martes, 16 de octubre de 2012

Salamanca-Tábara


ETAPA 3: SALAMANCA-TÁBARA
143km, 776mm d+
Track para GPS

Diez minutos antes de las 6:30 de la mañana, hora establecida para levantarnos, un ruido de la calle me despierta.
- ¡Malditas máquinas de agua para limpiar la calle! ¡Qué ruido hacen!, pensé.
La cuestión es que las "máquinas" parecían no moverse de la calle, al igual que yo me negaba a moverme de la cama. La persistencia del ruido me inquietó lo suficiente como para levantarme de la cama, asomarme a la ventana y llevarme las manos a la cabeza al comprobar el diluvio que estaba cayendo a esas horas de la mañana.

Rápidamente me puse en contacto con la expedición que venían en bus desde Torrijos para comunicarles el parte metereológico para la mañana de hoy en Salamanca.

Puntuales, a las 8 de la mañana, llegaron los compañeros. Un buen desayuno y algunas dudas a la hora de pagar el hotel, hacen que nos retrasemos en nuestro encuentro con ellos.

Cerca del puente romano que se levanta sobre el Tormes divisamos el bus de "Francisqui". Y a la vuelta de él, todos los componentes ya preparados para hacer la salida hacia la Plaza Mayor bajo una tímida lluvia.

Ahora sí que sí estábamos la expedición al completo. Dejamos nuestras mochilas, que nos habían acompañado estos días sobre nuestros costados, en el bus y ubicamos nuestras pertenencias para poner camino al lugar de salida oficial.

En la Plaza Mayor comienza la segunda andadura del Club Ciclista Torriejeño hacia Santiago de Compostela por la Vía de la Plata.

Saludos, abrazos, sonrisas, nervios... y mucha ilusión por delante. Gran camaradería entre la veintena de cicloperegrinos.

Lorenzo "Buscapinchazos", Santos "El Incombustible", Santiago "Mentejóven", Adolfo "Maestro", Jose Eugenio "Taka Taka", Carlos "Castiago", David "El Sherpa", Raúl "El Primo", Valentín "El Presi", Prieto "Warming", Tomás "Bocacerrada", Juanjo "Risitas", Pantoja "Empujapuertos", Javi "Hormiga", Javi Lobato "El Explorador", Miguel "Torreón", Eusebio "GoPro", Manolo "Gaona", Pablo "El Príncipe" y un servidor "El ..." (lo dejo a su elección)

De Salamanca partimos por la peatonal calle de Zamora, hacia el norte. Salimos del núcleo urbano despidiéndonos de la universitaria capital por la zona de su Estadio Helmántico, que lo dejamos a la derecha de nuestra marcha. La carretera N-630, será nuestra guía de ruta. Por su asfalto transitaremos varios kilómetros en esta primera mitad de la jornada de hoy. Lo que nos beneficiaría para evitar los barros de los caminos, producidos por esta accidental mañana lluviosa.

Hugo ha venido a acompañarnos estos primeros kilómetros por asfalto con su bicicleta de carretera. Gran compañero.

Poco antes de llegar a Aldeaseca de Armuña surge el primer malentendido con los GPS. Prieto, muy acertadamente, había descargado dos tracks. Uno de ellos, fiel al camino 100% y otro en el que se tomaba todo asfalto y, por tanto, más propicio para la bici.

Dadas las circunstancias de lluvia y la companía de Hugo con bicicleta "flaca", opté por continuar por carretera hasta la primera localidad. Prieto, tomó la segunda opción. El grupo se dividió y al llegar a Aldeaseca tomamos la decisión conjunta.

- "Se hace todo por camino puro, excepto los grandes puertos que se ascienden por carretera".

Ahora sí todo aclarado, no habría más dudas en el resto del camino.

Despedimos a Hugo, y Hugo se despidió de nosotros.

He estado con ellos, me tomé un café en la plaza y los acompañe 10km por carretera. Casi lloro al verlos como se iban por el camino del pueblo "Sequeros". Me quedé mirando hasta que los perdí de vista. Los deseo a todos lo mejor del mundo y que esta esperiencia les sirva para crear más lazos de amistad entre ellos.

Tomamos rumbo hacia Castellanos de Villiquera, y no habíamos llegado al kilómetro cuando tuvimos el primer percance con la interpretación de los traks del GPS. Estos nos enviaban directamente hacia la inexpugnable autovía A-66. Un breve rodeo campo a través por los cultivos de cereales nos permitió redirigirnos hacia el buen camino.

Ya sí, y con un cielo encapotado, pero con menor amenaza de lluvia, conseguimos tomar ritmo por estas anchas y onduladas pistas de Castilla. El barro saltaba por todos lados y se hacía muy incómodo la rueda de cualquier compañero.

Al llegar a Castellanos, una breve parada permitió que la mayoría se desprendiese de sus chubasqueros. Otros menos optimistas, simplemente se desabrocharon su cremallera.

Por cómodos camino llegamos hasta Calzada de Valdunciel, donde paramos para fotografiarnos con algunos miliarios romanos reagrupados en la salida de esta localidad.

Aquí me percato de que mi rueda delantera pierde aire. Dudo si tiene cámara con líquido antipinchazos, y si la tuviere, que este líquido no estuviese caducado. Es el precio que tuve que pagar por el campo a través que habíamos realizado unos kilometros más atrás. Doy aire con la bomba de Prieto confiando en que fuese suficiente para que sellase el pinchazo y continuamos el recorrido.

El camino nos dirige de nuevo hacia la carretera N-630. Aunque de momento la ruta se resiste a pisar el asfalto. Paralelos a carretera nacional, seguimos un camino de servicio. Este camino pronto cambia la nacional por la autovía A-66 apenas sin darnos cuenta.

De pronto el camino de servicio nos desciende, dejando la autovía en lo alto. Nos encotrábamos ante unos pilares que daban paso a la Ribera del Cañedo. Una zona dónde las tierras húmedas pueden darnos una mala pasada. Así nos informa unas pintadas en las columnas que sustentan el puente; en ellas se nos informa que si hay agua, utilicemos el puente de la carretera nacional para salvarlo, pero que en caso de época de sequía continuemos por la ribera.

Las dudas surgen de nuevo. Estamos en verano, lleva sin llover más de dos meses, pero justo hoy ha llovido.  La ribera parece aparentemente seca por lo que decidimos cruzar por ella. Algún pequeño charco de barro no nos impide cruzarlo, sin problemas.

Tras ello, las flechas nos sacan a la N-630. Ya en la carretera, y antes de llegar al desvío de Valdelosa, unos silbidos del grupo nos obligan a parar. Primer pinchazo oficial. Bici boca arriba y no es una, si no dos, las ruedas pinchadas por Lorenzo. Un eficaz equipo mecánico soluciona el leve problema antes de que el grupo pierda el calor acumulado por el pedaleo.

Yo mientras controlo la presión de mi rueda delantera y Valentín aprovecha para comunicarme que nos desviaríamos de la ruta original un poco más adelante para visitar el Castillo del Buen Amor.

El leve desvío de apenas un par de kilómetros merece la pena. Precioso Castillo que actualmente está restaurado a modo de hotel. La parada sirvió sellar las credenciales y confirmar que mi rueda seguía perdiendo aire.
Hotel/Castillo del Buen Amor.
Retomamos la carretera N-630, desandando previamente los pasos del desvío. El camino original circula ahora por un bonito y escondido tramo entre la vía del tren en desuso y el asfalto. Pero obviamos esta opción para ganar el tiempo perdido en la visita del castillo. Carretera, autovía, camino y vía férrea circulan paralelas durante un buen tramo en esta ocasión.

La vetusta vía férrea se separa al llegar al Centro Penitenciario de Topas, el cual, dejamos a la derecha de nuestra marcha. Mantenemos un elevado ritmo por el ancho arcén de la carretera nacional hasta llegar a la población de El Cubo de la Tierra del Vino, gracias en parte al viento del sur que nos ayuda de culo.

Tras cruzar este primer pueblo zamorano de la ruta, vuelve a nuestra companía la abandonada vía férrea mientras que rodamos por un camino rodeado de encinas que nos hace olvidar la motononía del asfalto de los últimos kilómetros.

Tanto me abstrae la belleza del lugar, que un reguero de agua que cruzaba por el sendero consigue terminar con mis huesos en el suelo. Pequeño susto sin graves consecuencias y a continuar la ruta.

A la derecha un denso encinar, a la izquierda grandes campos de cultivos de regadío. El día seguía encapotado y las tierras sobre las que rodamos se mantenían aún muy húmedas.

El ferrocarril nos abandona definitivamente en un cruce de caminos que casi nos hace dudar de la ruta. Habíamos entrado en una nueva provincia y los hitos del camino habían cambiado de forma. Las flechas amarillas se mantenían pero el formato que las sustentaba había cambiado respecto de la vecina provincia salmantina. Un breve vistazo al GPS, borró cualquier duda y confirmó el camino.

Volvíamos a estar de nuevo rodeados de campos de cultivo de secano.

En el inicio al largo descenso hasta Villanueva de Campeán, el grupo sufre otra aparatosa caída. Esta sin consecuencia física alguna. La tierra comenzaba a estar seca y un traidor banco de arena hizo que algunos componentes cayesen en la trampa.

Ahora sí volvían a reanudarse las apuestas por quién sería el líder de las caídas, ahora con mucho más participantes sobre el panel.

Debido a esto, el descenso, evidentemente, fue muy tranquilo. Nadie quería ser el líder en este ámbito ciclista tan embarazoso.

Ésta sería la última localidad antes de llegar a Zamora. Los caminos vuelven a ser muy cómodos con algunas ondulaciones. Nuevos miliarios nos recuerdan que transitamos por la Vía de la Plata, también usado por los Mozárabes para su peregrinación hasta Santiago.

Antes de llegar a San Marcial, el camino hace un quiebro derecha/izquierda para reducir el tránsito por la carretera ZA-313, que más adelante tomaremos levemente e iniciar la larga aproximación hasta Zamora en un relativo descenso.

En algunos momentos de este descenso, cerca de una granja, pudimos apreciar ciertas piedras originales de lo que fue la antigua calzada.

Seguidamente a este punto, el camino vuelve a hacer un giro, esta vez izquierda/derecha para dirigirnos hasta un brocal junto a tres monolitos de piedra que representan el importante cruce de caminos donde se ubica. Aquí la Vía de la Plata y la Vía Mirandesa confluyen sus pasos. Lugar que es utilizado por los peregrinos para escribir sus promesas y depositarlas en tan señalado lugar.

Nosotros proseguimos nuestro camino, que ahora coincide en los kilómetros que restan hasta Zamora con el Camino Natural del Duero. Interesante y novedosa iniciativa del Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medioambiente para promocionar largas rutas siguiendo los cursos de los ríos más importantes de la península a modo de GR.
Vía de la Plata y Camino Natural del Duero.
Poco a poco fueron apareciendo naves industriales y edificios creados por la mano del hombre para anunciarnos la pronta llegada a la urbe de Zamora. A la cual nos adentramos por su precioso puente romano sobre el imponente y caudaloso río Duero.

Me vinieron a la mente algunas estrofas del Romance del Duero de Gerardo Diego aprendidas en el instituto. Mientras observaba la espectacular vista de Zamora desde el puente sobre este mismo río, mi cabeza tarareaba:

Río Duero, río Duero,
nadie a acompañarte baja;
nadie se detiene a oír
tu eterna estrofa de agua.
Indiferente o cobarde,
la ciudad vuelve la espalda.
No quiere ver en tu espejo
su muralla desdentada[...]
Zamora y Duero, desde el puente de piedra.
Valentín tomó las riendas del grupo. "Déjame David, que vamos a dar una vuelta turística por Zamora".

Tras cruzar el puente, giramos a la izquierda y ascendemos a la ciudad por la cuesta de Pizarro. Paramos a sellar en el punto de información turística, lo que es aprovechado para hacernos una foto de grupo en un balcón-mirador sobre el rio Duero y de fondo su puente de piedra.

Visitamos su Catedral y Castillo. Por las calles peatonales de los Notarios y los Francos llegamos hasta la Plaza de Viriato y Plaza Mayor. De aquí a la Iglesia de Sta Maria la Nueva para salir por el Arco de doña Urraca.

Todo un recorrido cicloturista que dio un colorido especial momentáneo a las calles peatonales de la ciudad. Aunque no muy bien visto por algunos peatones, que rechazaban nuestra presencia a pesar de la escrupulosa prudencia con la que rodábamos. Todo ello fue contrarrestado por la sonrisa de un padre que junto a su hijo pequeño montado en bicicleta, le animamos para que nos siguiese...
Callejeando por Zamora
La salida de la ciudad, se realiza por la avenida de Galicia. Antes de transofarme en la N-630, paramos en una gasolinera para comprar agua y algún dulce. Ya que era muy pronto aún para comer y la decisión fue de seguir y parar más adelante. Yo como conozco mi cuerpo, compré unos dulces para compartir y un sandwich por si  acaso. También aproveché la parada para dar de nuevo aire a mi rueda que había vuelto a perder aire.

La presión con la que comprime el aire de la gasolinera no es el mismo que el de una bomba de mano. Eso permitió que el líquido antipinchazos sellase definitivamente el orificio. Eso unido a que la rueda estaba completamente limpia de barro. Hacía kilómetros que rodábamos sobre suelo seco y al fin pude comprobar donde estaba el abrojo causante de este pequeño problema.

A la salida de la gasolinera, un nuevo percance. Al volver para retomar el camino, en una peligrosa rotonda, una curva cerrada de un coche hizo que Juanjo se desequilibrase y cayese al suelo. Las apuestas volvían a estar en boca de todos. Ningún problema.

Tomamos momentáneamente la carretera ZA-900, algo peligrosa sin arcén. Pero rápido la ruta nos devuelve a la tierra. Cruzamos la ronda norte de Zamora para llegar a Roales.

El día comenzaba a desencapotarse y dejaba unas instantáneas espectaculares para observarlo. Los rectilíneos horizontes hacían un preciosa unión entre el marrón amarilleado de las tierras con los azules celestes blanqueados de los cielos. Hacia aquellos horizontes, caminos infinitos por los que rodábamos en bloque aprovechándonos de un viento, que nos hacía avanzar kilómetros sin esfuerzo en demasía.
Rodando en grupo por los Campos de Castilla.
Esta monotonía rodadora la rompió un breve problema en el camino. La futura autovía de Ourense cortaba limpiamente el track del GPS, así como el Camino de Santiago, sin ninguna información aparente. Momentos de dudas. Observo el GPS e interpreto que el camino sigue recto, inspecciono la zona para ver si es posible cruzar las obras sin problemas y consigo encontrar el camino. Cual es mi sorpresa cuando al avisar de la resolución del problema veo que el resto del grupo había tomado otra alternativa. No importa. Llamada de teléfono y reagrupación unos kilómetros más adelante. Justo antes de llegar a Montamarta, localidad decidida para comer.

A la entrada de Montamarta. Y haciendo un comentario sobre los pocos pinchazos que habíamos tenido a pesar del número de componentes, la bici de Pantoja comienza a "silbar". Nos acercamos a la gasolinera para dar aire, pero no soluciona el problema. Rápidamente nos acercamos con el resto del grupo en el Mesón Rosa Mari para comer, descansar y reparar las bicis...
Restaurante Rosa Mary, en Montamarta.
Y digo "las bicis", porque estando tranquilamente tomando el café, oímos una explosión... "¡Menudo petardo han tirado!" "De petardo nada, mira la bici de Raúl qué huevo tiene".

Pues eso, que el calor provocó un pequeño susto que mantuvo al pobre Raúl en tensión hasta final del recorrido.

Tras el descanso, nos volvimos a poner en ruta. La duda de usar el puente por la N-630 o cruzar por el mismo pantano la resolvimos al encontrarnos con una preciosa estampa de la iglesia de Nuestra Señora del Castillo a los pies del seco embalse de Ricobayo.
Iglesia de Ntra. Sra. del Castillo, Montamarta.
El Camino ahora seguirá los pasos del río Esla, importante afluente del Duero, dejándolo siempre a la izquierda de nuestro sentido. En su otra orilla la orografía se vuelve más abrupta. Allí pasaremos unos kilómetros más adelante. De momento continuamos por su margen izquierdo, aguas arriba, por campos de cultivo extensivo que, por momentos, nos dejan ver espectaculares llanuras tupidas de girasoles.

Un leve desvío por las obras de la autovía de Vigo/Ourense, esta vez bien señalizado, nos dirige a un pequeño cerro entre enebrales para después obligarnos a cruzar la peligrosa y transitada N-630. Hasta en dos ocasiones la cruzaremos para dejarnos de nuevo a orillas del embalse de Ricobayo, aguas más arriba.
Embalse de Ricobayo.
De nuevo Lorenzo vuelve a pinchar. Parada a la sombra de una encina cual rebaño de ovejas protegiéndose del sol. Eran las cuatro de la tarde, y a pesar de estar en latitudes más al norte de las acostumbradas, las nubes habían desaparecido ya por completo y dejaban pasar los potentes rayos de sol del mes de agosto.

Solucionado el problema, continuamos bordeando el pantano para salir de nuevo a la N-630, que nos facilitaría el paso sobre una pequeña cola del pantano inundada. Poco después, abandonaríamos el asfalto para volver al camino de tierra y pasar junto a las ruinas de las murallas y castillo de Castrotorafe.

Mientras voy guiando al grupo en su cabeza, un silbido por la parte posterior nos obliga a parar. Valentín echaba en falta a un componente que había parado a hacer fotos. Pero nadie sabía quién era. "¿Donde está Moreira?" "¡Presi, estoy aquí delante!". Está en todo nuestro "presi", a veces en más cosas de las que debe. Es de muy agradecer.

Seguimos el camino, aun por pistas cómodas y anchas. Las flechas nos indican que no debemos pasar por  Fontanillos de Castro, pero algún pícaro oriundo, desvía el camino original hacia esta población. Nos percatamos de la falsa indicación y pasamos observando la población a nuestra derecha.

El viento a favor nos deja rápidamente, casi sin darnos cuenta, en el pequeño pueblo de Riego del Camino. Es aquí donde Valentín me indica la intención de desviarnos a visitar la Abadía de Moreruela, dejando la población de Granja de Moreruela a nuestra derecha.

Este es un importante punto en el camino. Es donde abandonaremos la Vía de la Plata, que continúa hacia el norte hasta llegar a Astorga. Nuestro nuevo sentido es hacia el oeste, continuando por el Camino Mozárabe. O lo que es lo mismo, comenzamos lo también es conocido como Camino Sanabrés.

Y es curioso como, sin darnos cuenta, nos aproximamos a una zona más montañosa, olvidándonos definitivamente de los anchos campos de Castilla. Estábamos a punto de cruzar al otro margen del río Esla, pero primero, una parada obligatoria en el espectacular Monasterio de Moreruela.
Monasterio de Moreruela.
Llegamos a este por un camino asfaltado que cogemos metros antes de llegar a Granja de Moreruela. Para salir del Monasterio desandamos un poco dicho camino y nos desviamos a la izquierda para retomar las flechas, pasando por una enorme cantera a cielo abierto.

La pista de tierra comienza a ser invadida por pequeñas piedras. El color amarillento del camino pasa a ser rojizo. Las llanuras empiezan a ondularse en demasía y las retamas hacen su presencia a ambos lados del camino. Bosque bajo que nos recuerda mucho a nuestros preciados Montes de Toledo. Olor a jara y porcentajes de desnivel que empiezan a ser algo más serios.
Primeras estribaciones de la Sierra de la Cuelbra.
A esto le unimos que ahora el viento casi nos golpea de frente. Se nos antoja un final duro con ya bastantes kilómetros en las piernas. Pero por contra, mucho más bonito.

Una pequeña subida es acompañada de una bonita, técnica y rápida bajada. Ésta nos dejará en la carretera ZA-123, de la cual nos aprovecharemos para cruzar el río Esla por su precioso puente de Quintos.
Puente de Quintos sobre el río Esla.
El camino se desvía a la izquierda, nada más cruzar el puente, pero no es ruta recomendada para realizar con la bici. Así pues continuamos por carretera en ascenso hasta el primer cruce que nos dirige hacia Santa Eulalia de Tábara. Entramos así en la extensa comarca de Tábara, a los pies de las primeras estribaciones del Parque Natuaral de la Sierra de la Culebra.

Ahora descenderemos contra el viento por una poco cuidada carretera. Esto nos hace daño mentalmente puesto que el aire nos evita hacer un descenso relajado. Cantidad de caminos cruzan perpendicularmente y debemos estar atentos, puesto que uno de ellos volveremos a retomar el camino y nos llevará hasta Faramontanos de Tábara, último pueblo antes de llegar al destino final.

De nuevo entramos en tierras llanas, pero esta vez sin tener de nuestra parte el viento. Al fondo vemos Tábara y tras ella, la Sierra de la Culebra. La cual transitaremos la jornada de mañana.
Llanuras de camino a Faramontanos.
Las perfectas indicaciones con mojones de granito, no dan lugar a dudas. Y llegamos, tras una larga y desmotivante recta, hasta Faramontanos.

Repusimos agua en la fuente junto a su iglesia y "saquemos" los refrescos del bar del pueblo. Media hora de descanso que sirvió para comentar anécdotas, reponer las pocas fuerzas que aún guardábamos e informarnos de los últimos 6 kilómetros de ruta hasta Tábara. Capital comarcal y final del camino de hoy.

Salimos hacia el oeste, apurando las últimas llanuras de la zona. Realizamos un quiebro izquierda/derecha para introducirnos por una espectacular alameda, primero, y un gran encinar, después. Salvamos las momentáneas obras del AVE, bien indicadas. Y en un pequeño recodo en el camino cruzamos un pequeño arroyo que nos dejará definitivamente en Tábara.
Encinar de camino a Tábara.
Parte del grupo, tomó la opción de tomar la carretera ZA-123 para llegar desde Faramontanos hasta Tábara, con la misma cantidad de kilómetros, pero más cómodo. Las piernas ya pesaban y en un grupo tan amplio, la flexibilidad es lo que premia.

Y allí estaba "Fransicqui" con su mujer y el bendito autobús verdiblanco. 150km más allá y unas 12 horas más tarde. Guardamos las bicis, estiramientos, limpieza en la gasolinera próxima y taller mecánico. Aunque este no fue tan breve como los anteriores de esta jornada, aunque sí, muy eficaz.
Tábara.
El bus nos desplazó hasta Losacio, a la Posada del Molino de Losacio. Espectacular hotel donde pudimos descansar como bien nos merecíamos.

Una cena de "chapeau" y una sobremesa increible. 20 hombres como 20 críos. Disfrutando de una espectacular velada. Se nos hizo tarde, no importaba. La camaradería y el "buen rollo" era alucinante. Risas, risas y más risas.

El cartero llegó a tiempo a Losacio, y no se perdió ninguna carta, como tampoco se perdió ninguna carcajada.

"Saben aquel que diu..."

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