martes, 24 de marzo de 2015

Las Chorreras del Tormes

Esta es una sencilla ruta para todos los públicos que transcurre por las proximidades de Hoyos del Espino (Ávila). Perfecta para dar un tranquilo paseo.

Nosotros la hicimos la jornada posterior a nuestro ascenso al Morezón, realizando así un completo fin de semana en la montaña.

Al ser circular, su inicio lo podemos realizar desde la misma población o, si lo prefieres, desde el propio Camping de Gredos.
Chorreras del Tormes.
Es desde esta zona de ocio rural donde comenzamos la ruta en sentido horario. El coche lo dejamos en la zona del Puente del Duque; paso de la carretera AV-931 (que va a La Plataforma desde Hoyos del Espino) sobre el mismo río Tormes.



Antes de arrancar, nos acercamos a la rivera del río para disfrutar de sus cristalinas aguas que nos acompañarán en estos primeros kilómetros.
Aguas del Tormes
Tras una breve parada para observar la pureza del cauce, acompañamos su rumbo atravesando el Puente del Duque por uno de sus ojos evitando salir a la carretera.

Es tal la atracción que ejerce esta fresca y pura corriente, que nos olvidamos del camino oficial, para ir junto al cauce disfrutando del relajante ruido del agua descendiendo apresurado entre las rocas.

Casi sin darnos cuenta, llegaremos al área recreativa adecentada con barbacoas y bancos, muy próxima al Camping. En verano debe ser un hervidero de gente, pero en estas fechas de marzo se respira paz y tranquilidad.
La sierra desde el valle.
Decidimos tomar el camino ofcial que nos sitúa en la puerta del Camping y nos separa del cauce para sacarnos de la arboleda. Ahora es cuando podemos mirar al horizonte y disfrutar de la bellas vistas que nos ofrecen los picos nevados desde lo más profundo del valle.

Tras esta bella imagen, el camino te torna paralelo en la distancia al Tormes. Una escondida vereda de pescadores aparece ante nuestros ojos. La tentación era demasiada como para continuar por el recorrido oficial, así que entre retamas descendimos de nuevo al borde del río.
De nuevo junto al cauce.
Seguimos sus pasos por estrechos senderos realizados por pescadores. El camino quedaba a la derecha de nuestro trazado. Preferíamos ir andando entre la vegetación a pesar de que ello ralentizaba nuestro paso.

Unas vallas nos obligaban a volver al tramo oficial. Ahora el camino giraría bruscamente hacia el norte, separándose definitivamente del Tormes para buscar el núcleo urbano de Hoyos del Espino.

La tierra dio paso momentáneamente al asfalto. A nuestra espalda quedaban las sinuosas líneas de las montañas rasgando el imponente azul del cielo. A la izquierda, unos arroyos eran canalizados para crear un fértil prado verde y a la derecha un denso pinar nos cubría con su sombra.
Arroyos surcando el prado.
En un momento de la ruta el camino continúa de frente dejando que el asfalto marche hacia la derecha. Es aquí cuando posiblemente, en épocas de lluvia, nos encontremos a los pocos metros de esta bifurcación, el camino anegado de agua debido a la confluencia de varios arroyos.

Será un momento divertido donde deberemos elegir bien el paso para no quedarnos sin salida y poder continuar con la marcha.
Camino anegado por la confluencia de varios arroyos
Una vez salvado este entretenido punto, el camino discurre sin pérdida alguna entre muros que limitan las parcelas. Tomaremos algo de altura, en busca dela localidad de Hoyos del Espino. Será buena idea parar para recuperar el aliento y echar la mirada a tras. A lo lejos asomarán ya los recortados picos del Círculo de Gredos.
Vista hacia a tras, de camino a Hoyos del Espino.
A los 5km de recorrido habremos llegado al núcleo urbano. Un buen momento para tomar una cerveza fresquita en alguna terraza, o visitar la panadería del pueblo (el track de GPS pasa por su puerta) para comprar algunos de sus exquisitos dulces.

La salida, hacia el este, nos obliga a cruzar la carretera C-500 para continuar la marcha, ahora en descenso. Un bonito prado se muestra a nuestra derecha a la vez que nos vamos adentrando en el pinar.
De camino al pinar.
Estaremos en el km 6 de la ruta cuando nos encontraremos una portela que aparentemente nos impide el paso. Es una puerta que su única función es la de evitar que se escape el ganado manso que pasta en el prado que nos disponemos a travesar. Una vez abierto el paso, debemos cerrar la puerta y continuar nuestra marcha sin ningún temor a pesar de que posiblemente haya reses pastando en las proximidades.
Ganado manso pastando junto al arroyo Masegoso
El regato Mesegoso vertebra este sector de la ruta el cual deberemos cruzar por un paso con unas piedras dispuestas linealmente para vadear el cauce sin mojarnos.

Al otro lado del prado nos encontraremos con otra portela que igualmente abriremos (dejándola cerrada después), para salir de este bonito sector de la ruta.
Paso sobre el arroyo Masegoso
Ahora haremos un giro brusco hacia el sur por una empinada, pero corta, pendiente que nos situará en la cota más alta de la ruta. La sombra del pinar nos aliviará en este pequeño esfuerzo.

Al otro lado de esta pequeña loma, tomaremos un desvío a la derecha por una pendiente pronunciada en descenso que nos sacará directos a la zona más interesante de la ruta. Las Chorreras.

Éstas se hayan escondidas entre la vegetación de ribera, por lo que deberemos confiar en nuestro sentido del oído para advertir el lugar exacto. No será difícil puesto que sus cuatro grandes caídas de agua retumban a bombo y platillo en la zona.

De nuevo, nos reencotramos con el cauce del Tormes, del que kilómetros atrás nos habíamos despedido. Nos recibe ahora con tal entusiasmo y efusividad, que es imposible obviarlo.

Es un lugar que invita a la relajación. Saltar entre sus rocas y realizar una simbiosis con el entorno. Cerrar los ojos, sentir el sol golpeando la piel mientras oyes el discurrir de las aguas. Olvidarte de todo. Disfrutar con nada.
Momento relax.
Tras este momento completamente Zen recuperando energías para nuestra alma, dábamos paso a la recuperación de energías para nuestro físico. Unos pequeños bocados fueron suficiente como aperitivo para reiniciar la marcha en busca del final de nuestra ruta de hoy.

Dos kilómetros nos separaban del punto de inicio. Como al principio de la marcha, seguiríamos aguas abajo el río Tormes que nos acompañaba a nuestra izquierda. La pista ancha por la que nos desplazábamos nos facilitó la llegada hasta el punto final.

Vista, olfato, oído, tacto... Todos los sentidos habían disfrutado de esta maravillosa jornada. Así que no podía marginar al sentido del gusto... Y eso fue lo que hice. Disfrutar plenamente de las tierras abulenses.
Im-pre-sio-nan-te.
Las aguas de un río son como la vida. Con más intensidad en sus inicios, o con menos en sus finales. Aguas rápidas que erosionan, o lentas que sedimentan. Trayectos rectilíneos que se llevan todo por delante, u ondulados adaptándose a las vicisitudes del terreno. Épocas de sequía y tristeza, o de desbordamientos agónicos. Aguas puras y cristalinas de los primeros compases de su vida o contaminadas en sus metros finales... Pero al fin y al cabo agua. Agua que acaba en el mar y se evapora para precipitarse sobre la tierra y crear de nuevo los ríos. Agua.  Agua que nunca desaparece. Ni desaparecerá, por que sin ella, no habría vida en este bello planeta. Porque el agua es vida, y mi vida es agua.


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