Los primeros kilómetros hasta Lentiscais fueron exactamente iguales que la jornada anterior, pero en sentido opuesto. Por tanto, disfrutamos de una placida bajada por asfalto, primero. Para acometer una segunda parte por caminos con alguna subida hasta llegar a dicho pueblo.
A continuación otra cómoda bajada nos dejaría sobre el puente del embarcadero del Parque Natural del Tajo Internacional. Ahora sí, volvíamos a rodar sobre trayecto desconocido.
El asfalto de la M1266 nos ayudaría a remontar cotas antes de tomar el camino que nos llevaría directos a la ermita de Nossa Senhora dos Remedios de la cercana población de Alfrivida.
Remontando el cauce del río Ponsul |
Para más inri, la presencia de algún pequeño pinar y extensos olivares, nos hacían transportarnos practicamente a las tierras de nuestras cercanas localidades de Carpio y Mesegar.
Caminos que nos recuerdan nuestra comarca. |
Una pequeña parada en una fuente para rellenar bidones me sirvió para observar esas diferencias entre ambas culturas a pesar de la cercanía.
Pero había que seguir y el camino quiso hacer un guiño a la temática principal de la ruta. Desde lo alto de un cerro, a la izquierda, se divisaba a la perfección las aguas represadas del río Tajo, delimitando con gran definición ambos países. Eras las aguas que habíamos surcado en la jornada anterior. El embalse de Cedillo. A la izquierda Portugal, a la derecha España.
Río Tajo, frontera natural. |
El camino continuaba, ahora con el paso de un nuevo barranco antes de llegar a la localidad de Perais. Descenso rápido y pedregoso con un desvío traicionero que casi hace perderse a algún componente del grupo.
Tónica de la jornada de hoy. |
- "¡El camino lo marca el GPS por aquí!"
- "Sí, pero hay una valla"
- "Ya, pero el camino va por detrás de esa valla"
- "¡Pues saltemos la valla!"
Siguiendo el track del GPS |
Mientras se arreglaba un nuevo pinchazo, un grupo de avanzadilla marchó en busca de una salida de esta finca privada. Siempre fieles al track, llegamos, ahora sí a una puerta, pero cerrada con candado, por lo que tuvimos que repetir la maniobra en menos de un kilómetro.
Ahora ya, de nuevo en terreno público, y tras acometer un par de repechos. Nos dirigirnos por un extenso olivar con pedregoso camino y terreno rojizo, que bien podía resultar ser el piedemonte de nuestros conocidos Montes de Toledo, a la localidad de Porto do Tejo.
Camino de Porto do Tejo. |
Tras el merecido descanso, continuamos en busca del río Tajo para acompañarlo durante algunos kilómetros por su orilla derecha, no sin antes disfrutar de la bonita postal que nos dejaba el Monumento Natural de las Portas de Rodao, el cual nos recordaba al Salto del Gitano en nuestro Parque Nacional de Monfragüe. Mismo río, mismo clima, misma vegetación, diferente ubicación.
Monumento Natural de Porta de Rodao |
Bonito tramo paralelo al Tajo |
Así, agotados, sin agua en los bidones, sudorosos y desencajados llegamos a la localidad de Salavessa donde un presto y amable paisano nos abrió las puertas de sus casa. Agua a raudales, bidones para acá y para allá. Cabezas bajo el grifo del patio de este hombre, que apareció como causa divina.
Reponiendo agua en Salavessa |
Salimos de la población para volver a adentrarnos en las "montañas rusas" que son los campo lusos. Una nueva zona, tristemente arrasada por el fuego. Sube, baja, izquierda, derecha. Una locura para la orientación hasta darnos de bruces con "El Barranco".
"El Barranco" |
Empujando la bici en el paso de El Barranco |
Salimos brevemente a la carretera M1005 que no fue suficiente para desconectar del subeybaja al que teníamos que volver.
El camino comenzaba a hacerse largo y la localidad de Povoas de Meadas, donde estaba concertada la comida, parecía haberse borrado del mapa.
Un nuevo barranco y salida a una nueva carretera, la N359. Aquí sonaron algunas alarmas y se intentó realizar el trayecto restante por asfalto, pero tras el análisis de la ruta, resultaba imposible. Así que volvimos a los caminos para afrontar el definitivo trazado hasta la localidad donde comeríamos.
Tierras pobres, en busca de Povoa de Meadas. |
Ahora por un terreno más llano y con las nubes tapando por completo el Sol, parecía como si los dioses se hubiesen hecho eco de nuestras súplicas. Así transitamos por unas tierras pobres, un auténtico erial donde a penas se asomaba vida sobre ellas. Un poco de ganado y unas despistadas cabritillas fue lo único de lo que pudimos disfrutar antes de llegar al invisible pueblo de Meadas.
Y llegamos, vaya si llegamos. Haciendo buen acto de presencia en un rústico bar de la localidad. Rebozados en polvo, sucios, sedientos... Las cervezas y los refrescos corrían de un lado para otro. Refrescos incluso desconocidos para nosotros. Daba igual.
Buena degustación de carnes |
En la sobremesa, decisiones muy claras. Café en mano y banda de música por la calle. Había que llegar al final de etapa por carretera. Nos habíamos retrasado mucho en nuestro horario.
Sobremesa en la terraza del bar. |
Dos grupos de nuevo. Carretera M525 en busca de la bonita localidad de Castelo Vide. Nos estábamos adentrando en el Parque Natural de la Sierra de San Mamede. El verde volvía a hacerse presente para adornar los campos. Elevaciones con cierta presencia nos controlaban desde la lejanía. Y hacia ellas nos dirigíamos. Parada técnica para lavar las bicis polvorientas en una fuente cercana a esta localidad de la que solo disfrutaremos de pasada.
Fuente y Castelo Vide al fondo. |
El asfalto cunde, y las piernas agradecieron la continuidad de sus leves pendientes. Así sin darnos casi cuenta y solo una hora y media después de la comida, ya estábamos en Portagem, a los pies de la bella ciudad de Marvao.
Llegando a Portagem, Marvao al fondo. |
Pero eso sería mañana. Hoy tocaba disfrutar del recomendable Hotel Server, sus vistas, su piscina natural y su paseo por la ribera para tomar unas Sagres y relajar las piernas antes de la lujosa cena que nos habíamos ganado tras la jornada de hoy.
Chiringuito en el rio Server. |
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