Visita durante 5 días de la región administrativa más grande de Francia, el Midi-Pyrenees. Perteneciente a la región de Occitania, es un territorio donde tradicionalmente se ha hablado occitano junto con el valle de Arán en Cataluña, los valles occitanos del Piamonte italiano y el Principado de Mónaco. Una especie de Euskal Herria, más extensa pero menos conocida.
Toulousse fue la ciudad elegida como cuartel general para recorrer estas tierras a los pies de lo Pirineos. El Hotel Le Capitole, en pleno centro de la villa, fue nuestro hogar durante los días de la visita. Económico y limpio.
Primera ronda por las calles aledañas al hotel en busca de cervecerías donde poder degustar algunas cervezas y vinos franceses. Las cercanías de la plaza de Victor Hugo, donde se encuentra el mayor mercado cubierto de Toulousse, fue el primer lugar donde degustar sus zumos de cebada, caros eso sí.
Por sus calles aledañas deambulamos hasta toparnos con un curioso restaurante donde no existe menú, y todo el mundo come los mismo, "L´entrecotte". Una especie de restaurante con un único plato basado en una bandeja de un exquisito entrecot cocinándose en el centro de la mesa, con una buena ración de patatas fritas y un único entrante de una ensalada de nueces. Curioso.
Ya con el estómago lleno y esta primera toma de contacto con la ciudad, fuimos al hotel a descansar y prepararnos de cara a la primera jornada de viaje.
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Carcasone |
80km al este de Toulosse se halla Carcasonne, una ciudadela amurallada que es Patrimonio de la Humanidad desde 1997. Es impresionante lo bien cuidada/restaurada que está, y es escenario de muchas películas medievales. Su visita bien merece la pena para perderse entre sus laberínticas calles y disfrutar de su bella arquitectura.
De allí nos desplazamos a Narbonne, 65 km más al este, donde disfrutamos de su Catedral de Saint-Just-et-Saint-Pasteur, cuyos 41 metros la convierten en la tercera catedral más alta de Francia. Prácticamente al lado se halla la plaza del Ayuntamiento, donde podemos observar los restos de la antigua Vía Domitia, la primera gran ruta romana; y desde allí, puedes ir a ver los canales que transcurren por la ciudad, principalmente el canal de la Robinne.
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Narbone |
Se nos echaba la noche encima cuando de nuevo tomamos el coche para ir Beziers, donde pudimos contemplar la catedral de Saint-Nazare, la iglesia de la Madeleine, la Plateau de les Poetes y el Point Vieux. La oscuridad nos desanimó para visitar las nueves esclusas del Canal du Midi. Una breve cena y un viaje de unas dos horas era el precio que debíamos pagar para volver al hotel.
El siguiente día, decidimos empezar por el pueblo más alejado para ir acercándonos y no tener que sufrir la tortuosa vuelta del día anterior. Así pues, la primera parada sería en Rocamadour, una ciudad enclavada en la montaña del Causse con preciosas vistas al valle del río Alzou. No sabría descatar un sitio concreto de esta bella localidad, porque todo su enclave en sí es alucinante: sus casas, calles, entorno natural... Si acaso, su peculiar santuario de la Virgen de la Negra podría distinguirse del resto de los demás edificios.
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Rocamadour |
Completamente embobados, y después de haber degustado patés y quesos locales, partimos hacia Ceneviers, lugar que resultó un autentico fiasco. Un único castillo del que no pudimos dar buena cuenta. Tan solo resaltar el tramo de carretera sinuoso que nos condujo hasta allí siguiendo el trazado del río Lot, que de alguna manera compensó el tiempo invertido en este punto del viaje.
Continuando el plan de viaje llegamos a Saint-Cirq-Lapopie, a orillas del citado río, en pleno corazón del Parque Natural des Cassues du Quercy y clasificada en la categoría de "Le plus beaux villages de France". En definitiva, un pueblo precioso del que merece la pena callejear y perderse por sus rincones con una atalaya que controla el meandro del río Lot.
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Saint-Criq-Lapopie |
De aquí terminamos nuestra viaje diario visitando Cahors, previo paso por su mirador de Le Mont Sain Cyr. Una vez en la ciudad, ya echada la noche, pudimos visitar su puente de Valentré y la Catedral de St-Etienne.
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Cahors |
El siguiente día lo dedicamos a recorrer Toulousse de arriba a bajo y ver sus principales monumentos: Plaza du Capitole, Pont Neuf, las basílicas, su catedral... No es la ciudad más bonita de Francia, pero para pasar un día, no está mal. Podríamos destacar el bar La Tireuse, con una barra interminable repleta de grifos de cerveza. Y también el restaurante Terrasses de St Rome, completamente frecuentado por paisanos y donde tuvimos la ocurrencia de cenar el plato típico tolosano, el Cassoulet, un contundente guiso de alubias, salsa de tomate, cerdo, salchichas, grasa de oca y pato que nos llevo rodando al hotel.
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Toulousse |
El último día, y aprovechando que el vuelo salía por la tarde, utilizamos el coche de alquiler para visitar Albí, a las orillas del río Tarn, que nos asombrará por su imponente Catedral de Santa Cecilia y el Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal y actual sede del Museo Toulousse-Lautec.
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Albí |
También nos dio tiempo a visitar Cordes-sur-Ciel, impresionante pueblo medieval construido sobre una colina y con cuatro murallas concéntricas que protegen un conjunto de calles laberínticas. Imprescindible visitar.
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Cordes-sur-Ciel |
De allí, solo nos quedaba devolver el coche de alquiler en la terminal del aeropuerto y relajarnos en el corto viaje a Madrid de estos cinco intensos días por la cercana localidad francesa y sus interesantes lugares que la rodean en esta región de la Occitania Francesa de Midi-Pyrenees.
Texto adaptado del original de Julio Vegas para el fanzine Creatura
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