miércoles, 27 de julio de 2016

La Habana Vieja

Nada más llegar a La Habana, lo que debemos hacer es adaptarnos a ella. A su ritmo, a sus costumbres, a su clima, a sus olores, a su economía, a sus gentes...

La diferencia horaria con España (seis horas menos), lejos de ayudarte en este proceso de aclimatación, lo que hará será realentizarlo. Pero seguro que será compensado con las ganas de conocer y vivir la ciudad.

Nuestro cuartel general en La Habana fue el Mercure Sevilla; céntrico, limpio y con aire acondicionado. Todo un acierto, siendo consciente de lo que es la realidad hotelera en esta ciudad.

La noche de llegada y la primera hora de la mañana siguiente fueron suficientes para realizar dicho proceso de adaptación.

El ritmo de la ciudad es lento, nadie trabajará más rápido que ningún otro sea cual sea el negocio que regente. Esto viene dado por dos razones; uno, cualquier negocio es del estado, por tanto, todos son funcionarios; y dos, el clima no ayuda, puesto que las altas temperaturas, unidos a la gran humedad, produce en todo organismo una bajada de tensión continúa que permite una actividad física realmente básica.

Las costumbres llamarán la atención, su forma de vida en la calle. Merecerá la pena un simple paseo doblando las esquinas de las avenidas principales repletas de turistas, para adentrarnos en la realidad de La Habana. Realidad que empieza a perder poco a poco con las nuevas políticas de apertura al turismo con las Casas Oficiales y Paladares. Habitaciones y restaurantes, respectivamente, que desde la entrada del Comandante Raúl Castro, permiten crear un negocio "privado" ofreciendo dichos servicios en casas de los cubanos.

Su olor, a gasolina quemada en motores de los años 50, será permanente en toda la ciudad, acentuada en cada paso de esos coches de museo aún vivos que dan ayudan a dar ese carácter propio de la ciudad.

Su economía, el peso cubano o moneda nacional, devaluado. Pero también su nuevo peso convertible, equiparado al euro, que demuestra su intención económica dirigida hacia el turismo. Las Cajas de Cambio (CADECAS), bancos metropolitano su hoteles, son los sitios oficiales para el cambio de nuestra moneda por la cubana. Siempre con billetes bajos, de uno, tres, cinco o diez pesos convertibles (CUC). 1€=1,07 CUC el cambio en julio del 2016. Cuidado con no confundiros con pesos cubanos (CUP) más devaluado. A casi 25 pesos cubanos por cada CUC.

Sus gentes, tan extrovertidas y simpáticas como pícaras. Ojo. Si llevas pocos días en el hotel, se abalanzarán sobre ti para ofrecerte ron, habanos, sitios donde comer o bailar... De primeras parecen agradables, pero resultan más pícaras que otras cosas. Parecen querer ayudarte, pero realmente quieren hacer negocio. Ojo, sobre todo en las puertas de los hoteles y zonas turísticas. Violencia cero, pero picaresca, mil. No os dejéis embaucar con sus buenas palabras y maneras. Os preguntarán de dónde sois, cuántos días lleváis en la ciudad, e incluso os contarán historias para acercar posturas. No os sintáis violentos si tenéis que ignorarlos, o simplemente decirles que ya lleváis muchos días en la ciudad y que no necesitáis nada.

Teniendo todo esto en cuenta, podemos iniciar nuestra visita por la ciudad.

La primera intención era la de conocer a pie todos los edificios, calles y monumentos posibles pertenecientes a La Habana Vieja. Zona esta casi tomada por turistas y cubanos en busca de turistas que acabarán casi con tu paciencia.

Así, nuestro viaje peatonal, bajo un sol abrasador constituía un paseo hasta el Castillo de San Salvador de Punta, el cual parece escondido bajo el suelo con su fin lógico de camuflaje. Desde ahí obtendremos una gran perspectiva del Malecón, así como de la Fortificación del Morro al otro lado de la bahía, que visitaríamos al atardecer.
Fortaleza del Morro, al otro lado de la bahía
Un leve paseo por la bahía de La Habana, donde dicen hay centenas de buques en sus aguas, entre ellos el Acorazado Maine, artífice de la independencia Cubana de España, sería suficiente para adentrarnos en la ciudad.

Llegaremos a la plaza de la Catedral, previo paso por el cuartel de la Policía Nacional Revolucionaria, ya con una botella de agua en nuestras manos en busca de las sombras que ofrecen los soportales, permitiendo un primer descanso en nuestra gira de hoy.
Catedral de La Habana
Muy cerca de esta plaza se ubica el Paladar de Doña Eutimia, uno de los más recomendados de la ciudad; y el bar de La Bodeguita del Medio, donde dicen es el origen del mojito cubano. Pero esto lo dejaríamos para más tarde.

Nuestra caminata continúa hacia el sur en busca de la Plaza de Armas. Centro neurálgico de la ciudad en la época colonial. Aquí varios edificios sitian este bullicioso rincón, donde merecerá la pena parar y disfrutar del dinamismo que ofrece la plaza.

El Palacio de los Capitanes Generales, donde residían los españoles que gobernaban la isla. El Templete y el Castillo de la Real Fuerza, bien merecen un la observación detenida y paciente.
Castillo de la Real Fuerza
Continuando hacia el sur llegaremos a la amplia plaza de San Francisco de Asís, presidida por la iglesia que la da nombre y junto a la cual hay una estatua de un afamado mendigo que falleció en las calles habaneras y del cual dicen que si le tocas la barba y el dedo índice, te dará suerte en tu viaje.

Cerca, algo más al sur, llegaremos a la Casa-Museo del Ron Havana Club, donde podrás observar cómo la caña de azúcar es aprovechada para sacar el jugo del ron.
Casa-Museo ron Havana Club
Callejearemos para llegar ahora hasta la Plaza Vieja. Aunque de vieja solo le queda el nombre, puesto que parece un oásis dentro de la realidad de La Habana. Rehabilitada, con bares y soportales que parecen recién construidos. Y con cañones que hacen las veces de pivotes evitando el tráfico rodado dentro de esta.

Un hotel en remodelación (antiguo palacio del Cueto); la Cámara Oscura (donada por la Diputación de Cádiz); y la Casa de los Condes de Jaruco, componen este bello lugar.
Plaza Vieja
Si jugamos a buscar el Capitolio desde cada una de las bocacalles que parten de esta plaza, habremos acertado si encontramos la calle Brasil. Ésta permite observar a lo lejos la inequívoca silueta de esta "Casa Blanca" de La Habana.

Hasta llegar a ella, deberemos andar por esta larga calle que nos permitirá observar realidades del día a día. Nos daremos de bruces con el contraste de esta ciudad. Edificios cuasiderruídos, pero habitados, casas coloniales restauradas, puestos callejeros de bananas, bares para turistas y no turistas, tendederos que cuelgan ropas de un lado al otro de la fachada. Un ir y venir de bicicletas, coches y viandantes sin dirección aparente. Carteles y pintadas con lemas revolucionarios. Y de frente, la cúpula del Capitolio. Sin duda, merece la pena.
Calle Brasil
Una vez en el Capitolio, la sensación de haber vuelto a una realidad transformada, de cara a la galería. Avenidas con semáforos y farolas como si de una ciudad europea se tratase, si no fuese por que los coches de los años 50 nos recuerdan que seguimos en esta extraordinaria ciudad.
El Capitolio de La Habana
Tocaba ya descansar. La humedad y el calor así nos lo imponía. Refrescarse tomando un daikiri en La Floridita, donde Ernest Hemingway se refugiaba de la vida de la ciudad, era toda una obligación, a pesar de los 6€ por copa (caro para los precios de la ciudad).

Pero el combinado merece la pena, por su sabor y frescura. Así como por el aire acondicionado del local que permite hacer un paréntesis dentro del aterrador calor puertas afuera.

Lugar con historia donde dicen, se creó el primer daikiri. Amenizado por unas bachatas en directo, bien merece la pena pagar por el computo global del momento.
Daikiri en La Floridita.
Tras reponer la temperatura de nuestro organismo, tocaba volver al exterior. Ahora por la calle más comercial de la ciudad donde aprovechar a hacer algunas compras o souvenirs. Estamos hablando de la Calle Obispo, peatonal para favorecer el tránsito y comercio.

Está nos dirigirá de nuevo a la plaza de la Catedral donde ahora sí, tomaremos un mojito en La Bodeguita del Medio, con música en directo dentro del claustrofóbico local que mana historia y vida. Suficiente para hacer de aperitivo previo a la comida en el Paladar de Doña Eutimia, en un callejón de la misma plaza. Allí nos dejaremos aconsejar, pero siempre con un buen plato de "Moros y cristianos", o lo que es lo mismo, arroz con frijoles, la comida típica del país.
Mojito en La Bodeguita del Medio
Tras la comida, las cervezas Cristal, Bucanero o Presidente, el daikiri y el mojito previo; lo mejor era ir a descansar al hotel para reponer fuerzas de cara al atardecer.

A las 19:30 alquilamos un taxi sin licencia (allí vale todo) por 7CUC que nos llevaría por el túnel al otro lado de la bahía para disfrutar de sus tres edificios emblemáticos con vistas excepcionales de la ciudad.

El primero la Fortaleza del Morro, que vimos a la mañana desde la otra orilla, ofrece las mejores vistas de la ciudad, y el mejor atardecer de La Habana rodeado de vetustos cañones. Merecerá la pena sentarse o tumbarse para relajarte viendo como el sol desciende sobre el horizonte. A las 20:15 horas a principios de julio.
Atardecer desde la Fortaleza del Morro
Después no debemos caer en el error de visitar el Cristo de La Habana, eso lo dejaremos para el final. Porque previo a ello, debemos visitar la fotaleza de La Cabaña y disfrutar del espectáculo del Cañonazo que simboliza el cierre de las puertas de la ciudad a las 21:00 (debemos estar a las 20:30 para verlo desde el principio)

Y después pasear por la oscuridad hasta la privilegiada posición del Cristo de La Habana, que vigila la ciudad desde la altura y que ya iluminada en la noche, nos ofrecerá también unas vistas muy diferentes desde su ubicación.
Cristo de La Habana
La vuelta directa al hotel, con el mismo taxista y por el mismo precio. Con un episodio anecdótico que suma a la aventura de vivir en esta ciudad.



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