miércoles, 15 de mayo de 2013

101 Peregrinos de Ponferrada

Nos volvemos a juntar en busca de lobadas.
Ponferrada es una población directamente relacionada con la peregrinación desde que en el año 1082, el obispo de Astorga ordenara la construcción de un puente de hierro para que los peregrinos pudiesen cruzar el río Sil. De ahí su nombre, Pons Ferrata. Más adelante, los Templarios construirían una bella fortificación para la protección de los peregrinos en este paso.
Castillo Templario de Ponferrada, a orillas del Sil.
Esta ciudad, capital de la bella y minera comarca de El Bierzo, ha organizado esta durísima prueba de 105 km y unos 3400m de desnivel positivo acumulado, denominada como los "101 Peregrinos", debido a que gran parte de su trazado discurre por el Camino de Santiago de Invierno.

Un nuevo reto conseguido con mis insaciables compañeros Tomás y Javi. Y con la, siempre agradable y placentera, compañía de nuestros amigos de Leganés.

Grupeta esperando la salida (MTB Leganés)
Un completo fin de semana para conocer la ciudad, los paisajes, los pueblos y los monumentos, tanto naturales como arquitectónicos, que la zona noroeste leonesa nos ofrece.

El hotel Celuisma, próximo a la Torre de La Rosaleda, fue nuestro cuartel general. A las afueras de la ciudad pero muy próximo al recinto deportivo de El Toralín, donde se organizaba el evento.

Moderno y cómodo hotel.
A las 20:00 de la tarde del viernes llegábamos a nuestro destino. La mayoría de los compañeros pepineros ya se encontraban allí, y otros pocos lo harían más tarde. Tiempo justo para recoger dorsales, dar emotivos saludos y tomar las cervezas de rigor.
Las cerves que no falten nunca.
A las 22:00 asistimos a la cena de la pasta ofrecida por los organizadores en el pabellón. Amenas y divertidas conversaciones dentro de este sano grupo de amigos ciclistas. Macarrones, ensalada, agua y yogures por doquier.
Cena de la pasta, en el Toralín.
Pronto fuimos a descansar. Ripoll y Josechu, velaron por mi sueño en una noche en la que los nervios traicionaron el descanso de más de uno de los componentes.

A la mañana siguiente, un gran desayuno para cargar de energías nuestros cuerpos. A las 9:00 estábamos todos preparados en la puerta del hotel para ponernos de camino a la salida. 1500 ciclistas nos esperaban en los campos de El Toralín.
Preparados para la épica.
A las 9:30 se iniciaba la marcha. Breve paseo por las calles de Ponferrada, pasando por delante de su imponente castillo templario y realizando la salida por la zona de los depósitos, a los pies del monte Pajariel. 

Pincha aquí para ver la ruta.



El camino es ancho y con leve ascenso. Este primer tramo se hace muy tranquilo puesto que la multitud de ciclistas impide tomar tu propio ritmo. A uno y otro lado, podemos observar encajonados viñedos en la falda de esta colina.

"Rute", por los primeros kilómetros (MTB Leganés)
Por delante Pablichu y Poten han tomado distancia. Javi, Tomás y yo marchamos juntos, y por detrás, el resto de los compañeros.

El camino desciende a Toral de Merayo, primer pueblo de paso, por un precioso cortado a modo de trinchera ferroviaria que nos hace introducirnos en un espectacular túnel natural. La humedad de la tierra se siente en este inesperado tramo 

Trincheras, Toral de Merayo.
Tras cruzar esta población aparece el primer rampón de la jornada. Corto y completamente pasable, pero es tal la cantidad de participantes, que la subida se transforma en una competición de equilibrio y habilidad sobre la bicicleta.
Atasco en las primeras rampas.
Bruscamente surge de nuevo una bajada que nos conduce hasta la siguiente población, Villalibre de la Jurisdicción, por el que pasamos casi de puntillas y sin mucho detenimiento. Eso sí, tras cruzarlo, y antes de llegar al asfalto, nos hacen girar de nuevo hacia lo alto por un nuevo repecho en el que ya opté por bajar de la bicicleta al igual que el resto de bikers que nos rodeaban.
Nueva rampa subida a pie.
Fue aquí donde en medio del silencio o de los bufidos o quejas de los participantes, emergió una rítmica melodía. Vista atrás y encontramos a un paisano con unos altavoces acoplados al manillar amenizando la subida. Gustavo, de Córdoba. Andaluz. Son únicos para este tipo de cosas. Nos amenizó muy rítmicamente esta segunda tachuela de "empujabike".

En la subida, estábamos adentrándonos en zona boscosa y los viñedos comenzaban a desaparecer. Priaranza del Bierzo quedaba a nuestros pies.


De nuevo un súbito descenso para llegar hasta el Arroyo del Val y comenzar una nueva ascensión, que en esta ocasión intentamos realizar subido en la bicicleta. Imposible. El camino se estrechaba y empezaban a llegar los marchadores que habían salido media hora más tarde. Increíble lo de esta gente. Evidentemente cedemos el paso en la subida que nuevamente se había convertido en "empujabike".


Una vez arriba, faldeamos levemente para descender hasta Santalla del Bierzo, donde encontramos el primer control y avituallamiento.

Gentileza de Tomás, gracias.
En mi cabeza, comenzaba a fraguarse la idea de que este camino rompepiernas hasta Santalla, deberíamos realizarlo a la vuelta y con noventa kilómetros en las piernas. Frustrante.

Un sandwich y un poco de agua. En la anterior subida Pimpoyo se nos había unido al trío torrijeño. Los cuatro seguimos la marcha por un camino ancho en búsqueda de la ermita de la Virgen del Carmen.


Pasando este lugar de culto, llegamos al vadeo del Arroyo de Ferradillo indicándonos un nuevo ascenso, esta vez mucho más umbrío con la consiguiente aparición del barro en los caminos. 
Mucha gente acumulada en los primeros kilómetros.
Un pequeño escape nos permite salirnos algunos metros del camino establecido para unirnos un poco más adelante. Pero, una vez en el trazado original, volvemos a recurrir al empujabike. Nuevos marchadores piden paso y son aplaudidos y vitoreados por todos los ciclistas. Gran y sano ambiente el que se respiraba entre los participantes.

En la subida, cruzamos a N-536, que llevamos paralela desde la salida, y continuamos con el pequeño, pero intenso, ascenso hasta una explotación minera de pizarra.


Una vez arriba, pisamos asfalto para descender hasta la localidad de Borrenes. Tramo que nuestras piernas agradecen y donde realizamos el pico máximo de velocidad de toda la jornada.


Nuevo avituallamiento en el que tomamos agua y frutas. Esta localidad tiene un interesante castro celta del s I a.C.  que dejaremos a la izquierda de nuestra marcha a la salida de la localidad.


Antes de salir nos despiden dos juvenzuelos a punta de pistola de "juguete" como si de un blanco fácil nos tratásemos. Kilómetros más adelante hubiesen estado en lo cierto.

De nuevo camino ancho y adecentado con un tramo de leves y cómodas ondulaciones, pero siempre ganando altura.


Hitos del Camino de Santiago de Invierno nos acompañan en nuestro pedaleo para no olvidar el origen de esta marcha cicloturista.

Hitos del Camino de Santiago de Invierno.
Cruzamos una nueva carretera para seguir con la pista ancha y ya en continuo ascenso. Hemos dejado Carucedo a nuestra derecha y comenzaban a asomar en el horizonte pequeñas siluetas que nos hacían pensar que nos estábamos aproximando a Las Médulas

Estábamos en lo cierto. La ruta nos sacaba al asfalto, creando un ascenso ahora cómodo que nos dejaría en este turístico asentamiento. Cantidades de restaurantes se agolpaban en esta localidad. 


Un nuevo avituallamiento, en esta ocasión líquido y sin parar. Botella de agua en mano, el sol comenzaba a apretar. Tomás, unos metros por delante, me miraba como preguntándome qué hacer con la botella de plástico medio vacía. Ingenioso como siempre, se la ofrece a un chaval que pasaba por allí. El resto de los compañeros que marchaban por detrás siguieron su ejemplo y cuando llegué a la altura del crío, no abarcaba más botellas de agua entre sus brazos, pero eso sí, con una sonrisa radiante de oreja a oreja.


Dejamos el asfalto para rodar de nuevo por un camino ancho en un leve ascenso hasta llegar al paraje de las Lagunas Sumidas. Toda una sorpresa muy agradable e inesperada es la que se nos ofrece al oído primero, y a la vista después. Esta no era otra cosa que el intensísimo croar de cientos de ranas que habitan en estas lagunas.

Laguna Sumida, llena de ranas.
Tras este momento, el camino comienza a descender a la vez que estrecha su trazado para llegar hasta el pequeño caserío de La Baluota. Es desde aquí donde comienza un encajonado tramo por un sendero de no más de una cuarta de anchura con enormes paredes de roca en los laterales, acompañando siempre al arroyo del mismo nombre.
Paraje de La Baluota.
La marcha se pone en fila de uno y dejo espacio con el compañero que llevo delante para disrutar de las vistas que nos ofrece el escondido tramo.

La senda acaba con una rápida, corta y breve subida para elevarnos de este encajonado valle y mostrarnos la impresionante vega del Sil a su paso por Salas de Rivera.

Otro descenso, ahora más ancho y algo roto, permite que algún descerebrado adelante con mucho peligro a todos los componentes de la marcha con el consiguiente enfado de más de un participante.


A las puertas de esta localidad, la organización nos desvía a un nuevo avituallamiento donde tomamos alguna barrita y rellenamos el bidón de agua. Por delante nos esperan seis curvas de herradura que nos harían tomar altura nuevamente de una manera repentina. 


Veníamos mentalizados de que esto iba a ser un rompepiernas y ahora estábamos empezando a darnos cuenta. Qué ingenuos, aún no había empezado lo peor.


El realizar un ascenso con este tipo de revueltas, siempre me ha llamado la atención porque de alguna forma ves hacia arriba y abajo a los participantes a modo de serpiente multicolor y eres consciente de la altura que tomas en tan pocos metros.

Ascenso florido.
Pero no es hasta la última revuelta cuando decido disfrutar y me doy cuanta de que la jara esta en flor, preciosa, lavandas moradas y un sin fin de colores pueblan los laterales del camino. De alguna manera, el olor y la vista me estaban transportando a los Montes de Toledo.

En breve se desciende hasta la población que marcaría un antes y un después a la ruta. El Puente de Domingo Flórez.


En esta población se iniciarían las dos ascensiones más largas de la ruta. Además era el principio y fin del bucle que permitiría a los duatletas compartir su tramo a pie con los cicloturistas. 

Avituallamiento en Puente de Domingo Flórez.
Levantando la cabeza, te dabas cuenta de que estabas en lo más profundo del valle. Allá por donde mirases solo había montañas.Y otro lado del río Sil, se encontraba la comunidad autónoma de Galicia. 
Sería este el último punto donde coincidiríamos con Pimpoyo.
El río Sil, frontera natural entre comunidades.
Un poco de plátano, de nuevo a rellenar el bidón y para arriba, Aunque aún teníamos que callejear un poco antes de cruzar el puente sobre el río Cabrera y salir a la nacional donde un voluntario de la organización nos desvió con un mosqueante aviso "¡¡¡Ahí tenéis el ascensor!!!".

Pues sí señor, ahí teníamos "el ascensor" hasta la impresionante cantera de pizarra de San Pedro de Trones.

Unas pendientes iniciales bestiales, pero que a esta altura de ruta ya eran posibles de ciclar sin poner pie a tierra debido a la dispersión de ciclistas en estas alturas de carrera, allá por el kilómetro 38.
"El ascensor" hacia San Pedro de Trones.
Como una procesión de hormigas zigzaguenado por la loma de esta montaña, ascendíamos sin piedad. Abajo, en poco tiempo, ya habíamos dejado el valle del Sil. Arriba nos esperaba una mole negra que reflejaba el sol radiante de la mañana. Era la cantera de pizarra más grande que jamás he podido observar. Otro atractivo más para a ruta.
Cantera de pizarra, en San Pedro.
Tomás y Javi se marchaban por delante. Pero ambos muy pendientes de mi. No soy escalador, pero tengo un botón en mi bici que pone "Modo Alberto On/Off" y este era el momento.

Allí en lo alto me esperaban mis fieles escuderos, en un feo y explotado collado donde se arremolinaban máquinas bestiales utilizadas para la explotación de esta cantera. El lado opuesto al ascenso sería feo, industrial y polvoriento. Gracias a Dios que fue un descenso rápido que nos permitió llegar a San Pedro y reponer de nuevo líquidos en otro de los infinitos avituallamientos.

Tramo más feo de la ruta.
A la salida del pueblo continuaba el descenso por asfalto, pero a la altura de su ermita de la Virgen de la Estrella nos desviaron por un bonito sendero, en principio. Sendero que poco a poco se fue complicando, técnicamente hablando, hasta llegar al punto crítico de la jornada.

Aquí era donde se situaba el porcentaje de desnivel mayor de descenso que la noche antes habíamos observado.


Un 40% de desnivel, decíamos en la habitación del hotel, tiene que ser una pared. Y lo fue.

Unos tres metros de desnivel a modo de cortado que nos obligó a bajarnos de la bici y descender con la máquina a modo de bastón para sujetarnos. Otros optaron por el lanzamiento directo de la bici al vacío y su paso posterior. Todo ello unido al paso de lo duatletas, crearon un cierto caos, ciertemente criticable para la organización. Pero esto es bicicleta de montaña, y con ello viene implícito la aventura y soluciónes ingeniosas a los inesperados problemas como este.
40% desnivel negativo, la pared.
Vadeamos el Arroyo de las Canteras y volvimos de nuevo al Puente de Domingo Flórez, donde los duatletas volverían a tomar sus bicis e iniciarían, junto con los demás bikers el segundo ascenso serio de la jornada.

Previamente y conscientemtne de lo que venía, cargamos las baterias y repusimos por si acaso los bolsillos de comida. Iniciábamos la subida al Mirador de Orellana, con previo descanso al paso de la población de Yeres.


La salida del pueblo por una rampa de hormigón nos incitó a expulsar el ya conocido grito de guerra "¡¡¡El hormigón no engaña!!!" Que traducido al castellano significa; "rampón por delante, aprieta los dientes y sufre sobre la bici".

Salida de Puente de Domingo Flórez.
Por suerte, al poco, el porcentaje de desnivel descendió y pudimos realizar el ascenso con un ritmo más que decente, durante los siguientes 14 kilómetros.

Javi y Tomás tomaban de nuevo la delantera y yo mantenía mi marcheta. Sabía que era el ascenso clave durante el cual llegaríamos al ecuador de la ruta.


De nuevo la percepción recibida por los sentidos me traslada a nuestros vetustos Montes de Toledo. La flora, los caminos anchos y las redondeadas cumbres del lugar me hacían sentir como en casa.
Ascenso hacia el Mirador de Orellán.
Concentrado en la subida, veo hitos del camino de santiago de invierno y algunos carteles que me indacan que marchamos también por una senada de Pequeño Recorrido. A la derecha estamos dejando el Arroyo de Valdebría.

Pronto llega el descenso a modo de descanso para cruzar el pueblo de Yeres. En su avituallamiento tomamos unas refrescantes naranjas y meto mi cabeza bajo una fuente improvisada para la ocasión. El pequeño descenso hasta esta localidad no había sido suficiente para mis piernas y sentía que no había recuperado bien.

Avituallamiento de Yeres.
La salida del pueblo continúa en descenso pero en breve se debe vadear el Arroyo Fontela con el consiguiente cambio de inclinación. Tocaba de nuevo subir, ya hasta el mirador no habría tregua. 

Fue aquí donde me di cuenta que las piernas no iban bien. Tuve que bajar en un par de ocasiones de la bici para no sobrecargar los músculos. De nuevo Javi y Tomás por delante, esperándome bajo alguna sombra cada ciertos kilómetros. Gracias chicos, sois geniales. Pero ya intuía que mis piernas no iban a responder como yo esperaba. Los Montes Aquilanos estaban pudiendo con ellas.

Duras rampas a la salida de Yeres.
Encerrado en la cabezonería y testadurez, seguí adelante alternando momentos sobre la bici y otros andando al lado de ella. No será este un tramo que recuerde con especial cariño. Pero la motivación por llegar a lo alto de Las Médulas y poder disfrutar de esas espectaculares vistas llenas de historia, me hacían sobreponerme al sufrimiento.

Y es curioso como, a medida de que nos acercábamos a la cima, las piernas comenzaron a responder mejor. ¿Motivación? ¿Descanso? No lo sé. Pero así fue.


Durante este fatigoso ascenso, antes de llegar al Pico de Placias (1022msnm), junto al Mirador de Orellán, una lección de geografía por parte de un biker de la zona en respuesta a mi comentario "¡¡¡No vuelvo más al Bierzo con bicicleta!!!", matizando que los montes por donde estábamos rodando pertenecían la la comarca de la Cabrera y no de el Bierzo. 
Montes Aquilanos, La Cabrera.
Juntos, los tres torrijeños coronamos el punto más alto de la ruta. El Mirador de Orellán. Nuevo avituallamiento; en esta ocasión de dulces y líquido. Y junto a esta, una petición a mis compañeros de fatigas. Necesitaba parar, bajarme de la bici, pasear y sentarme un rato bajo la sombra de un árbol.
Necesario y obligado descanso, Mirador de Orellán.
Accedieron, a pesar de que Tomás no es de los que les vengan muy bien estos parones. Gracias, pero lo necesitaba. 

Un breve paseo por el mirador, leyendo los carteles informativos de estas minas de oro romanas y sus sistemas hidráulicos para la extracción de las pepitas. Un breve descanso bajo la sombra para consultar el teléfono móvil y evadirme también del esfuerzo psicológico. A penas 10 minutos necesarios para mi musculatura.

Las Médulas.
Estábamos en el km 64 de ruta y lo más duro, aparentemente ya lo habían sufrido nuestras piernas.

Salimos de nuevo bordeando las médulas, recordándome de alguna manera a las Barrancas de Burujón. Un rápido descenso nos obliga a pasar por el bonito pueblo de Orellán. A los pocos metros de cruzarlo, la pista nos dirige a un precioso sendero, técnico, acompañando en las profundidades al Arroyo de Isorea. Transitamos por un espectacular carrascal.


Todo era disfrute, pero nos habíamos olvidado de que estábamos en los 101 de Ponferrada y su afamado perfil de serrucho. De repente, la realidad se nos vino encima y casi literalmente, cuando el cambio de desnivel negativo a positivo pilló a más de uno con exceso de confianza levantándose la montura de manera incontrolable.


Bonito sendero, bonito paraje, pero de nuevo tocaba empujar la bicicleta para salir de este encajonado carrascal.

Camino roto para salir del carrascal.
Llegamos a La Chana. El tramo que teníamos por delante hasta Paradela de Muces resultó ser tan bucólico como traicionero.

Podemos dividirlo en dos perfectas mitades. Una primera que nos adentra en una impresionante alameda rodando por un trazado compartido literalmente con el Arroyo de las Alamedas. La sombra se agradecía, al igual que la humedad.

Frondosidad y humedad en el camino.
El problema vino cuando el piso, dejó de ser rocoso y el agua del arroyo dejó de correr bajo nuestras ruedas para pasar a estancarse en un cenagal de piedras imposibles donde además el desnivel aumentaba considerablemente. Es en estos momentos cuando más me alegro de mantener una bicicleta doble de 26 pulgadas. Necesitabas de esa máquina, mucha técnica, más paciencia y sobre todo suerte, para poder sobrepasar este traicionero y bello tramo.

Tras ello, llegaría la segunda mitad, con una corta ascensión, con mayor pendiente que la primera, pero libre de humedades y vegetación mediante la cual llegaríamos a Paradela de Muces.


Cuado llegué, no podía creer lo que veían mis ojos. Tomás bebiendo de una bota de vino y Javi de una botella de cristal... Pensé de primeras que estaba alucinando debido al esfuerzo, pero nada más lejos de la realidad.


Según me aproximaba podía ver en la mesa, pulpo a la gallega, patatas guisadas, ensaladas y un sin fin de comidas típicas de la zona.


Me faltó tiempo para echar mano al botijo de agua, fresca y clara como se merece. Y depués a la botella de cristal con un licor dulce parecido al mojito... Era el avituallamiento "no oficial" como decían los responsables de la carpa. Todo un oasis dentro de este desierto de montañas calurosas.

Un avituallamiento especial.
Pero todo tiene su explicación, eran los propietarios de una casa rural de esa localidad que se estaban promocionando de una manera bastante acertada a mi parecer. Gracias por ello, Binatur.

Con esta alegría para el paladar continuamos nuestra ruta. Ahora por un marcado sendero en medio de un precioso prado verde, faldeando y bordeando una ondulada colina que no nos permitía ver lo que escondía tras sus lomas. Impaciente por observar lo que aparecería al otro lado, me di cuenta de que el sendero comenzaba a desaparecer a favor de la hierba. El trazado marchaba sobre una pradera virgen únicamente marcada por las rodadas de los bikers antecesores y por pequeñas flechas de la organización que confirmaban el recorrido.


Y la espera mereció la pena. De repente un esbelto castillo situado sobre un promontorio rocoso que emergía de un profundo y recortado valle. El castillo templario de Cornatel. Toda una estampa. El verde del prado, el azul del cielo despejado y la ocredad de la roca hacían una imagen por la que verdaderamente se merecía haber sufrido.

En busca del Castillo de Cornatel.
Decenas de familiares eligieron este punto para pasar el día y observar el paso de los bikers. Neveras en el suelo, toallas sobre la hierba. Bikers llenos de barro y sudor parados junto a sus mujeres e hijos que se habían situado aquí para animarlos. Me recordó de cierta manera a la estampa familiar de Setenil de las Bodegas en los 101 de Ronda.

Un corto descenso hasta la escondida, rural y olvidada localidad de Villavieja nos permitió bordear el valle del Ferradillo y volver de nuevo hacia el castillo, ahora por su espalda y permitiéndonos así observar el espectacular cortado sobre el que se asienta esta obra templaria. 

Castillo de Cornatel, a su espalda.
Pero mis piernas volvieron a fallar. En la leve subida rota, sentí como si dos cocodrilos quisiesen arrancarme los vastos internos de mis piernas. Me obligué a bajar de mi montura y terminar el ascenso andando. El bonito tramo de la pradera me estaba pasando factura. Paré, y mientras se oxigenaban mis cansadas piernas, dediqué unos minutos a observar el perfil que quedaba para llegar a meta.  Aún quedaba un cuarto de recorrido y siete tachuelas por ascender. 

Decidí escribir a mis compañeros para obligarles a que no me esperasen. Prefería ir a mi ritmo, solo, disfrutando de los paisajes y sin la conciencia intranquila de que estaba haciendo esperar a la gente.


Pero al llegar a Santalla, tras un largo y empinado descenso. Allí los vi a los dos, sentados a la sobra de unas casas y a Tomás, como no, con una sonrisa en la boca, y hablando con todos los paisanos que por allí se encontraban


"¡¡¡More lo que te has perdido, Tomás "robando" dulces a aquella señora!!!" Y es que había pasado una mujer con una bandeja de pasteles recién hechos y como este chico habla hasta con sus sombra, debió de hacer amistad con las gentes que le agraciaron con un par de dulces caseros de la zona.
Construcciones de Santalla.
Estábamos de nuevo en Santalla, localidad del verdadero embrión de esta aventura. Debíamos hacer un nuevo bucle que nos llevaría a las barrancas de Santalla y tras el, desandar los últimos 15 kilómetros por donde habíamos empezado esta mañana.

De nuevo el camino hacia la ermita de la Virgen del Carmen de esta localidad por la que habíamos pasado hacía ya bastantes horas. En esta ocasión, tomaríamos sentido hacia San Juan de Pazuelas. Un ascenso, primero por viñedos y más tarde por un frondoso bosque de hayas, nos dejarían a la altura de la ermita de la Estrella de esta localidad. 

Ascenso a la ermita de la Estrella.
En esta ocasión noté los musculos recuperados gracias a los 5 minutos que me tomé divisando la espalda del castillo de Cornatel. Buen ritmo al que me llevaban mis dos gregarios de lujo.

En lo alto avituallamiento donde tan solo reponemo agua y nos lanzamos en un rápido descenso hasta llegar a la base de las Barrancas de Santalla.

Barrancas de Santalla
Un nuevo paso, el tercero por esta localidad, para completar el bucle y retomar el mismo camino, pero a la inversa hasta Ponferrada. Pero antes de continuar...

¡¡¡Viva Santalla!!! ¡¡¡Viva!!! El pueblo era una fiesta. La calle principal con mesas en las puertas de las casas. Comidas y bebidas caseras para todos y todas las participantes, Caldos, vinos, pulpo, huevos, todo tipo de dulces caseros...  ¡¡¡Viva Santalla!!!
¡¡¡Viva Santalla!!!

Casa por casa, cada uno ofrecía lo que tenía, como si de unas fiestas populares se tratasen, banderolas y guirnaldas por las calles. De España, de León, de el Bierzo, de Santalla.


¡¡¡Viva Santalla!! Nuestros compañeros pepineros se quedaron durante más de una hora compartiendo este ambiente con los oriundos. Ofreciéndoles vinos de su propia cosecha e inclusos abriéndoles las puertas de sus bodegas para enseñarles orgullosos su producción casera. ¡¡¡Viva Santalla!!!

Por delante, nosotros dispuestos a afrontar las últimas cuatro tachuelas en estos kilómetros de la traición. Y sí, para mi fueron de la traición... En tres de las cuatro tachuelas, cortas pero empinadísimas, tuve que bajarme de la bici para poder terminar la jornada. Tan solo en la última, por orgullo o por testarudez, conseguí subirla montado sobre la bici en un a especia de órdago a mis propias piernas. Gané.


Priaranza del Bierzo, Villalibre de la Jurisdiccion y Toral de Merayo. Todas ellas visitadas en las primeras horas de la mañana, alternaban bosques con pequeños viñedos en las lomas que sitian al río Sil. Estábamos llegando. Al fondo veíamos la silueta de nuestro hotel.

Gregarios de lujo. Gracias chicos.
La entrada a Ponferrada fue por el puente de madera sobre el Sil, acompañando a este caudaloso río aguas arriba por un precioso paseo donde Tomás aprovechó para sacar su bandera torrijeña y ondearla de camino a las instalaciones del Toralin. Nueve horas y media más tarde, a las siete de la tarde llegábamos a la meta. Nuevo reto conseguido,


Llegando a la meta, paralelos al río Sil
Debíamos limpiar las bicis, pero no había ganas. Primero ducha para nosotros y después para las bicis, recogida del ticket con la marca y la medalla conmemorativa. 
Reto conseguido.
Cervezas, cervezas... Líquido para el cuerpo. 

Llamada a mi gran amigo Moly, esa era otra recompensa. Ocho años ofreciéndome su casa en Ponferrada y hasta hoy no había coincidido con él aquí. Le entrego su recado, nos lleva de cerves.


El centro de Ponferrada, peatonal y muy bonito. El Bombardier por favor, mítico Bombardier. Nos encontramos con Recamán. Compañero de fútbol en mis temporadas en el CD Toledo. De nuevo la bici y el fútbol volvían a unirse, en esta ocasión en Ponferrada. ¡Qué bonita es la vida!

Gran reencuentro.
Pero no hay batería para más. Nos recluimos en el centro comercial para cenar con todos los compañeros de Leganés y comentar con ansia las anécdotas de la jornada, El sufrimiento se había evadido por completo.
¡Qué bella es la vida!

Pero pronto al hotel. mañana habría que volver a casa.


Gracias a todos por compartir conmigo mi pasión. Gracias dragones. Gracias leones.

¡¡¡Va por vosotros!!!


6 comentarios:

  1. Me ha encantado tu crónica More. Me ha hecho volver a recordar cada tramo en lo alto de mi bici. Enhorabuena.

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  2. De eso se trata... De dejar plasmado las sensaciones y poder recordarlo con el tiempo!!! Gracias!!!

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  3. I-M-P-R-E-S-I-O-N-A-N-T-E =) !! Jamás podré decir que no disfrutas con esto, porque lo transmites en cada palabra, pero lo mejor de todo es cómo haces que llegue a todos lo que te leemos.

    Un abrazo!!!

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  4. Amigo Moreira...amigos Tomás y Javi. Gracias, por vuestro comportamiento...Eso es lo que se debe hacer...COMPAÑERISMO, DEPORTE Y RETO...PERO EN EQUIPO. More, recuerda al Cholo, lo que consiguió, el viernes pasado...Eran más fuertes...Si!!!, pero les derrotamos. Buena crónica, y un consejo...jamás los "caballos percherones", podremos en estas rutas, con los "galgos torrijeños"...léase Tomás y Javi, que entre los dos, pesan, lo que tú, pero me alegro de corazón, que los tres conquistáseis Ponferrada, y llevaráis el nombre del Club Ciclista Torrijeño, por toda la comarca de León. Como siempre, GRANDE DAVID MOREIRA...GRANDE MOREOCIO. Fdo ANGEL CARRILLO. Club Ciclista Torrijeño 2013

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  5. Grande Ángel y gracias por tus consejos. Se agredece que alguien con la experiencia y la cantidad de años que llevas sobre las dos ruedas comparta sus conocimientos con tres nuevos amantes de la bike!!! GRACIAS!!!

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