martes, 2 de julio de 2013

Quebrantahuesos 2013

1.- PREPARACIÓN

Juanjo fue el incendiario; Juanjo tuvo la culpa; Juanjo fue el promotor. Gracias Juanjo. Y gracias también a Carlos, Javi, Tomás y Jose Eugenio por acompañarle e incitarle en esta sublime idea.

Siempre he sido más partidario de la bicicleta "gorda" que la "flaca", la considero más ociosa. La segunda, sin embargo tiene un punto más competitivo, del cual rehuso en este deporte. Ya me cansé de entrenar y competir cuando me dediqué al fútbol, años atrás.

A pesar de ello, reconozco que este tipo de ciclismo poco a poco me va enganchando, sobre todo cuando le unimos el verdadero ambiente ciclista y las impresionantes vistas que nos ofrecen las retorcidas carreteras de alta montaña. Así me sucedió hace un año en el Viaje al Tourmalet.

Volviendo a la idea de Juanjo, ésta no era otra que la de participar en la macha cicloturista con más solera en España. La que más participantes reúne y la que más ediciones se ha realizado hasta la fecha. La única que puede asemejarse en dureza y ambiente a una etapa del Tour de Francia. La Quebrantahuesos.

La cadena pública Teledeporte realizó un reportaje sobre la prueba (Jose, Tomás y yo salimos levemente en el minuto 15´42´´)



Su popularidad es tal que tiene una demanda en la que la participación en ella esta sujeta al azar. En esta ocasión  casi 15.000 peticiones para unas 10.000 plazas. 4€ se debían abonar para entrar en el sorteo de las plazas, y después de ello unos 60€ si el azar estuviese de nuestro lado para confirmar nuestra plaza; además de las noches de hotel y otros gastos...

No obstante, existía una opción en la que se aseguraba la plaza, se introducía en el último cajón de salida preferente y además se gestionaban la búsqueda y reserva de un hotel. Un plan "pijo" que nos confirmaba la participación y nos resultaba más cómodo; evitándonos todo tipo de molestias para buscar alojamiento en una zona donde ese fin de semana es harto complicado. Esto era el denominado "Pack Premium".

Así pues, con seis meses de antelación, los trámites y el pago estaban realizados. Solo quedaba prepararse físicamente para la cita.

De los seis componentes, unos se lo tomaron con más seriedad que otros. Unos siguieron  un plan casi específico, y otros no cogieron la bicicleta de carretera hasta la misma semana de antes. Si bien es cierto, que todos montamos en bici con mucha asiduidad.

Por lo que respecta a mí, lo único que varié en mi plan en esta primera mitad de año fue el realizar varias rutas con distancias superiores a la centena de kilómetros, tanto en bicicleta de montaña como de carretera.

Tenía claro que "grosso modo" la preparación consistía en acumular kilómetros los primeros meses y desnivel el último mes. Siempre con objetivos motivantes, nunca como obligaciones.

Así pues con el fin de acumular kilometros, entre otras muchas marchas, nos bautizamos en una Brevet en Vicálvaro, acudimos a la Red MTB en El Escorial, abrimos diversas rutas de MTB con más de una centena de km desde Torrijos como la realizada a Villa del Prado, participamos en "Los 101 Peregrinos"de Ponferrada y así hasta más de una decena de retos o motivaciones que me servirían como medio para preparar de forma indirecta la respetada Quebrantahuesos.

Respecto al objetivo de acumular desnivel el último mes, participamos en la Karacol Bike Festival y me escapé unos días a Almería y Granda en busca de desniveles y nuevos parajes.

Dos semanas antes, dejé descansar las piernas con pequeñas salidas y un recordatorio para ellas el fin de semana anterior en la paupérrima Madrid Xtrema.

Así pues solo quedaba disfrutar de la jornada, todo estaba hecho. Pero los problemas de reservar con tanta antelación puede tener sus desventajas, y en esta ocasión las tuvo.

Un cambio de fechas en mi calendario laboral me obligaba a salir de Torrijos el viernes antes de la cita, a las 22:00. Mis compañeros de fatiga lo harían, con muy buen criterio, a las 7:00 de la mañana de ese mismo día. La prueba se realizaría el sábado a las 7:30.

Según mis cálculos mi llegada al hotel, situado en la estación de esquí de Formigal (30km más allá de Sabiñánigo), sería sobre las 3:00 de la mañana. El desayuno estaba previsto a las 5:00 y la salida hacia el inicio de ruta a las 6:00. Lo que se traducía a una hora escasa de descanso.

Mis dudas eran evidentes. Estaba claro que tenía que aprovechar el fin de semana, pues ya estaba pagado. Pero no sabía si mi cuerpo aguantaría tal paliza previa a la ruta. Así pues decidí llevar la bici y decidir qué hacer una vez allí. Las opciones que barajaba por mi cabeza pasaban desde dar una vuelta tranquila por la zona, hasta participar en la Treparriscos (hermana pequeña de la prueba) o tomar la salida junto a mis compañeros con la idea de poder retirarme en cualquier momento.

Quedaba una semana para la cita y mis cinco compañeros ya tenían preparada su Mercedes Vito para el desplazamiento. La meteorología, muy caprichosa en aquellas latitudes, nos presentaba una semana de lluvias muy intensas, algo que nos preocupaba bastante pues es un factor muy importante a tener en cuenta.

De tal fue la magnitud de las lluvias que unos días antes del fin de semana recibimos un correo por parte de la organización con un cambio de alojamiento, ya que el hotel de los Baños de Panticosa que se incluía en el "Pack Premium", había sufrido deterioros importantes por las riadas, enviándonos al hotel GH Alto Aragón, en Formigal, abierto exclusivamente para nosotros ese fin de semana.

Esto nos hacía dudar además de qué tipo de ropa llevar; de invierno, verano, chalecos, chubasquero... Solución; todo a la maleta y decidir la misma mañana.

2.- LA PREVIA

Durante la jornada del viernes mis compañeros disfrutaron de un día de relax mientras que yo cumplía con mi trabajo. Las fotos intercambiadas en el grupo de watsapp no hacían más que darme una envidia descomunal. La tarde la aproveché para echar una pequeña siesta que me ayudase a acumular descanso de cara a las cinco horas y media de conducción nocturna.

A las diez de la noche, con la obligación cumplida, partía de camino a Formigal. The Police, Leny Kravitz, U2, Chemichal Brothers... Todos ellos me acompañaban en una espectacular fiesta dentro del habitáculo de mi coche con el único fin de mantenerme despierto y activo.

Realicé una parada a media noche para cenar un buen tupperware de espaguetis en cualquier gasolinera cercana a Zaragoza que además, me sirvió para estirar las piernas y seguir mi camino.

A las 3:15 de la madrugada llegaba al destino donde Javi me esperaba en hall del hotel en pijama para recibirme y enviarme directamente a la cama. ¡Eres un crack!



Y llegó el día. Eran las 4:30 de la mañana del día 22 de junio del 2013. Todo preparado. Tan solo una hora de sueño. No me costó mucho decidir qué hacer con tan solo ver el ambiente en el desayuno del hotel. Casi más me costó elegir el tipo de ropa. El día antes había llovido, amanecía nublado, pero las previsiones eran bastante benévolas. Había que participar sí o sí. Confiaba en que la adrenalina me mantuviese despierto durante toda la jornada.

Con un espectacular desayuno preparado por y para nosotros, llenamos nuestros depósitos de energías con zumos naturales, platos de pasta, frutas, muesli, tostadas con aceite y tomate... Todo un lujo que bien habíamos pagado.

A las 6:00 estábamos casi todos, preparados para salir. Ya contábamos con la espera a cierto compañero que suele tener la mala costumbre de hacer esperar al grupo ;)

Tres cuartos de hora más tarde, después de pasar Biescas, nos encontramos con un monumental atasco que nos impediría llegar a tiempo a la salida. Solución. Parar en la gasolinera de la carretera a unos 7 kilómetros de Sabiñánigo, prepararnos en este lugar y llegar en bici hasta la salida.

Y es aquí donde se empezó a disfrutar del ambiente ciclista que ondea por la comarca del Alto Gállego estas jornadas. Como nosotros, muchos aficionados más tomaron la misma decisión. Lo que ello produjo que se crearan en la carretera grupetas de ciclistas para llegar al inicio de ruta.

Al entrar en Sabiñánigo, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Todo un pueblo estaba echado a la calle, engalanado con motivos ciclistas para la ocasión. Ensimismado por el preámbulo que estábamos viviendo, llegamos al Pirenarium, lugar del inicio de ruta, inédito hasta este año. Igual de inédito fue el corte al trafico rodado en las carreteras españolas por donde transcurriría la prueba, haciéndolo de esta manera más especial gracias a los tramites de los organizadores con la Guardia Civil de Tráfico.

Y aquí el único problema a destacar de la jornada, encontrar nuestro cajón de salida. El último tras los corredores con marcas en ediciones anteriores, miembros del Club Ciclista Edelweiss de Sabiñánigo y VIP´s. Tras nosotros, el resto de participantes. Unos 2.000 por delante y 6.000 por detrás.

Preparados para el reto.
Con diez minutos de antelación encontramos nuestro lugar. Momento de fotos para el recuerdo y nervios ante lo desconocido. Todo ello desapareció en el momento justo del chupinazo. Eran las 7:30 de la mañana y comenzábamos a rodar.

3.- LA SALIDA, PRIMEROS KILÓMETROS.

Circular por una población literalmente echada a la calle te hace sentir importante, ese ambiente del que tanto se hablaba en foros y círculos ciclistas era real. Ya lo había vivido en los 101 de la Legión en Ronda con la bici de montaña. Pero en esta ocasión era diferente, subido en la "flaca" hacía sentir un auténtico ciclista profesional.

Antes de salir de la población había quedado claro dentro de nuestro grupo quienes irían por delante intentando sacar tiempo por su mejor estado de forma, y quienes iríamos por detrás disfrutando del paisaje y ambiente.

Jose Eugenio y yo teníamos claro nuestro objetivo, Tomás podía haber tomado el grupo de cabeza pero decidió acompañarnos en esta espectacular jornada. Javi, Juanjo y Carlos, en evidente buena forma, tomaron la delantera.

Al salir a la autovía A-23, el grupo torrijeño ya había quedado dividido. Nuestro objetivo, era tomar una grupeta que se adaptase a nuestro ritmo y nos llevase lo más confortable posible hasta Jaca.

A penas 20km separan ambas localidades, en un trazado cómodo y con un asfalto lozano. Lo debíamos tomar como un sector donde calentar las piernas y preparar la mente.

Muchos ciclistas rodando de forma dispersa e individual en los primeros kilómetros. Mi atención se centraba en no perder de vista a mis otros dos compañeros dentro de la ancha calzada de la autovía entre esa multitud de ciclistas excitados.

Después de los primeros kilómetros y casi sin darnos cuenta, la dispersión de ciclistas desapareció. Ahora rodábamos los tres juntos, con un buen ritmo. Perfecto para nuestras piernas. Fue una situación extraña, puesto que durante unos instantes no observábamos ningún participante por delante, solo una gran grupeta a lo lejos.

Fue entonces cuando decidí girar levemente la vista hacia atrás y me encontré la sorpresa. Un pelotón de casi un centenar de bikers rodaban cómodamente a nuestra rueda. Error de principiante y aviso a mis dos compañeros que marchaban delante de mí. Un leve silbido les sirvió para girar la cabeza y observar la evidencia.

Bajamos los tres el ritmo y otros tomaron la delantera. Dentro del grupo se iba en volandas, casi sin dar pedales y calentitos. Las charlas con unos y otros participantes sobre sus experiencias nos sirvió para darnos cuenta de la grandiosodad de la prueba. Lo mismo hablabas con alguien con deje sevillano, que con un compañero con acento gallego, que con alguien con evidentes entonaciones catalanas.

Pero allí por detrás oíamos a ciclistas de la zona centro... Era como oírnos a nosotros mismos, una auténtica prueba de geografía española.

Puntualmente, afinando nuestro oído en busca de conversaciones interesantes, nos encontrábamos con un bufido cortante en el aire. Al momento, como si una bandada de pájaros se tratase, nos sobrepasaba un grupo muy numeroso con un rítmo imposible para nosotros. Por uno y otro lado, grupetas centenares nos iban adelantando en busca de los primeros puestos. Y pronto los veías desaparecer por delante de nuestra vista. Una sensación desconocida para mi corta vida ciclista.

Cuando nos adelantaba uno de estos grupos, un hombre mayor con acento catalán se dirigió a nosotros:
- ¿Es vuestra primera Quebranta?
Los tres respondimos afirmativamente.
- Pues yo llevo, con esta 13 ediciones, y antes iba en estos grupos que nos adelantan. Te aseguro yo que más de uno de esos lo va a pasar muy mal en el Portalet. A este ritmo, la acabamos seguro, os lo digo yo.

Transitábamos hacia el oeste por la comarca de La Jacetania, curiosa llanura enclavada entre dos elevaciones singulares. A la izquierda la Sierra de San Juan de la Peña, con su emblemática Peña Oroel que nos evadía de la concentración competitiva que pudiese tener la prueba. Ella sola consiguió sacar nuestra atención del asfalto y ponerlo en el recortado horizonte. Al otro lado de nuestro sentido, estaban las primeras estribaciones de Alto Pirineo aragonés, con el Fuerte de Rapitán al fondo. Protegiendo el paso hacia el país vecino por el Valle de Canfranc.
Peña Oroel, desde la A-23.
De nuevo una conversación, me devuelve a la grupeta. Oía a la gente preguntándose, señalaban y enviaban sus miradas hacia una silueta femenina dentro del pelotón. Intrigado por quien se podía tratar, escuché entre susurros que se trataba de Edurne Pasabán, la alpinista española, primera mujer del mundo en conseguir los catorce "ochomiles" del planeta.

Le faltó tiempo al parlanchín de Tomás para acercarse a ella y darle un poco de conversación como acostumbra. Allí estuvieron charlando durante unos minutos como si se tratase de un conocido de toda la vida. Tomás no lo sabía, pero acababa de abrir la veda. Todo aquel se acercaba a ella, le daba un saludo o entraba en conversación. A la alpinista parecía no importarle y me produjo una sensación de cierta simpatía.

De pronto, la carretera comenzó a inclinarse hacía abajo, estábamos llegando a Jaca, la velocidad aumentó y el grupo se volvió a disipar.

Cruzamos bajo un puente que estaba repleto de jacetanos con pancartas de ánimo, aplausos y vítores hacia nosotros. Es curioso como el simple hecho de ver esto te puede recargar algo de tus reservas de energía. El factor psicológico también entra en escena en este tipo de eventos maratonianos.

Así nos veían los espectadores desde el puente de la subida al Fuerte de Rapitán.



En Jaca, tomábamos sentido norte, iniciando así el liviano ascenso al puerto de Somport. Nos introducíamos  mediante esta brecha del Valle de Canfranc, hacia el corazón de los Pirineos.

Llevábamos 20 km de ruta y se nos presentaba por delante un ascenso de unos 27km hasta la frontera con Francia.

4.- EL PUERTO DE SOMPORT

Este puerto, se puede dividir en dos perfectas mitades. La primera, más liviana y llevadera hasta la población de Canfranc; y una segunda más dura y abrupta a partir de esta localidad.

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Acompañaríamos, aguas arriba al río Aragón, el cual cruzaríamos por primera vez mediante el "puente de Torrijos" junto a un área recreativa de descanso, dejando su curso a nuestra derecha. Todo un guiño a nuestro ánimo el encontrarnos un paso con el nombre de nuestra localidad en estos lares tan lejanos a nuestra población.

Fue en esta primera parte donde nos ubicarnos en una nueva grupeta, más pequeña que la anterior. En ella casualmente nos volvíamos a encontrar con Edurne Pasabán. Este fue el turno para Jose Eugenio, el cual se acercó a ella con su humor sigiloso para pedirle una foto al acabar la ruta y así poder vacilar a sus amigos del pueblo con su nueva amiga.

Por momentos era ella la única que tiraba del grupo, todos los demás hacíamos la "araña muerta" detrás suya. Su ritmo era tranquilo y eficiente.

La alpinista resultó ser muy accesible y agradable; tanto Jose como Tomás bromearon con ella durante un buen rato en el ascenso. Mientras la gente se acercaba a saludarla y ella respondía con el típico "¡Epa!", tan característico en los ciclistas vascos. Otros más se animaron a conversar con ella mientras Tomás insistía en valorar sus logros. En uno de esos momentos, tuvo éste una salida de cadena con el consiguiente comentario jocoso de los ciclistas que estaban a su alrededor: -"¡Este lo ha hecho a posta para que le empujases del culo!". A lo que ella respondió que se le había pasado por la cabeza pero que no quería malos entendidos; no fuese que "casualmente" a todos se les empezase a salir sus respectivas cadenas.

El azar quiso que minutos más tarde, fuese la cadena de Edurne la que se saliese de su plato. Es cuando salieron los comentarios chistosos sobre que tal vez ambos, Edurne y Tomás, hubiesen establecido esa estrategia para quedarse solos en la parte trasera del grupo.

Un buen ambiente rodeaba este reducido número de ciclistas, con comentarios jocosos sobre el desnivel y las vistas que nos ofrecía este cada vez más encajonado valle.

Estábamos llegando a Castillejo de Jaca y es aquí donde vimos las consecuencias del concurso que habían promovido los organizadores respecto a valorar los grupos animadores más activos y originales.

De fondo solo podíamos escuchar una canción con una letra relacionada con la superación y el esfuerzo de los ciclistas en la Quebrantahuesos. Según nos acercábamos pudimos observar a un personaje subido a una bicicleta estática, disfrazado de algo indescriptible con guitarra en mano, puesta en escena, pedaleando y cantando a capela una canción de ánimo para todos los ciclistas. De fondo una página web promocionandose, la cual no pude retener en mi memoria. Increíble de nuevo el ambiente.

En el tramo que restaba hasta llegar a Villanúa coincidimos con el grueso del Club Ciclista Edelweiss. Jose Eugenio, que es sabio nos incitó a quedarnos a rueda de este grupo porque ellos sí que se conocían el recorrido. Y tanto, ¡como que eran los promotores y organizadores del evento!

Tomás, tendía a irse hacia delante, Jose pretendía seguir su ritmo. Yo mantenía las distancias entre ambos. Me parecía muy inteligente la opción que proponía Jose, pero sí era cierto que su ritmo era excesivamente lento para nosotros. Si bien, un comentario de ellos a Jose nos inquietó. -"¡Vosotros tirad, tirad!" Con cierto retintín...

Al final decidimos poner nuestro ritmo, lo que hizo dejar a tras a este grupo.

A partir de la población de Villanúa el valle comienza estrecharse, las laderas parecían echarse encima de la carretera, lo que produjo introducirnos en una umbría húmeda. Las lluvias de los días anteriores nos mostraban cascadas y regueros por cualquier rincón que observases. Todo un lujo para nuestras vistas.

Ensimismados, disfrutando de la naturaleza vi pasar un ciclista con atuendo azul. Me llamó la atención y resultó ser Jach, un compañero de MTB Leganés. Un breve saludo y marchó hacia adelante con soltura. Me hizo mucha ilusión esta coincidencia con una de estas grandes personas que forman este grupo pepinero.

Llegamos a Canfranc-Pueblo y las rampas comenzaron a endurecerse bajo nuestros pies. El ritmo se ralentizó y una de las ambulancias que acompañaban en el recorrido bromeaba con nosotros respecto de la dureza. Incluso, a modo de broma, nos ofreció EPO. Afortunadamente ninguno de los que íbamos en este lugar de la ruta, necesitamos ese tipo trampa para disfrutar de la bicicleta.

Llegamos al embalse de Canfranc que nos indicaba que estábamos llegando a Canfranc-Estación. Aquí tenemos el último respiro antes de afrontar la definitiva subida. El túnel de acceso a Francia lo dejamos a nuestra izquierda y tomamos el tramo más bonito de todo el puerto.

De frente se abre el Canal de la Roya con espectaculares vista de sus cimas rapadas de vegetación. El sol brilla con fuerza y la carretera serpentea hacia el sur, mostrándonos una espectacular imagen de la Sierra de Aisa. El verde de sus praderas toma un papel importante. Era momento foto, pero no quiero castigar las piernas con paradas innecesarias.

Sopesando si hacer la detención para inmortalizar este momento o no, un pensamiento me hace decantarme hacia uno de las dos lados "Quien quiera disfrutarlo, que venga y lo sufra. Total, la foto nunca jamás hará justicia a la belleza real del paisaje".

Mientras me convencía de ello. Un ciclista me preguntaba por la espalda: "Sois de Torrijos, por lo que veo". Él era de Aranda de Duero, mantuvimos una conversación sobre las tierras llanas de nuestras poblaciones y de lo que alguien de la llanura puede llegar a disfrutar de estos parajes. Antes de despedirse nos comentó: "Allí hay una discoteca muy grande ¿no? Radical, creo que se llama..." Me hundió. "Sí, pero también tenemos una Colegiata del s. XVI y un Palacio de Pedro I muy interesante", le respondí.

Un sonido en la bici de Tomás nos hizo parar para comprobar de dónde provenía. Fue la escusa perfecta para detenernos y hacer la foto que tanto me había removido mi consciencia unos metros más atrás. A pesar de haber tomado ya la decisión, no podía dejar de compartir esta imagen con todos vosotros.
Poco antes de coronar Somport.
La curva de herradura del Campamento Militar de la Rioseta, nos devolvía a nuestro rumbo norte y nos enfilaba de camino a la estación invernal de Candanchú.

El puente del Ruso, nos cambiaba de ladera y ubicaba al río Aragón al otro lado de la carretera. Podíamos divisar las edificaciones y el duro impacto que produce las instalaciones de las pistas de esquí a los paisajes naturales.

Como si de una revancha de la naturaleza a la mano del hombre se tratase, observamos como la carretera de acceso a esta estación invernal estaba barrida literalmente por una riada de agua.

Teníamos ya contacto visual con la cima. La gente y el hormigueo de ciclistas quedaba a nuestra izquierda. De frente, se abría el Valle de Astún, con su estación invernal y sus cuerdas fronterizas.

Compartimos la última revuelta con nuevo saludo, esta vez con un toledano del grupo "Carrasco es ciclismo" el cual se encontraba en idéntica situación que nosotros. Había venido con otros compañeros más fuertes que iban por delante y había tomado la decisión de disfrutar a su ritmo.

La cima estaba repleta de gente animando. Me llamó la atención como se fijaba en el dorsal, donde además de llevar el número, también venía serigrafiado el nombre. Muchos lo utilizaban para animar de forma personalizada. Un "¡Ánimo David, que ya lo tienes!" por medio de un aficionado anónimo hizo que me sintiese importante dentro de esta vorágine de ciclistas amateurs.

A la derecha arriba, un grupo con una pancarta de Tomelloso, me permitió devolver ese ánimo que estaba recibiendo de los espectadores con un "¡Vamos esos manchegos de Castilla!" Esta voz tuvo un efecto boomerang multiplicado sobre nosotros con vítores y ánimos de aliento imprescincibles para estos últimos metros de este largo pero tendido ascenso.

Estábamos en la frontera con Francia y habíamos rodado los primeros 48km. Situados a una altura de 1623m y con un tiempo de 2h04´. El puerto de Somport había sucumbido.

Un espectacular avituallamiento con liquidos energéticos, azucardos... Frutas, barritas, geles... Frutos secos... No faltaba de nada. Repusimos nuestros bidones, tomamos algo de comida. Nos pusimos los chubasqueros y nos dispusimos a hacer el descenso más largo de la jornada.

5.- DESCENSO DEL SOMPORT

En mi la mente resonaban las palabras de Carlos, único componente de nuestra expedición que ya tenía experiencia en la prueba. -"La bajada del Somport es muy peligrosa porque es muy umbría, y con las lluvias es posible que el asfalto esté mojado y por tanto muy resbaladizo".
Con este consejo muy presente, comenzamos a descender ya por tierras francesas por un asfalto mucho más rugoso y con ciertos signos de abandono.

Los siete primeros kilómetros se presentaban con varias curvas peligrosas, que unido al estado de la carretera y a la cierta humedad, hicieron que el descenso se realizase con mucho temple. Tanto es así que en una de esas curvas, y a una velocidad excesivamente reducida, me encontré con otro componente de MTB Leganés.

El gran y carismático Rute descendía con tal sigilo que en un primer momento pensé que pudiese tener algún problema mecánico. Mi saludo fue un -"¿Qué te pasa? ¿Necesitas algo?" Así sin más. Desconcertado me miró y caí en la cuenta que no me había conocido. -"¡Coño More! No sabía quien eras... No me pasa nada, tranquilo, solo que bajo muerto de frío y con mucho cuidado".

Un leve estrechamiento de manos sirvió para confirmar esa complicidad ciclista y despedirnos para que cada uno siguiese con su ritmo.

Tras este primer y serpenteante tramo, llegamos a Les Forges d`Abel, donde el túnel internacional que dejamos en Canfrac tomaba su otra salida.

Estábamos pues en el fondo del valle d`Aspe. La carretera mejoró su estado y se hizo rectilínea. Con menos humedad que en las alturas del puerto. Fue el lugar donde apareció el pico de velocidad de toda la prueba, 70km/h.

Encajonados en lo profundo de la angostura, íbamos compartiendo tramos con una vía férrea en desuso y paralelos al río que toma el mismo nombre que el valle. Continuabamos nuestro descenso hacia el norte.

Recordaba ahora los consejos del gran Ángel Carrillo: -"David, mucho cuidado en las bajadas, mantente en tu trazada" Y qué razón tenía, la gente bajaba a "tumba abierta", con unas velocidades disparatadas, por uno y otro lado.

A ratos sufría por Jose Eugenio, más rápido que nosotros en el descenso, porque de vez en cuando echaba la mirada a tras para controlar nuestra unidad, evidentemente ahora con unas distancias mayores que en el ascenso.

El cansancio físico y muscular de la subida se alternó por el agotamiento psicológico y mental de la bajada. La concentración era imprescindible si no querías ser arroyado por alguno de estos bikers. También era necesaria para mantener la atención en el asfalto y poder evitar las pocas zonas húmedas que habían quedado en este soleado día de junio.

Es por esta razón por la que a penas pudimos disfrutar del paisaje en este sector, poniendo nuestro interés en el aspecto deportivo y algo menos en el ocioso.

Urdos fue la primera población francesa de paso. Pequeña y casi deshabitada, pero con un encanto especial. La velocidad se redujo considerablemente para transitar por esta localidad, lo que nos permitió, por primera vez desde que iniciamos el descenso,  levantar la mirada más allá del asfalto y disfrutar del paisaje que nos rodeaba.

En una de estas pocas veces que pudimos mirar al frente, me llamó la atención la camuflada Fortaleza del Portalet a nuestra derecha, custodiando una brecha, a modo de desfiladero, que se abría perpendicular al valle que descendíamos. En él encontramos el espectacular Chemin de la Mature. Un camino abierto para poder atravesar este pétreo enclave, picado en la propia piedra de la vertical ladera rocosa, no apto para gentes con vértigo. Es increíble los rincones que guardan estas majestuosas montañas

Chemin de la Mature (Panoramio)

Volviendo a la ruta, atravesamos la localidad de Etsaut para llegar hasta Cette. Aquí la pendiente comenzaba a suavizar obligándonos ya a acompañar la marcha con pedaladas, veinte kilómetros después de haber iniciado el descenso.

Un poco más adelante, el valle se ensanchaba, las vistas se abrían en un aparente falso llano que aún picaba hacia abajo, pero que el leve aire de cara hacía que tuviésemos que empezar a aplicar fuerzas sobre nuestras piernas.

Tomamos una circunvalación que evitaba pasar por el centro de las localidades de Accous y Bedous. Era una pequeña zona de cultivos entrometida entre las paredes verticales de los pirineos.

Es aquí donde vuelvo a divisar un maillot azul entre una grupeta que marcha delante, la bici roja me hace pensar que es Dela, el gran presidente pepinero. Elevo un poco la velocidad hasta llegar a su altura, Tomás me sigue. Un afectuoso saludo entre los tres y una leve charla sobre los participantes de uno y otro club y sus posiciones respecto a nosotros fue suficiente para demostrar el entusiasmo de nuestro encuentro.

Su ritmo era levemente superior y lo dejamos marchar.

El valle volvía a encajonarse, mostrando sus respetuosas laderas verticales sobre nuestros pasos. Así dejamos la pequeña localidad de Sarrance a nuestra izquierda para llegar al estratégico municipio de Escot.

Es aquí donde se nos desvía de la carretera principal, para tomar rumbo este e iniciar el ascenso al temido Marie Blanc.

En una pequeña fuente los participantes reponen líquidos en sus bidones. Nosotros decidimos parar para evacuar nuestros líquidos, quitarnos el chubasquero y prepararnos mentalmente para lo que nos venía encima.

86km y 3h04´ habían pasado desde nuestra salida en Sabiñánigo. Nuestro amigo Rute nos adelantaba mientras estábamos preparándonos para iniciar el ascenso. -"¡Suerte!", nos lanzó al aire.

6.- SUBIDA AL MARIE BLANC

Tan solo 9 kilómetros con un enigmático porcentaje medio del 7,5%. Y es que, analizando este puerto, bien debemos dividirlo en dos partes. Una inicial, más suave de 5 km a una media del 4%. Y una segunda parte torturadora de 4km al 11%.
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Iniciamos la marcha por el valle húmedo y soleado. El descanso de nuestras piernas nos incitaba a tomar un ritmo ligero que podría pasarnos factura en el segundo tramo. Debíamos tener esa sangre fría que te permitiese guardar fuerzas cuando tu cuerpo te pide un punto más.

Jose con su continuo -"¡More; piano, piano!" marcaba las pautas de la sensatez. Tomás, el más fuerte de los tres, respetaba nuestro ritmo bajando un punto el suyo.

Los primeros kilómetros pasaron con estas pautas; disfrutando de las vistas que nos regalaba el arroyo que descendía fresco a nuestra derecha, intentando tomar la máxima sombra posible de los árboles que nos rodeaban y empapándonos de los ánimos de los espectadores.

Al pasar uno de los muchos grupos que se habían reunido en torno a una nevera de playa, con sillas de río, pancartas escritas en castellano y cervezas en mano, me vi reflejado en alguna de las muchas ocasiones en las que yo había sido el espectador ofreciendo ese refrigerio a los ciclistas participantes.

Espontánea y muy amablemente uno de ellos me ofreció esa cerveza fresquita mientras atacaba la primera parte de la subida del puerto. Sumido en este ambiente festivo, cogí la lata de cerveza,  tomé un rápido trago y la devolví vacía hacia el grupo. En esta ocasión, tuve la mala suerte de calcular mal, dando a uno de los participantes en su bicicleta. Preocupado, pedí disculpas que fueron amistosamente aceptadas por el afectado.

Este era el ambiente del que te sientes orgulloso siendo participe de él.

Los hitos en los laterales de la carretera nos iban informado del porcentaje medio de cada kilómetro.
Resultaba curioso como la pendiente iba ascendiendo un punto porcentual desde el inicio, pasando del 2% en el primer kilómetro hasta el 6% en el quinto y último de la primera mitad.

Fue ver el cartel del Camping Moulin de Barescou, a falta de cuatro kilómetros para la cima, cuando aquello empezó a ponerse serio. El ascenso lineal de porcentajes dio un salto para pasar directamente a porcentajes que se alternaban entre 10% y 11% hasta el final del ascenso.

Automáticamente y casi sin darnos cuenta todos nos levantamos sobre nuestras bicis para realizar este tortuoso tramo de pie intentando sacar las fuerzas, potencia y energía necesaria para combatir esta lucha contra la montaña. Yo no me volví a sentar hasta una vez coronado el puerto.

Era por momentos tal el pelotón, que debíamos además jugar con el equilibrio. Las fuerzas iban muy justas y cualquier movimiento brusco podía tirar a más de uno de su bicicleta.

Las gotas de sudor recorrían la cara hasta llegar a la barbilla para caer sobre el manillar. Uniendo así, mediante el esfuerzo, a humano y máquina. Era una guerra de ambos contra la naturaleza. Tan centrado estaba en ella, que perdí la referencia de mis compañeros. La concentración y el esfuerzo iban de la mano para poder solventar esta batalla.

Dentro de mi mente, los sabios consejos leídos en foros ciclistas sobre como afrontar esta cima. "Cuidado con darlo todo en el Marie Blanc, porque luego te puede pasar factura en la larga subida al Portalet"

Iba al límite, si quería guardar fuerzas, el siguiente paso hubiese sido echar pie a tierra; pero mi coraje no me lo permitía.

Es también un punto bonito de este deporte. Lo que no se sufre, no se disfruta.

Tan concentrado estaba en la lucha, que ignoraba todo lo que me rodeaba. Aunque en uno de esos momentos en los que alzas la vista, observé una estampa muy graciosa e ingeniosa a la vez.

En medio del martirio ciclista, un minibus aparcado en la cuneta del puerto con unos iconos muy intuitivos:

"Figura de un hombre + figura de una bici = 9€"

-"¡¡¡Eso es guerra psicológica. Si este se cree que voy a desistir y va a hacer negocio llevándome a Sabiñánigo, que espere sentado!!!", retumbaba en mi cabeza.

La cima parecía no llegar, iba intentando realizar una subida eficiente sin gastar más de lo previsto. Tras una curva  izquierdas noté un aumento de decibelios transformados en palabras de ánimo y aliento.

Levanté la mirada y los pelos se me pusieron de punta. Como si de un final de etapa en alto se tratase, la gente invadía el asfalto animando y empujando al los participantes. Esa imagen que cientos de veces había visto en la televisión tumbado en el sofá cualquier tarde de verano, lo estaba viviendo ahí en persona. Indescriptible la sensación que me produjo.

El aspecto psicológico entró en acción en estos 50 últimos metros del Marie Blanc, llevado en volandas por los ánimos de esas personas apasionadas a la bici que te hacían sentir un auténtico ciclista profesional.

Coronamos el temido puerto. Allí estaban Jose Eugenio y Tomás. Nos bajamos de la bici, nos hicimos las fotos pertinentes con el cartel de la cima y nos colocamos de nuevo el chubasquero para iniciar el descenso hasta Bielle.
Un puerto más a mis espaldas.
Estábamos en el ecuador de la prueba. Pero de alguna forma, la sensación era como si los más duro ya hubiese pasado, a pesar de la larguísima subida al Portalet.

7.- DESCENSO DEL MARIE BLANC

La bajada es corta. Con algunas curvas peligrosas muy bien señalizadas por los voluntarios de la organización. El asfalto está cubierto de sombras debido al denso bosque por el que transita la calzada.

A mitad del descenso, el bosque da paso a un extenso prado donde se ubica un nuevo avituallamiento.
Reponemos fuerzas, rellenamos bidones y comemos frutas de cara al tedioso puerto del Portalet.

La muchedumbre agobiaba por momentos en la zona donde se disponía la comida y decidimos separarnos del gentío. Pudimos así disfrutar de las nuevas vistas y de los preciosos caballos que trotaban próximos a nuestra presencia.

Pero antes de separarnos de la aglomeración de este avituallamiento, una nueva sorpresa a modo de maillot azulón me volvió a alegrar el momento, el gran Carlos "Zafak" apareció ante la muchedumbre. Un afectuosos saludo entre ambos y una leve conversación sobre las sensaciones que estábamos teniendo fue suficiente para evidenciar el buen rollo que hemos establecido ambos grupos. Como diría Rute "Conexión Leganés-Torrijos".

Iniciamos la segunda parte del descenso cuando al realizar un giro en la carretera, se nos mostraba un paisaje tan llamativo como espectacular. Los diferentes tonos de verde propiciados por el prado y el denso bosque, se mezclaban con los grises y blancos de las alturas montañosas y un impecable azul celeste recortado por la irregular línea de los pirineos.
Descenso del Marie Blanc.
- "¡Lo siento mucho, pero aquí tengo que parar!" -grité a mis dos compañeros.

Mientras desaceleraba la marcha en busca de un lugar seguro y sin entorpecer la bajada del resto de ciclistas, me arrimé a la izquierda de la calzada. Cuando quise levantar la vista vi a un compañero en el suelo.

- "¡Vaya golpe que se ha dado ese! Menos mal que parecía que había caído despacio..." -pensé. Pero cuando centré mejor la atención para valorar si necesitaba ayuda, caí en la cuenta de que era Jose Eugenio.

Rápidamente, Tomás y yo fuimos a socorrerle, al igual que un fotógrafo alemán que por allí estaba ubicado en busca de las buenas fotos que este lugar te regalaba.

Un pequeña magulladura en el codo. Solo había sido un susto. Su preciosa Pinarello sí tuvo más daños con su maneta doblada y su reventón en la rueda trasera. La primera avería no le impidió seguir y la segunda fue repuesta por un mecánico profesional y un compañero ejemplar. Eres un crack Tomás.
Imagen tomada por el fotógrafo situado en ese lugar.
Mientras Tomás reparaba la rueda. Jose me comentaba que su caída se había debido a que estaba frenando para tomar la instantánea y que al mirar hacia atrás para ver donde me iba a detener, justo se encontró un boquete en el asfalto.

Pequeño boquete que hizo caer a Jose Eugenio.
Reanudamos la marcha dejando la zona de este prado llano para entrar en un nuevo sector con curvas de nuevo cerradas que terminarán con el descenso en la localidad de Bielle.

Algo preocupados por el estado de nuestro compañero, llegamos a esta localidad situada en el punto kilométrico 110 de la ruta y con un tiempo de 4h:53´.

Tocaba ahora buscar una grupeta para llanear hasta Laruns, población donde se iniciaba el prolongado ascenso del Portalet.

Los 7 kilómetros por este ancho valle, con un falso llano que picaba un poco hacia arriba, lo realizamos con un pequeño grupo del que fuimos tirando hasta llegar al pie del puerto. A uno y otro lado de la carretera dejábamos pequeñas localidades como Beon, Belesten o Geteu.

Bordeamos la ciudad y cuando nos disponíamos a iniciar el ascenso, Jose se detuvo en el desvío en el que también comienza el ascenso al mítico Col d´Aubisque.

8.- SUBIDA AL PORTALET

En una pequeña área de descanso con paneles informativos sobre los puertos del lugar, lugar de parking para caravanas, cabina de teléfonos y algún que otro árbol estrategicamente situado; ocurrió algo que igual debiese guardar para nuestra intimidad.

Tal vez fuese porque psicológicamente relajaron su nivel de tensión y vieron que el reto estaba casi conseguido, o porque la mezcla de barritas, geles y líquidos hacían su efecto laxante o porque simplemente querían quitarse lastre para el ascenso. Ocurrió lo que no se podía remediar.
Imagen explicativa del lugar de acción. Por Jose Eugenio.
Tras un leve reconocimiento de la pequeña zona y búsqueda de ciertos lugares ocultos y posibles objetos de aseo. No sé aún exactamente por qué, pero existió una coordinación tal entre Tomás y Jose Eugenio con pocas palabras resumidas en esta frase:

-"Tomás, ¿qué prefieres, papel de la cruz roja o las hojas de las páginas amarillas? ¿Detrás de la cabina o de aquel árbol?

No daba crédito a lo que estaba oyendo. Decidí separarme para centrar mi atención en el panel informativo del Portalet mientras del les dejaba ese momento de intimidad humana.
Con Jose, antes de realizar sus intenciones.
Me dio tiempo a estudiarme casi de memoria los porcentajes de cada uno de los 28 kilómetros de este puerto hasta que ambos se acercaron con una sonrisa de oreja a oreja y me exclamaron:

- "¡Ya estamos como nuevos, podemos continuar More!"

Anécdotas que se quedarán como vivencias graciosas para el resto de nuestras vidas.

De nuevo en ruta, 28 kilómetros nos separaban del paso fronterizo con España. El análisis del puerto que me había permitido este tiempo de "descanso" me hacía ver que era un puerto tendido por el Valle d´Ossau, con tres zonas diferenciadas.
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Una primera con porcentajes muy leves del 2, 3 y 4% los nueve primeros kilómetros hasta Le Souseou. Otra parte intermedia, durante los siguientes diez kilómetros, muy irregular en sus porcentajes aumentando estos incluso hasta el 11%, pero con descansos intercalados hasta el embalse de Fabregas. Y por último los restantes nueve kilómetros con medias sostenidas entre el 6 y 7%.

Iniciamos el ascenso por el túnel rocoso y húmedo que da acceso a la estrecha garganta del valle, todavía muy cerrado entre sus paredes verticales. Rodamos aguas arriba del río que lleva el mismo nombre que el valle.
Inicio del ascenso del Portalet.
Río que en la localidad de Eaux-Chaudes, se convierte en aguas termales como la propia traducción de la localidad nos indica "Aguas Calientes".

Tras esta localidad, cruzamos el puente del infierno, que nos avisa de lo que nos podemos encontrar más adelante.

La cadencia del pedaleo es viva, nos encontramos los tres con fuerza. Hemos ido guardando todo el recorrido y además hemos tenido dos descansos "inesperados". Vamos pasando ciclistas a nuestro ritmo. Ahora la grupeta la formamos solo nosotros tres.

Nuestra filosofía de guardar fuerzas nos pone en compromiso. La cabeza nos hace dudar de si estamos gastando más energías de lo que debemos en este inicio, pero las piernas nos responden muy bien y decidimos seguir con él. Estamos a gusto, y por delante vemos un rosario de participantes que comienzan a pagar sus sobreesfuerzos.

Tras este primer tramo de ascenso, llegamos a la segunda parte. Depués pasar la Centrar Eléctrica de Miegebat, la linealidad de la carretera se ve rota por algunos tramos con recurvas que dan cierta novedad a la carretera. Más a delante, una nueva zona de herraduras nada más pasar la localidad de Gabas, vuelve a tensar nuestras piernas. Que aún tienen que sufrir el remonte del muro de la presa que retiene las aguas del Lago Fábregas con puntos superiores al 11%.

En esta localidad de Gabas, hemos cambiado de valle y ahora transitamos por el de Brousset al otro lado de espectacular pico de Midi d´Ossau.

Es en estos tramos donde se demuestra el buen estado de forma de Tomás, donde su alegre pedaleo le hace distanciarse de nosotros. Pero al echar la mirada hacia a tras, su compañerismo ejemplar le obliga a levantar un piñón y volver a nuestra rueda.

Por momentos pensaba, que nos habíamos equivocado al subir la primera parte tan alegre. Aun más cuando después de pasar este tramo duro del puerto, levanto la mirada y me encuentro el prominente dique de Fábregas.
Dique del Embalse de Fabregas.
Justo a los pies de la presa, antes de iniciar la última curva de herradura de este sector, Tomás aprovecha sus fuerzas sobrantes para animar a los grupos aficionados allí situados y, tal vez, ya cansados de animar. El efecto rebote que ello produce sobre nosotros nos hace animarnos y levantarnos de la bicicleta para culminar estos últimos metros de sufrimiento antes de llegar a la orilla del lago. Es aquí donde tendríamos el merecido descanso, con sus dos kilómetros llanos paralelos al embalse, a nuestra izquierda. Toda una recompensa para nuestras piernas.
Lago Fabregas.
Además, y por si ello fuera poco, a la derecha de nuestra marcha nos encontrábamos con auténticas duchas naturales de las múltiples caídas de agua por la roca de la montaña. Este año el deshielo se había retrasado y gracias a ello disponíamos de innumerables caías de agua a uno y otro lado de las laderas montañosas.

En la cola del pantano aparecía el desvío hacia la estación invernal de Artouste con su imponente teleférico. Metros más adelante, junto a Pont de Camps se situaba un nuevo avituallamiento donde paramos a reponer líquidos y, ya menos, comida. El impresionante carácter logístico de esta ruta queda perpetuado por los trailers a modo de almacén en cada una de estas paradas. Los enormes algibes de agua que abastecen a cada uno de los casi diez mil participantes y la perfecta coordinación entre todos y cada uno de los voluntarios que hacen que todo lo almacenado llegue hasta nuestras manos.
Avituallamiento en la subida al Portalet.
Tras el leve descanso, teníamos ante nosotros los último 9 kilómetros de ascenso.

Estábamos entrando de nuevo en el reino de la alta montaña pirenaica. Una barrera nos daba paso a un paisaje espectacular, y unos carteles explicativos nos avisaba del riesgo de aludes en la época invernal.

Praderas junto al río que desciende a nuestra derecha, carretera rectilínea que asciende paralelo al curso fluvial, cabañas dispersas que dan al conjunto un especial encanto, túneles que nos refugian momentáneamente del sol, cascadas que incluso pasan por encima de nuestras cabezas por alguno de estos túneles y muy pocas sombras en general.

A lo largo de estos kilómetros vamos llegando al fondo del circo d´Aneou, lo que obliga al trazado elevarse sobre el fondo del valle para llegar al collado fronterizo. Es por esto que la pendiente media en este último tramo se mantenga sobre el 7%.

Cruzamos incluso una centena de metros que estaban en obras debido a una riada que había puesto parte de la ladera de la montaña sobre el asfalto.

Ahora, el río que nos había acompañado casi a la par, quedaba muchos metros bajo nuestros pies. Poco a poco el trazado rectilíneo comienza a desaparecer. Son solo los últimos cuatro kilómetros hasta la cima, cuando el valle se abre y observamos el vasto circo glaciar bajo nuestros pies.


Se nota que estamos coronando porque comienza a haber ambiente en las cunetas de la carretera. Fotógrafos profesionales que buscan negocio de esta marcha con instantáneas únicas. Y muchos familiares que animan indistintamente a uno u otros participantes de la prueba.

La última recurva nos permite ver las primeras cumbres con nombre español. El Rincón de Espeluncieta esperaba con los brazos abiertos la entrada triunfal de nuevo a nuestra amada patria, más allá del collado fronterizo de El Portalet.
El pico de la Espeluncieta nevado.
De nuevo el ámbito psicológico entraba en escena. Las piernas estaban fuertes y los temidos calambres no habían aparecido, ni si quiera amagado, en toda la ascensión. En un repentino momento de inconsciencia pero a la vez de confianza y fortaleza reté a Tomás:

-"¡Con dos cojones, voy a coronar con plato los últimos metros!", y así hice, crecido por las buenas sensaciones y el ánimo de los aficionados a uno y otro lado de la cuneta.

-"¡Mira, lleva plato metido, vamos campeón!", -"¡Qué buena cadencia chaval!", oía entre las gentes anónimas. Lo que ellos no sabían es que estaba deseando desenpolvarme esa actitud "amarrategui" que había mantenido durante los 148 km de ruta que llevábamos.

Coronamos con 7h49´ el alto del El Portalet.

Tocaba ahora el largo descenso, ya por tierras españolas y en la comarca del Alto Gállego.

9.- DESCENSO DEL PORTALET

En el parking de la estación de Formigal, justo al otro lado de donde estaba nuestro hotel, teníamos un nuevo avituallamiento del que apenas repusimos nada necesario. Tan solo unas cuantas bolsas de gominolas, que actualmente están tan de moda junto a barritas y geles eneregéticos. Aunque reconozco que solo fue por ese afán español de coger todo lo que te dan, aun sin tener necesidad.

Continuamos el descenso por el Valle del Tena, muy rápido debido a las pocas curvas del trazado. Sallent de Gállego y el impresionante embalse de Lanuza, que retiene las aguas del río Gállego, quedaban a nuestra izquierda.
Lanuza y su embalse.

Cruzamos el túnel de Escarrilla y la localidad del mismo nombre para desviarnos de la carretera general hacia el último alto de la ruta; la Hoz de Jaca. Una pequeña tachuela de a penas 2 kilómetros que podía pasar factura a todo aquel ciclista que se hubiese dejado el resto en el temido Portalet.

10.- HOZ DE JACA

Mi mentalidad de que la ruta estaba terminando chocó con la realidad que de todos modos conocía, pero ello no me impidió expresar como alma en pena en voz alta:

- "¡Pero qué necesidad tenemos ahora mismo de desviarnos y no seguir recto hasta el final!"

Esto sacó una sonrisa a mis compañeros y los tres nos miramos con complicidad en un mensaje no verbal de "Vamos a por ello que es la última".

Para llegar hasta este último escollo, debíamos bordear el rebosante embalse de Búbal por su margen opuesta a la carretera principal, atravesando el bonito pueblo de El Pueyo de Jaca, a orillas de este bello pantano.
Cola del Embalse de Bubal.
El calor comenzaba a asfixiar cuando las sombras del bosque cayeron sobre nuestros hombros. Entrábamos en un tramo con un cartel que rezaba "Carretera sin mantenimiento invernal", lo que nos hacía pensar que su asfalto sería rugoso y su trazado algo siniestro.
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Sin saber exactamente cuando comenzaría el puerto, realizamos unos cuatro ondulados kilómetros por la orilla desde que tomamos el desvío de la carretera principal hasta que se inició como tal el último repecho. Las imágenes que se nos mostraban del remanso de agua calmaban nuestra ansiedad por acabar la marcha.
Embalse de Bubal, saliendo de El Pueyo de Jaca.
A penas dos kilómetros al 8% de media y alguna rampa del 11% que nos elevaría hasta el mirador de la Hoz de Jaca. Había que darlo todo.

Las balizas de los dos kilómetros a la cima la divisé a lo lejos, me puse de pie. Adelante con todo. Reconozco que mentalmente se me hizo largo este primer kilómetro, pero no así físicamente.

El segundo y último kilómetro fue mentalmente más llevadero debido sobre todo a dos razones.
La primera fueron unos enigmáticos carteles en los que a un lado y otro marcaban una calabera con huesos cruzados como el signo de los piratas o de algo que puede producir la muerte. Nos informaba de que quedaban 300 m para ese lugar. Lo mismo ocurría 150 m más adelante. Cuando llegamos al sitio anunciado, un grupo de aficionados con música, bebidas y comida se habían disfrazado de algo indescriptible con un gran cartel sobre el coche donde se podía leer "El hombre del mazo".

Todos ellos aparecieron con martillos inchables amenazando a todos los que por allí transitábamos. Una sonrisa se me esbozó en la boca y aún tuve aliento para decirles que le diesen al que venía detrás, a Jose Eugenio.

Reconozco que su ubicación era muy acertada, pero afortunadamente a ninguno de los tres se atrevió a visitar el verdadero "hombre del mazo".

Estábamos casi coronando, cuando el asfalto se convirtió en hormigón. A la derecha se abría el denso bosque permitiéndonos ver la impresionante imagen de este cortado sobre las aguas. Un mirador metálico con vuelo permitía el disfrute de esta imagen no apto para las personas con vértigo. Esta era la segunda razón por la que este ascenso fue mentalmente más llevadero.
Vistas al Pantano de Bubal, desde el mirador de la Hoz de Jaca.
Habíamos coronado y entrábamos en la localidad de La Hoz de Jaca, un nuevo avituallamiento en el que esta vez no paramos pero si tomé en movimiento un pequeño vaso de agua.

El descenso era corto pero muy pronunciado y con curvas muy peligrosas. Tanto es así que los quitamiedos estaban protegidos con materiales acolchados y además tuvimos la mala suerte de encontrarnos con una ambulancia atendiendo a un compañero herido.

Sobre el propio dique de la presa de Bubal salimos de nuevo a la carretera principal. 22km nos restaban para acabar, en principio todos en descenso.

11.- RECTA FINAL

Y digo en principio por que luego no fue real. Si es cierto que hasta Biescas, en el kilómetro 183 de ruta todo fue disfrute del buen estado del asfalto y la pendiente negativa.

Pero a partir de aquí nos encontramos con 15 kilómetros que se hicieron tal vez si cabe, los más pesados y duros de toda la jornada.

El viento se había levantado de cara y la carretera llaneaba con leves ondulaciones. Una recta infinita se postraba ante nosotros.

Ayudados por momentos por un coche de la Cruz Roja, nos pusimos a su rebufo. Pero unos minutos más tarde se dejaba caer avisándonos de que eso no les estaba permitido.

Fue entonces cuando Tomás cogió las riendas del grupo formado por unos veinte ciclistas. Él junto con otro compañero empezaron a relevarse hasta que el otro chico se fue por delante.

Quemando las últimas fuerzas que me quedaban y con más ganas de acabar que otra cosa, le di algún relevo a Tomás. Pero nadie más ponía de su parte.

Después de tirar durante unos minutos, mi estado de frustración me permitió levantar la voz y gritar un:
-"¡Me cago en la puta! ¿Es que aquí no tira ni dios?" acompañado de unos significativos aspavientos con el brazo.

Nadie, insisto, nadie tuvo la amabilidad de entregar sus últimas fuerzas en entrar a algún corto relevo.

Circulábamos a unos 35-40 km/h. Indignado, levante el pie hasta ponernos a 20km/h. Parados. No me podía creer lo que estaba ocurriendo. Todos levantaron el pie. Nadie era capaz de ponerse en cabeza. Increíble.

Resignado por la circunstancia, Tomás puso un ritmo tranquilo hasta llegar a la circunvalación de Sabiñánigo. Una vez allí, muchos de los que habíamos traído protegidos, elevaron sus velocidades para hacer su entrada a meta, dejándonos en la estacada como si fuesen a tener algún premio por llegar con el tiempo que llegamos.

Tal vez fue este el tramo más feo tanto por su orografía como por el desengaño del compañerismo mostrado, pero no teñiría ni una sola mota negativa ante tal experiencia.

La llegada y el paso sobre el arco de meta fue emocionante. 9h25´ de auténtico ciclismo aficionado.
Reto conseguido.
Un emotivo abrazo y palabras de agradecimiento mutuas entre los tres consiguieron casi que rompiese a llorar. Allí estaban esperándonos Carlos y Juanjo con espectaculares marcas sobre las 7h30´.

Con Javi nos habíamos cruzado por la circunvalación de Sabiñánigo yendo en busca de la furgoneta para traerla al Pirenarium.

Recogida de medalla, comida de fideguá con ternasco, unas cuantas cervezas y fotografías de rigor en la meta.

Pronto llegó Javi para recogernos y llevarnos al hotel.

Fue aquí en el trayecto en coche cuando mi cuerpo dijo basta. Había aguantado después de las circunstacias que había tenido el día antes a la prueba.

En el hotel, mis compañeros aprovecharon el jacuzzi y piscina mientras yo me encerraba en la habitación para recuperar fuerzas para la cena.

Una gran cena precedida de unas cervezas en la bucólica localidad de Sallent de Gallego. Y rápido al hotel que había que reponer horas de sueño para volver a casa al día siguiente.

Como conclusión, es una ruta completamente recomendada para cualquier aficionado a la bici. Accesible acabarla para cualquiera que la practique con hábito, 2-3 días a la semana. Pero muy difícil para el que quiera ir a sacar tiempo; para esto debes tener una reparación casi específica.

Gracias a todos. Carlos, Jose Eugenio, Juanjo, Javi y Tomás por compartir esta bonita experiencia conmigo.

Repetiré siempre que pueda.
Jose consiguió su foto con Edurne Pasabán.

8 comentarios:

  1. Vamos David, vamos David!!!!!!. venga, sólo quedan 50 mts!!!!!!. ESPECTACULAR.

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  2. ... comparto una frase que me enseñaron; "El deporte se viste de compañerismo pero a veces se adorna con egoísmo". Todo esfuerzo tiene su recompensa, TIRASTE, y la tuviste. GRANDE. Un abrazo *

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  3. Maestro DAVID MOREIRA...Son la 1.35 minutos de la madrugada...Que decirte, y escribirte...MIL GRACIAS por haberme hecho sentir ciclista, leyendo tu crónica y partícipe de la QUEBRANTAHUESOS. MIL GRACIAS por regalarnos este texto, que recordaré siempre. Por cierto, CHAPEAU, para todos los integrantes del Club Ciclista Torrijeño, y en especial a tí David, por tu valentía, por tu espíritu aventurero, y por tus ganas de ofrecernos siempre tus experiencias. El texto es FANTÁSTICO. Ten por seguro, que algún día visitaré esas montañas, y me acordaré, de un loco, vestido de Robinson Crusoe, que ataviado, con música de U2, cogió su Opel a las 22.00 horas de un viernes, para presentarse en Jaca, a las tres de la mañana, para cumplir con lo prometido. Eres GRANDE DAVID. Como siempre te dije..."has llegado tarde al ciclismo...pero More has venido, para quedarte". MIL GRACIAS.
    Grande DAVID MOREIRA - Grande MOREOCIO. Nunca pierdas esta esencia... ERES MUY, PERO QUE MUY GRANDE...FELICIDADES
    fdo ANGEL CARRILLO- CLUB CICLISTA TORRIJEÑO CARRETERA 2013

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  4. Muchas gracias a ti Ángel, por perder tu tiempo en leer mis locuras. Gracias porque bien sabes, que esto es la gasolina que me anima a seguir con este proyecto. El objetivo, como siempre he dicho, es compartirlo con todos para que la gente se anime a practicar ciclismo. Es mi pequeño granito de arena a este deporte. Espero que quien consiga leerlo haya disfrutado de una especial QH. Seguiré compartiendo mis experiencias con todos vosotros. Ahí están para los que lo quieran.
    MUCHAS GRACIAS ÁNGEL , de corazónn

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  5. Vaya curada que te has metido More, esta es la creme de la creme de las crónicas de la QH2013. Q detallada sobretodo en las ubicaciones, localidades y sitios ....Vamos que he aprendido los nobres de sitios que no conocía. Me quedo como anécdota ,cuando bajando el Somport me preguntaste ....Tienes algún problema mecánico? jajaja..... Joer pues si que bajaba despaciño..... Bajando el Portalet ya fué otra cosa. Lo dicho muy buena crónica.

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  6. Primo!!!! Es la crónica más espectacular que he leido jamás. Orgulloso de esa conexión dragón-torrijos... porque en ese pueblo hay una disco... pero además hay grandisimos chavales sanos y deportistas que hacen las cosas con pasión y además las compartis con los demás. Eres increible!!! Gracias por hacerme vivir dos QH en un mismo año.

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  7. Grande More!! Espectacular crónica, con todo lujo de detalles, lo mejor el croquis de la foto :-) y la frase que más me gusta, y es difícil elegir una, "9h25min de auténtico ciclismo aficionado".
    Gracias por contarlo!!
    Zafak.

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  8. ... Leída y releída, no me canso ni me cansaré, =) !!! Detalles que marcan la diferencia. Y sentimientos que sólo tú sabes como expresar. ERES MUY GRANDE. Un abrazo

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