos encontramos con dos pinchazos consecutivos en la rueda de Jorge.

Esto hizo que el grupo se dispersase en esta localidad albaceña. Mientras unos reponían líquidos en una de las fuentes públicas, otros ayudaban a reparar el pinchazo. Antes de salir, junto a la piscina, una reagrupación antes de continuar la marcha.

Los 16 kms que nos separaban de La Roda serían llanos, pedregosos e insípidos. Con un puntual lugar de interés donde pudimos observar como se trabajaban los campos con ajos, cebollas o cultivo similar. Eran tal las ganas de concluir este sector que apenas pusimos atención en este evento agrícola.

A La Roda llegamos por la parte trasera del archiconodido Rte. Juanito. Fama que ha tomado por estar situado en el ecuador del trayecto Madrid-Alicante. Lo que nos demostraba que de alguna manera nos hallábamos a mitad de nuestro objetivo.

Unos carteles de la Ruta del Quijote nos seguía recordando que aún estábamos en terreno manchego.

Al borde de la barrera psicológica del centenar de kms estaba nuestra segunda y última parada oficial. En La Roda nos esperaban nuestros "avitualladores" que iban perfeccionando sus presentaciones de comida y bebida. E incluso con detalles como el que fuimos sorprendidos. 

A parte de la fruta, embutido y refrescos... ¡¡¡Teníamos cajas de Miguelitos!!! Increíble. Nos rendimos a sus pies.

Nos creíamos ya en La Gineta, destino final de la jornada de hoy. Pero aún nos separaban 20km. Una hora ciclista por caminos sin ningún tipo de motivación que no fuese llegar a nuestro destino.

Es por ello que salió la vena simpática del grupo cuando en una de las incoherentes arrancadas de Miralles le dejamos ir, a sabiendas que no tomaría el desvío correcto, cerca de la localidad de Montalvos. Fue nuestra única manera de engañar a la mente y relativizar el tiempo de este tramo.

Aunque también tuvimos momentos para bromear sobre la canalización del agua Tajo-Segura por la que pasamos a la salida de La Roda. Debate que tardó en cerrarse en el mismo momento en el que Alberto dijo "¡¡¡Ehh aspenses que esta agua es nuestra!!!" 
Canal Tajo-Segura
Llegamos a La Gineta, pueblo que nos recibió con los brazos abiertos. Su Tte-Alcalde hizo de anfitriona durante toda la jornada de descanso. El pabellón, como ya hicieramos en Quintanar fue tomado por colchones de aire dispuestos para el descanso de la noche.

Antonio, del restaurante Los Arcos, nos trató de una manera espectacular, dándonos de comer a mansalva por un precio irrisorio. Incluso nos dio de cenar e hizo el esfuerzo de abrirnos para desayunar en la madrugada del día siguiente. 

La piscina, con acceso concertado gratuito, gracias a las gestiones del ayuntamiento, bien servía de reparación muscular y mental.

Una visita fugaz de represantantes del ayuntamiento torrijeño, de camino a Aspe.

Una invitación al partido de pretemporada de futbol en un estadio municipal que despierta las envidias de los pueblos vecinos.

Y una coincidencia curiosa, la de una joven peregrina belga que realizaba el Camino de Santiago de Levante que compartió pabellón, piscina e incluso fue invitada a nuestra cena.

Parecía sentirse agradada por la presencia y conversación con gente después de una semana sola en el camino.

Así transcurrieron las horas de descanso en esta localidad. Con camaradería y buen ambiente. Tanto de día como de noche. Risas y más risas que despertaban un carácter casi infantil de todos los participantes. Bonita experiencia la que estábamos viviendo.

DÍA 3: LA GINETA - YECLA


La recogida del material ya se estaba convirtiendo en un arte, lo que nos permitieía ahorrar un valioso tiempo de cara al horario de salida.

Puntual nos tenía Antonio preparado el desayuno. Desayuno en abundancia que agradecimos con creces. Teníamos por delante la etapa que "a priori" más respeto daba.


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La salida hacia Albacete parecía calculada con tiralíneas; paralela a la vía del tren y a la autovía de Alicante. Mario, un experto galguero, nos informaba que rodábamos junto a la pista de galgos más larga de toda España. La llanura permanecía, pero empezaba a dar sus últimos coletazos.

Tras una veintena de kms, y un par de regates a las vías férreas y automovilísticas, estábamos pisando asfalto albaceteño. Una breve parada fue suficiente para avisar al grupo del comportamiento a realizar por vías urbanas y poder rodar correctamente por la urbe más grande de la región.

La densidad de tráfico casi era nula a estas primeras horas de la mañana, aspecto que agradecimos por el bien de la seguridad del grupo. Habíamos solventado uno de los puntos importantes del día, cruzar Albacete. 

La base aérea militar de Los Llanos quedaba a pocos kms al oeste de nuestra marcha. Marcha que ya había abandonado el asfalto. Quedaban pues decenas de kms por delante donde la llanura manchega comenzaría a desaparecer de nuestro camino.

Tras un par de pasos por casas abandonadas, nos situábamos frente a una pequeña loma que fue recibida con alegría y jorgorio, como si del Tourmalet se tratase. 

La pista desaparecía, estrechando su paso a modo de camino poco transitado y con algunas moles rocosas que manaban del suelo. Esto lo hacía divertido. Parecía que la llanura manchega estaba expirando.
La monótona pista se transforma en divertido camino
Concentrados en el ascenso y en encontrar la trazada correcta no podíamos percibir que los ordenado viñedos y los campos de cultivo habían desaparecido en beneficio de retamares silvestres.

Arriba, una vez coronado la cota, se presentaban majestuosos decenas de molinos de viento cuyas aspas emitían un sonido respetuoso sobre nuestras cabezas. Sería el primero de las muchas estaciones eólicas que cruzaríamos en la jornada de hoy.
Llegando a la estación eólica del Cerro Cabrera.
A la izquierda se levantaba Chinchilla, alzándose sobre el horizonte, pero no llegaríamos a ella.

Las pistas anchas y monótonas se resistían a desaparecer, pero ahora serían cómodas para descender de este cerro. Tras un par de intercambios de caminos llegaríamos al cruce con la carretera de Chinchilla donde nos esperaba nuestro primer avituallamiento de hoy. 
Estábamos en el km 40.
Alegría en el avituallamiento
Una recta desmotivadora se presentaba de nuevo ante nuestro ojos. Los "toboganes de Burujón" parecían teletransportados hasta estos lares albaceteños. Un camino que, al menos, onduleaba según el terreno.

Un giro brusco nos sacó de esta especie de pesadilla ciclista para descender hasta un caserío que serviría de punto y seguido a la ruta de hoy.
Caserío de la Aldea Nueva
Al frente un nuevo cerro. Entre medias una pequeña apertura. Era el puerto del cerro Vicente, también poblado de innumerables molinos eólicos.

El paso sobre unas vías de tren daban paso a un pequeño encinar que nos brindaría unos minutos de sombra mientras que coronábamos esta humilde ascensión. Ascensión que al menos permitió romper la monotonía de una llanura que poco a poco iba perdiendo presencia.

La expedición llegaba ahora a los pies de una carretera que debería tomar durante un par de kms para coronar un leve repecho que los dejaría en la pedanía de Horna. Puerta de entrada a la espectacular Reserva Natural de la Laguna Salada de Pétrola.
Laguna de Pétrola
En cómodo descenso nos presentamos ante tal humedal que impresionó a todos los componentes del grupo. Obligada parada a pesar de la cercanía de la localidad que la que toma su nombre.

Un par de kms más adelante esperaban Joaquin y Tito junto a la iglesia de Pétrola para darnos nuestro segundo avituallamiento de hoy.
Descansando en Pétrola
Descansábamos tan tranquilos a la sobra de sus muros cuando los oriundos del lugar comenzaron a arremolinarse junto a nosotros.

Un hombre mayor se aproximó y nos preguntó si éramos "los ciclistas que habían salido de Torrijos y que íbamos para Aspe por que estábamos hermanados".
Interior de la iglesia de Pétrola
Asombrados por el conocimiento de este anciano hombre, acertó al asegurarnos que había visto el reportaje en el canal regional. Agradecido por hacer nuestra parada junto a los muros de la iglesia de su pueblo, nos abrió orgulloso sus puertas para enseñarnos su interior.

Agradecidos por este emotivo momento, nos deseó suerte para el resto de nuestro viaje. Vivencias que hacen diferente a esta bonita y enriquecedora experiencia.

El pueblo vive al resguardo de un cerro que tuvimos que sortear para salir de la localidad. Cerro que, una vez alcanzado, nos presentó lo que parecía una broma absurda. Una maña idea. Un órdago en toda regla que ponía la llanura sobre la mesa. Tomandolo a guasa, levantamos la mirada ante la "pista de aterrizaje" que se nos presentaba ante nuestros ojos.
Recta kilométrica a la salida de Pétrola
Casi diez kms rectilíneos con ligero ascenso que sabíamos sería el adiós definitivo a la meseta. Pero ¡qué adiós! Se despidió, sí. Pero por todo lo alto.

En el trayecto un par de escapadas de "zipi y zape", como amigablemente fueron bautizados dos compañeros del grupo, amenizaron estos minutos de desasosiego ciclista. 

La confianza creada por la convivencia del grupo se hacía evidente. Tanto que daba lugar a risas y bromas que incluían desde amables apodos, hasta inocentes cambios de caminos. Hermanamiento en estado puro.
Foto de familia en la Sierra de la Cuerda, 960msnm
Al fondo nos esperaba un nuevo parque eólico. Cual Quijotes, nos preparábamos para guerrear contra los gigantes que nos esperaban en lo alto de la sierra de la Cuerda.

Sería la cota más alta de la ruta entre ambos pueblos. Cota que casi llega a rozar el millar de metros sobre el nivel del mar. Cota que establecía la muerte definitiva de la llanura manchega. Cota que nos recordaba estar en el mismo trazado que el Camino de Santiago de Levante.
Desandando el Camino de Santiago de Levante
Tocaba ahora disfrutar de la bici, nos lo habíamos ganado con creces. Un descenso por caminos juguetones rodeados de encinas nos permitía aliviar el cuerpo física y mentalmente.

Diez kms que supieron a gloria por su descenso de cotas, por sus reviradas curvas, por las intermitentes sombras ofrecidas por el pinar... por el cambio de orografía.
Rodando entre pinos y encinas
Y así llegamos al km 82, Fuente-Álamo, último avituallamiento y última localidad de la Castilla-La Mancha. Se notaba, se percibía que algo estaba cambiando. Y eso animaba al grupo a seguir. Se advertía la cercanía del objetivo, no solo de la jornada, si no del final. Y había que festejarlo. Sandía fresca y dulce... Y cervecita recuperadora.
Celebrando el cambio de comunidad autónoma
De alguna manera se notaba como el grupo percibía que los kms no estaban pasando en balde. Pero aún quedaba por delante un sector traicionero. Divertido, pero respetuoso.

El cambio de región se marcaba físicamente mediante una sierra lineal. Al otro lado estaríamos en la Región de Murcia. 

Pero el simple hecho de nombrar la toponimia del lugar, ya hace idea de lo que nos quedaba por delante. El parque eólico de Los Reventones poblaba de molinos de viento la cuerda de la sierra con el mismo nombre.

El camino, perpendicular a las curvas de nivel, ascendía por el trazado más recto hasta lo más alto de la sierra. Un tramo corto, de poco menos de quinientos metros, que pondría a prueba la potencia muscular, la habilidad del ciclista y la suspensión de la máquina. 

Pocos pudieron ganar la batalla sin poner pie a tierra. Las pulsaciones se habían disparado y cada uno libraba su propia batalla.

Una vez arriba, iniciamos un descenso entre tierras de viñedos que nos permitió recuperar el aliento de cara a una segunda ascensión que se volvía a presentar ante nuestro camino.
Cerros de Peñas Blancas
Los cerros de Peñas Blancas establecían un escalón natural que debíamos solventar para adentrarnos en tierras murcianas.

De nuevo, un ascenso corto pero exigente, roto. Del cual debías sacar lo mejor de ti para poder conquistarlo sin penalizar. Toda una copia del cerro anterior, y en menos de 5 kms de distancia entre ambos.
Dureza en el Cerro de Peñas Blancas
El paso por este segundo cerro murciano nos dio el pasaporte para adentrarnos en un entramado de caminos que entrelazaban tierras y caseríos agrícolas semiabandonados.

Un terreno esquivo, con lomas y sierras que salpicaban una zona en apariencia abandonada. 

El trazado serpenteaba entre las tierras escogiendo los caminos que más conveniesen en nuestra marcha hacia el sureste peninsular.

Bajadas, subidas, izquierda, derecha. Ramblas, cerros. Todo un popurrí geográfico del que solo se podría salir con solvencia con la ayuda de mapas o GPS.

Buscábamos Yecla con la vista, pero era imposible el contacto ocular a pesar de estar tan solo a 10 kms de nuestra llegada.

Pero conseguimos alcanzar el collado de las Andaluzas. Un paso abierto entre las sierras de Magdalena y Gavilanes. Ahora sí. Yecla. Al fondo. Abajo. Solo quedaba dejarse llevar y disfrutar de esto merecidos kms hasta entrar en su núcleo urbano.

Pero aún quedaría una sorpresa: -"¡Coñó, lo que se parece ese tío a Lolo!"

Nuestro capi, vino para sorprendernos y acompañarnos en la última jornada.
Comida en la Estación de tren de Yecla
Directos todos al albergue municipal, escondido entre las calles del casco antiguo. Una ducha rápida para ir a comer a la otra punta de la ciudad. Y después disfrutar de fescos gintonics unos, y refrescantes baños otros.

A la noche, de nuevo en las calles para seguir conociéndonos un poco mejor a nivel personal y a nivel cultural. Saber por qué los aspenses son unos de los pocos pueblos alicantinos que hablan populamente en castellano y no en su lengua/dialecto oficial, el valenciano. E incluso a aumentar la confianza (incluso a límites insospechados) y disfrutar de un evento que estaba llegando a su fin.
Conversando en la puerta del albergue municipal
Fin que alguno se resistía a poner, con sus chistes en la oscuridad de la noche. Pinoso hizo de anfitrión en esta casa de las risas...

DIA 4: YECLA - ASPE

La mañana amaneció con rencor. Los chistes de Pinoso fueron pagados con media hora de antelación sobre el horario previsto del despertador. -"Si yo me despierto, que se levante todo el mundo" se oía desde la otra habitación. Nos la estaban devolviendo con la misma moneda.

La cámara de gas seguía independiente a estas guerras nocturnas. Pero ya no había nada que hacer. 

Recogimos, nos vestimos y con bastante antelación nos presentamos en la estación de autobuses donde llegarían casi una veintena de aspenses para acompañarnos en nuestra última jornada, ya con ámbito festivo.
Refuerzos aspenses
Tras sopesar varias alternativas sobre el trayecto a realizar de camino a Aspe, al final se decidió hacer el más corto y sencillo. Nuestra llegada estaba programada y no podiamos retrasarnos. 

Así pues, tras un breve calentamiento con Manuel practicando los pasos de Moros y Cristianos, iniciamos la marcha por el cómodo camino de Sax. Camino con asfalto rugoso que agradecerían nuestras posaderas ya con casi cuatrocientos kms en sus huesos.
Rodando por cómodos caminos, estábamos de fiesta
Si además le uníamos que resultaba ser un leve descenso casi imperceptible, facilitaba el intercambio de conversaciones entre todos los participantes del grupo. Les tocaba ahora a los aspenses hablar de sus conocidas tierras.

Dos chicos de la cantera aspense también se animaron a acompañarnos, uno promesa el otro ya todo un campeón del mundo del triatlón. Pinoso, que para esto sí que es aspense, se enorgullecía de sus dos discípulos.
Cantera aspense

Poco a poco una bruma se fue colocando en el camino. Una niebla densa que se condensaba sobre nuestro rostro y de alguna manera refrescaba el ambiente. Era habitual que esto ocurriese en estos valles interiores próximos a la costa, nos comunicaban. 

Era en este momento, bajo la densa niebla, cuando volvimos a cruzar la frontera regional. Una nueva comunidad, y una nueva provincia. Estábamos en terreno alicantino.
Bruma mañanera.
Poco a poco el sol fue ganando la batalla para mostrarnos suelo alicantino. Al fondo se levantaba la sierra de Salinas, la cual bordearíamos por un camino bien asfaltado, y que tensaría un poquito las piernas en esta festiva jornada de hoy.
De camino a Salinas
Rodábamos por la conocida comarca del Vinalopó. Río que riega los campos de uvas características por estar embolsadas durante su crecimiento, así nos lo explicaba Jorge en una de las muchas conversaciones que se mantenían en el grupo durante esta jornada.
Rodando por la comarca del Vinalopó
Un descenso rápido y cómodo nos permitiría llegar hasta Salinas, donde allí nos esperaba el avituallamiento. Avituallamiento que prácticamente no necesitábamos debido a la comodidad de la ruta de hoy. Sandwich de Nocilla, cervezas, fruta... El avituallamiento se había transformado en una auténtica fiesta en la entrada de esta localidad. Con detalles como el de la papelera que dejaban boquiabiertos. ¡Son unos fenómenos estos tíos!
Avituallamiento 5 estrellas
Continuamos nuestro camino, que se mantenía en suave y cómodo descenso. Antes de volver a salir a la carretera quedaba a nuestra izquierda la desaparecida laguna de Salinas. Algunos olivares hacían acto de presencia entre estas tierras eminentemente vitivinícolas.

La camaradería existente sobrepasaba los límites imaginables. Un flujo constante de comunicación e información rodeaba el grupo que rodaba confortable por estas tranquilas pistas de tierra.

Un breve tramo de asfalto nos mostraba a nuestra derecha una amplia vaguada que como explicaba Pedro, iba a ser inundada por el plan hidrológico del Ebro, y donde los vecinos protestaron para salvar sus tierras e incluso sus casas.
Un recodo en el viaje nos sacó bruscamente del asfalto para llevarnos hasta Fondó y su ermita de Sta. Caterine. Allí un hito de granito recuerda el lugar exacto donde Juan Negrín, presidente de la II República española, tomo una avioneta para escapar del país.



Mereció la pena este inciso en el camino, a pesar de tener que pagarlo con un roto repecho de vuelta a la carretera. 

Tocaba ahora pagar con un leve ascenso el precio para disfrutar de una senda trialera que le daría ese punto de picante a la ruta. El grupo se coloca en fila y agudiza la concentración para disfrutar de una bajada técnica y divertida.

Tras este atractivo tramo aún quedaba el postre. Un ascenso corto, pero muy intenso, que elevaría las pulsaciones hasta el límite. Pero sería el último. El definitivo. 

Desde aquí ya solo quedaba descender. Casi 20 km disfrutando del definitivo escalón de la meseta que bajaba hasta cotas casi costeras. De los 500m hasta los 200m de altitud.

Añadir leyenda
Íbamos con horario adelantado así que un pequeño grupo aprovechó a tomar un café mientras otros descansaban a la sombra. Estábamos muy cerca de la localidad de La Romana.

Una cantera de mármol nos dio paso a los viñedos de uvas embolsadas del Vinalopó. Curioso ver como las parras están todas rodeadas de bolsas, y también nuevos tipos de cultivo más económicos y menos artesanos.

Un pequeño giro, con susto incluido, nos situaba casi en término municipal aspense. Grava traicionera.
Más refuerzos para entrar en Aspe
Estábamos en Aspe. El inicio de la rambla del río Tarafa así lo confirmaba. Allí nos esperaban un adelanto de aspenses que se unirían también a la expedición. Muchos chavales jóvenes y familiares esperaban cual "Bienvenido Mr Marshall". 

Una adecentada rambla nos dirigiría sin vacilación hacia el núcleo urbano de Aspe. Previa parada para cruzar la carretera de Elche, donde se confirmó la gran amistad surgida entre todos los compañeros. Las emociones comenzaba a emerger entre los componentes de esta expedición.

Increíble. Estábamos callejeando por Aspe. Una última parada en la calle que da acceso a la plaza del Ayuntamiento fue suficiente para recordar en pocos segundos todo lo vivido en estos cuatro días.
Callejeando por Aspe
El recibimiento nos puso a todos los pelos de punta, allí estaban nuestros familiares y amigos venidos desde Torrijos. La emoción brotaba en el ambiente. A algunos incluso se le escapaba alguna lágrima. Abrazos entre todos los hermanos. E ilusión por ver allí a nuestros seres queridos. 

Solo quedaba subir al escenario para recibir el merecido reconocimiento a este grupo de valientes que con esta aventura mantienen vivo este hermanamiento entre ambos pueblos. 

Un recibimiento por todo lo alto, con la hospitalidad que caracteriza a los aspenses. Una ducha en la casa de IU cedida para nosotros fue suficiente para ponernos manos a la obra para la otra cara de este deporte. El social, el que se potencia con una mesa en medio y unas cervezas en la mano.
En el escenario de la plaza
Comida de hermanamiento y a disfrutar del ambiente en fiestas de los aspenses. Pasear por la ciudad y conocer sus calles y monumentos. Impregnarnos del ambiente alicantino. Sus calles engalanadas y su feria de la tapa. 

En definitiva, sentirse un aspense más. Que de eso trataba esta empresa. De unirnos fraternalmente. Objetivo cumplido. 
De ferias por Aspe
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MODIFICACIÓN DE ETAPAS PARA LA SEGUNDA EDICIÓN ASPE-TORRIJOS.

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