martes, 16 de octubre de 2012

V Talajara 2012: 125km

La Talajara comienza a asentarse como carrera marathón clásica en el calendario nacional. La promoción por parte de una gran empresa como es El Corte Inglés ayuda mucho a ello. Hace unos años, en su segunda edición, ya estuve al tanto de su existencia; pero una gripe me impidió asistir después de haber estado apuntado con meses de antelación.

En esta ocasión fue Alfonso "brother" el encargado de dirigir desinteresadamente todo el largo y complicado proceso de inscripción. Por lo que a penas me sentí involucrado en este aspecto de esta marcha y mi crónica se reduce a relatar las vivencias ocurridas en la perfecta mañana de este 8 de octubre.

El grupo de whatsapp echaba humo los días previos con motivo de organizar coches, bicis, hora y lugar de quedada. Definitivamente la salida sería a las 7 de la mañana en la Plaza de España para llegar antes de las 8 a Talavera, con tiempo de sobra para preparar las bicicletas.

Aún no asomaba el sol cuando conseguimos aparcar y Alfonso comenzaba a repartir los dorsales, chips y pulseras para la ruta. Jacinto, algo despistado por la hora confundió su bicicleta con la de Irene y puso su dorsal en la montura de la peque de Manolo. Es evidente el buen ambiente que este deporte desata a pesar de los madrugones domingueros a los que nos vemos "obligados" sufrir.

Jacinto haciendo "de las suyas"
 Casi sin darnos cuenta comienza a amanecer, para entonces ya todos estamos preparados para disfrutar de una gran y larga jornada dominical en compañía de grandes compañeros y amigos. Unos 13 compañeros, más otros tantos con los que apenas pudimos compartir tiempo, nos hacíamos la foto de rigor antes de ponernos de camino a la salida.

Foto de grupo. 
Al acercarnos a la zona de salida, mi mente se traslada meses atrás cuando Tomás y yo visitamos la marcha de los 101 de La Legión.  Ahora estábamos al lado de casa pero el ambiente era muy similar; en aquella ocasión se congregó a 7.000 personas entre marchadores, ciclistas y duatletas. Si bien es cierto, era su XV edición. Aquí, tan solo nos congregábamos ciclistas, de 80 km o 125km, pero todos ciclistas. 4.000 en total, que tampoco es una cantidad pequeña.

Entre las equipaciones distinguimos los colores blanquiazules de los compañeros de MTB Leganés; Pablichu y Nacho Sanz con los que también compartimos la experiencia en Ronda.
Espera del grupo en la salida.
Sin retraso, la marcha sale a su hora desde el Recinto Ferial de Talavera para rodear el perímetro del parque de la virgen del Prado y marchar paralelos a al río Tajo hasta la salida de la ciudad por la Universidad.

Este corto tramo es utilizado por los bikers para tomar posiciones. Así lo hicieron Javi, David y Juanjo que nos adelantaron como rayos en busca de una buena posición en el grupo para hacer la marcha en el menor tiempo posible. Como nuestro objetivo, este fin de semana era disfrutar de las vistas, el ambiente y el grupo, nos dejamos caer a mitad de grupo con un rodaje suave y cómodo.

http://www.youtube.com/watch?v=fTpoT_aZyio&feature=youtu.be

La toma de contacto con los caminos lo hacemos en busca de las Casas de Cabañuelas, por un camino cómodo por la vega del río rodeado de campos de cultivo de regadío. Sorteando algunas peligrosas acequias que unidos al compacto grupo que de rueda con cierta tensión en estos primeros y llanos kilómetros.

La humedad de la mañana y la humbría de la ribera nos hace pasar unos primeros minutos con algo de frío. Pronto el olfato comienza a percibir un desagradable olor que confirmamos al pasar junto a la depuradora de aguas de la ciudad.

Siguiendo aguas abajo, llegamos literalmente al borde del río justo cunado pasamos por la Casa del Toro. Estamos rodando por La Vega de Arriba, ya por término municipal de Calera y Chozas. La ruta comienza a zigzaguear por estas tierras cruzando una carretera y el arroyo de la alameda.

Es por esta zona donde algunos tramos se encuentran embarrados y donde se producen incomprensibles tapones, ya que son zonas perfectamente transitables para la MTB. "¡¡¡Quien no quiera mancharse que coja una de carretera y se vaya por asfalto!!!" decían entre los participantes; y qué razón tenían.

Poco más adelante Alfonso tuvo una rencilla con un biker, la educación y la paciencia de algunos participantes brillaba por su ausencia.

Tras cruzar una acequia por debajo a modo de "miniacueducto" de Segovia nos presentamos en Calera y Chozas, inicio de la larga e hierática Vía Verde de la Jara. Tomás no había dado señales de vida, pero poco a poco iba dando alguna de sus pinceladas. No había voluntaria de Protección Civil con la que no intentase ligar...

Primer avituallamiento, líquido, que pasa desapercibido en el inicio de este tramo de 34 km "cuasirectilíneos". No paramos y comenzamos a rodar. Ahora sí, la marcha se había estirado y nuestro grupo rodaba compacto hasta que Manolo coordinó una para de emergencia para miccionar. Cuatro componentes del grupo nos detuvimos para desalojar nuestra vejiga. Algunos bikers a nuestro paso nos alentaban "¡Eso si es coordinación y no lo que llevamos nosotros!". Era de foto vernos a los cuatro con la misma equipación repartidos por el campo de espaldas a la ruta, haciendo nuestras necesidades.

Tomamos de nuevo las bicis. Jacinto, Manolo, Luis, Alfonso y yo debíamos poner un buen ritmo para regresar al grupo. Pronto Alfonso se puso en cabeza llevándonos a velocidades superiores a los 40km/h. Al contactar con el resto.

Cañaveral por la Vía Verde.
Un bonito paso por un cañaveral nos dejaba casi a las puertas del primer túnel que caracteriza esta vía para dar paso al espectacular viaducto sobre el embalse de Azután.

Pronto llegamos al segundo avituallamiento, el de Aldeanueva de Barbarroya, donde sí paramos; reponemos líquidos y tomamos algunas frutas
Avituallamiento en Aldeanueva.

Tras el breve descanso y algunos kilómetros de rodaje; Manolo y yo nos pusimos en cabeza para establecer una marcheta cómoda y constante en la que íbamos tragándonos poco a poco a muchos de los participantes en la ruta. Algunas veces nos tomábamos un lateral de algún grupo compacto y los adelantábamos sin modificar el ritmo. Tantos componentes juntos de la misma localidad llamaba la atención a los participantes que en alguna ocasión llegaban a exaltarse "Joder, ¿cuantos venís de Torrijos?" "Mira que bien, todos juntos"

La Vía Verde es muy cómoda, pero nuca deja de picar hacia arriba, por lo que no es muy dura, pero tampoco te deja descansar. Esto nos hacía llegar a la conclusión de que era una auténtica lima para la segunda parte de la ruta, donde llegaría lo más duro.

Viaductos, trincheras y túneles esquivan los pronunciados desniveles de esta quebrada comarca de La Jara en la que se introduce la ruta. El río Huso es el que vertebra en sus últimos kilómetros el trazado de esta inoperante vía férrea.

Los kilómetros caían como si nada. Pero el pensamiento del desgaste me paso por la cabeza. Propuse a Manolo descansar en la cola del grupo lo que supuso un pequeño parón en la marcheta. Al llegar a la cola de nuestro grupo torrijeño, cual fue nuestra sorpresa al observar que todos los participntes y grupos que nos habíamos "tragado" marchan cómodos detrás, llegando a contar casi hasta medio centenar de participantes.

Con cuidado entramos en las zonas donde los túneles aparecen más concentrados señalizados con luces químicas y el más largo un grupo electrógeno para la ocasión.

Las ruinas del Molino del tío Avelino en el Campillo de la Jara nos avisan que la estación de Pizarrita está a punto de aparecer, donde tendremos el nuevo avituallamiento y la consiguiente salida de la vía verde. Una naranja, algunos quesitos, un poco de líquido isotónico es suficiente para esta ocasión.

Esta antigua estación se ha reconstruido para crear una cafetería y un antiguo vagón de tren se ha reutilizado como albergue para pasar la noche. Además encontramos para la ruta aljibes que nos permiten rellenar nuestros bidones de agua.
Juan Carlos utilizando el aljibe.
Aquí es donde acaban los 33 kilómetros aproximados de vía verde que hacen un total de 55km de ruta. La salida se hace por el camino asfaltado que une Gargantilla con El Campillo de la Jara, en busca de esta primera localidad.

El asfalto se agradece, pero la pendiente se endurece repentinamente. Un gran pelotón marcha tras nuestra rueda, compañeros de La Puebla se unen a nuestra marcheta. Poco a poco el desnivel desaparece aparentemente para nuestros ojos. Pero como si de unos campos magnéticos se tratase, cuesta rodar con soltura. Divisamos Gargantilla, a los pies de la Sierra de Sevilleja, mientras aún nos mantenemos en ascenso.
Grupeta de camino a Gargantilla.
Poco antes de llegar a esta localidad, la ruta toma rumbo norte, desviándonos hacia nuestra izquierda, lo que nos permite adentrarnos por caminos en busca de la últimas estribaciones noroccidentales de los Montes de Toledo.

La ruta se ondula por una dehesa a los pies de las montañas, pero pronto se nos presenta la primera rampa, desafiante a la falda de la ladera que afrontamos, justo tras cruzar el arroyo de Riofrío junto a sus molinos del mismo nombre. Los desarrollos pasaban instantáneamente de una posición a otra, algunas cadenas se salían debido a brusco cambio de pendientes, otras chascaban... Era muy bonito el sonido del cambio de decenas de bicicletas que nos rodeaban en ese preciso instante.

El camino gira a derechas y se coloca paralelo a las curvas de nivel, como si hubiese sido derrotado por la falda de la loma de La Perla, suavizando su dureza, en busca de una nueva alternativa. Aprovechando este descanso algún compañero de Cebolla se interesa por la cámara con la que voy grabando algunos tramos para las clases de Real Ride en el gimnasio.

Faldeando llegamos al cruce con la N-502 donde aprovechamos el puente sobre el arroyo de Riofrío para cruzar por debajo. De nuevo, un giro hacia el norte nos pone de nuevo el camino perpendicular al desnivel. Bonito, técnico y corto tramo que pronto vuelve a suavizar como kilómetros atrás había ocurrido. Segunda ocasión en la que la pendiente nos vencía.

Es ahora cuando nos encontramos con Pablichu, nuestro compañero de MTB Leganés con el que aprovechamos este leve descanso para saludarnos y charlar antes de afrontar la último y definitivo intento para derrocar a esta ondulación de los vetustos montes toledanos.

Ahora si, y a la tercera, de nuevo el camino enfila sentido norte por la pista que une Sevillaja con Buenasbodas. El collado, de 804 msnm queda sitiado por los riscos de la Ventera a su izquierda y el pico Pozuelos y la Muela a su derecha, estos últimos con espectaculares canchales en sus laderas.

La pista está en buen firme y sin muchos cantos, algo inusual de la zona, lo que permite un ascenso fácil, donde la única molestia era el chirrido de la bici de Tomás. Por la misma razón, se realiza un descenso tranquilo hasta Buenasbodas. Pueblo con nuevo avituallamiento donde Pablichu me comenta que ha sido uno de los afortunado en ganar una cámara de vídeo como la que llevo y que a la llegada  meta sus vídeos serán publicados en la web de la organización. Es por ello que insiste en grabarnos a la salida de la localidad para mostrar bien el nombre de nuestra localidad que aparece en el maillot que en esta ocasión lucíamos.

Una par de naranjas bien exprimidas son suficientes para reponer agua y azúcares. La salida de la localidad es un vertiginoso descenso que nos lleva hasta el curso del arroyo de Buenasbodas, que tras cruzarlo, nos encontramos con otro vertiginoso y espectacular... ascenso. Y para más "inri", ¡solado de hormigón! Y ya sabemos todos lo que significa el hormigón en estos casos... ¡¡¡El hormigón no engaña!!!- como diría mi gran amigo bloguero Zinatzli. Y no, no engaña. Rampón donde lo único que puedo ver son compañeros que comienzan a sufrir desde los primeros metros, cabezeando de una lado a otro del manillar. Una dureza a la que se le unía el tener que esquivar a decentas de bikers que descendían muy bruscamente su velocidad.

Al rato aparece un breve descanso, que no es un llano, si no una reducción en el porcentaje de desnivel que sabe a descenso. Desaparece el hormigón, pero nada más lejos de la realidad, la pendiente vuelve a su carga, ahora ya sin la "deseada" mezcla cementada. Y por si no fuera poco, los cantos típicos de la zona aparecen en el peor momento.

Subida dura, técnica tanto por su firme como por la cantidad de bikers cabezotas como yo que se proponen subir sin poner pie a tierra. No sé si motivado por la grabación, por la misma suerte, por la simple potencia de mis piernas, o por un poco de todo; consigo finalizar la ascensión sin penalizar. El último medio kilómetro pidiendo paso con el poco aliento que disponía para que, amablemente, los bikers que arrastraban su bici en este penoso tramo, se echaran a un lado facilitándome la ascensión. Algún, ¡Ánimo chaval! de un anónimo participante consiguió que no desistiera en mi empeño justo antes de acabar.

En lo alto y sin aliento, esperamos al resto de los compañeros, a 844msnm. No sabía si había hecho bien, no conocía el resto de la ruta y este sobreesfuerzo podía pasarme factura en los kilómetros finales.
Javi, David y Juanjo marchaban por delante.
Estábamos en la zona de los Cerros de La Brasa. Reagrupamiento y un reponedor faldeo con leves subidas y bajadas por un camino inundado de cantos que sacan a relucir los 140mm de recorrido de mi suspensión. Venia como anillo al dedo, y se notaba la agilidad de la "Stumpy" sobre el resto de las dobles en este sector.

Este tramo acaba en la pista que se dirige a Alcaudete de la Jara, la cual nos obliga a girar 90 grados hacia el norte para buscar la cota más alta de la ruta.

A la derecha el ondulado valle del rio Mazuelo, que vierte sus aguas al recortado Jebalo. La carretera CM-4171, al fondo agarrada al barranco que este río dispone en su zona más baja. Un largo quitamiedos nos protege del empinado valle en esta ascensión. A la izquierda, la loma de La Barrosa. En medio, una pendiente algo más tranquila, pero que quema las piernas debido al cansancio y exceso de la anterior subida.

Veo de nuevo a Pablichu en medio de la ascensión parado a la sombra de una gran encina esperando a algunos compañeros de su club. Continuamos a ritmo. No puedo ir ni más deprisa, ni más despacio. Es cierto que dijimos de ir en grupo todo el trayecto pero en los ascensos me quema mucho las piernas el ir a un ritmo más lento que el mío. Arriba no me importa esperar a último el tiempo que haga falta. Y así lo hice, detrás Luis y Manolo... Y más atrás los demás. Alguno comenzaba su particular tortura a muchos kilómetros aún de la meta...

El collado se veía gracias a la cantidad de ciclistas que habían tomado la misma decisión que yo. Una decena de compañeros esperando al resto de su grupo en el mismo paso donde la pista comenzaba el descenso. 901 msnm establecían la cota más alta de esta bike-marathón.

Un par de minutos fueron suficientes para reagruparnos y lanzarnos hacia el valle del arroyo de los Maillos, que también muere en el Jébalo.

Rápido y peligroso descenso con 2 o 3 curvas cerradas, que unidas a profundos regueros, hacen de la precaución un instinto imprescindible en este sector. El ancho de la pista con piedra suelta, de unos 5 metros, se reducía apenas a un sendero de medio metro limpio de estos cantos por el paso del resto de compañeros que iban por delante. Nadie se atrevía a salir de ese "sendero" marcado dentro de la ancha pista.

Llegamos pues a las Rañas de Paniagua, con sus inconfundibles lagos en medio de esta extensa y escondida llanura entre las onduladas tierras montañosas.
Rodando por las Rañas de Paniagua.
Una recta muy rodadora, a pesar de las piedras, con un leve descenso nos permite tomar una gran velocidad, pero Juan Carlos pincha y tenemos que parar. Hace calor y es imposible quedarnos fríos. La mayoría de la grupeta marcha hacia delante puesto que algunos compañeros rodaban ya con problemas musculares. Nos esperarían en el siguiente avituallamiento en Alcaudete. Otros tantos nos quedamos a esperar a Juan Carlos para retomar el camino.

Este tramo coincide con la línea divisoria de los términos de Belvís y Alcaudete, el primero a la izquierda de nuestro camino y el segundo a nuestra derecha. Un desvío a derechas nos saca de esta ancha pista para adentrarnos en un sector con las mismas condiciones que el anterior, pero algo más estrecho y con un poco más de cantos en este caso rodados, algunos sueltos y otros medio enterrados en el firme y rodeados de alguna zona de olivar.

El camino se me antoja muy incómodo para la bicicletas rígidas, y así lo confirman las marchas de Alfonso y Jacinto. El primero, pocos días después decidió comprar una doble como bien le pasara a Tomás tras visitar la zona del Pico Amor (de igual orografía).

El rodar de la Stumpy por esta zona es sobresaliente y me animo a ponerme en cabeza para tirar del grupo por este camino denominado de las rañas, a una velocidad inusual por el estado del firme, pero no por la leve pendiente negativa.

Pronto llegamos a la intersección con la ruta de 80 km. Justo en lo alto del cerro del Burro. Un voluntario de la organización nos da preferencia en el paso, pero de poco sirve por que el descenso se encuentra muy densificado por la unión de ambos grupos de participantes.

El suelo roto, junto con la cantidad de ciclistas y la poca habilidad de muchos de ellos (con todos mis respetos) hace que se forme un desapacible tapón que no nos permite disfrutar de este último descenso, ahora ya más marcado, hasta Alcaudete.

A mitad del descenso la marcha cobra algo de dinamismo y con más ímpetu que sensatez, nos tiramos por la zona "sucia" del camino, adelantando peligrosamente a muchos participantes. Tal vez debimos tener algo más de paciencia...

Al llegar a la N-502, un camino paralelo a esta nos introduce, aun en descenso, hasta el corazón de Alcaudete de la Jara, que nos esperaba con sus apetitosas migas de pan.
Avituallamiento en Alcaudete.
Reagrupación de todos los torrijeños que pronto partimos con el estómago lleno para afrontar los últimos 22 kilómetros hasta la meta.

A la salida de la localidad el puente sobre el río Jébalo nos coloca en una nueva situación en el que suponemos en breve debemos ascender. No se hace mucho esperar la Cañada de las Merinas para iniciar lo que sería un desorganizado ascenso. Por detrás llegaba, debido a un retraso en mi salida. Había adelantado aún en las calles a Juan Carlos y a Charly. Pero en los primeros metros de la rampa me encuentro a un descolgado Gonzalo, que venía muy machacado desde mucho kilómetros atrás. Su pundonor y espíritu de sacrificio le empujó a terminar la carrera aunque fuese solo, como a mi me decía.

Mi sentido común me obligaba a quedarme con él aunque fuese un simple apoyo psicológico. Poco a poco ascendíamos y de vez en cuando veíamos al grupo por delante.

De repente observamos que vamos dando caza a algunos componentes de grupo y es que resulta que habían parado debido a una pequeña caída de Alfonso al encabezonarse con una traidora reguera. Cosa de poco, por lo que Gonzalo y yo no nos detuvimos. Y continuamos por la subida, paralela al arroyo de las Magdalenas. Al tiempo apareció un breve descanso que nos obligó a cruzar el arroyo de Quejigal para de nuevo volver a ascender, esta vez con una rampa mas corta pero más empinada en la que el sufrimiento de Gonzalo me obligó a ayudarle con algún leve remolque.

Tan centrado y preocupado estaba por la marcha de Gonzalo, que había olvidado por completo situarnos respecto al grupo. Rodri se dejó caer y juntos los tres realizamos el descenso tranquilo hasta El Membrillo, siguiendo el seco arroyo de Valdemorles.

A la entrada del pueblo nos encontramos con el grupo, parado. Gonzalo no debía parar. Preguntamos e  informamos que no íbamos a parar ni siquiera en este último avituallamiento para evitar el empeoramiento de nuestro compañero. Dentro del pueblo Manolo nos pregunta por el resto del grupo, le indicamos que se encuentra en la entrada. También nos encontramos con Charly y Juan Carlos. A todos les informamos que Rodri y yo acompañábamos a Gonzalo con un ritmo más lento hasta acabar la ruta y que el resto del grupo nos cogería.

Manolo llegó a nuestro paso e iniciamos un precioso tramo entre bonitas casas de labranza, con continuos, pero cortas, subidas y bajadas, rodeados por encinas subiendo a cerros y bajando a los arroyos Aceitunilla y de Lientes. Bonito tramo y muy disrutón, de no ser por las circunstancias en las que nos encontramos. Juan Carlos y Charly se lanzaron hacia delante y lo demás quedaban por detrás.
Grupo subiendo el valle de Aceitunilla.
El tramo acaba con un rápido descenso que nos deja defnitivamnte en la vega del Tajo, donde se nos unió Mario. Ya solo quedaba la aproximación por caminos llanos con el skyline de la gran urbe de fondo.

Adelantamos en este tramo a una pareja que realizaba la ruta en tándem, a lo que no me pude resistir el mantener una breve conversación respecto a las sensaciones y dificultad que conlleva la conducción de este tipo de bicicleta. La repuesta del chico " Lo mejor es la sensación de compartir con tu pareja la misma afición y colaborar coordinados para superar las dificultades de los tramos " Muy pensativo me dejó...

Un desvío nos ubicaba en el barrio de Sta María para pisar definitivamente el asfalto. Desviarnos de nuevo hacia el puente nuevo de Talavera y hacernos entrar por el Parque de los Sifones mediante el puente romano. Ya solo quedaba soltar piernas por el carril bici hasta el recinto ferial y concluir esta kilométrica prueba en esta preciosa y calurosa mañana de octubre.

Nos preocupaba el retraso del grueso del grupo... Y resultó que la parada en el Membrillo fue debido a una aparatosa caída, que nosotros ignoramos durante todo el recorrido.

El final feliz con hamburguesa doble en el Burguer King, hizo que todos los dolores, moratones, molestias muslares y cansancio desapareciesen mientras relatábamos las numerosas anécdotas de esta plácida mañana  otoñal.
VIDEOS

VÍDEO PROMO

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=CP9AYuc4U7w

https://www.youtube.com/watch?v=d8XaDbIXzko&feature=youtube_gdata_player

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