martes, 2 de septiembre de 2014

ETAPA 1: VIVAR DEL CID - SANTO DOMINGO DE SILOS

El jueves 15 de agosto, a las 4:00 de la mañana partía la expedición en el autobús de apoyo hacia Vivar del Cid. Caras de sueño, pero ilusionadas, en los rostros de los 19 campeadores. Todos estaban preparados para partir, incluso Juanjo, al que "no os lo vais a creer" pero estaba allí en su hora...

Javi Lobato, en esta ocasión, hizo las veces de nuestro querido Juanjo. Las madrugadoras horas, nos hacen tener malas pasadas y Javi iba a tener la primera anécdota del viaje antes de salir. "Me he dejado la cartera en casa"- dijo entre disculpas. Tras subir a buscar su documentación resultó haberlo guardado en la mochila que ya tenía en el autobús.
Poniendo a punto las bicis, Vivar del Cid.
Ya saliendo de Torrijos fue el turno del siempre jocoso y risueño Hugo, con micrófono en mano, nos daría un aperitivo de lo que sería su compañía los siguientes días: "Buenos días y bienvenidos al viaje con destino Vivar del Cid..."-con un gracioso acento entre argentino e italiano... Unos cuantos chistes y algunas interesantes canciones motivadoras que se nos grabarían en la mente para tararear el resto de los días. Velociad de Medina Azahara y Thunderstruck de ACDC.

La ilusión poco a poco fue pasando a cansancio y transformado en sueño. El ambiente del autobús se calmó. Tres horas más tarde, estábamos en Vivar del Cid. Localidad de inicio de la ruta.
Magdalenas de las Clarisas.
Puesta a punto de las bicis, cambios de ropa y unas buenas magdalenas de las Monjas de las Clarisas para desayunar en la Casa Rural "La Casa del Huerto" fueron suficientes antes de iniciar la marcha.



Buscamos la "Legua 0" junto al Molino del Cid, donde Valentín nos leyó las primeras líneas del Cantar del Mío Cid y nos explicó brevemente algunos datos curiosos sobre don Rodrigo Díaz de Vivar.
Valentín, dando una clase magistral al grupo.
Sin más demora partimos por anchos caminos hacia Quintanilla de Vivar. Todos vamos frescos y buscando nuestro hueco en el grupo. Tras cruzar esta primera población nos vemos obligados a tomar un par de desvíos para salvar alguna autovía, siguiendo el trazado de la N-623, que nos dejará en una zona urbanizada cerca del cementerio de Burgos. 
Carril bici de acceso a Burgos.
Es aquí donde tomamos un carril bici que nos introducirá hasta el núcleo urbano de esta importante capital provincial.

Un giro brusco a la izquierda, nos hizo entrar en calor, ascendiendo hasta el castillo de Burgos. Allí sus pudimos observar sus murallas y el arco de San Esteban.
Arco de San Esteban, Castillo de Burgos.
Es aquí donde surgiría el primer problema mecánico. Las bielas de la bici de Pablo estaban mal apretadas y necesitábamos una llave larga para poder introducirlo en el eje del pedalier. Era fiesta nacional y los establecimientos estaban cerrados.
Catedral de Burgos.
Como pudimos llegamos hasta la catedral y el casco urbano de la ciudad. Allí, preguntamos a peregrinos con alforjas, camareros de bares y posibles personas que pudiesen ayudarnos. Mientras tanto nos dio tiempo a ver como un chaval caía de su bici debido a la humedad del piso y como algunos se volcaron en ayudarle a cambio de la herramienta necesaria para Pablo.
Hugo mostrando interés por el chaval.
Otros mataban el tiempo haciendo diversas fotos a la catedral y al monumento al peregrino, el cual tuvo que aguantar que le cambiasen su indumentaria. 
Buen ambiente esperando.
Finalmente una pareja de policías municipales fueron los que amablemente consiguieron la herramienta y solucionar el problema.

Salimos por el monumental Arco de Sta María, para volver a entrar a la amplia Plaza Mayor y visitar el monumento a don Rodrigo Díaz de Vivar, antes de cruzar el río Arlazón.
Monumento en homenaje a El Cid.
El sombrío paseo, aguas arriba de este río, nos dirige a las puertas de la Cartuja de Sta Maria de Miraflores, que dejamos a la izquierda de nuestra marcha para salir definitivamente de Burgos.

Ascendemos por un escondido sendero hacia la población de Cortés para posteriormente sobrepasar a A-1 y despedirnos definitivamente de la poblada urbe.
Cañada del Destierro.
Iniciamos pues un largo, pero contenido, ascenso por la ancha Cañada del Destierro. Los caminos nos recordaban todavía a los que estamos acostumbrados a rodar por nuestra zona. Leves ondulaciones y con buen piso.

Enormes campos eólicos salpican estas tierras, lo que nos indica que rodamos por cotas altas y ventosas, aunque, afortunadamente, no en este día.

Pronto nos topamos con la carretera BU-800, la cual cruzamos para descender hasta la vaguada del monasterio circense de San Pedro de Cardeña, donde dicen, está enterrado Babieca.
San Pablo de Cardeña (Panoramio)
Salimos de esta pequeña y fértil hondonada para continuar ascendiendo levemente por caminos anchos y secos, que empiezan a convertirse en algo pedregosos y con presencia de algunas encinas.

Estamos tomando en altura, y las 19 "Babiecas" empiezan a disfrutar de sus dobles suspensiones. 
Rodando en grupo entre encinas.
Los campos de cultivo comenzaban a alternarse con pequeños encinares, siempre por buenas pistas, muy rodadoras. La altura, cerca de los 900m, permitía que la temperatura se mantuviese aún contenida en los umbrales del calor soportable.
Hitos marcando el Camino del Cid.
Todo parecía ir bien cuando, de repente, la biela de Pablo vuelve a ceder. La suerte quiere que una segadora que por allí pasaba fuese nuestra única solución. Prieto detiene a la máquina y pregunta si dispone de la susodicha llave. La fortuna está con nosotros cuando el agricultor le responde afirmativamente después de algunas dudas. Sin pensarlo dos veces, y sabiendo que el siguiente pueblo aún quedaba lejos, Prieto le ofrece 5€ por la llave, trato que acepta para tranquilidad de todo el grupo.
A grandes problemas, ingeniosos remedios.
El camino cada vez se vuelve más pedregoso, y no cede en su leve ascenso. Una ancha cañada con caminos que se separan y vuelven a juntarse, jugando con la anchura que caracteriza a este tipo de vías pecuarias. Una de estas ramificaciones pasa una mala jugada a Juanjo que acaba con sus huesos en el suelo sin ningún mayor percance que la risa de sus compañeros.
Descenso desde el vértice geodésico.
Sin darnos cuenta, nos situamos en los 1041m del vértice geodésico de Uría, donde la biela de Pablo vuelve a dar problemas. Solucionado con la herramienta adquirida, continuamos nuestra marcha con un bonito, pero corto descenso.
Aproximándonos a Revilla del Campo.
Un brusco giro a la derecha, con otras tantas ondulaciones, nos dirigiría hacia la tranquila y solitaria localidad de Revilla del Campo. Una empinada bajada junto a su ermita de San Roque nos permitió parar a tomar unos refrescos a la sombra de su terraza. Otros aprovecharon a llenar los bidones en la primera fuente natural del camino, donde a muchos les costaba creer que fuese agua potable (días más tarde ya se acostumbraron a ello)
Primer descanso "oficial" de la jornada.
La salida de esta localidad es por un cómodo carreterín paralelo al río Lara. A los pocos kilómetros nos salimos del asfalto para cruzar este curso fluvial. 
Carreterín paralelo al río Lara
De nuevo iniciábamos un ascenso por un camino en forma de prado, conquistado por la vegetación, hasta Quintanalara, donde de nuevo volvió a fallar el pedalier de Pablo. Ahora se tomaron su tiempo los mecánicos en buscar por el pueblo un buen complemento a la herramienta para que no volviese a fallar. Y no lo hizo.
Camino ganado por la vegetación.
Un grupo decidimos seguir despacio avanzando en la ruta mientras arreglaban definitivamente el pedalier. En continuo ascenso y algún que otro descanso pasamos por Torrelara. A la derecha se nos presentaban imponentes elevaciones con características apalachenses que nos recordaban a las escenografías de algunas películas de western americano. Era la espectacular Peña de Lara. 
Peña de Lara a la derecha, robledal a la izquierda.
A la izquierda un denso robledal iba poco a poco adentrándose en el camino, llenando de sombra nuestro trazado. Estábamos rodando al rededor de los 1000m de altitud. En este punto Hugo y Perita se dieron un "beso", confirmando esa inseparable relación para lo bueno o para lo malo, como fue el caso, dando con sus huesos en la tierra.

Una rápida bajada hasta Vega de Lara nos permitió encontrar un caño donde reponer las aguas y esperar al resto del grupo.

Una vez reunificados, continuamos la marcha, divisando los restos del Castillo de los Lara en lo alto de su peña. 
Castillo de los Lara, derruido.
Salimos a un estrecho, pero buen asfalto, para rodar con el aire a favor y avanzar por poblaciones como Campolara y Villaespasa, donde acaba la carretera. En este tramo pudimos divisar la Sierra de la Demanda a nuestra izquierda y extensos campos de cultivo de girasoles, a uno y otro lado de nuestra marcha.

Buen carreterín, llegando a Villaespasa.
De nuevo volvemos a pisar tierra. De Villaespasa a Barbadillo del Mercado debemos cruzar el río San Martín y posteriormente un arroyo próximo a Jaramillo Quemado, con sus consecuentes ondulaciones. Es en esta segunda subida de este sector donde la rodilla comienza a molestarme debido a un absurdo golpe el día anterior. Las vistas al frente hacia las sierras de las Mamblas y de Gayubar me hacían evadirme por momentos del dolor. El calor comenzaba a azotar sin  piedad y deseaba llegar al destino para comer.
De camino a Barbadillo del Mercado.
Un nuevo río, el Pedroso, nos daba la bienvenida a Barbadillo. Tocaba descansar, reponer fuerzas y pasar las horas más calurosas al resguardo del restaurante donde Valentín había concertado la comida.

Tras reponer fuerzas y descansar nuestros fatigados cuerpos, nos pusimos de nuevo sobre nuestras bicis para continuar con la larga jornada inaugural.

Antes de partir hacemos correr las fuentes sobre nuestros bidones, cascos y cabeza para refrescarnos en estas horas de sol.

Desde Barbadillo salimos en dos grupos, en leve descenso hasta el puente sobre el río Arlanza, para iniciar un ascenso por una solitaria carretera local hasta Contreras. Son a penas 7 kilómetros que pegan duro a nuestras piernas.

Estamos bordeando la Sierra de Gauyubar, la cual tiene una geomorfología que nos recuerda a escenografías de antiguas películas del oeste americano.

La rodilla vuelve a hacerse sentir, y me voy quedando el la cola del segundo grupo. Prefiero no pensar y seguir adelante. Por momentos vemos al primer grupo cerca pero al llegar a la localidad de Contreras los perdemos definitvamente.

Tomamos aquí un tramos del GR-82 o Camino de la Sierra de la Demanda que se introduce por una de sus sierras. A la salida de esta población, un giro brusco de sentido hace que Valentín se descuelgue del primer grupo para controlar el paso del resto de la expedición. El segundo grupo llegamos sin problemas, pero echan en falta a Hugo y Perita.

Ambos se habían descolgado del primer grupo y se habían despistado en el cruce en Contreras. Tras unas llamadas telefónicas y la ayuda de Adolfo volviendo a por ellos conseguimos reagruparnos de nuevo al completo toda la expedición de cara al primer ascenso serio de la tarde.

Cada uno puso su ritmo de camino al collado de las Tenadas de Valcarce, a penas 3 kilómetros que nos recompensaron con unas espectaculares vistas y una mejor bajada.

Tocaba ahora disfrutar por primera vez desde que salimos del descanso de la comida. Un camino ancho entre un denso encinar del valle de Solaranas, primero y por el estrecho y encajonado valle del Ocejo, después.

Nos habíamos separado del GR-82 para llegar hasta la carretera BU-905, que sigue el trazado de los pronunciados meandros del río Arlanza por esta zona. Esta vía nos permitió llegar hasta el imponente Monasterio de San Pedro de Arlanza, donde hicimos una breve pausa para disfrutar del frescor de sus paredes y divisar la esbeltez de sus muros.

Tras esta visita, nos iba a tocar sufrir con una buena "lobada". Debíamos volver sobre nuestros pasos, carretera arríba y desviarnos por un durísimo repecho muy técnico que elevó las pulsaciones de todos los que osamos enfrentarnos a ello.

Corto, pero eterno. Casi no pudimos apreciar de la belleza de los cortados a uno y otro lado del camino. La cresta del monte se reducía al propio camino. Mejor era no pensarlo, sobre todo para aquellos que sufren de vértigos.

Una vez arriba, "reunificación" y volvíamos a drisfrutar por un bonito sendero casi tomado por las encinas, esquivando raíces y ramas que penetraban en la senda. Muy divertido, muy bonito.

"Veeeeeeelocidad, veeeeeeelocidaaaaaaad"- se oía a más de uno cantando. Síntoma de disfrute.

De pronto un alargado campo de cultivo entre el denso encinar nos llama la atención, estábamos en la parte más baja y a punto de salir a la carretera. Raro lugar pero con una bonita estampa.


De nuevo salíamos a la carretera BU-905, que continúa persiguiendo el trazado y los meandros del río Arlanza encajonado entre paredes de respetuosos cañones donde esperan algunos buitres al acecho de su comida, que por momentos parecíamos ser nosotros.

Estábamos llegando a la bonita localidad de Covarrubias. Dos rápidos desvíos en el camino ponen en alerta la continuidad del grupo y nos damos cuenta de que somos uno menos. Detenemos la marcha para el recuento y observamos que Braulio no está con nosotros. Una pequeña expedición dio media vuelta para ir en su búsqueda. Tras algo más de media hora aparecieron todos sanos y salvos. El buitra que acechaba parecía habernos respetado al grupo y a nuestro compañero perdido entre el denso encinar por el que habíamos pasado.

Un pequeño paseo por Covarrubias nos permite darnos cuenta de la belleza de esta localidad. Un parón para tomar refrigerios es suficiente para no alargar la jornada más de lo que ya estaba siendo.

Salimos por el puente sobre el río Arlanza para continuar por su vega paralelos a su cauce. Nos aprovechamos de la sombra que produce la vegetación de su ribera y rodamos muy cómodos aguas abajo.

Pasamos junto a la ermita de la Redonda para continuar junto al río. Unos kilómetros más adelante, abandonamos su compañía a modo de rampa para pasar al cauce del río mataviejas. Aquí salimos a un vetusto asfalto que nos llevará, aguas arriba del río, hasta la localidad de Ura.

Es aquí donde se acaba la carretera y debemos tomar un espectacular y peligrosísimo sendero que bordea desde lo alto el encajonado cañón de río Mataviejas.

Sobre todo en sus primeros metros, a la salida de Ura debemos tener mucha precaución y no sobrevalorar nuestra pericia sobre la bicicleta si no queremos llevarnos un susto muy serio como el ocurrido a un compañero, en el que la fortuna quiso que no tuviese males mayores.

Son cuatro kilómetros, donde los primeros metros requieren de una habilidad muy alta para su paso sobre la bici (recomiendo ir bajado de ella) y que poco a poco van siendo más asequible y por lo tanto podremos levantar la vista para disfrutar de este increíble rincón del Sistema Ibérico.

Tras este paso, llegamos a Castroceniza. Un pequeo y deshabitado pueblo que nos devuelve al asfalto para tranquilidad mental del grupo, después de este tramo que requirió bastante concentración mental.

Con broma incluida, nos desviamos de la carretera haciendo pensar a la parte delantera del grupo que debía seguir de frente. El buen ambiente reinaba incluso cuando las fuerzas ya empezaban a flaquear.

Un nuevo puente sobre el río Mataviejas nos invita a iniciar un corto ascenso hacia la localidad de Quintanilla de Coco. Última localidad de paso antes de llegar a nuestro destino.



Este corto pero intenso ascenso me hace sufrir a mi maltrecha rodilla Un pequeño descanso en la entrada an la localidad no evita que para salir de ella debamos de nuevo afrontar otra subida con características similares al anterior repecho.

No aguanto más pero a penas queda una decena de kilómetros y hay que llegar sí o sí. Un desvío hacia el este nos coloca en el Camino Real de las Carretas. Camino en aparente falso llano que pica hacia arriba donde el ritmo de los compañeros comienza a elevarse debido a las ganas de terminar.

Marcho con el grupo delantero pero llegando a Sto Domingo de Silos nos cogen por detrás, no puedo apretar nada con la pierna izquierda y mi mente comienza a centrarse más en el dolor que en el disfrute de este recto y aburrido trazado. Con este dolor no podría seguir la siguiente jornada.

El paso por la ermita de Sta Cecilia y un nuevo puente sobre el río Mataviejas consiguen evadirme de mis pensamientos negativos, que pronto vuelven a mi mente.

El camino sale al asfalto de la carretera BU-911 que nos guía hasta el centro de la bella localidad.


Llegamos a Sto Domingo de Silos tras 125km y 1300m de desnivel positivo. Necesitaba descansar y cuidar la rodilla si no quería retirarme de esta interesante expedición.

En la cena se hizo presente el evidente cansancio acumulado en nuestros cuerpos tanto el madrugón como por del desplazamiento en bus así como por los kilómetros acumulados en esta primera jornada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario