martes, 19 de abril de 2011

Senda de Viriato (GR - 63)

Hace ya dos años que estuve en FITUR en busca de ideas que relacionasen el turismo con el deporte dentro de la península. Y encontré muy buenas opciones con planteamientos muy interesantes. Pero hubo una que me llamó especialmente la atención, principalmente por lo bien planteado y lo cercano a mi lugar de residencia.

Un folleto-mapa muy intuitivo y una guía muy completa de la comarca a transitar, me dieron el empujón para poner este proyecto en la carpeta de "rutas pendientes a realizar".
La Senda de Viriato, que recorre todos y cada uno de los rincones de la comarca de la Sierra de San Vicente, me dio de lleno con lo que buscaba y, además, muy cerca de casa.

<Pincha aquí para ver el camino realizado>

La Sierra de San Vicente es una Comarca Natural de Castilla-La Mancha, donde la seca llanura toca su fin; verde oasis que precede a la Sierra de Gredos y que constituye un escenario privilegiado para la contemplación de la naturaleza; atalaya sobre el Tajo disputada durante siglos por su estratégica situación. Pequeño arco de montañas que se yergue al noroeste de la provincia de Toledo, entre el alto Tiétar y el bajo Alberche; estribación hacia el sur del Sistema Central que sucumbe ante la fosa del Tajo y toca sus máximas cotas en los Cerros de Las Cruces (1370m), San Vicente (1320m) y Pelados (1338m). Cumbres que encierran El Piélago, una llanura verde y fértil.


Montañas tapizadas de robles, castaños, encinas y enebros por los que discurren mil arroyos; frondosas riberas de fresnos, sauces y alisos; cornicabras, alcornoques, higueras... Cerros flanqueados por prados, navas y dehesas donde pastan vacas y ovejas. Cumbres desgastadas por los vientos, valles angostos; berrocales y lanchares; llanuras, páramos y rañas. Y, esparcidos entre todo ello, pueblos; unos blancos y otros de piedra, unos en llano y otros en ladera. Pueblos que reciben al viajero plenos de calor y hospitalidad, y que le ofrecen su arquitectura, su entorno y, sobre todo, su tranquilidad.


La Senda de Viriato (GR-63) permite al viajero disfrutar de todo esto, acercándole al patrimonio natural, histórico y cultural de esta Sierra de San Vicente en un itinerario circular que une todos los pueblos de la comarca y atraviesa todos sus paisajes. En sus 141 km, surca bosques, prados y dehesas; vadea arroyos y sube y baja adaptándose a los sobresaltos del terreno.


Viriato fue un pastor lusitano que logró sobrevivir a la traidora matanza del pretor romano Galba en el año 152 a.C. Con partidas guerrilleras y buscando aliados entre otros pueblos hispanos, logró derrotar durante siete años a todos los generales y legiones enviadas desde Roma expresamente para acabar con él. Fue la traición de Audax, Ditalco y Minuro, sus más cercanos colaboradores, los que pusieron fin a su vida en un lugar de la Sierra de San Vicente. Al pretender cobrar el oro prometido por su acto, el Senado romano dijo la célebre frase de "Roma no paga a traidores". Las cenizas de Viriato fueron enterradas en el mismo lugar de su muerte y aún no han sido encontradas.

("Guía práctica para el turista de la Sierra de San Vicente". Ed. Mancomunidad de la Sierra de San Vicente)

ETAPA 1: SEGURILLA - EL REAL DE SAN VICENTE
El sábado 16 de Abril, coincidiendo con el primer día de vacaciones de Semana Santa, quedo con Jose Luis (compañero de fatigas en el patio del colegio) en Torrijos para marchar hacia Segurilla, donde comenzaríamos nuestra ruta. Como no teníamos seguro si el domingo íbamos a poder seguir la marcha, y dado la cercanía de la ruta, decidimos ir con los dos coches para dejar uno en el inicio de ruta y otro en el final, en El Real de San Vicente, donde teníamos estipulado terminar. En el camino decidiríamos si volveríamos a dormir a casa o hacer noche allí.

A las 9:30 salimos de Torrijos hacia El Real de San Vicente, donde dejaríamos mi coche con los macutos de ropa, que así nos evitaría también viajar con las alforjas. Montamos mi bici en la baca de Jose Luis y nos ponemos rumbo a Segurilla, donde llegamos sobre las 11 de la mañana. Nos preparamos nosotros y nuestras bicis. Mientras nos preparábamos, un amable señor nos pregunta sobre las bicis y nos cuenta que su hijo también es aficionado a este deporte. Muy entrañable, nos ofreció incluso su casa para cualquier necesidad que tuviésemos. Esto nos confirmaba, la hospitalidad de la que hacen gala por estas tierras toledanas.

Un poco antes de las 12, nos ponemos en marcha. Salimos de Segurilla hacia el norte, nos despide de esta localidad la Ermita de la Soledad con su crucero y su bonito porche.

En el primer kilómetro el camino se bifurca, el GR del mapa informativo que llevamos nos indica de frente, pero el camino en GPS que había tomado en internet de Zinatli nos lleva hacia la derecha. Ambos van al paraje de los Barrancos cruzando el arroyo Marrupejo. El día antes de la salida, dando el último repaso a la ruta, observé que por la opción del GPS, al cruzar este arroyo, había una preciosa cascada junto a un molino de agua. Eso fue lo que me hizo decidir seguir por el camino que salía a la derecha. No obstante, y a pesar de que el mapa informativo me indicaba el GR por el otro camino, encontramos marcas rojas y blancas de GR por este tramo.

Así pues, continuamos hacia la derecha encontrándonos con un trayecto en buen estado, en descenso hasta llegar al arroyo; tras cruzarlo, dejamos las bicis y buscamos con el oído el sonido de la cascada que quedaba apenas 50 metros a la izquierda de nuestro sentido. Andando llegamos hasta la base de la preciosa cascada y las ruinas del antiguo molino; entre ranas, y una preciosa tortuga que Jose Luis se encontró por casualidad al intentar adentrarse en el agua para sacar una bonita instantánea.

Tras las oportunas fotos, volvimos a nuestras bicis. Esta vez en ascenso, donde poco a poco comienza a desaparecer el camino y convertirse en un auténtico sendero entre muros de piedras con vacas a uno y otro lado.

Una vez en la parte más alta, el sendero casi desaparece y comienza un descenso auténticamente intuitivo y excesivamente técnico que nos obliga a bajar de la bici para salvar este desnivel. Gracias al GPS conseguimos no desorientarnos en exceso hasta llegar de nuevo a un camino, ya en el llano, que unos 500m más adelante nos dejaría en la Cañada Real Leonesa Oriental.

Para mi gusto y opinión, este tramo es muy entretenido y divertido; pero me siento en la obligación de avisar que dependiendo de la intención que llevemos de la ruta, puede ser molesto si vamos con la idea de dar un "paseo".

Ya en la Cañada, viramos hacia el noreste, por una pista ancha con algo de tráfico de coches todoterreno, que puede resultar un tanto monótono en insípido, a excepción del ganado de lidia que podremos observar a nuestra izquierda justo antes de subir un pequeño repecho que nos dejará en el primer pueblo de paso, Sotillo de las Palomas.

De Sotillo, salimos hacia el sur, encarando una subida corta, pero que calienta las piernas. Es la primera subida con porcentajes de desnivel moderado a tener en cuenta. Pero como todo tiene su recompensa, seguidamente nos encontramos otra bonita bajada, tranquila, en la que tenemos que estar atentos para tomar un sendero que sale a nuestra izquierda, antes de llegar al camino de la Cabeza Alta. Ambos; sendero y camino, se dirigen hacia el noreste en busca de Marrupe, pero evidentemente es mucho más atractivo el primero.

El sendero sale justo tras un muro bajo medio derribado; de esa entrada parten varios senderos que al principio parecen ir paralelos. Nosotros tomamos uno hacia la derecha, pero al mirar el GPS para confirmar nuestro rumbo, observé que el original tendía más hacia al norte, a nuestra izquierda. Hicimos pues un bonito tramo de unos 300m campo a través entre cantuesos y encinas para retomar la ruta. Ya en ella, y antes de llegar al siguiente pueblo, debimos vadear un arroyo y pasar por zonas de vegetación inundada que nos refrescaron las piernas y pintaron las bicicletas para demostrar que ya estábamos sumergido en el camino.

Legamos a Marrupe por una zona de ocio con porterías de fútbol y columpios para los más pequeños. Cruzamos el arroyo Marrupejo de nuevo, a la altura de un singular abrevadero, por un pintoresco puente que nos permitía el acceso al núcleo de la localidad, hacia su iglesia. Buscamos la plaza del pueblo para comer. Eran las dos del medio día.

Una comida compuesta por raciones de orejas, calamares, ensaladilla rusa y albóndigas; con una torrija de postre junto a un buen limoncelo que ayudase a hacer la digestión. Dos lugareños se reían con nosotros cuando les comentamos nuestra empresa para el día de hoy. Y la verdad tenían razón en una cosa; nos iba a ser imposible llegar al destino siguiendo la ruta original. Nos habíamos retrasado muchísimo hasta que empezamos a rodar y eso podría pasarnos factura en las horas de Sol. Por otra parte, nos admiraron, tras comer todo lo que nos metimos para el cuerpo y coger la bici hacia nuestro siguiente destino; el cual nos avisaron, que era en tendencia a ascenso.

Lo del tiempo para llegar a El Real de San Vicente, nos hizo replantearnos la ruta. Pero tras estudiar el trazado, decidimos dejar la decisión en función de cómo nos cundiese la tarde.

A la salida del pueblo un hito de cerámica nos informaba del tramo que íbamos a realizar, el perfil confirmaba lo que los lugareños nos habían adelantado. Estos hitos los iremos encontrando en todas las salidas de cada pueblo que compone la ruta. En ellos hablan brevemente de la historia de la localidad, asi como de otros datos técnicos que nos puden servir de ayuda para el tramo hasta el siguiente pueblo.

Así pues tomamos rumbo hacia Hinojosa de San Vicente, hacia el este, por un camino hormigonado con algunas vistas interesantes de dehesas con el valle del Tajo al fondo, a nuestra derecha. A la izquierda, bordeábamos la Cabeza Bermeja; collado que ascenderíamos unos kilómetros más adelante. En este tramo, pudimos observar zorro, o eso nos pareció. (No sé si es común de estás tierras, pero tenia la cola peluda y era pequeño y rápido).

Tras un largo rato en continuo ascenso leve, el hormigón se empina de repente para dar paso continuamente a un vertiginos descenso, para nuevamente ascender con rampas algo duras pero muy cortas.Tras este sube y baja; se llega a Hinojosa de San Vicente.

En Hinojosa, pararemos en su plaza mayor en un banco para descansar el azote de los rayos del sol sobre nuestro cuerpo. Al principio de la mañana el día se había presentado nuboso, pero a lo largo de las horas, el Sol se había hecho un hueco entre las nubes y no desapareció hasta el anochecer.

Además sabíamos que afrontábamos el primer ascenso serio del día, el que nos haría decidir si nos mantendríamos fieles a la ruta o la modificaríamos para llegar con luz a El Real.

Salimos de Hinojosa por rampas duras de hormigón que nos hicieron sufrir al principio. A la izquierda la Cabeza Bermeja y a la derecha, imponente, la fortaleza musulmana, cual atalaya sobre el valle del Tajo, sobre la cima San Vicente.

Una idea pasó por mi cabeza y no la pude retener “Jose, ¡¿Hasta allí arriba tenemos que subir?! ¡¡¡Qué locura!!!” Jose Luis aguantaba como podía, a veces se bajaba de la bici debido a las duras rampas; yo seguía montado en ella, pero daba igual, ambos ascendíamos a la misma velocidad. Decidimos tomarnos la subida con filosofía y charlábamos sobre nuestras cosas. Poco a poco las rampas se suavizaron a medida que ibamos tomando altura.

Cada cierto tiempo, veíamos unas flechas blancas pintadas en el suelo junto a unos puntos kilométricos informativos; entonces, Jose Luis me comentó que esta subida la conocía porque por ella se hacía la popular carrera de la Subida al Piélago en la que había participado en un par de ocasiones… “Ole sus narices” pensé. Comentaba que debía ser por esas fechas y así lo confirmó, tristemente, un centenar de pequeñas botellas de agua en un tramo de apenas 50m en lo que, supusimos, fue el avituallamiento de la carrera pocos días atras.

Más adelante, el camino continúa hacia el Piélago pero nuestra Senda de Viriato nos hace virar 180º a la izquierda, para tomar el collado de la cabeza Bermeja, unos metros más adelante. Desde allí, un leve descenso hasta pasar el arroyo de Navatejares, donde el camino volvió a picar para arriba. Poco a poco el encinar fue dando paso al robledal y con ello su característica humedad. Habíamos cambiado de vertiente, ahora en el norte, y eso se notaba. Habíamos dejado la cuenca del Alberche, por la cuenca del Tiétar.

Entre robledales bordeamos el embalse de El Piélago mientras que volvíamos a vadear un nuevo arroyo, en este caso el Guadayerbas. El ascenso llegaba a su fin y con ella la toma de decisión entre seguir o acortar el camino.
Una vez en la carretera (El Real-El Piélgo-Navamorcuende) valoramos las horas del Sol que nos quedaban, junto con los kilómetros de ruta que nos faltaba para concluir y el ascenso acumulado que nos teníamos por completar. Con todos esos datos decidimos, tristemente, acortar el camino tomando la carretera hacia el puerto de San Vicente. (Queda pendiente de hacer este tramo, como un parche de la ruta)

Hasta llegar a la cumbre pudimos observar varios molinos de agua que se conservan con enteridad, así como la zona recreativa de El Piélago junto con su campamento juvenil. El cual, pasamos a visitar puesto que sabíamos que durante esta Semana Santa iban a estar acampados los alumnos de nuestro colegio, pero no nos acordábamos de las fechas concretas. Nos adentramos en el campamento, pero no tuvimos suerte, nuestros chicos llegarían unos días más tarde.
Continuamos el ascenso, y en nuestro camino apareció el convento de Franciscanos del Piélago. Pocos metros más arriba llegaríamos al puerto de San Vicente, con unas vistas espectaculares sobre todo el valle del Tajo.

Como habíamos recortado el recorrido, ahora nos sobraba tiempo para ascender hasta la punta más alta del Cerro de San Vicente, y así lo hicimos. A la derecha de la carretera, sube una rampa con porcentaje espectacular que me planteo ascender como reto personal y que casi conseguí, de no ser porque a falta de pocos metros, un fallo técnico me hizo poner pie a tierra. José Luis, que se conoce esta zona por haberla visitado haciendo senderismo, nos llevó por un camino que en un momento dado se convirtió no apto para bicicletas, por lo que decidimos dejarlas aparcadas para continuar la ruta.

Llegamos hasta el vértice geodésico situado a 1320m de altura. No pude evitar escalarlo y sentarme sobre él mirando al sur. Espectacular sensación de control de la zona. Al fondo el río Tajo, con su extensa llanura cerealista. Más al fondo aún se conseguía ver los Montes de Toledo; y a los pies, los múltiples pueblos que habíamos concurrido hacia unas horas y que nos faltaba por visitar la jornada posterior. El Cerro Bermejo a la derecha, con los caminos que hacía una hora habíamos sufrido en ascenso; y a la espalda, los picos de Cruces y Pelaos. Tras ellos, imponente, la Sierra de Gredos.


Bajamos del vértice geodésico y visitamos a unos 50 m la ermita semiderruída de San Vicente y un poco más al sur la fortaleza musulmana que hacía unas hora había visto desde una perspectiva completamente opuesta. Habíamos llegado a ella, la sensación de satisfacción por el esfuerzo realizado me invadió y corrí a ella para fotografiar e inmortalizar las vistas desde esta posición. Abajo, en miniatura quedaban Hinojosa, desde donde habíamos partido hacía un par de horas y un poco más a la izquierda El Real donde descenderíamos para concluir nuestra jornada.

Retomamos el camino andando hasta las bicicletas, allí nos esperaban fieles. No pudimos darles el premio de llegar a lo más alto a pesar de que realmente se lo merecían.

Tomamos el camino de la pronunciada pendiente hasta llegar a la carretera. Y de ahí seguimos el camino que nos permite descender hasta El Real de forma vertiginosa, con una pendiente espectacular que confirma que estamos realizando la ruta en el sentido correcto. Camino muy roto por las lluvias, algo técnico en zonas, pendiente de continuos cruces de rodadas y cantos sueltos; largo descenso que nos obliga a parar para descansar las manos por la tensión acumulada en las muñecas cerca del albergue municipal. Unos pocos metros más abajo llegamos a El Real de San Vicente.

Por sus calles tomamos la travesía hasta llegar al coche, en la parte baja de la travesía, que habíamos dejado al iniciar el día.

De nuevo una decisión; volver a casa o hacer noche. Estábamos muy cansados y la noche había caído. Al pasar por la plaza se preparaba una representación de Semana Santa, preguntamos donde alojarnos y nos recomendaron el Hostal Casa Wimba, justo en la parte alta del pueblo. Otra vez a subir. Al llegar preguntamos por una habitación y nos confirmaron que sí tenían y además con una terraza para dejar las bicicletas.

Dejamos las bicis y volvemos a bajar, esta vez andando a por el coche. Al pasar por la plaza, vemos paisanos vestidos de Romano y bromeamos: “Estos todavía no han encotrado a Viriato… Como nosotros jaja”. De repente, una voz nos para, “¿Dónde vais profes?” Nos quedamos a cuadros cuando un romano con casco y capa, se cuadra ante nosotros… ¿¿¿Nuestro compañero de colegio Antonio, vestido de romano en El Real de San Vicente??? Hablamos con él y nos cuenta que sus padres son de allí y él era uno de los encargados del acto. Nos invita a verlo pero aun teníamos que subir el coche ducharnos, cenar y… ¡¡¡ver el primer Madrid – Barça!!!

Tras la ducha, una espectacular cena con ensalada de higos con queso de cabra y salmón, cuchifrito, revuelto de gulas con gambas y confit de pato. Nos lo habíamos ganado. Wimba, muy amable con el trato y profesional, nos regala unos chupitos de crema de café que nos vino de gloria, que por vergüenza no nos acabamos. Subimos a la habitación con el partido ya empezado pero el cansancio hizo mella y casi no conseguí ver el final del partido…

ETAPA 2: EL REAL DE SAN VICENTE - SEGURILLA

Amanecimos sobre las 8 de la mañana, un poquito de remoloneo en la cama y para arriba. Jose Luis se quejaba de su rodilla derecha y yo de mi zona lumbar. Nada mejor que ponerse en movimento para que esas pequeñas molestias queden en el olvido.

Preparamos los atuendos para la nueva etapa y dejamos las mochilas con la ropa usada en mi coche, aparcado ya en las puertas del hostal. Bajamos hasta la plaza del pueblo donde tomamos un buen café con un par de churros, mietras vemos la salida del Gran Premio de Formula 1 de China.

La salida de El Real se hace por el "Barrio Nuevo", hacia el este, con unas buenas rampas por las calles del pueblo, que al principio del día y con las piernas entumecidas aún, nos resultan un poco molestas. Pero son solo unos poco metros. Estamos flanqueando el cerro del Oso, que queda a la izquierda.

Ya a la salida, el camino desciende de nuevo por pista de hormigón, dirigiéndonos hacia la zona conocida como La Dehesa, sitiado por el Cerro Judío y Las Cogotillas.

El camino de hormigó gira 180º a la izquierda, pero nosotros seguiremos de frente, ya por tierra, siempre en contínuo y cómodo descenso. Pasamos un tramo donde zarzales de casi 2 metros de altura flanquean el camino, bonito pero temeroso; ya he tenido más de una experiencia negativa con este tipo de vegetación.

Así llegamos hasta el Cordel de las Merinas donde de nuevo tomamos rumbo al noreste. Tramo este muy entretenido, tranquilo, con un ascenso casi imperceptible, debido al pequeño pocentaje y al disfrute del sentido de la vista, que nos hace evadirnos del esfuerzo físico. Iremos paralelos al arroyo de la Fresneda, subiendo sus aguas a nuestra izquierda, encajonándose por momentos. Al pasar el collado, la visión se amplia y hacemos un tramo más llano y cómodo en una zona de pastizales.

Así llegamos hasta Pelahustán. Pueblo tranquilo donde paramos a visitar su iglesia y descansar apenas 5 minutos. Desde este pueblo, se sale hacia el sur, desandando un kilómetro por la misma pista que habíamos entrado y al llegar al cruce tomamos el camino de la izquierda, pues la derecha era el que nos había traído desde El Real.

Este camino, hormigonado en algunos tramos, es el más rápido de toda la ruta. 8km de descenso con un muy buen firme, con porcentajes por momentos que hacían una punta de velocidad importante. A nuestra izquierda, nos acompaña el arroyo de San Benito, que por momentos se acercaba a nosotros, profundo, con impresionantes barrancos. Cuando se separaba, dejaba lugar a enormes berrocales con infitas formas que hacían saltar la imaginación.

Así, con velocidad, llegamos hasta Nuño Gómez a media mañana, y pensamos que hoy si íbamos a poder concluir nuestra ruta sin problemas; nada más lejos de la realidad. Empezamos a pensar donde comer, sopesando San Román o Cazalegas. Pero primero debíamos cruzar la espectacular y bella dehesa de San Fernando, entre ganado suelto. Habíamos finiquitado nuestra relación con la montaña, para dar paso a la llanura de nuevo.

Antes de llegar a la Casa de Don Eusebio, y justo al salir del vallado del ganado, sale parlelo a este, el sendero de San Benito, que nos introduce de nuevo en una finca por un camino público. Aparecen las primeras portelas del recorrido, recordándonos que el paso no está prohibido pero que sí debemos cerrar las puertas a nuestro paso para evitar que se escapen el ganado que alli pasta.

Tramo bonito pero con cantidad de pequeñas piedras picudas agarradas al suelo que nos recordaba a calzadas romanas en mal estado.

Cuando paramos para salir de la finca y cerrar la portela, Jose Luis ve como su rueda trasera está floja de presión. Apenas quedan unos kilómetros para llegar a Garciotún. Le damos un poco de aire y continuamos hasta llegar al pueblo y buscar un bar donde tomar una coca cola. Buscando el bar, nos encontramos con una escultura de granito en la misma travesía del pueblo un tanto extraña y llamativa a la vez, con inscripciones.

Justo enfrente encotramos el bar, donde confirmamos que la rueda de Jose Luis está pinchada. Preguntamos sobre la obra que habíamos visto y nos informan que es de un particular que tiene granito que trae de Cadalso de los Vídrios y lo hace por amor al arte.

Tras tomar el refrigerio, cambiamos la cámara. Cuado vamos a ponernos en ruta de nuevo. Un Psssss, deja la llanta tocando el suelo en menos de un segundo. Otra vez a desmontar la rueda, buscando en la cubierta algún pincho, nada. La cámara estaba pinzada al ponerla rápidamente. Operación a la inversa. La vieja cámara, ya con el parche puesto vuelve a su lugar de origen, mientras se arregla el pinzamiento de la cámara de repuesto.

Mientras tanto los luegareños, nos recomiendan usar ruedas macizas... y nos cuentan anécdotas de sus pinchazos en sus tiempos de mozos.

De nuevo cambiada la rueda. Salimos ya casi con una hora de retraso hacia Castillo de Bayuela. El camino sale del pueblo ancho en buen estado, pero al llegar a unas casas, se toma un sendero, técnico en descenso hasta el puente de los molinos que salva el arroyo de Saucedoso, rodeado de varios molinos de agua.

Al para para fotografiar el puente, Jose Luis vuelve a darse cuenta que la rueda pierde aire. Así ascendemos hasta Castillo de Bayuela medio montados en la bici medio andando.

En Castillo de Bayuela paramos definitivamente a comer, para relajarnos de la tensión de la mala suerte y de confirmar que nunca jamás haremos planes por adelantado, siempre sobre la marcha. En el bar de la piscina, bajo unos árboles nos comemos unas hamburguesas dobles con helado y coca cola. Tranquilamente y sin prisas, la sobremesa se transforma en un taller mecánico. Bici panza arriba, manguerazo y manos a la obra con la rueda y, ya de paso, con el desviador que estaba matando psíquicamente y físicamente a Jose en las subidas, puesto que nunca, nunca, conseguia bajar al plato pequeño.

Mientras Jose arreglaba la bici pacientemente y sin prisas, bajo la sombra, yo leia la crónica de la ruta que me había imprimido de Zinatli. El cual nos aconsejaba salir de Castillo de Bayuela por el Cordel de la Merinas y evitar el tramo que baja hasta el pantano, ya que era el más feo de la ruta al pasar por inmensas urbanizaciones. Me negaba a hacer un nuevo parche a la ruta, ya habíamos hecho uno grande el día anterior. Pero las circunstancias del viaje así lo desearon. Asi pues salimos de Castillo de Bayuela sobre las 4 de la tarde, con el sol golpeando con fuerza, por la carretera de San Román de los Montes. Al kilómetro nos desviamos a la derecha para salir por la Cañada, pero cual es nuestra sorpresa que al llegar al molino del Pellón tenemos que vadear el arroyo de Guadamora, lleno de zarzales imposibles de esquivar. Ademas, levantando la vista, observamos la pendiente y el estado de la Cañada al otro lado del arroyo, casi imposible de transitar. Decidimos dar media vuelta y llegar hasta San Román por la carretera.

En San Román paramos a tomar un café y llenar nuestros bidones de agua, de nuevo en el bar de la piscina. A la salida de San Román, observo el GPS y de nuevo tenemos dos opciones; uno de los dos tracks que tenía guaradados nos lleva a la derecha y la ruta del mapa informativo a la izquierda. A priori, el camino en mejor estado es el derecho pero observo que asciende cotas para luego volver a retomar el camino del mapa informativo, el cual parece ir por un valle, mucho más tranquilo en cuanto al cotas se refiere. Decido en esta ocasión hacer caso al mapa informativo. 

Nos adentramos en una zona de dehesa muy bonita y más cerrada que la que habíamos transitado por Nuño Gómez, con encinas que nos brindan una deseada sobra durante el camino, con gando suelto, pasando por multitud de portelas que nos hace parar el ritmo cada cierto tiempo, no nos importa.

Al pasar por la finca de Valdelenguas, dos perros salen a nuestro paso y más atras un señora paseando, posiblemente de la finca que estábamos cruzando. No se inmutó ni los llamó la atención, actitud que me produjo resentimiento hacia la mujer.

Tras cruzar de nuevo una portela nos cruzamos con los primeros y únicos bikers que vimos en toda la ruta, avisándoles de lo que minutos antes nos habíamos encontrado. Al poco, empezamos a oir los ladridos de los perros que nos confirmaban que estaban haciendo la misma ruta que nosotros.

Llegamos a la carretera. Un camino sale a la derecha que va paralela a esta hasta Pepino. Cruzando de frente, siguiendo el Cordel por una zona de barbacoas, el camino asciende vertiginosamente para descender a Pepino. Maniobra que consideramos absurda, tomando pues este camino paralelo que nos llevaría directo a la localidad. 

De Pepino salimos hacia el norte en busca de la última localidad de paso, Cervera de los Montes, por unas durísimas rampas hormigonadas a la salida del pueblo, que poco a poco van pasando a ser más suaves. Tramo corto pero intenso que nos pone en la carretera en la entrada de la nueva localidad.

Ya en Cervera, entramos en el bar que hay justo al lado de unas pistas para tomarnos nuestra último refirgerio, un homenaje de medio litro de cercevza con limón servida en una jarra congelada que me sabe a gloria.

Quedaba la última ascensión del día, que esperábamos más fuerte; no se si por la cerveza, por las ganas de terminar o porque realmente no era tanto la pendiente como habiamos supuesto. Pasamos la ermita y llegamos hasta el deposito del agua, por un camino rural asfaltado y de ahi llaneando con una leve subida antes de llega a Segurilla, entrando con un leve descenso hasta el punto de inicio.
El coche de Jose Luis, que se habia dejado abierto el dia anterior.

[QUEDA POR HACER EL PARCHE DEL TRAMO NOROESTE Y SURESTE] 

6 comentarios:

  1. Me encanta esta zona, esta ruta, este personaje y este blog

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  2. Muchas gracias Fran... sobre todo por lo de "personaje" jeje. A mí sí que me encanta tu página, y no es por regalarte los oídos, pero tus rutas y proyectos me dan una gran envidia sana... Y ya con la edición de videos que montas últimamente; la cream de la cream...

    Un saludo!!!

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  3. Grandísima ruta y grandísímo blog David.
    Quién pudiera escaparse dos dias de casa y pegarse rutas como esas...

    Una pregunta, cuando bajas de Castillo de Bayuela, cuando os dais al vuelta, un poco antes, hay un camino hacia la derecha que sube hacia Hinojosa, ¿como lo viste, estaba decente para no tener que apearse? Este fin de semana (sabado o domingo), si el tiempo lo permite voy a ir con Manolo para allá (40 km, 3,5 horas).. Si te animas... de esa zona nunca te hartas.

    El año pasado baje por un camino muy empedrado, malisimo y este año lo quiero evitar. Ya me cuentas.

    Saludos.

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  4. Hola Alberto! Muchas gracias por comentar en el blog! Ya he visto que tú también haces tus pinitos como blogero!! La zona es preciosa. Lástima que no pudiesemos completar la ruta original, tengo que volver a completarla. La subida que dices desde Castillo de Bayuela si se cual es y la verdad que los primeros metros están muy bien adecentados, pero tras pasar una loma no se como seguirá, eso ya no lo vimos. Este sábado no puedo, pero el domingo lo mismo si que salgo y no me importaría ir por alli. Si decidis ir el domingo avisame por mail que me apunto ok? Un saludo compañero!

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  5. Gracias David.

    Creo que lo vamos a dejar para otro fin de semana que no sea tan dudoso respecto al tiempo, no nos gustaria llegar allí y que nos cayera un aguazo que nos deje helados bajando.
    Ya te aviso.
    Un saludo.

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  6. Ok Alberto! Quedo pendiente de ese aviso ok?
    Por cierto, te he respondido en el comentario del wikiloc...

    Un saludo!

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