De nuevo un plan B, este de urgencia. Lyon, Turin, Ginebra... Ciudades que quedaban relativamente cerca para visitar. El lago Leman, pisar Suiza y el descubrimiento apresurado, vía internet, de la pequeña localidad de Yvoire, nos hicieron decantarnos por la visita a la ciudad helvética.
Ginebra, Suiza |
Al mismo tiempo, el resto de la expedición estaba pagando el impuesto de circulación por autovías suizas para 5 míseros kms a la entrada del país... Una de pardillos...
Casco histórico de Ginebra |
Una breve comida en la calle al más puro estilo "take away" nos sirvió para observar detenidamente la vida de esta ciudad. Fue inevitable la comparación con otra urbe, que pocos días atrás había visitado. Eran antagónicas. Parecían de mundos diferentes. La Habana y Ginebra.
Las calles silenciosas, una ciudad casi robotizada, fría. Comercios al alcance de unos pocos. Tranvías.
Torreones de la catedral de St Pierre |
Leve llovizna amenazaba mientras encontramos escondidos pasadizos y nos dejamos atraer por una pieza de museo ciclista. 8.000 francos suizos tenían la culpa si queríamos sacar esta bicicleta de la galería.
Bicicleta de museo. |
Una aproximación a la columna de agua para jugar, reirnos y mojarnos... Salía el sol y ya importaba menos.
Un último paseo por el perímetro del lago hasta llegar de nuevo al coche. Siete kms que bien nos vinieron a las piernas para hacer esta visita a la ciudad más occidental de Suiza.
Tocaba trasladarse a Yvoire. Volver de nuevo a Francia. Pueblo medieval a las orillas del mismo lago que comparten ambos países.
Un descubrimiento que mereció la pena. Callejear por sus empedradas calles, visitar su coqueto puerto.
Engalanado todo con flores que nos obligaba a perdernos por sus laberínticas calles. No nos importaba. Su castillo y su afamado jardín.
Una breve parada antes de la vuelta a casa para tomar unos crepes donde Rute sacó matrícula de honor en francés.
Yvoire, uno de los pueblos medievales más bonitos de nuestro país vecino.
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