lunes, 8 de agosto de 2016

Col d´Izoard y Col d´Agnello

A la mañana siguiente, dos nuevos puertos estaban sobre la mesa de batalla. Pero la estrategia inicial sería modificada debido a los resultados obtenidos en la batalla del día anterior.

Las previsiones eran realizar el ascenso de las caras norte de Izoard y Agnello desde Briançon, con vuelta rodeando las cumbres, esto suponía una acumulación de más de 150km.

Pero el cansancio era evidente, y el tiempo para la recuperación había resultado demasiado corta.

La modificación consisitió en desplazar el coche hasta el alto del Izoard. Una vez allí, descender su cara sur, mantener el objetivo de Agnello y volver para ascender el Izoard por la misma cara que habíamos descendido.
Col d´Izoard
Etapa lineal, que ganaba puntos ante nuestra filosofía de realizar etapas circulares. Pero es que las moles montañosas de los alpes, no permiten pasos con facilidad; obligándote a hacer largas etapas si queremos ser fieles a nuestras filosofías. En estos casos, debemos ser prácticos y sensatos, por encima de filosofías propias de tierras llanas.


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Así pues, iniciamos la jornada con un descenso de 14 km, con meticuloso análisis puesto que sería el mismo ascenso que hiciésemos para terminar la etapa de  hoy.

En la mente se grababa un descanso a tres kms de coronar, un tramo de zigzag y una larga recta para concluir. Y de frente, ciclistas con cara de sufrimiento. No parecía que fuese a ser un ascenso sencillo.
Col d´Izoard
Una vez en el valle, solo son 5 los kms hasta el inicio del primer puerto. Entre medias, la bella localidad del Castillo de Qeyras. Un bonito tramo para buscar sensaciones en las piernas y comprobar el nivel de recuperación tras la etapa reina del día anterior.

Sergio no tuvo suerte y su rodilla se resintió. Decidió abortar y descansar. Acertó. Luego nos contaría sus horas de espera con nuevas amistades y molestos moteros.
Castillo de Queyras
Tras cruzar el puente sobre el río Le Gull en Ville Vieille comenzaba un ascenso de 20 km y 1400 m de desnivel que nos dirigía hacia la frontera con Italia más allá de los 2700m de altura sobre el nivel del mar.

Las sensaciones eran muy buenas en las piernas, tanto que yo mismo quedé sorprendido. Algún compañero me avisaba -"More, no empieces tan fuerte que esto es muy largo". Sí, si lo sabía, pero mis impresiones eran buenas y quedaban confirmadas por las pulsaciones que se registraban en el GPS.
Fuentes con agua fresca
Así pues, iniciamos los primeros kilómetros con un ritmo cómodo y ligero cruzando los primeros pueblos del valle hasta la bifurcación de este.

Pueblos con algunas rampas duras puntuales en sus travesías, pero también con fuentes de rica y fresca agua que se ofrecen para rellenar nuestros bidones.
Subida al col d´Agnel
Tras el último pueblo, la pendiente suaviza e incluso se vuelve negativa. Es justo la mitad de la ascensión. Y el valle ya queda confirmado ante nuestros ojos.

Es domingo, y la estampa de familias a las orillas del río y tumbados en los extensos prados se clavan a fuego en la mirada. Por un momento, la envidia me conquistaba. Pero ahí estaba Victor para evadirme de este mal y con el que compartir conversación sobre planes de futuro similares a los de estos "domingueros" pero en los Pirineos y con Afri.
Valle de Agnel
La concentración sobre el asfalto, a veces era interrumpida por la infinidad de moteros, unos más respetuosos que otros, que también disfrutaban de la carretera a su manera.

El ascenso es casi lineal. A penas tiene curvas de herradura que amenicen la subida. A falta de 5km aparecen algunas. Justo cuando me quedo de la rueda de Victor. Ahora mi objetivo será no ser superado por un padre y un hijo que tiran del carrito del hermano menor con una cuerda sobre sus bicis.
Una de las pocas curvas de herradura
Estos últimos kilómetros el desnivel juega con nosotros. El oxígeno y la fatiga se alían para evitar tu gloria. Pero el refugio Agnel aparece ahí, bajo el collado del mismo nombre, protegido. Son solo dos mil metros los que restan a la cima, que ya se divisa sin vacilación.
Regugio Agnel
Los neveros, aún en estas fechas de julio, confirman la altitud por la que estamos rodando. A la derecha va quedando la bella estampa del disciplinado valle.

Muchedumbre. Ciclistas. Moteros. Coches. Parece una fiesta. Tenderete de souvenirs. Cartel internacional. Tierra italiana. El Mont Viso en el otro horizonte.
Col d´Agnello, 2744m
Sentado, bicicleta apoyada en la señal, oteando el horizonte, disfrutando del momento mientras el resto de compañeros llegaban a la cima. Una voz italiana. -Perdon, questa bici e tuo?" Amablemente hablamos en un italo-español inventado sobre los Q-Ring y sobre ambas vertientes del Agnello. Él me hablaba de la italiana, yo de la francesa. Intercambio de experiencias. E incluso recomendaciones desconocidas en Italia para mi, y en España para él. Bello este deporte.
Col d´Agnello, vertiente italiana
Los compañeros ya estaban arriba. Ahora tocaba foto-trofeo y disfrutar de la bajada. Bajada rápida y sin mucha dificultad, sobre todo en su última mitad.

Abajo, en el valle, esperaba Victor para comer y recuperar fuerzas de cara al segundo, y definitivo puerto de hoy.

De nuevo, paso por el Castillo de Queyras en busca del inicio de ascenso del Izoard. 14 kms que se presentan duros por esta vertiente que no teníamos en nuestro planes.
Inicio de ascenso de Izoard
A ello se le sumaba el calor que azotaba el valle a estas horas del medio día. Un inicio de puerto con una pendiente asequible y aceptable en sus primeros pasos. Con alguna rampa fuerte, pero puntual, que servía de aviso para lo que nos quedaba por delante.

Cinco kilómetros hasta Arvieux que tensan las piernas, pero no las queman. No las queman, por que lo que se nos presentaba por delante sí las iban a incendiar.

Desde Arvieux hasta Brunissard, pasando por La Chalp, se muestra una carretera rectilínea por el fondo del amplio valle jugando al despiste con nuestra mente. Todo un muro ante nuestro ojos. Aterrador.
Brunissard
Campos magnéticos parecen arrastrar la bicicleta en una "planicie" inclinada que quiere engañar y engaña a nuestra vista, pero no a nuestras piernas. Duro, muy duro. Una Malga Ciapela, recta interminable de la Marmolada italiana en toda regla.

Tras ocho kilómetros la carretera abandona este valle embustero para "iniciar" el ascenso sobre la falda. Ahora sí, zigzagueando, pero no por ello reduciendo el desnivel. La señalización horizontal nuca bajará del 8 porcentual hasta el final.
Valle de Izoard
Un denso bosque nos protege del sol, pero nos priva de miradas lejanas. Daba igual. Los ojos se clavaban como cuchillos en el manillar, buscando de refilón esa curva que diese un pequeño respiro mental.

A falta de 3 kilómetros aparece el descanso del Cassé Deserte. La orografía cambia por completo y el bosque desaparece en favor de un rocoso horizonte con caprichosas figuras que parecen salidas del desierto.
Casse Deserte
Los perfiles de Coppi y Bartalli, a modo de leyendas del ciclismo, quedan inmortalizadas en unas de estas columnas naturales, justo cuando el descanso concluye. De cara a los dos últimos kilómetros de este duro y peculiar ascenso.
Homenaje a Coppi y Baratalli
Solo quedaba sufrir un poco, pero con un descenso de temperatura tal, que todo resultaba mucho más llevadero. El paisaje lunar nos recordaba de alguna manera al Mont Ventoux. Alguna rampa con mala intención queda por conquista justo cuando nuestro ojos contactan con un collado escondido tras la última revuelta que mi GPS me chivaba en su pantalla.

Una cima más, esta, especial. Ahí estaba Sergio esperando para contarnos sus anécdotas de este día que su rodilla le había obligado a separarse de nosotros.
Col d´Izoard, 2340m
Una vez todos arriba, Rute, que siempre se queda con ganas de más propuso:

-"¿Y si nos lanzamos hacia abajo hasta Briançon?
-"Por qué no, solo tendremos que pagar con un leve ascenso hasta casa de 5 km"
-¡Vamos!
Vertiente norte del Izoard
Unos cogieron el coche y otros nos lanzamos por esta vertiente norte con un asfalto en perfecto estado pero reviradas curvas. Todo un placer. Un buen postre para la jornada de hoy.

Y si antes de iniciar el pequeño ascenso asta casa paras para tomar una cerveza invitado por el gran Ramón, ya es que solo te queda llorar de alegría.
Curvas del Izoard hacia Briançon
Cerveza y piernas como si no hubiera habido jornada hoy. La locomotora se pone en cabeza y no la suelta hasta llegar a Saint-Chafrey.

- "Merci"

Hasta hicimos la buena acción del día a un francesito que se nos puso a rueda estos últimos kms y nos lo agradeció coordialmente.

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