jueves, 6 de abril de 2017

Garganta Nogaleas - Valle del Jerte

La Garganta Nogaleas nace en las cumbres de la Sierra de la Cabrera, junto al puerto de Honduras. En su tramo final se precipita cuatrocientos metros por las escarpadas laderas del valle del Jerte formando un barranco espectacular con un rosario de cascadas y saltos. Ninguna de ellas es especialmente alta, pero el conjunto es realmente sobrecogedor, en especial cuando lleva un buen caudal.

El  precioso camino que conduce hasta ellas, a veces ayudado con escalones tallados y pasamanos, remonta el barranco serpenteando por un bosque de almeces con el sonido del agua como protagonista. Se trata de la más bonita de las tres gargantas en las que se practica barranquismo en el Jerte.


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En Navaconcejo debemos cruzar el puente sobre el Jerte y continuar por la margen dercha, río arriba, hasta la desembocadura de la garganta Nogaleas. Encontraremos un pequeño aparcamiento con un panel informativo del recorrido y un croquis del barranco. Todo el itinerario está bien señalizado con sendero local SL-CC 33.

Empezamos caminando junto a la garganta por una pista cementada que, tras una curva de considerable pendiente, abandonaremos para continuar por un sendero bastante más agradable. Enseguida tendremos una buena panorámica de la frondosa garganta, encajada entre entre bancales de cerezo, en cuya parte superior ya podemos ver ver precipitarse algunas cascadas.

Nos acercamos de nuevo al curso del agua sumergiéndonos en el precioso bosque de ribera donde destacan especialmente los almeces. Comienza a resonar el agua y aparece la primera cascada, más de veinte metros. Podemos acercarnos hasta sentir en la cara el aire empapado que empuja la corriente. A partir de aquí el sendero se encuentra parcialmente equipado con escalones y barandillas que facilita el paso por los empinados escarpes del terreno.

Desde la parte alta de la cascada podemos admirar el espectáculo de toboganes por los que se precipita el torrente. Unos metros más de ascenso y nos encontraremos otro salto aún mayor. El lugar, bajo el dosel de árboles, invita a sentarse y almorzar tranquilamente mientras nos dejamos hipnotizar por los remolinos que forman el agua. Varios saltos más pequeños siguen a éste y pronto nos alejamos un poco del curso del agua y del bosque.

A cambio conseguimos unas vistas impresionantes del valle, con el mar de cerezos en las laderas abancadas, que han comido el terreno a los bosques de castaño y robles, relegados ya a las partes superiores de los montes.

De nuevo nos aproximamos al barranco para ver otra serie de saltos, esta vez bien encajados entre las rocas. El camino nos saca después a la carreterita vecinal del Yrida por la que andamos unos metros para volver a tomar el sendero que continúa en ascenso. En este punto encontramos una cascada muy estética aunque de poca altura.

Seguimos subiendo hasta encontrar la guinda del pastel: la cascada más vertical y la más alta, que podemos contemplar desde una pasarela metálica. El fragor del agua nos envuelve completamente. Podemos asomarnos también a su parte superior para contemplarla en toda su dimensión, terminando aquí nuestro recorrido por la garganta.

Ahora tomamos una pista que baja de nuevo a la carretera vecinal, desde la que enlazamos con otra pista que, curveando ladera abajo nos devuelve al punto de partida.

Si realizas la ruta en algunas de la pocas semanas que los cerezos están en flor, disfrutaras de este tramo de bajada entre los bancos de cerezos y sus preciosos colores, así como de las impresionanres vistas de un valle que parece nevado de cerezos.

Abajo, una playa fluvial, nos invitará a descansar tumbados en su cesped, depués de una buena jarra de cerveza que nos permita reponer los líquidos perdidos en la ruta.
Texto de Javier Rodríguez Vázquez para la Revista Grandes Espacios,

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